Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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miércoles, 27 de octubre de 2021
El mito nacionalista que inventó a La Catrina
El mito nacionalista que inventó a La Catrina, también conocida como Calavera Garbancera
El historiador Agustín Sánchez cuenta cómo surgió esta imagen típica de Día de Muertos, que fue subestimada por muchos años.
Cuenta la historia verdadera y documentada por el historiador Agustín Sánchez que a el editor de Posada le pedía siempre trabajos, así que un buen día, a finales de 1912, “Don Lupe” como era conocido el grabador, dibujó esa calavera; sin embargo, señala Agustín Sánchez que aunque no hay ningún documento, ha logrado saber que Posada publicaba calaveras sólo en Día de Muertos.
“El caricaturista realiza la zincografía, que es una placa en zinc, a mediados de 1912. Y no sabemos por qué razón el impresor no la publicó. En enero muere Posada y es hasta noviembre de 1913 cuando sale impresa La Catrina”, cuenta Agustín Sánchez, quien asegura que lo que hizo el impresor fue utilizar esa imagen de Posada “para hacer una calavera fifí, una calavera garbancera”.
La leyenda cuenta que “Garbancera” es una palabra con la que a principios del siglo XX se conocía a las personas que vendían garbanza y que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos, y con ello renegaban de su propia raza, de su herencia y su cultura.
Sánchez precisa, tras varios años de investigaciones, que es hasta los años 20 cuando se publica la primera monografía dedicada a José Guadalupe Posada y es ahí cuando se publica la calavera, “pero no se le dio ninguna importancia y quedó como el nombre de Calavera Catrina. Sin embargo, no sabemos de dónde sacaron el nombre porque Posada ni el impresor la bautizaron”.
Pasados los años, relata Agustín Sánchez, en México empezaron a reivindicar a Posada “como un fenómeno nacionalista y revolucionario”, y agrega que Diego Rivera, como muchos otros artistas que buscaban generar una cultura nacionalista, fue uno de los creadores que empieza a impulsar a José Guadalupe Posada.
Un hecho muy importante para el gran impulso que se le dio a La Catrina o Calavera Garbancera fue que en los años 40 Diego Rivera hizo el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” en el que le da un lugar especial a La Catrina, ya ataviada con un elegantes ropajes, y además retoma a Posada.
“Es en ese momento que se empiezan a pintar calaveras por todas partes y empieza a reivindicarse la figura de Posada. De tal suerte que en 1952, cuando se cumple el centenario de nacimiento de Posada, el Palacio de Bellas Artes hace una gran exposición dedicada a él y en el catálogo de esa muestra ya aparece La Catrina”, afirma Sánchez.
Es entonces cuando La Catrina empieza a ser famosa e importante; es decir, solo han pasado 70 años. “La Catrina no era nada, pero para el fenómeno del nacionalismo ideológico mexicano se convirtió en un elemento muy importante y es entonces que se empieza a inventar que era parte de la cultura prehispánica”, agrega el colaborador de EL UNIVERSAL.
El escritor e historiador de la caricatura y del humor gráfico, asegura que los cartones y los dibujos de Posada no tiene nada que ver con lo prehispánico, “sino con la visión de la muerte renacentista, con las danzas macabras, más con Holbein que con los mexicas”, incluso insiste en que la visión de Posada es ante todo más occidental.
https://www.eluniversal.com.mx/cultura/el-mito-nacionalista-que-invento-la-catrina
sábado, 23 de octubre de 2021
El mito de las calaveras y de Posada
EL MITO DE
JOSÉ GUADALUPE POSADA
ARTISTA DESPUÉS DE MUERTO
Agustín Sánchez González
La vida de José
Guadalupe Posada parece un equívoco completo: produjo centenares de
imágenes que, sin saberlo, se convertirían en el santo y seña de su época.
Vivió y murió prácticamente en el anonimato y sólo fue reconocido muchos años
después. Nunca llamó Catrina a una de sus calaveras, aunque sí es reconocido
como el padre de esa y otras tantas imágenes que nos identifican en el mundo.
Su
muerte, hace poco más de cien años, pareció no importar a nadie. El cadáver de
don Lupe, cuya acta de defunción señaló alcoholismo como causal, salió de una
vecindad marginal de Tepito con rumbo a las tumbas de sexta clase, las únicas
gratuitas del panteón de Dolores. Ahí permaneció sin que nadie reclamara sus
restos, quedando en el olvido en una fosa común, junto a decenas de calaveras
del montón que, como él, fueron olvidadas.
Extraña
historia porque, a pesar del anonimato, sus grabados se reproducían por
millares en hojas volantes baratas, con noticias de la vida diaria y de la
revolución, impresas en el taller del editor Antonio Vanegas Arroyo. La amarga
ironía es que su obra más conocida, después llamada Catrina pero cuyo nombre
original es “La Garbancera”, comenzó a circular impresa en noviembre de 1913,
11 meses después de su funeral.
Después
de un siglo, Posada está más vivo que nunca y su obra sigue presente en las
variadas formas en que se reproduce en México y el mundo. Un trabajo que él no
hizo para los museos, sino para el acontecer efímero en la ciudad de México,
con el fin de que llegara a las manos de alguien y después desapareciera. Eso
es lo asombroso: son hojas de papel que, al verlas, las sentimos nuestras, tan
nuestras como lo es el arte universal.
José
Guadalupe Posada Aguilar nació en 1852. Desde los 19 años y hasta su muerte, a
los 61, se desempeñó como impresor, grabador e ilustrador en imprentas, por lo
que su vasta obra aún no ha sido medianamente inventariada, pero sabemos que
consta de miles de hojas volantes, del trabajo que realizó en 70 periódicos, de
las ilustraciones para los 110 libritos de la Biblioteca del Niño Mexicano
(impresa en 1900 en Barcelona) y de otra docena de libros.
Posada
laboró en tres estados de la República Mexicana e hizo trabajos cuando menos en
otros cinco. Su primer trabajo, de 1871, es en el periódico El Jicote,
donde publica 11 caricaturas; el último es la Garbancera, en 1913, obra póstuma
y también la más famosa.
Su
historia es un rompecabezas que está por armarse, aunque muchas de las piezas
han sido manipuladas. De Posada sólo conocemos dos fotografías, pero ningún
autorretrato. De su vida personal tampoco se sabe gran cosa. En 1957 el
historiador Alejandro Topete descubrió muchos datos personales y apenas hace
unos años desentrañé otros, al descubrir el nombre y la temprana muerte de su
único hijo, Juan Sabino. Son escasas las referencias sobre un artista que está
presente en nuestra vida, pero que fue muy poco mencionado mientras estuvo
vivo.
En
1886 hay una mención a su trabajo en El Hijo del Ahuizote; en
1888, otra de Arturo Paz en el periódico Juventud Literaria, en el
que profetiza que Posada será el “primer caricaturista, el primer dibujante que
tendrá México”; y así otras líneas sueltas, como un anuncio en El
Fandango, en 1892: “José Guadalupe Posada tiene el honor de ofrecer al
público sus trabajos como grabador en metal, madera, toda clase de
ilustraciones de libros y periódicos. Igualmente ofrece sus servicios como
dibujante de litografía”.
Es
curioso. Pareciera que ningún periodista o escritor lo hubiera conocido a pesar
de estar en el reducido ambiente editorial, trabajar con ellos –como es el caso
del famoso editor Ireneo Paz (abuelo del escritor Octavio Paz)– o en
publicaciones donde colaboraban escritores de renombre. Y no es que no hubiera
interés de los intelectuales por la caricatura, pero a Posada nadie lo
menciona.
Sólo
encontramos algunas noticias más bien personales y aisladas: en enero de 1900,
tres periódicos, El Chisme, El Diario del Hogar y El
Popular, le dan el pésame por la muerte de su hijo Juan Sabino; o
cuando se anuncia que gana cien pesos en la Lotería, en 1908. Pero el día de su
fallecimiento, 20 de enero de 1913, pasa desapercibido para todos. Así muere
don Lupe. Su nombre desaparece por completo de los diarios; no así sus
trabajos, que siguieron circulando en las calles por medio de la imprenta del
editor Antonio Vanegas Arroyo.
