martes, 24 de julio de 2018

Una señorita que se arroja desde la torre de Catedral

Esta es otra historia, textual, que cierra mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX, publicado por Ediciones B.













¡Sensacional y terrible noticia!

El día 31 de mayo del presente año de 1899 y como a las once y treinta minutos de la mañana tuvo efecto el lamentable y terrible acontecimiento que vamos a narrar.
            Una bella señorita huérfana que contaba veinte años de edad conocida con el nombre de Sofía Ahumada, vestida con gran elegancia, subió a las torres de la catedral acompañada del relojero Bonifacio Martínez, su ayudante Vicente Estrada y otras dos personas de apellido Aguilar una y otra Martínez.
            Realmente no sabemos qué protestaría la desventurada mujer para lograr subir a aquella prominente altura; pero el caso fue que hallándose dicha Sofía en el segundo piso de la torre que mira al poniente, se arrojó hacía el suelo con extraordinario y veloz impulso. En el acto y al escuchar el enorme ruido que produjera al caer, agrúpose infinidad de personas de todas clases sociales al lugar donde quedó la mencionada suicida. Dieron parte a la policía y presentáronse inmediatamente el inspector Muñoz acompañado del personal correspondiente. Allí practicáronse las primeras diligencias y lleváronse en una camilla el cadáver a la inspección que corresponde.
            El aspecto que presentaba la joven desdichada era pavoroso y horrible; los ojos saltados completamente de sus órbitas o lugares; la mandíbula o quijada inferior quedó fuera de la cavidad de la boca y el cráneo enteramente deshecho y en fragmentos horripilantes. Gran parte de la masa encefálica o sean los sesos, quedó pendiente en la cornisa del primer piso de la torre, que fue donde chocó el cuerpo fuertemente al venir dando vueltas en el aire cual si fuera esquila o volantín.
            Multitud de gente deseosa de contemplar el lugar de tan terrible desgracia, se agrupa, se apiña anhelante en el atrio de catedral, comentando cada cual el hecho a su manera y dando sus opiniones respecto al acontecimiento que tanta y tanta sensación ha causado.
            - ¿Por qué se mataría? dice uno de tantos.
            - ¡Pues quién sabe! responde otro.
         - ¿A poco porque su novio le dio calabacitas? ¿O tendría acaso alguna deuda?
            - No, eso no, tan joven y ya con drogas.
            - ¡Ha de haber sido por su novio! ¡Qué guaje! ¡Pobrecita!
            - Yo no me suicidaba, poco más o menos añade una vieja. Vean ustedes, a mí ya van más de seis veces que mi señor me la pega, y ¿qué por eso me he matado? ¡Qué esperanzas! Yo por taruga... A ver como no me la pega mi marido todos los días.
            - No, no, dice otro de los curiosos: puede muy bien haber sido esa caída por puro accidente, la desgracia que ya se le había llegado la raya, porque sólo los guajolotes se mueren a la víspera de Corpus. Esa pobre niña tal vez subió inocentemente y sólo por el placer de disfrutar de la hermosa vista que se figuró presentaría la ciudad desde esa altura. Pero ya vio mucho más que eso. ¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo!
       
     Y así por este estilo todos hablan y todos comentan la fatal muerte de la señorita Ahumada, sin saber realmente la verdad de la causa de semejante desgracia. De todas maneras, lo que sí es ciertísimo es que el tal añito de 1899 se ha ido presentando desde su principio del más feo que pueda haber. Ya ve, como que en él va a tener lugar el fin del mundo, el día del Juicio Universal. Estos no son más que los preparativos. Suicidios a granel en esta capital, temblores, mucho calor, excediendo el de otros años, quemazones, pestes, homicidios, atentados contra la moral nunca vistos como el de Ramón Palma, etc., etc.
            En fin, un sinnúmero de calamidades que escandalizan y hacen abrir la boca al más indiferente. Pero ahora el acontecimiento actual es el de la joven Sofía Ahumada, estrellada en el Atrio de la Catedral, cuyo acontecimiento es pasto de conversación en todas las casas y grupos de transeúntes por las calles de la ciudad en este día memorable.

