jueves, 25 de enero de 2018

La historia de OTRO presidente legitimo


El 23 de diciembre de 2006, publiqué este artículo en Confabulario, de El Universal, es una historia que pareciera repetirse cada siglo.

CARTOGRAFÍAS 
El Presidente Chocolate

EN LA ÉPOCA PORFIRIANA, DON NICOLÁS ZÚÑIGA Y MIRANDA, abogado y científico, se colocó, en paños menores y frente a la luna de su ropero, una banda presidencial; así se autonombró presidente del pueblo. A continuación, la historia.
 AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ (c)


En 1880 un excéntrico personaje llamado Nicolás Zúñiga y Miranda comenzó una larga carrera que asombró a los mexicanos. La primera vez que supe de él fue a través de la película México de mis recuerdos (1943), de Juan Bustillo Oro, donde Joaquín Pardavé realiza una de sus grandes interpretaciones como Don Susanito Peñafiel y Somellera. En una reunión de bohemios, se anuncia la aparición del presidente y don Susanito piensa en don Porfirio, pero para su sorpresa aparece ni más, ni menos, que "el presidente" Zúñiga y Miranda, interpretado por Max Langler.
En 1931, El Universal Gráfico obsequió a sus lectores el libro Don Nicolás de México (El eterno candidato). Vida, aventuras y episodios del caballero andante, Don Nicolás Zúñiga y Miranda, una espléndida biografía de este personaje tragicómico escrita por Guillermo Mellado, autor de libros como En la Cárcel de Belén.

Zuñiga y Miranda nació en Zacatecas y era hijo de una familia "de bien"; desde pequeño alcanzó un especial talento para la lectura y el conocimiento, por lo que en cuanto tuvo edad razonable se le mandó a la ciudad de México a estudiar abogacía.
 Las matemáticas y la astronomía eran también sus aficiones. De tal suerte que en 1887 logró predecir, por casualidad o por estudios, un temblor. Tras convencer al director del periódico El Siglo XIX, se publicó la noticia que, por supuesto, causó gran alarma en la población. Ese día tembló y la fama de Zúñiga se acrecentó.
Se la pasaba leyendo día y noche tratando de adivinar nuevas catástrofes, anunciando inclusive el fin del mundo lo que, por supuesto, nunca sucedió, por lo que su fama de erudito se fue desvaneciendo, la gente comenzó a burlarse de él, llegando inclusive a mantener un duelo del que salió ileso.
Pasado ese momento se olvidó de sus predicciones y se tituló de abogado, al tiempo que Porfirio Díaz daba inicio a la campaña para su reelección. El grupo de compañeros de Zúñiga acordó formar un partido político y postular a la presidencia a don Nicolás. A partir de entonces comenzó a llamarse "el candidato del pueblo".
A pesar de sus escasas posibilidades de perder la presidencia, el dictador inició una persecución que condujo a la cárcel al candidato. A los pocos días fue sacado de Belén y marchó a su casa desde donde empezó a modificar su conducta.
Escribe Mellado: "Cierta mañana, encontrándose en paños menores, de improviso fue a sacar del cajón de una cómoda una banda tricolor, la que con todo respeto cruzó al pecho, para después ir a contemplarse en una luna que había en el ropero. Se erguía su figura, mirábase cómo le caía aquella insignia, daba paso a un lado y a otro y monologaba a sí Mismo". Entonces se percató de la presencia de doña Ramona, su casera, a quien dijo: "No se vaya usted, la he llamado porque he querido que sea la primera dama que reconozca en mí al Presidente de la República. Como ve usted, puesta la banda tricolor en mi pecho, llevo la representación más alta del país. De Porfirio Díaz no me ocupo, es un usurpador".
Añadir leyenda
El libro de Mellado es una delicia. La historia del eterno perdedor, quien "sentía nostalgia por la derrota", se repitió una y otra vez, cada cuatro años, e incluso ya concluida la revolución se postuló contra Venustiano Carranza. Esta nostalgia, para nuestra desgracia, es la misma que siempre acompaña a la izquierda.
Zúñiga y Miranda fue un hombre solo, no tenía esposa pues, según su creencia espiritista, no existía ninguna mujer que fuera "uno", como él o como "sus pares, Aristóteles, Moisés o Jesucristo".
Aquel buen hombre terminó siendo el hazmerreír de la sociedad entera, aquel distinguido científico y noble abogado se volvió motivo de risa, como es hoy otro "candidato del pueblo" que se ha autonombrado Presidente de México.

No hay comentarios:

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...