En el reino fulminante de lo instantáneo
Las cartas se han convertido en una extravagancia en un mundo gobernado por las nuevas tecnologías
Entonces evoqué las novelas de antaño que generaron obras de tema epistolar; grandes historias de amor como las que sucedieron en la vida real.
Parece la prehistoria, pero hace una tres décadas, el siglo pasado ya, tuve una novia catalana que vino a México y al marcharse mantuvimos durante cerca de un año correspondencia amorosa cuya lentitud, entre otras cosas, terminó con todo; además llamar por teléfono costaba una fortuna. Recuerdo una llamada de media hora que me costó casi una quincena de mi salario como profesor universitario.
Pero la emoción de recibir una carta, la angustia diaria esperando al cartero, el nerviosismo de saber su respuesta, de saberse amado, de hacer planes a la distancia, de contar algunas historias de la cotidianidad o responder a una pregunta hecha más de un mes antes, era maravilloso.
Resulta absurdo pensar hoy que si uno escribía una carta el día 1 de enero, a ella le llegaba el 20; respondía el 22 o 23 y tenía una respuesta a mediados de febrero.
No sé si ella conserva mis cartas, yo las quemé, una a una, con sus fotos, un día que recibí la enésima carta donde decía que no vendría a México y me sugería que yo no aceptara la beca a Barcelona pues ella vivía a dos horas de ahí y no se movería. Tras una borrachera espeluznante decidí que como las llamas de amor, como remedio homeopático, las cartas tendrían ese mismo fin: las llamas.
Hoy lo lamento, me hubiera gustado leer las cursilerías que seguramente escribía (¿quién no?), igual que las de otra novia, esa mexicana que le encantaba escribirme y nos entregábamos las cartas al despedirnos. También el fuego las arrasó.
Las cartas de amor siempre fueron parte de historias frustrantes, al menos para mi. No obstante, fue maravilloso sentir la emoción de escribir y de leer en un papel, a veces con dibujitos cursis o con un pétalo de rosa seco, esa historia, ese momento que había pasado dos o tres semanas antes.
El texto de El País, dice: "Claro que todo el mundo sabe lo que es una carta, pero ya son muchos los que no han recibido nunca ninguna, ni la van a recibir jamás. Así que no sabrán lo que significa la espera, ni tendrán ni siquiera una remota idea de los trastornos emocionales que provoca".
Y así es, así fue en otros tiempos. En el siglo XXI, el amor en tiempos de whasapp nada tiene que ver con ese mundo. Ahora ni siquiera nos pueden engañar diciendo que no le llegó el mensaje o que no pudo conectarse; lo mismo que el msm.
Parece la historia de otro mundo, de la prehistoria y si, lo es.
https://elpais.com/elpais/2018/01/08/opinion/1515436583_381977.html?id_externo_rsoc=FB_CM
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