¡Sensacional y terrible noticia!
El día 31 de mayo del presente año de
1899 y como a las once y treinta minutos de la mañana tuvo efecto el lamentable
y terrible acontecimiento que vamos a narrar.
Una
bella señorita huérfana que contaba veinte años de edad conocida con el nombre
de Sofía Ahumada, vestida con gran elegancia, subió a las torres de la catedral
acompañada del relojero Bonifacio Martínez, su ayudante Vicente Estrada y otras
dos personas de apellido Aguilar una y otra Martínez.
Realmente
no sabemos qué protestaría la desventurada mujer para lograr subir a aquella
prominente altura; pero el caso fue que hallándose dicha Sofía en el segundo piso
de la torre que mira al poniente, se arrojó hacía el suelo con extraordinario y
veloz impulso. En el acto y al escuchar el enorme ruido que produjera al caer,
agrúpose infinidad de personas de todas clases sociales al lugar donde quedó la
mencionada suicida. Dieron parte a la policía y presentáronse inmediatamente el
inspector Muñoz acompañado del personal correspondiente. Allí practicáronse las
primeras diligencias y lleváronse en una camilla el cadáver a la inspección que
corresponde.
El
aspecto que presentaba la joven desdichada era pavoroso y horrible; los ojos
saltados completamente de sus órbitas o lugares; la mandíbula o quijada
inferior quedó fuera de la cavidad de la boca y el cráneo enteramente deshecho
y en fragmentos horripilantes. Gran parte de la masa encefálica o sean los
sesos, quedó pendiente en la cornisa del primer piso de la torre, que fue donde
chocó el cuerpo fuertemente al venir dando vueltas en el aire cual si fuera
esquila o volantín.
Multitud de gente deseosa de contemplar el
lugar de tan terrible desgracia, se agrupa, se apiña anhelante en el atrio de
catedral, comentando cada cual el hecho a su manera y dando sus opiniones
respecto al acontecimiento que tanta y tanta sensación ha causado.
- ¿Por qué se mataría? dice uno de tantos.
-
¡Pues quién sabe! responde otro.
-
¿A poco porque su novio le dio calabacitas? ¿O tendría acaso alguna deuda?
-
No, eso no, tan joven y ya con drogas.
-
¡Ha de haber sido por su novio! ¡Qué guaje! ¡Pobrecita!
-
Yo no me suicidaba, poco más o menos añade una vieja. Vean ustedes, a mí ya van
más de seis veces que mi señor me la pega, y ¿qué por eso me he matado? ¡Qué
esperanzas! Yo por taruga... A ver como no me la pega mi marido todos los días.
-
No, no, dice otro de los curiosos: puede muy bien haber sido esa caída por puro
accidente, la desgracia que ya se le había llegado la raya, porque sólo los
guajolotes se mueren a la víspera de Corpus. Esa pobre niña tal vez subió
inocentemente y sólo por el placer de disfrutar de la hermosa vista que se
figuró presentaría la ciudad desde esa altura. Pero ya vio mucho más que eso.
¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo!
En
fin, un sinnúmero de calamidades que escandalizan y hacen abrir la boca al más
indiferente. Pero ahora el acontecimiento actual es el de la joven Sofía
Ahumada, estrellada en el Atrio de la Catedral, cuyo acontecimiento es pasto de
conversación en todas las casas y grupos de transeúntes por las calles de la
ciudad en este día memorable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario