"Te vi
llegar y sentí la presencia de un ser desconocido".
Entre los cultosos, José Alfredo Jiménez ha sido poco
valorado. Sus canciones han sido calificadas para machos, borrachos, frustrados; así se ha dicho, sin pensar en que el vate José Alfredo tiene
verdaderos poemas, hechos canción.
Quienes
amamos esta ciudad y la vemos hoy, de nuevo, llena de agujeros, violencia y
basura, solemos caer en la nostalgia con cualquier canción que hable de ella.
“Te vi llegar y sentí lo que nunca jamás habla sentido".
Justamente,
José Alfredo compuso una canción maravillosa, Las ciudades, que he escuchado en la voz de Lola Beltrán y de María
Dolores Pradera.
La
ciudad de México es una locura. Todo el mundo anda deprisa, todos corren. Tan
difícil es encontrar una sonrisa en el metro, como si estuviera prohibido
hacerlo. Nadie mira nada, nadie escucha.
Claro, veinte millones viven en la locura innata,
pero basta que alguien llegue de afuera, para que se valore más, cuando menos
de mi parte.
"Te quise amar y tu amor no era fuego, no era
lumbre". Los chilangos nos
emocionamos cuando llegamos al Zócalo, es impresionante esa plancha de
concreto.
Ciudad con ángel, región más transparente, Ciudad de
los Palacios. ¡Qué ajenos suenan estos
nombres para un lugar como el que vivimos ahora!
Pero la ciudad más grande del
mundo, la más contaminada, está más allá de estos adjetivos. "Las
distancias apartan las ciudades, las ciudades destruyen las costumbres".
Es una metrópoli incierta, es
verdad, pero también llena de magia, de encuentros, de sorpresas,
donde siempre pasa algo, donde cada uno pasa inadvertido pero lo que sucede no
lo es, todo lo contrario, cualquier cosa que sucede, nos involucra de una forma
u otra.
Es
una ciudad musical: en el metro, en los peseros, en los automóviles. "Te
dije adiós y pedí que nunca te olvidaras. Te dije adiós y sentí de tu amor otra
vez la fuerza extraña".
Por todas partes se escuchan canciones, buenas y
malas, lo mismo en Opus94, que en Radio Centro o El Fonógrafo del Recuerdo. Lo
mismo el grupo Niche, que José
Alfredo, Vivaldi o Sabina.
Ciudad
llena de incertidumbre, quizá sin mañana; ciudad extasiada y abrumada, llena de
vitalidad, de sorpresas, de esperanzas.
Es
la ciudad incierta, es su música o es todo lo que vivimos en este lugar lo que
la hace ser así. También es una ciudad llena de historias, de cuentos, de
palabras, de imágenes. "Y mi alma completa se cubrió de hielo y mi cuerpo
entero se lleno de frío".
Cuantas novelas, crónicas, cuentos y poemas no
se han escrito a partir de ella, cuántas imágenes no conservamos de tiempos muy
lejanos o de momentos recientes. Cuántos dolores y cuántas alegrías en todos
estos años.
Es
una ciudad donde, es cierto, a veces se vive de prestado, con incertidumbre,
con miedo, con rencores, ¿pero qué lugar del universo no es así? "Y estuve
a punto de cambiar tu mundo".
Ciudad
amorosa, en el sentido sabinesco, a la que cada uno de nosotros, se pone a
cantar entre labios, una canción no aprendida. Ciudad de México, "de
cambiar tu mundo por el mundo mío", ciudad de memoria, de vida, de
recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario