Después de terminar el libro de Fidel Velázquez, que se hermanaba con Obregón por el poder, el humor y el amor al poder, traté de seguir explicando el nacimiento del autoritarismo contemporáneo, el nacimiento del PRI.
Por primera vez busqué mezclar humor, política, nota roja y caricatura en un mismo libro y, me parece, lo logré. Jaime Aljure fue, de nuevo, el visionario editor que encontró en el texto el éxito. Tres ediciones en Espejo de México y una en Booket, son la mejor muestra de ello.
El General en la Bombilla, parafraseo de El general en su laberinto, de García Márquez, fue calificado como la mejor crónica nacional, por Revista de revistas, y tuvo un impacto mediático enorme. Hasta en Playboy aparecí (vestido, eh, no se amontonen)
Tuvo críticas muy elogiosas:
“¿Novela de no ficción? ¿Cúmulo de interrogantes más que de certezas?
¿Puntos suspensivos para interpretaciones e indagaciones posteriores? Sí, y
mucho más, es el libro El General en la
Bombilla… un texto, que aun con sus errores estructurales, resulta un
documento incontrastable… Avanzado o nostálgico, Agustín Sánchez González es,
qué duda cabe, un hombre de proyectos de su tiempo que son, a su vez, ventana
hacia el pasado y puerta del presente, en esa casa de rincones entrañables, es
cierto, pero también llena de polvo y telarañas, que es la historia de nuestro
país…”.
Andrés Ruiz, “El General en la Bombilla”, Reforma. El
Angel, 27 de febrero de 1994.
“Si se mira con detalle, El
General en la Bombilla ofrece –por lo menos- dos cuestiones de interés: la
primera de ellas es el haber conseguido –gracias a una narración casi
cinematográfica donde la edición juega un papel fundamental- el reunir las
voces de una buena parte de los involucrados y los afectados por el magnicidio.
En las páginas de Agustín Sánchez González desfilan los argumentos de León
Toral, la Madre Conchita, Calles, Morones, Topete, los cómicos de la época y
los del propio Obregón; con lo cual, el libro se convierte en un crisol de las
actitudes asumidas durante un momento crucial, y por ello, la nueva crónica
posee virtudes inéditas: ser un caleidoscopio donde conviven tirios y troyanos,
el negarse la posibilidad de hallarse a los culpables y el plantearse solamente
el interés por mirar hacia un asesinato esperado casi por todos… Así, en tanto
no es posible descubrir el verdadero culpable, Agustín Sánchez González opta
por recuperar el torbellino de actitudes, la crónica de una muerte anunciada y los
efectos del magnicidio, con lo cual nos ofrece una visión inédita del
asesinato…”
José Luis Trueba Lara, El
Nacional, 21 de noviembre de 1993.
“Lo de las canciones corresponde al libro El General en la Bombilla, de Agustín
Sánchez González. Sin duda, espléndida crónica. Lección de una herida en el
tiempo. Nuestras son, a la vez, la herida y sus canciones.”
Juan María Alponte, “La vieja Dama en Consejo de Familia con
la Nación”, Excélsior, 2 de febrero
de 1995.
“La historia se nos echó encima: ya sean los excelentes
panoramas y las biografías de Guillermo Sheridan (Los contemporáneos ayer, Un corazón adicto) y Fabienne Bradu (Antonieta), la ficción histórica de
Eusebio Rubalcaba (Músico de cortesanas)
o la reconstrucción con recursos literarios de Agustín Sánchez González (El General en la Bombilla) por citar lo
que tengo a la vista, ahí una generación ha probado sus armas narrativas, sus
inquietudes de investigación; la literatura histórica es nuestro Nuevo
Periodismo”.
Gustavo García, “Archipiélago de nostalgias”, El Financiero, 28 de julio de 1994.
“La obra del historiador Agustín Sánchez González, El General en la Bombilla (Planeta),
crónica seminovelada del asesinato de Alvaro Obregón allá por el rumbo de San
Ángel… Sánchez González bucea minuciosamente en infinidad de datos y fuentes
documentales y llega a la misma conclusión que la historia más crítica del
momento: no hay elementos suficientes para probar que hubo un complot… con
todo, el libro se va muy sabroso, sobretodo por sus continuos cambios
espacio-temporales y su sensación generalizada que se está leyendo los
flashbacks de una novela policíaca moderna…”.
Salvador Quiauhtlazollin, Mira, Vol. 4, No. 200, 10 de enero de 1994.
“El rumor de una conspiración de alto
nivel y de una libre asociación de actores en un drama escandaloso, hace de
este texto una pieza fundamental en la construcción de la memoria histórica de
la revolución y de sus componentes populistas. En un calificativo, estamos ante
un libro básico…”
Marcia Trejo Silva, Revista
de revistas, No. 4748, 17 de enero de 1994.
“La microhistoria dentro de la
Historia, así con mayúsculas, es manejada por Agustín Sánchez González de
manera espléndida de tal manera que recoge desde los apuntes pictóricos de José
de León Toral, hasta las palabras dichas
en la intimidad de las celdas, pasando por el menú que el general Obregón
comería ese día 17 de julio de 1928…”.
Fernando Allier, “Muerte de Obregón, crónica de poder y
misterio”, Excélsior, 13 de diciembre
de 1993.
“El General en la Bombilla, es un ejercicio documental en torno a
la frustrada búsqueda democrática de los mexicanos. Esto es lo que le da
actualidad a una crónica que ofrece en grandes trazos escenas de un momento en
el que la Revolución Mexicana pasaba de la lucha facciosa a la pelea, lucha
sorda de la política partidista”.
Alfonso Maya Nava, “No invocarás a la democracia en vano”, El Universal, 4 de diciembre de 1993.
El libro termina así, con estas conclusiones: "El crimen perpetrado al general Alvaro Obregón, como todo asesinato político, tiene muchas aristas. En este libro presento un mosaico de opiniones y anécdotas.
Más allá de todo ello queda un hecho claro: el asesinato de un
ex-Presidente de la República que fue capaz de modificar la ley en uno de los
conceptos, la no reelección, que
dieron vida al movimiento armado de
1910.
El criminal fue aprehendido in fraganti. La pregunta que se hacía, y se
sigue haciendo, es: ¿quién estaba detrás de José de León Toral?"
La edición en Booket, en diciembre de 2008 |
Había muchas similitudes, una de ellas: eran sonorenses ambos. Recuerdo que declaré que con la muerte de Obregón nació el PRI y con la de Colosio, se acababa.
Esto es la mejor muestra que el análisis histórico, a quemarropa, literalmente, suele fallar.
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