Esta
publicación es un fragmento del artículo “Posada” del autor Agustín Sánchez
González y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 68:
viernes, 8 de octubre de 2021
Este tampoco era el Mesías
¡Este
tampoco era el mesías!
Hace medio siglo comenzó un lento
proceso de ruptura con el presidencialismo, pero surgió un líder terriblemente
seductor que ofreció la visión y una profunda convicción de que era posible
otro México
Agustín
Sánchez González
Dice una voz popular, que entre más rápido
se llega al cielo, más veloz es la caída.
Resulta paradójico
que el político mexicano que ha obtenido el porcentaje más alto de aceptación
en una votación presidencial, se convertirá, a la postre, en el político más
repudiado de nuestro devenir. No soy un nigromante, pero se puede visualizar
claramente que, tras recorrer la mitad de su mandato, el presidente López
Obrador nos ha quedado a deber, prácticamente, todo lo que prometió y a cambio,
nos ha otorgado millones de palabras y ha mostrado que, en eso de la memoria,
este pueblo bueno, para usar un cliché actual, carece de ella.
Cada sexenio, los
presidentes nos salen debiendo. Decía un refrán "dios mío, si con beber te
ofendo, con la cruda me sales debiendo". Tal cual, si con AMLO te ofendo,
este sexenio me quedas debiendo.
Durante su segundo
informe de gobierno, aseguró haber cumplido noventa y cinco de los cien
compromisos a los que se comprometió ante miles de simpatizantes que en medio
de la locura, del sueño de un país mejor y de la esperanza por ese hombre que
ofrecía, si no el paraíso, algo parecido. O tal vez, sus fanáticos recordaban
la canción del estado del que provenía: "Ven, ven, ven, que Tabasco es un
edén".
Pero la realidad,
una vez más, muestra que, como dice la canción, "todo es falso".
Según el Taller de
Comunicación Política (TCP), nuestro presidente, hasta el 30 de junio de este
año, "ha vertido durante su gobierno, 56 mil 181 afirmaciones falsas
durante las mañaneras desde la primera el 8 de diciembre de 2018 y la más
reciente el 30 de junio de 2021.
Estos estudios
muestran, quincena a quincena, una serie de datos contundentes, terribles de
una situación de mentira y ficción, misma que lastima y lacera, tanto o más que
los propios fanáticos de este hombre.
Los testigos de
Pejeohvá, se le dice, a esta masa anónima, y a veces no tanto, que agreden,
violentan, aplastan y vituperan a todo el que osa criticar al presidente.
Claro, esta secta tiene en su líder un
modelo a seguir. Diariamente, desde su púlpito mañanero, el presidente agrede,
insulta, lástima, apoda y, como si fuera Zeus, lanza rayos a todos los
opositores, los señala sin pudor alguno.
El caso más
reciente es la manera en que se refirió a una escritora que había lanzado
algunos tuits criticando sus mentiras y demagogia y, antes de que tomara
posesión como agregada cultural, ya había sido señalada por el señor para que
sus discípulos la lapidaran, cual si fuera María Magdalena.
Nuestra clase
política, producto de la revolución mexicana, descubrió que a este país le
seducen los caciques autoritarios, los personajes capaces de enamorar y
encantar a un pueblo ávido de justicia, pero incapaz de buscarla, tan sólo
esperando el milagro de la reproducción de los peces (o, en este caso, de las tarjetas
bienestar), en la espera sentado del mesías que vendrá a cambiar todo lo malo
de este país, y dejar lo bueno que existe.
Al resolver esta
primera variante, sin caer en la torpeza de la larga dictadura, como la de otro
López (Santa-Anna) o Porfirio Díaz, concluyeron que este pueblo bueno requería
un personaje así, acotado por un tiempo determinado (primero fue cuatrienio y,
con Lázaro Cárdenas, sexenio).
