La vida de la Catrina es muy reciente
La Catrina fue impresa por primera vez en día de muertos de 1913, cuando José Guadalupe Posada llevaba casi un año de haber fallecido. No se sabe a ciencia cierta porque razón no apareció en noviembre de 1912. Tal vez la había dibujado y se quedó guardada en su casa de Tepito y cuando echaron las cosas alguien se la llevó al Taller de Vanegas Arroyo.
Esta hermosa y perfecta calavera, una obra maestra, sin duda, llevaba por título original Remate de calaveras alegres y sandungueras. Lo que hoy son empolvadas GARBANCERAS, pararán en deformes calaveras.
En el tiempo que le tocó vivir, finales del siglo XIX y principios del XX, las festividades de Día de Muertos consistían en ir al cementerio a "llorarle al hueso", donde hacían una suerte de día de campo, llevaban comida y bebida que les gustaba a los difuntos y así los recordaban.
No había eventos públicos ni masivos en las calles, no había calaveras desfilando, ni muchos menos ridiculeces como las de la delegación Cuauhtémoc de hacer su Fest Mx.
En aquella época, y hasta los años sesenta del siglo XX, toda esta faramalla de las calaveras no existía.
El Fandango del 1 de noviembre de 1894 |
Esta hermosa y perfecta calavera, una obra maestra, sin duda, llevaba por título original Remate de calaveras alegres y sandungueras. Lo que hoy son empolvadas GARBANCERAS, pararán en deformes calaveras.
Los grabados que realizaba Posada, se los entregaba al impresor con el que trabajaba, en este caso Antonio Vanegas Arroyo quien las imprimía y las utilizaba como mejor le pareciera siempre, claro, está, pensando en el negocio de la imprenta.
En 1919 apareció otra vez una hoja volante pero ahora se llamaba La calavera Fifi (La única estampa original que conozco pertenece a la colección de Mercurio López y la exhibimos en la exposición Posada. La línea que definió el arte mexicano, que se exhibió en el Museo Nacional de Arte y en el Centro Cultural Clavijero, de Morelia.
Cabe decir que Posada no hacía calaveras todo el tiempo, sólo las ejecutaba en las fechas cercanas al Día de Muertos. En el tiempo que le tocó vivir, finales del siglo XIX y principios del XX, las festividades de Día de Muertos consistían en ir al cementerio a "llorarle al hueso", donde hacían una suerte de día de campo, llevaban comida y bebida que les gustaba a los difuntos y así los recordaban.
No había eventos públicos ni masivos en las calles, no había calaveras desfilando, ni muchos menos ridiculeces como las de la delegación Cuauhtémoc de hacer su Fest Mx.
En aquella época, y hasta los años sesenta del siglo XX, toda esta faramalla de las calaveras no existía.
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