Este texto lo publiqué en Laberinto, del periódico Milenio, el 19 de enero de 2013.
Doce horas de sueños con Posada
Por Agustín
Sánchez González
Las doce
Hace veinte años que sueño
con Posada.
Me imagino a
este hombre viviendo con alegría, sufriendo por encontrar como capturar y
aprehender esas imágenes tan
extraordinarias que suele tener cotidianamente, por no decir permanentemente en
la cabeza, en esas manos regordetas que son capaces de construir un mundo al
revés.
Posada siempre
soñaba, estoy seguro. Desde niño le persiguió el terror, los demonios y buscó
en el arte el exorcismo.
Lupillo o
Lupito, Guadalupe. Nació en San Marcos, uno de los cuatro barrios de
Aguascalientes.
Era el 2 de febrero de
1852, día de la Candelaria, tiempo de celebrar las candelas, las velas que
iluminan de alegría al mundo al presentar al Niño Jesús en el Templo, al
celebrarse los cuarenta días de haber nacido, según la tradición católica. Día
de fiesta. Nació Guadalupe.
Lupe vive la tragedia, el horror, la
muerte. Cinco años atrás su país perdió la mitad de su territorio; el cólera
grande provoca cerca de diez mil muertes. Muchos enfermos son abandonados y
pilas de cadáveres se forman en los cementerios.
Los
bandidos asolan la región. En 1863 el Parían es incendiado y las llamas
alcanzan alturas insospechadas.
Se
sabe de que en Calvillo hay decenas de fusilamientos tanto de imperialistas
como de liberales.
El niño Lupe mira con
terror la muerte, los muertos. Pánico, terror, desasosiego. ¿Infancia es
destino?
Las dos
No todo es dolor. Su padre hace pan,
delicioso pan, venturoso pan, Su tío hace vasijas hermosas, un medio hermano es
zapatero y Cirilo, el hermano mayor, es profesor y lleva al pequeño Lupe a
entretener a los chamacos con sus trazos.
Imágenes venturosas
corren por su vida. Percepciones gozosas que se mezclan con el horror.
En el censo de 1869 se
dice que Lupe es pintor. Asiste a la academia de Antonio Varela. Cirilo, un
joven liberal, mira el talento de Lupe.
En 1871 hace sus primeras
caricaturas en El Jicote. En la
primera de ellas, aparece una calavera tradicional; en la segunda, Benito
Juárez recibe una patada en el trasero.
Caricaturas críticas y agudas. Políticos maromeros.
La influencia de los
caricaturistas de la capital, de La
Orquesta y otras publicaciones lo han marcado. Estas, a su vez, llevan la
marca francesa de Daumier.
Las tres
Marcha a León al lado de Trinidad
Pedroza. Abren un taller con un perfil comercial. Imprime felicitaciones a
personajes públicos o privados, estampas religiosas, dibujos de vida cotidiana
como la litografía El Carro alegórico de
la ciudad. 20 de enero de 1876; y un
abanico de trabajos: vitolas, etiquetas de puros, cigarros y cerillos, de
fábricas y talleres.
Conmueve
su calidad de obras destinadas a la basura, a lo efímero. Posada es precursor
de la publicidad y su estética impresiona. Ilustra el Libro de Moral Práctica o selecta colección de preceptos y bellos
ejemplos destinados para la lectura; también El Mártir del Gólgota, de Enrique Pérez Escrich, y las Efemérides guanajuatenses o datos para
formar la historia de la ciudad de Guanajuato. Sus trazos son
vanguardistas, inclusive cercanos al cubismo que por esos días se estaba gestando en Europa.
Mantiene una fidelidad a las formas y
las líneas con virtuosismo. Su
obra mueve y conmueve.
Profesor de litografía, creador de
exlibris. Realiza con sus alumnos un excepcional plano directorio comercial de la
ciudad. Dibuja en periódicos como La
Educación, el Pueblo Católico
y La
Gacetilla.
Conoce a una joven
llamada María de Jesús Vela y contrae matrimonio. De esa unión nace Juan
Sabino.
Las cuatro
De nuevo la tragedia, pero también la
dicha.
En 1888 una terrible
inundación arrasa León. Antes o después, Lupe ha decidido irse a la capital del
país. Un gran escritor y periodista, Ireneo Paz, cuyo nieto Octavio será Premio
Nobel, lo invita a trabajar, a ilustrar libros, revistas y periódicos.
Arturo, hijo de Ireneo,
atinó a profetizar que sería el "primer caricaturista, el primer dibujante
que tendrá México”.
Con los Paz su prestigio aumenta. Una hermosa
calavera, que presagia las obras de sus últimos años, se presenta en la portada
de La Patria Ilustrada.
Aquí se encuentra con uno
de los genios de la caricatura: José María Villasana. Entre los personajes
creados por Ireneo Paz, e ilustrados por Posada, está el Padre Cobos y Doña
Caralampia Mondongo, productos literarios y periodísticos que dejaron honda
huella. El primero fue concebido como columna política; Villasana lo
materializó, se lo heredó a Jesús Alamilla, pero Posada le dio una versión
definitiva. Caralampia Mondongo es un gran personaje femenino. Es una delicia
verlos bailar.
Con Arturo Paz, también,
realizó excelentes copias de la obra del
pintor español Mariano Fortuny en la Revista
de México. Fortuny revolucionó la pintura española con su retrato costumbrista
de la vida cotidiana de los personajes sin historia. Posada, asume esa
influencia y muestra que gran pintor sería.
Las cinco
Posada participó muchos editores, algunos tan
importantes en la historia del periodismo mexicano, como Francisco Montes de
Oca, quien dirigió El Popular y fue
propietario de de Argos, El Chisme y Gil Blas.
Diseña los cabezales, el Gil Blas
con un sentido elegante y clásico;
con un sentido tipográfico El Popular
como El Chisme. Pero Argos es otra cosa: una verdadera obra
maestra.
Las seis
Antonio Vanegas Arroyo es a quien
debemos la mayor parte de la obra conocida por Posada. Fue vecino de Posada en
la Cerrada de Santa Teresa y con él compartió trabajos desde 1890 hasta 1913.
Gracias al acervo de Vanegas
existen las obras que hoy conocemos. No son las únicas, pero son las sobrevivientes
a cien años de andar volando por las calles.
Con Vanegas creó obras
tan impactantes como la Gaceta Callejera,
las imágenes religiosas, las cartas de amor, los juegos de mesa, la nota roja,
el retrato de héroes y santos.
Empero, son las calaveras
las que han hecho que todo el mundo siga pensando que sólo eso dibujó, lo cual
no es una realidad. El porcentaje de calaveras dibujadas es mínimo, hace falta
un inventario de su obra, pero calculo que no debe ser más allá del cinco por
ciento.
Las siete
La Calavera Catrina, es la obra más conocida de Posada. Se ha
convertido en uno de los iconos de nuestra identidad nacional.
Más allá de su belleza en
sí, esta popularidad tiene que ver, sin duda, con el mural de Diego Rivera, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, donde lo ubica
como una figura central, a la que el muralista toma de la mano y la coloca por
delante de la propia Frida. De este momento arranca su fama.
La Catrina fue bautizada por Diego Rivera; la hoja volante donde apareció
originalmente se llamaba “Remate de calaveras alegres y sandungueras” y el
subtítulo era: Las que hoy son empolvadas
garbanceras pararán en deformes calaveras.
Las garbanceras eran las indígenas
que comían garbanzos, es decir, aquellas ladinas que menospreciaban su clase
social y querían ser como las patronas españolas. En una parte del texto dice:
“Hay unas gatas ingratas, muy llenas de presunción y matreras como ratas, que
compran joyas baratas en las ventas de ocasión”.