lunes, 23 de julio de 2018

“La familia Burrón” fue fundamental para el desarrollo de la lectura


“La familia Burrón” fue fundamental para el desarrollo de la lectura


En su época de oro, “La familia Burrón”, de Gabriel Vargas, fue fundamental para el desarrollo de la lectura, pues más de dos millones de mexicanos la leían, sostuvo el especialista en el desarrollo de la caricatura mexicana, Agustín Sánchez González.
Al participar en “Abril, mes de la lectura”, el programa de fomento a la lectura de la Universidad Autónoma del Estado de México, el escritor e historiador mexicano autor de más de 40 libros, resaltó ante la comunidad de la Facultad de Humanidades que la gran aportación de Vargas a la cultura mexicana fue la reconstrucción del lenguaje característico mexicano.
Sánchez González reconoció que uno de los grandes problemas del país y del mundo es que cada vez se lee menos y aseguró que con el fin de la historieta, acabó también el fenómeno de la lectura en masa.
“Los mexicanos leíamos aunque sea las historietas, que eran la base de una lectura superior, una de las formas en que se leyó mucho, a través de fenómenos como ? ‘Kalimán’, cuyo primer número vendió en su primer día y en sólo dos horas 100 mil ejemplares”.
El experto del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes, autor de los libros José Guadalupe Posada. Fantasías, calaveras y vida cotidiana y Gabriel Vargas, una historia chipocluda, destacó que la industria editorial de la historieta está en crisis, pues cada vez se lee menos en papel.
Por ello, consideró, es necesario innovar y acercar a los chicos a la lectura; es necesario acercarse sin prejuicio a la historieta, porque representa a la cultura popular y la academia es muy reacia a este fenómeno.
“A pesar del impacto que tienen los personajes, el impacto que tuvieron en intelectuales, quienes estudiamos historieta y caricatura somos pocos, pues la academia teme enfrentarse a la cultura popular, es muy elitista”.
Agustín Sánchez González concluyó que la lectura es una manera de vivir muchas vidas, de transitar por muchos mundos, de ser parte de un sueño, es una posibilidad única de acercarnos a historias geniales y en el caso de la Familia Burrón, de Gabriel Vargas, de sufrir y gozar con todo lo que nos regaló uno de los hombres fundamentales en la historia mexicana.

Universidad Autónoma del Estado de México

martes, 17 de julio de 2018

El General en la Bombilla. Primer capítulo

Después de años de estar agotado, acabo de publicar en Amazon la edición impresa y la edición e-book de este libro publicado originalmente en 1993. Creo que tiene una enorme vigencia por el México que nació en 2018, donde todo va a cambiar... para seguir igual.
Este es el primer capítulo.

                                                       


                                                     Dulce ángel de mi guarda, no te podrás quejar, ya te subí muy alto.

La mirada del diputado Ricardo Topete es insistente y recelosa. Un hombre de complexión delgada y tez pálida, vestido con traje desgastado, estilo charleston, color café con tonos rojizos, se encuentra, desde hace varios minutos, junto al portal del comedor.
            Parece realizar algunos trazos en un bloc de dibujo, pero su obsesiva mirada hacia la mesa de honor inquieta al diputado Topete, que busca a uno de sus ayudantes para averiguar las intenciones de ese hombre.
                                                Ahora sí consumo mi propósito o me cogen y me encuentran con la pistola preparada y sé la suerte  que me espera y me matan como espero.

            José de León Toral hace a un lado los botones de su chaleco y descorre la palanca de la pistola, dejándola lista para disparar. Camina tranquilamente, con el cuaderno en la mano, corrigiendo los trazos. Cuenta, uno a uno, los trece pasos que separan el sitio en él que se encuentra de la mesa de honor que ocupa el general Alvaro Obregón. Lleva, además del bloc, un periódico bajo el brazo.
                                                                        Voy a morir ahorita, pero si no logro lo que busco, me perjudicarán.

