Drama en Tarasquillo.
Asesinato de La Malagueña (1897)
Dos mujeres fueron protagonistas de un
espantoso suceso. Una era llamada “La Chiquita”, aunque su nombre real era
llama María Villa. La otra mujer, era conocida como "La Malagueña",
cuyo nombre era Esperanza Gutiérrez.
Estas
mujeres formaron parte de un drama sucedido en pleno carnaval: “La Malagueña”
fue asesinada por “La Chiquita” después de un baile de máscaras la mañana del 8
de marzo en la Plazuela de Tarasquillo.
Dos
muertas veíanse en la sala de autopsias, o de "depósito", según nos
explicó el "muertero" que nos escoltaba; en la otra plancha, con
forzada postura reposaba la Malagueña, en desnudez absoluta sin
tentaciones, desnudez de cadáver, los pies exangües, tirado a marfil viejo, las
carnes exúberas manchadas de sangre; el rostro con horrible huella, abajo del
ojo izquierdo, el rastro del balazo que le quitó de penas; los labios
entreabiertos, con el rictus de los que se van de veras, y que lo mismo puede
traducirse por sonrisa que por mueca, según lo que nos toque vislumbrar en las
horas supremas.
Tan
emocionado como yo, Jesús se puso a dibujar un croquis a lápiz, de la muerta y
mientras Jesús lo hacía, no aparte mis ojos de la Malagueña, mirando como las
moscas, ¡oh!, pero centenares de moscas tercas y medio borrachas de sol
poniente, de olores sospechosos y de sangres antiguas y resecadas, paseábanse y
revoloteaban por el cuerpo desnudo e indefenso; mirando sus carnes, ayer nomás
complacientes y sedeñas, y hoy rígidas, en descomposición palpable. Atraíame
fatídicamente, la cicatriz de su ojo herido, cicatriz diminuta sobre la que
caían, revueltos, los cabellos rubios de la soberbia cabellera deshecha y
sucia...
“La
Chiquita” fue sentenciada a veinte años de prisión; pero sólo permaneció dieciséis
años en la cárcel, debido a un indulto otorgado por Porfirio Díaz.
Guillermo
Mellado, en su libro Belén por dentro y
por fuera, señala que "la permanencia de María Villa en la prisión se
significó por sus marcadas muestras de trabajo... Durante ese tiempo se dio a
la tarea de enseñar a leer, escribir y trabajos manuales a todas aquellas
mujeres que nada sabían de esto. Bien pronto tuvo un colegio allí mismo".
Al
enterarse de ello, el gobernador de la ciudad, Guillermo de Landa y Escandón,
fue a visitar la escuela y quedó maravillado. Felicitó a María y le ofreció
enviarle varias máquinas de coser y, asimismo, hablar con el presidente para
que le indultara los cuatro años que le faltaban para salir.
Landa
cumplió el ofrecimiento enviando seis máquinas y algunas telas; además, fue
indultada María Villa.
* Nervo,
Amado, "Musa fúnebre", Cuentos
y crónicas, México, UNAM, 1971 (Biblioteca del estudiante universitario,
95)
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