viernes, 13 de julio de 2018

Asesinato de La Malagueña

Otra historia de mi libro: Crímenes y horrores en la ciudad de México en el Siglo XIX (Ediciones B, 2017)





Drama en Tarasquillo. 
Asesinato de La Malagueña (1897)

Dos mujeres fueron protagonistas de un espantoso suceso. Una era llamada “La Chiquita”, aunque su nombre real era llama María Villa. La otra mujer, era conocida como "La Malagueña", cuyo nombre era Esperanza Gutiérrez.
     Estas mujeres formaron parte de un drama sucedido en pleno carnaval: “La Malagueña” fue asesinada por “La Chiquita” después de un baile de máscaras la mañana del 8 de marzo en la Plazuela de Tarasquillo.

           El escritor Federico Gamboa acudió al anfiteatro del hospital Juárez para ver en la plancha a la mujer  recién fallecida y dejó la siguiente descripción:
            Dos muertas veíanse en la sala de autopsias, o de "depósito", según nos explicó el "muertero" que nos escoltaba; en la otra plancha, con forzada postura reposaba la Malagueña, en desnudez absoluta sin tentaciones, desnudez de cadáver, los pies exangües, tirado a marfil viejo, las carnes exúberas manchadas de sangre; el rostro con horrible huella, abajo del ojo izquierdo, el rastro del balazo que le quitó de penas; los labios entreabiertos, con el rictus de los que se van de veras, y que lo mismo puede traducirse por sonrisa que por mueca, según lo que nos toque vislumbrar en las horas supremas.
        Tan emocionado como yo, Jesús se puso a dibujar un croquis a lápiz, de la muerta y mientras Jesús lo hacía, no aparte mis ojos de la Malagueña, mirando como las moscas, ¡oh!, pero centenares de moscas tercas y medio borrachas de sol poniente, de olores sospechosos y de sangres antiguas y resecadas, paseábanse y revoloteaban por el cuerpo desnudo e indefenso; mirando sus carnes, ayer nomás complacientes y sedeñas, y hoy rígidas, en descomposición palpable. Atraíame fatídicamente, la cicatriz de su ojo herido, cicatriz diminuta sobre la que caían, revueltos, los cabellos rubios de la soberbia cabellera deshecha y sucia...
    “La Chiquita” fue sentenciada a veinte años de prisión; pero sólo permaneció dieciséis años en la cárcel, debido a un indulto otorgado por Porfirio Díaz.
     Guillermo Mellado, en su libro Belén por dentro y por fuera, señala que "la permanencia de María Villa en la prisión se significó por sus marcadas muestras de trabajo... Durante ese tiempo se dio a la tarea de enseñar a leer, escribir y trabajos manuales a todas aquellas mujeres que nada sabían de esto. Bien pronto tuvo un colegio allí mismo".
            Al enterarse de ello, el gobernador de la ciudad, Guillermo de Landa y Escandón, fue a visitar la escuela y quedó maravillado. Felicitó a María y le ofreció enviarle varias máquinas de coser y, asimismo, hablar con el presidente para que le indultara los cuatro años que le faltaban para salir.
    Landa cumplió el ofrecimiento enviando seis máquinas y algunas telas; además, fue indultada María Villa.


* Nervo, Amado, "Musa fúnebre", Cuentos y crónicas, México, UNAM, 1971 (Biblioteca del estudiante universitario, 95)

No hay comentarios:

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...