  Sólo espera que sus nervios no lo traicionen.
  Se acerca al diputado Topete y le muestra sus dibujos: la caricatura de Alfonso Esparza Oteo, director de la orquesta, así como los otros apuntes: el de Obregón, Aarón Sáenz y Aurelio Manrique. El diputado asiente al mirar el dibujo del general, señalándolo como el mejor.

                                                                        Este es el último dibujo de mi vida, dentro de poco estaré muerto.

   El maestro Esparza Oteo, vestido de charro como el resto de la orquesta, levanta los brazos indicando a sus músicos el inicio de una animada canción: El limoncito, cuya letra dice: Al pasar por tu ventana me tiraste un limón; el limón me dio en la cara y el zumo en el corazón...
            Las manos de Toral tiemblan ligeramente, las tiene libres, tras dejar el periódico en la mesa y el bloc a los políticos, quienes no sospechan nada. Aarón Sáenz esboza una ligera sonrisa al examinar su caricatura y Toral siente, en ese momento, la mirada de su víctima.
            Son las dos de la tarde con veinte minutos. Los meseros, presurosos, sirven el plato fuerte: cabrito al horno.
                                                            Que uno de mis balazos le toque en el corazón y que ésta sea la señal de que se ha arrepentido.

            El general toma una servilleta, se limpia el bigote y los dedos. Espera los dibujos que habían pasado por las manos de Topete y Sáenz, éste se los entrega.
            Toral está a unos cuantos pasos. Cubre su saco ‑tras del cual esconde la pistola‑ con el bloc de dibujo sostenido por la mano derecha. Decide cruzar el pórtico de flores en forma de herradura.

                         Ayúdame Dios mío. Santo ángel de mi guarda, no me desampares. En un rato te veré en el cielo.   

            El general voltea amablemente hacía Toral, éste se acerca, caminando por un estrecho pasillo entre  el arreglo floral y las sillas. Mira con timidez al general que le responde con una sonrisa.
                                      Dios mío: te ofrezco mi alma y corazón para que eternamente reines en mi patria.

            Con ágil e insospechado movimiento, pasa su bloc de dibujo a la mano izquierda, al pasar por tu ventana me tiraste un limón, saca la pistola, el limón me dio en la cara, aprieta el gatillo, y el zumo en el corazón, y dispara directamente al rostro de Obregón.
            El general recibe el primer tiro en la cara. Los siguientes en el cuerpo. Tras la descarga, el asesino se lleva las manos a las sienes, apretándoselas, cierra los ojos... espera la muerte.
            Suenan varios balazos. Todos quedan paralizados por un instante, algunos confunden el sonido de las balas con las percusiones de la orquesta.
            Dios mío, Dios mío, bendíceme.
            Obregón resbala hacia adelante en su asiento, cuando está casi bajo la mesa, se inclina a la izquierda, en tanto que Aarón Sáenz intenta incorporarlo con dificultad.
            Los hombres cercanos a él miran caer el único general revolucionario invicto.
            La orquesta guarda silencio.


lunes, 16 de julio de 2018

Obregón y León Toral

Investigar la historia tiene sus gracias (y también, a veces, desgracias) Escribir de historia es una maravilla pues tiene mucho de literario y de magia. Mientras investigaba el asesinato de Álvaro Obregón, encontré un suceso del día 2 de julio, un día después del triunfo electoral del sonorense. Este es el fragmento de mi libro El general en la Bombilla.



El periódico El Universal, a ocho columnas enlazó -por primera vez los apellidos de los protagonistas de la tragedia de La Bombilla: Obregón y De León-, al día siguiente de efectuarse las elecciones presidenciales del 1o. de julio de 1928.
 La cabeza principal decía:
El General Obregón fue electo presidente de la República.
Más abajo, en la tercera y cuarta columna, se podía leer:
- El gran sorteo de El Universal: números premiados.
  El premio número uno, correspondió al cupón 10925, cuyo poseedor era el señor Aureliano de León. El premio consistía en un automóvil Graham-Paiga, procedente de la empresa De Luxe Motors, S.A., con valor de dos mil novecientos cincuenta pesos.

Mientras que en la primera sección, se anunciaba el triunfo del general, en otra se recogían las declaraciones del padre de José de León Toral quien, quince días después, habría de acribillar a Obregón.
  Esta es la nota del periódico:
"Un objeto útil, es lo que dice el afortunado poseedor del primer premio. A don Aureliano de León, que vive en la casa 212 de la 6a. calle de Sabino, le dio la buena nueva de haber obtenido el primer premio en el sorteo de regalos a los suscriptores de El Universal, un vecino suyo.
 "Yo no creí sacarme nada de esta rifa, nos dice el señor de León. hace más de diez años que me suscribí al periódico que usted representa y desde entonces sólo una corta temporada, que estuve alejado en la sierra, no dejo de recibirlo.
  "En una ocasión obtuve un premio de valor escaso, sin embargo, el día 13 decidí renovar mi suscripción. Es buena fecha, me dije, además era día de San Antonio. Llegué a la oficina de Madero, donde se exhibían los objetos y un caballero a quien dieron su cupón antes que a mí, dijo a uno de los empleados, dirigiéndose al coche que ya puedo considerar mío: "le ruego que no me toque ese coche porque me lo he de llevar". El empleado contestó, señalándome a mí: "Ya ve usted, el que se lo va a sacar no dice nada".
  El señor de León no dio importancia a aquello. Ahora lo recuerda y piensa que el empleado que lo atendió debe tener un don profético.
  La misma persona que me vino a dar la noticia, siguió diciéndonos, me iba a vender un automóvil. Estábamos en tratos formales, ahora me acaba de ofrecer por el Graham-Paiga, la cantidad de mil quinientos pesos y dos coches más.
  "Indudablemente, concluye la nota, que el premio obtenido por el señor de León le será de gran utilidad; tiene una familia numerosa y frecuentemente hace uso del automóvil para atender sus negocios: posee unos minerales en el distrito del Venado, perteneciente al estado de San Luis Potosí".
  El lunes 2 de julio de 1928, la dicha embargaba a las familias Obregón y de León. Habían obtenido sendos premios y, sin duda, eran felices.

domingo, 15 de julio de 2018

A noventa años del asesinato de Álvaro Obregón



En octubre de 1993 publiqué El general en la Bombilla. Editorial Planeta, Jaime Aljure era el director editorial y apostó a este libro, sobre todo tras el éxito editorial de Fidel. Una historia de poder.

El general en la Bombilla tuvo una buena respuesta de la crítica, muchas entrevistas y variadas críticas; tuvo tres ediciones y, años después, en 1998, una edición de bolsillo.

Este año se cumplen 80 años de ese magnicidio y en estos días trataré ese tema pues vivimos una situación interesante: la muerte de Obregón generó o fue una causa primaria del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR), abuelo del casi extinto PRI.

Nació bajo una situación parecida a la de MORENA, donde cabían todas las corrientes políticas, la derecha y la izquierda, los conservadores y los liberales, abrazando a todas con un sentido autoritario y teniendo como eje central a un caudillo que buscó estar por encima de todos: Plutarco Elías Calles.

Calles, fue un hombre poco sensible a la crítica (mandó desaparecer la caricatura, por ejemplo) con enorme carisma y un poder casi absoluto que, venturosamente, fue hecho a un lado por el General Lázaro Cárdenas.

Un fragmento:


El ll de julio de 1928, se anunciaban las siguientes obras, en los teatros de revista de la ciudad de México,
  El María Guerrero presentaba la obra del día: Viva la imposición, e informaba del próximo estreno, el día 14 de julio: A ver si se sienta.
  En el Teatro Ideal, llamado también "La casa de la risa", se representaba: ¿Quién te quiere a ti?: Graciosa obra de Luis de Vargas, interpretada por la simpática compañía de Manuel Tamez.
   Roberto El Panzón  Soto, reestrenaba la obra Mexican Vaciladas, en el Teatro Lírico, y para el día 18, en ese mismo foro, la prensa anunciaba El gallo muerto.

