Ya bastantes vueltas dio el mundo desde entonces.
Reyes de la noche invernal
Por AGUSTIN SÁNCHEZ
GONZALEZ
A las dos de la mañana
la calle de Víctor Hugo, en Portales, aún recibe coches de vecinos que vienen a
hacer sus compras de Reyes.
En
Tlalpan, en las cercanías del Metro, a esa hora, es fácil encontrar parejas que
cargan triciclos, bicicletas, bolsas y diversos paquetes.
Los
Reyes Magos, los Santos Reyes Magos se han encontrado, en 1993, con una ciudad
más contaminada que nunca, proclive al enloquecimiento, sin cero alguno, sin
pesos nuevos y sin, paradójicamente, tampoco pesos viejos.
La ciudad de México está en calma a las dos de
la mañana del 6 de enero, por sus calles transitan algunas personas, pero el
resto de la gente espera la rosca y su muñeco que vestirá para el dos de
febrero, aunque la rosca sea cada vez más para verdaderos monarcas, por los
precios.
Los Reyes que he visto, en Coyoacán y en
Portales, son pobres reyes o reyes pobres, cuya vestimenta da lástima y pena,
sus coronas son de cartulina con pegoste de "orito", o papel dorado,
usando barbas más falsas que un billete de mil nuevos pesos, llevan ropas
raídas, y sus capas parecen telas compradas en la retacería más próxima,
mientras el betún del negrito apenas si le alcanzó a cubrir una parte del
rostro.
Pero
los niños afortunados a quienes los reyes les alcanzó el aguinaldo o la tarjeta
de crédito para llevarles un pequeño juguete han preferido cargar con juegos
electrónicos (del ni entiendo o el atarantadi), o con juguetes chatarra
made in Taiwán, que se encuentran en esas tiendas preposmodernas que venden
todos sus productos a cinco pesos nuevos (cinco mil de antes), juguetes
desechables que durarán lo que dura un anochecer, pero que no hay de otra.
Esos
son los regalos para miles de niños del quinto piso, pero para los de quinta
categoría los santos reyes magos no existen más y no es que los padres sean republicanos
ni nada por el estilo, lo que sucede es que el dinero (con ceros o sin ellos)
no resistió hasta el 6 de enero.
Hay
otros, los niños de la calle, los que ni categoría alcanzan, tampoco alcanzarán
una fiesta que no es para ellos, como no es nada de lo que sucede en la
sociedad.
De
cualquier forma, la inocencia de otras generaciones que miraban el cielo a los
tres reyes, se acabó, para nadie es un secreto de que los santos reyes son los
papás.
Ya no sucede como aquel viejo chiste del niño
que, en vísperas de reyes, dijo a sus amigos que sabía quiénes eran. Los chicos,
intrigados, preguntaron y él, con gran inocencia respondió: Melchor, Gaspar y
Baltasar.
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