La
Bejarano: una mujer verdugo
(1892)
Con una
crueldad atroz, una horrible mujer de nombre Guadalupe Martínez de
Bejarano ha sido condenada a diez años y ocho meses de prisión por torturar y
dar muerte a la niña Crescencia Pineda.
La
temible Bejarano, como fue bautizada por el pueblo, tenía ya un antecedente,
pues en 1887 había sido castigada, también, por torturar y dar muerte a otra
niña de nombre Casimira Juárez.
La
criminal mujer martirizaba a la niña Guadalupe con terribles quemaduras en los
brazos y las piernas. Generalmente, le gustaba quemarles los pies o sentarlas
en la hornilla del bracero cuando éste ya se encontraba a regular temperatura.
No sin
razón, una hoja volante que circulaba en esos días, impresa por Antonio Vanegas
Arroyo e ilustrada por José Guadalupe Posada, señalaba:
¡Atormentar a
una niña
Teniendo tan
corta edad!
Esto es inicuo
infamante,
Incapaz de
descifrar.
Una gente de
esta especie
Es aún peor
que los salvajes,
Peor que las
fieras sin alma
Que se
alimentan con sangre…
Otras
formas de tormento consistían en colgarlas de una reata que pendía del techo,
las despojaba de sus ropas y comenzaba a darles de golpes con una cuarta de las
usadas para los caballos.
En
varios números de la Gaceta Callejera,
José Guadalupe Posada ilustró diversas escenas del martirio; en un primer
ejemplar, la horrorosa mujer se halla arrodillada junto a la niña, tirada al
piso, sobre su estómago, atada de pies y manos, mientras la verdugo le quema la
piel con unos fósforos. En otro, aparece el bracero con carbón, las tenazas y
las extremidades de la niña, atadas. La asesina huye.
Durante
el juicio, el jurado careó a la mujer con su hijo, de nombre Aurelio Bejarano
Martínez.
—Bien
se dijo que esta acusación que sobre mí has lanzado —exclama la criminal mujer—
hará que concluya mis días en prisión, pero nada diré respecto de su falsedad,
te perdono. Los hombres me condenarán, pero Dios, que ve en el fondo de los
corazones, tendrá en cuenta el sacrificio que hago de mi libertad para que tú
te salves. Que Él no te tome en cuenta la calumnia que arrojas sobre tu madre.
Aurelio,
pálido y abatido, no contestó ni una sola palabra a los reproches de la
desventurada. A las reiteradas preguntas del defensor para que negara algunos
de los cargos de la Bejarano contestaba con el más profundo silencio.
—¡Quién
sabe —continuó aquélla— si tú fueses el que golpeó a Crescencia y ahora mirando
el cargo que puede resultarte me achacas a mí tus obras!
¡Qué
terrible debe ser para esa infeliz verse acusada por su propio hijo!
La
Bejarano, cuando ingresó al departamento de mujeres de la cárcel de Belén,
estuvo a punto de ser asesinada por sus compañeras, que enteradas de los
tormentos que hacía a las niñas, querían hacerse justicia por su propia cuenta.
Durante
su estancia en el penal, vivió aislada y temerosa ante las amenazas de las
mujeres que buscaban vengar a las víctimas de esta horrible mujer.
En la Gaceta Callejera se publicó el siguiente
corrido:
Con una
crueldad atroz
la terrible Bejarano
ha cometido la
infamia
el crimen más inhumano.
Iracunda
martiriza
aquellas carnes tan tiernas
con terribles
quemaduras
en los brazos y en las piernas.
Y á pesar de
su maldad
es digna de compasión,
de lo que debe
sufrir
encerrada en su prisión.
Y allá entra
la negra sombra
de su oscuro calabozo,
de la víctima
inocente
verá el espectro espantoso.
A la inocente
Crescencia
martiriza de tal suerte
que esta
víctima inocente
halló una temprana muerte.
Años hace que
otro crimen /
igual á éste cometió
y por el cual
la justicia /
a prisión la sentenció.
Cuántas veces
en la noche
verá su sueño turbado
por el
recuerdo terrible de
aquel crimen tan nefando.
Y escuchará
los gemidos
de aquel pecho acongojado
y aquel llanto
lastimero
por el tormento arrancado.
La infame
mujer verdugo
encuentra un grande placer,
en causar a
esta criatura
un horrible padecer.
Y lo que más
horroriza
al pueblo que lo ha palpado
es que de su
propio hijo
su cómplice haya formado.
El cruel
remordimiento
debe traer a su memoria,
de aquellas
tristes escenas
/ toda la pasada historia.
Y esta
aterradora imagen /
que vivirá en su delirio,
será su justa expiación,
/
será su eterno martirio.
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