viernes, 13 de julio de 2018

Asesinato de La Malagueña

Otra historia de mi libro: Crímenes y horrores en la ciudad de México en el Siglo XIX (Ediciones B, 2017)





Drama en Tarasquillo. 
Asesinato de La Malagueña (1897)

Dos mujeres fueron protagonistas de un espantoso suceso. Una era llamada “La Chiquita”, aunque su nombre real era llama María Villa. La otra mujer, era conocida como "La Malagueña", cuyo nombre era Esperanza Gutiérrez.
     Estas mujeres formaron parte de un drama sucedido en pleno carnaval: “La Malagueña” fue asesinada por “La Chiquita” después de un baile de máscaras la mañana del 8 de marzo en la Plazuela de Tarasquillo.

           El escritor Federico Gamboa acudió al anfiteatro del hospital Juárez para ver en la plancha a la mujer  recién fallecida y dejó la siguiente descripción:
            Dos muertas veíanse en la sala de autopsias, o de "depósito", según nos explicó el "muertero" que nos escoltaba; en la otra plancha, con forzada postura reposaba la Malagueña, en desnudez absoluta sin tentaciones, desnudez de cadáver, los pies exangües, tirado a marfil viejo, las carnes exúberas manchadas de sangre; el rostro con horrible huella, abajo del ojo izquierdo, el rastro del balazo que le quitó de penas; los labios entreabiertos, con el rictus de los que se van de veras, y que lo mismo puede traducirse por sonrisa que por mueca, según lo que nos toque vislumbrar en las horas supremas.
        Tan emocionado como yo, Jesús se puso a dibujar un croquis a lápiz, de la muerta y mientras Jesús lo hacía, no aparte mis ojos de la Malagueña, mirando como las moscas, ¡oh!, pero centenares de moscas tercas y medio borrachas de sol poniente, de olores sospechosos y de sangres antiguas y resecadas, paseábanse y revoloteaban por el cuerpo desnudo e indefenso; mirando sus carnes, ayer nomás complacientes y sedeñas, y hoy rígidas, en descomposición palpable. Atraíame fatídicamente, la cicatriz de su ojo herido, cicatriz diminuta sobre la que caían, revueltos, los cabellos rubios de la soberbia cabellera deshecha y sucia...
    “La Chiquita” fue sentenciada a veinte años de prisión; pero sólo permaneció dieciséis años en la cárcel, debido a un indulto otorgado por Porfirio Díaz.
     Guillermo Mellado, en su libro Belén por dentro y por fuera, señala que "la permanencia de María Villa en la prisión se significó por sus marcadas muestras de trabajo... Durante ese tiempo se dio a la tarea de enseñar a leer, escribir y trabajos manuales a todas aquellas mujeres que nada sabían de esto. Bien pronto tuvo un colegio allí mismo".
            Al enterarse de ello, el gobernador de la ciudad, Guillermo de Landa y Escandón, fue a visitar la escuela y quedó maravillado. Felicitó a María y le ofreció enviarle varias máquinas de coser y, asimismo, hablar con el presidente para que le indultara los cuatro años que le faltaban para salir.
    Landa cumplió el ofrecimiento enviando seis máquinas y algunas telas; además, fue indultada María Villa.


* Nervo, Amado, "Musa fúnebre", Cuentos y crónicas, México, UNAM, 1971 (Biblioteca del estudiante universitario, 95)

martes, 10 de julio de 2018

La momia de Fray Servando


Al mirar la espléndida vista estereoscópica que presentó Don Juan Jesús Cadena, recordé la historia que aparece en mi libro de Crímenes y horrores en el México del siglo XIX.
Justamente al ocurrir esta demolición, aparecieron las momias de las cuales me refiero en esta historia











Don Juan Jesús, le ofrezco esto: Santo Domingo, vista estereoscópica de Julio Michaud, en 1859, que muestra el edificio completo todavía, con su barda atrial, la fachade el convento en la parte que toca al portal de acceso y la biblioteca en la parte superior y la cúpula de la Capilla del Rosario, todo esto demolido dos años después



