Litro, no metro
Las
recientes lluvias han provocado que la ciudad de México recupere su antiguo
carácter de ciudad acuífera, aquel que hizo que don Miguel de Cervantes, en sus
Novelas Ejemplares, la comparara con
Venecia: "Estas dos famosas ciudades -escribe el autor de Don Qujote, en El licenciado Vidriera- se parecen en
las calles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundo antiguo;
la de América, espanto del mundo nuevo."
En Chilangolandia, las lluvias hacen
ver lo increíble: automóviles nadando, grandes ríos en otros tantos charcos,
derrumbes en casa de pobres, inundaciones y goteras en varias estaciones del
metro, etcétera.
Pareciera que TIáloc ha andado
celebrando algún cumpleaños, olvidando el control del agua, no cerrando las
llaves; o que San Isidro Labrador, aquel que quitaba el agua y ponía el sol,
anda ocupado en otros menesteres, mientras por estos rumbos se forman modernas
acequias en la ciudad de la esperanza (inútil, como diría Daniel Santos).
Nos ahogamos. El famoso
"cordonazo" de San Francisco, que se recordaba el día 4 de octubre,
no sucedió. San Panchito lo olvidó y la lluvia sigue.
Andamos como sopa, los paraguas
adornan las tardes lluviosas. Los vendedores ambulantes hacen su agosto con
ellos. Los pobres usan sus hules azules de "diez pesos le cuestan, diez
pesos le valen".
¡Agua, agua, agua! Ahora resulta que
se nos pasó la mano con la invocación.
La lluvia hace todo lento. El tráfico
es brutal. Los coches, que no saben nadar, avanzan metro a metro, aunque,
debiera decirse, litro a litro.
En esos días, el transporte es pesado,
vaporoso, cansado, caótico. Cuando llueve, se detiene a cada rato, deja de
fluir, parece que se ahogara.
La gente corre a cubrirse del agua.
Otros ya no se inmutan, se han mojado tanto, que ya resulta inútil
resguardarse. Y el "¡qué bonito es ver llover y no mojarse!", es un
dicho falso ya que no es nada gracioso esperar largos minutos a que el metro
avance, mientras se observan los embotellamientos de Tlalpan, por ejemplo.
La lluvia no tiene horario ni fecha
en el calendario. El otro día había un sol esplendoroso por la mañana; la gente
dejó el paraguas en casa, volvieron las ropas primaverales y, cuando menos lo
esperábamos, vino el chubasco brutal.
Y el humor no se hace esperar. Hay
quien dice que el metro pronto cambiará de nombre y habrá de llamarse... Litro.
Y como vamos, no lo dude, así que
tome su paraguas y no salga sin él, porque esto ya parece el diluvio. Sólo
falta el buen Noé.
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