Es una obra de arte
perfecta, con dimensiones exactas, su sombrero es de un estilo barroco que
parece girar gracias a su perspectiva y a su profundidad. Si algo caracteriza a
las calaveras de Posada, es el movimiento continuo, la dialéctica, el disloque,
el perpetuo movimiento hacía todo.
Las ocho
¿Cómo calificar la obra
de Posada? ¿dentro de qué estilo? ¿qué tendencia?
Existen pocos estudios de la estética de Posada, pero hay
una parte que rescato en mis sueños compartidos: el surrealismo. Sus
inagotables monstruos, calaveras, demonios, fenómenos y endiablados, muestran
una obra fantástica, fabulosa, de ensueño, que sin duda lo acerca a una visón
onírica, al surrealismo.
En
Recuerdos de México, André Breton
menciona que el atractivo principal de este país era la conciliación entre la
vida y la muerte. Dicha visión es expresada por Posada de una manera magistral
a través de sus calaveras.
Las
nueve
Posada es un artista cuya
obra, presumiblemente efímera, quedó para la posteridad por muchas razones, una
de ellas, es su presencia en la vida cotidiana.
Es una producción realizada con la sabiduría de un genio,
cuya modestia extrema, jamás alcanzó la vanagloria, de ahí su contradictorio
actuar entre el aplauso y el olvido.
Cronista excepcional que pintó la comedia humana, la
tragicomedia mexicana de un siglo que terminaba y otro que nacía. Posada captó
todas esas historias de la vida cotidiana: el silencio, la marginalidad, la
tragedia, el dolor, la risa, la sorna, la carcajada, el miedo, el regocijo, el
pecado, la magnificencia, la fe, la miseria, el llanto, el placer, la vida, la
muerte, el blanco, lo negro, el pecado, el amor, lo mexicano.
Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada como pocos
artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un mexicano que se
transforma en universal.
La tristeza manifestada de un genio como Juan Rulfo, de su
inframundo, de sus caciques, de sus vivos y muertos, se emparenta con Posada.
Esta identidad, marcada por la vida mexicana y manifestada
en nuestro arte, es un espejo de nosotros y para nosotros.
Buena parte de su producción, se encuentra desaparecida pues
fue realizada en hojas de papel volando, y
no buscó ni muros ni caballetes, ni museos ni galerías.
Las
diez
Posada murió en Tepito, solo,
en la tristeza total.
Lo paradójico de su vida, fue haber muerto sin que
nadie se enterara y ser echado a la fosa común, con sus calaveras del montón,
sin que nunca se supiera nada de sus cenizas.
Los restos del fabuloso fabulador, como lo calificó
Luis Cardoza y Aragón, fueron a parar a la tierra del Panteón de Dolores, donde
queda la Rotonda de los Hombres Ilustres, sin ser acogidos con esos ilustres
mexicanos, aunque es probable que sea más ilustre que algunos de ellos.
En Dolores (y tal vez con) quedaron sus restos
convertidos en polvo, en polvo enamorado, esparcidos en un país que nunca jamás
lo olvidará.
La
once y sereno. Nos vamos
Posada es un sueño, como la vida.
Sólo venimos a soñar, no es verdad que
venimos a vivir en la tierra.
Como
la eternidad, mientras exista el mundo quedará el testimonio su grandeza.
La
vida de Posada fue retratar la vida y la muerte; como parte de ella, quedó
congelada, como la sonrisa de la Garbancera,
para la eternidad.
2 comentarios:
Que delicia fue leer este articulo, ir de un lugar a otoro, de u tiempo a otro, como en "Media noche en Paris" (de Woody Allen), con la nostalgia romantica de que un tiempo anterior siempre fue mejor. Gracias Agustin por tal epifania, y el retraro en pedacitos de gan excepcional artista mexicano.
Agustín, felicidades por este artículo. Toda una lección de historia entre la vida de Don Lupito y lo que sucedía en México.
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