La momia de Fray Servando

Esta historia comienza el día 3 de diciembre de 1827, entre las cinco y las seis de la tarde, cuando falleció Fray Servando Teresa de Mier, víctima de su agitada vida y de sus múltiples enfermedades, a la edad de sesenta y cuatro años.
            Al día siguiente, la gente se agolpaba en las calles por donde debía pasar el cortejo fúnebre.
            Los principales de la ciudad cedieron sus carruajes y asistieron a los funerales. Se cuenta que habían acudido más personas que en día de Corpus.
            La muchedumbre cubría la distancia que separa el Zócalo de la plaza de Santo Domingo, en cuya iglesia habrían de llevarse a cabo las exequias del viejo revolucionario.
            Los curiosos se juntaban en los balcones y las azoteas. La procesión, conducida por el vicepresidente Nicolás Bravo, salió de Palacio Nacional, siguió frente a Catedral y tomó la calle del Empedradillo hasta desembocar a la Plaza de Santo Domingo.

            Una vez en ella, y luego de pasar frente al edificio que en otro tiempo había sido ocupado por la Inquisición, la concurrencia se detuvo en el atrio del Convento. El pueblo se arremolinaba de tal manera que impedía el paso de los carruajes.
            En la Capilla de los Sepulcros, se verificó el ritual del corpore insepulto. Las notas del órgano acompañaban los murmullos de las rogaciones y novenarios.
            El cadáver fue sepultado en uno de los nichos del osario, que se encuentra detrás del ábside del templo mayor.
            Ahí, en la oscuridad polvosa de aquel sepulcro, se pensó que descansaría por siempre y para siempre, el cuerpo del padre Mier. Pero el futuro depararía extraños sobresaltos a sus restos.