Así se inventó el
presidencialismo definido de manera simple: cuando el presidente dice: ¿qué horas
son? Toda la corte debe decir, a coro: la hora que usted guste señor
presidente. Durante décadas México vivió así. El presidente era TODO y
representaba a TODO.
Pero este
presidencialismo autoritario, como todo en la vida, se agotó y a partir de la segunda
mitad del siglo XX, la sociedad que empezó a mermarlo, tras una larga y
sostenida lucha, donde incluso se gestó una tímida oposición que fue creciendo,
no obstante la violenta represión que tuvo su clímax en octubre de 1968.
Hace medio siglo comenzó un lento proceso
de ruptura con el presidencialismo pero, cuando todos pensábamos que iba
quedando atrás, surgió un líder tremendo, terriblemente seductor que durante
dos décadas buscó infructuosamente el poder y, hace tres años, logró su sueño e
impregnó a la sociedad mexicana de una suerte de polvos mágicos que los llevó a
una visión etérea, a una profunda convicción de que era posible otro México.
Y así ha sido.
Tenemos otro México. Hace unos días leí una frase que me impactó: estamos peor
que cuando decían que estábamos peor.
He visto una
cantidad innumerable de cartones políticos, tengo un archivo con miles de
caricaturas y en este momento me vienen a la mente una, en donde aparece don
Pancho Madero, sudando la gota gorda, pues no sabe cómo echar andar un reloj
que ha desarmado sin tener la menor idea.
La aspiración
presidencial de AMLO de pasar a la historia, es ya una realidad. Deberá ser
considerado como el mejor candidato que ha existido en nuestra corta vida
democrática, pero también, como el peor presidente de este país, con una idea
autoritaria, en donde en el teatro político, AMLO representa el autor,
guionista, escenógrafo, director de escena, director de cámaras, apuntador,
actor, actriz, técnico, iluminador, y hasta el barrendero.
El presidencialismo
en extremo.
Chiste de nuestros
días:
Dicen
que los pejelagartos llegan a volar hasta 50 metros.
¡Quién
dice esa burrada?
López
Obrador.
Ahhh,
bueno, pero no vuelan tan alto.
A este país lo seducen los personajes capaces de enamorar y encantar a un pueblo ávido de justicia, pero incapaz de buscarla.
https://www.ejecentral.com.mx/agustin-sanchez-gonzalez-este-tampoco-era-el-mesias/
viernes, 1 de octubre de 2021
El caricaturista Castrux: el héroe olvidado de Coahuila, falleció hoy 1 de octubre
Castrux, por siempre Castrux. Un gran artista, un admirado caricaturista acaba de marcharse de este mundo, luego de transitarlos por 92 años.
Fue un enorme artista, sencillo y bueno, ajeno a las grillas y muy solidario siempre.
Jesús Castruita Marín nació en San Pedro de las Colonia, Coahuila, el 24 de agosto de 1929.
Castrux, como suele firmar sus espléndidos trabajos, es uno de nuestros grandes caricaturistas y, además un excelente pintor.
Llegó a la ciudad de México y se inscribió en la Esmeralda para estudiar pintura y escultura.
Su carrera como caricaturista comenzó al lado de dos grandes genios del humor gráfico, de quienes fue su ayudante: Abel Quezada y Bismarck Mier, oriundos de Nuevo León.
Estuvo en la revista Orbita y, durante 24 años, publicó en el semanario Impacto. Ha participado en Al Tiro y en Lapiztola, publicaciones de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas; también tuvo una destacada presencia en Rhumor.
Ha recibido diversos reconocimientos como el Premio Constantino Escalante, otorgado por el Club de Periodistas y, en 1995, la SMC le otorgó el Premio Nacional de Caricatura.
En 2007 fue invitado a posar sus manos en Plaza Galerías de la ciudad de México, convirtiéndose en el único monero mexicano en ese lugar.
Castrux es un héroe cultural olvidado en Coahuila.
Bien dice el dicho: nadie es profeta en su tierra.
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