Una tumba sin sosiego
Quince años después de la muerte de fray Servando, el 13 de mayo de 1842, durante la dictadura de Santa-Anna, la Capilla de los Sepulcros de Santo Domingo debió volver a abrirse para dar cabida a un nuevo difunto, el maestro Tomás Ahumada, natural de Málaga.
            Como los nichos sepulcrales eran pocos y demasiados los dominicos ilustres que morían, la tumba donde se hallaba fray Servando también fue descubierta y sus restos fueron depositados en el hueco que se abría entre los sepulcros y el ábside del templo mayor.
            En aquel rincón que había sido aprovechado como osario, se encontraba, también, la momia del poeta fray Mariano Soto, quien durante la Guerra de Independencia sostuvo arduas polémicas con don José Joaquín Fernández de Lizardi, llamado "El Pensador Mexicano".
            Meses más tarde, la momia del doctor Francisco Rojas, llamado por sus contemporáneos "El Demóstenes Mexicano", fue removido y colocado en hilera a la derecha de fray Servando.
            En 1843 fue depositada a su izquierda la momia del doctor Luis Carrasco, quien fuera capellán de cámara de Agustín de Iturbide y quien murió a causa del cólera, debido a la epidemia de 1833.
            Quienes presenciaron la exhumación de los cadáveres, afirmaron que parecían figuras talladas en madera. Las noticias de aquellos monjes disecados hizo que comenzaran a circular extrañas leyendas sobre santos varones y beatas de figura incorruptible.
            José María Marroqui escribió acerca de otro personaje: "la señora doña Rita Cervantes fue sepultada en el muro de una de las capillas de la Santa Escuela del Espíritu Santo. Pasados muchos años, cuando hubo necesidad de aquel sepulcro para colocar en él a otro difunto, se encontró el cadáver de la señora en tan perfecto estado que, con algo de hipérbole, parecía acabada de enterrar; con la circunstancia de que siendo albina, su cabellera, sus cejas y pestañas semejaban hilos de plata. Como doña Rita era virtuosa, la gente tomó la conservación de su cadáver como signo de predestinación mística. Su marido, que era discreto, sin prestar oídos a semejantes voces, se limitó a suplicar a los hermanos de la Santa Escuela que regresaran los restos a su sepultura, y que nunca más la abrieran, lo que se ejecutó.
            Vendido el edificio a particulares, jamás se dijo que se hubiera encontrado la momia de doña Rita, tal vez porque al estar en un muro no hubo necesidad de tocarla. Si algún día, al abrir una puerta o por otro motivo fuese encontrada, los que vivan sabrán lo que de ella se invente..."
            En la Capilla de los Sepulcros de Santo Domingo ocurrieron varios casos semejantes: al abrir una tumba para dar lugar a un nuevo difunto, se descubrieron diversas momias que no pudieron ser conservadas en sus nichos y también fueron depositadas en el espacio ubicado entre los sepulcros y el altar mayor.
            Con el paso de los años, llegaron a sumar trece las momias formadas en aquel lugar.
            Se dieron casos particulares, como el caso del predicador general fray Mariano Hidalgo, que al ser exhumado en 1847, su familia obtuvo un permiso especial de las autoridades del convento para vestirlo con nuevas ropas y colocarlo en un cajón cubierto, cuando se enteraron de que dicho cadáver estaba perfectamente conservado.
La Calle de los Sepulcros
Enclaustrados los curas y expropiados los bienes de la iglesia por el régimen juarista, en febrero de 1861, la capilla de los Sepulcros del suprimido convento de Santo Domingo debió ser derribada debido a la apertura de una nueva calle.
            Durante las labores de demolición se descubrió un grupo de trece momias en perfecto estado de conservación, las cuales, al hallarse en el osario fuera de los nichos y en diversas posturas, dieron lugar a innumerables leyendas sobre víctimas de la Inquisición emparedadas vivas en los muros de los conventos.
            Un tal Antonio Carreón fue el encargado de poner las trece momias en exhibición.
            La gente, con curiosidad y morbo, comenzó a acudir en masa a Santo Domingo, a un lado de la iglesia (sobre lo que era la tercera calle de Santo Domingo) para ver, detrás de unas rejas, las momias que se mostraban al público.
            A partir de ese momento, la avenida por donde se entraba a ver a los frailes disecados comenzó a ser llamada calle de los Sepulcros.
            Una de aquellas momias era la de fray Servando Teresa de Mier, cuyo cuerpo ya había sido olvidado y cuyo reposo eterno era perturbado una vez más.
            Para acallar los macabros comentarios que circulaban en torno de las momias, el doctor Orellana, miembro del cuerpo médico militar, se encargó de examinarlas e identificarlas.
            El médico militar aprobó que los cadáveres de los dominicos fueran sacados de sus nichos y colocados en el osario para dejar espacios a nuevos entierros.
            Tiempo después, el mismo Orellana publicó un folleto ilustrado con litografías de las momias y algunas notas biográficas sobre cada uno de los personajes, así como algunas explicaciones de carácter científico. A continuación, se transcriben algunas de sus observaciones:
            Momia en castellano, Mumia en latín, Moumya en árabe, es un término compuesto por dos palabras coptas que significan muerto y sal, en otras palabras, "muerto preparado con sal". Hay quienes, sin embargo, derivan esta palabra de mum, cera en persa, ya que tanto babilonios como asirios usaban esta sustancia para preservar sus cadáveres de la corrupción. P. Pomet afirma en su Histoire des drogues que las momias eran llamadas gabbaras por los egipcios y que la palabra momia provenía de cinnamomo, cardomomo o amomo, plantas en las que eran envueltas las gabbaras egipcias. En la actualidad se emplea dicha palabra en una acepción más extensa. Con ella se designa toda especie de cadáveres artificial o naturalmente conservados.
                        Las momias que han estado a la vista del público en el convento de Santo Domingo pueden ser consideradas como momias naturales, pues la privación del contacto con el aire, la sequedad y la cal en que se hallaron cuando fueron descubiertas, han parecido circunstancias favorables para su preservación.
                        En lo que se refiere a los fragmentos que todas las momias conservan de sus vestiduras, sólo diremos que se distinguen algunos jirones de ropa de lana. La ropa de algodón y lino ha resistido algo más, pues se distinguen perfectamente las piezas interiores de todas ellas, así como están enteros los zapatos, cintos de cordobán y las ligaduras que se ponen a los difuntos.
Las momias de Santo Domingo
            Las momias permanecieron en exhibición, resguardadas por centinelas durante algunos meses de aquel año de 1861, hasta que la curiosidad de la gente se apaciguó y la visión de aquellos cadáveres patéticos y desfigurados pasó a convertirse en una diversión menor.
            Pasado algún tiempo, se convirtieron en un estorbo para el gobierno mexicano. Finalmente, una de ellas fue cedida a la Escuela de Medicina, que se encontraba en el edificio que años atrás ocupó la Inquisición.
            Hasta ese momento los cuerpos resecos de los frailes ilustres no se habían movido más de unos cuantos metros del lugar donde originalmente habían sido sepultados.
            Según consta en un documento expedido por encargo del Ministro de Justicia, don Ramón I. Alcaraz, el 25 de junio de 1861, cuatro de las momias fueron cedidas a don Bernabé de la Barra "para exhibirlas en América y Europa".
            Al parecer, este señor, en compañía de un empresario italiano, embarcaron las cuatro momias con destino a Santiago de Chile o a Buenos Aires, Argentina.
            "Una de esas momias era la de nuestro doctor Mier", así lo afirmó Manuel Payno en 1865, cuando sacó del olvido algunos de los textos de fray Servando, entre ellos las dos piezas que hoy conforman su autobiografía.
            Payno, quien había visto personalmente las momias en exhibición, aseguraba que la momia de fray Servando era la mejor conservada.
Carta desde Bruselas
El 3 de octubre de 1882 apareció la siguiente carta en el periódico El Monitor Republicano:
            En estos días, con motivo de las fiestas populares conmemorativas de la independencia del pueblo belga, ha habido una kermesse o feria flamenca en la parte de la ciudad cercana a la estación del ferrocarril que lleva a París. Multitud de jacalones, en que los artistas de la legua exhiben todo género de rarezas, forman una larga fila que ocupa el Boulevard au Midi.
                        En uno de esos jacalones, designado con el pomposo nombre de Gran Panóptico de la Inquisición, he visto cuatro de las momias encontradas en una pared al hacer la demolición de una parte del convento de Santo Domingo en la ciudad de México, en febrero de 1861.
                        Se sabe que esas momias fueron donadas para ser exhibidas en América y Europa y que una de ellas puede ser la de fray Servando, ya que éste fue sepultado en Santo Domingo. Los cadáveres se encuentran en muy buen estado. Uno de ellos conserva los zapatos y todos tienen las ropas con que los sepultaron.
                        El doctor José Thunus, que los exhibe, ha formado un catálogo de los objetos del Panóptico, en el cual señala así a las momias:
                        Pieza número 88: Momia natural de una persona que sufrió el tormento del fuego.
                        Pieza número 89: Momia natural de una persona que sufrió el tormento del agua.
                        Pieza número 40: Momia natural de una persona que sufrió el tormento de la rueda.
                        Pieza número 41: Momia natural de una persona que sufrió el tormento de la pera de la angustia, instrumento que le torció los nervios de la cara por cuya causa ya no podía cerrar las boca.
                        Estas momias son únicas en Europa: fueron descubiertas en 1861 en el convento de Santo Domingo en la capital de México.
            Los restos de fray Servando Teresa de Mier, un luchador incansable por la independencia de México se perdieron en algún lugar del mundo y nunca jamás se supo dónde quedaron.
            "Sólo Dios sabe -afirma Artemio del Valle Arizpe en su biografía de fray Servando-, en qué vitrina de museo aguardará la resurrección de la carne".


     * Basado en "Folletín. Memorias de ultratumba", Guía de forasteros, Vol. IV, Núm. 8 (56), 9 (57), 10 (58) y 11 (59)

ADIÓS querido Ziraldo

 El 6 de abril falleció uno de los grandes caricaturistas de este mundo: Ziraldo Alves Pinto, que firmaba como Ziraldo, Premio Quevedos, 200...