Leonardo Vadillo (1929-1983) es uno de nuestros grandes caricaturistas que, por desgracia, permanece en el ostracismo. En el número de agosto de la revista Relatos e historias en México, aparece una caricatura publicada por la revista Por qué?, en 1968.
Sea este un primer homenaje a este gran caricaturista.
Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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jueves, 2 de agosto de 2018
miércoles, 1 de agosto de 2018
La quemazón del Circo Chiarini, de 1862
Otro capítulo de mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX
Por ello, el espacio arrendado se
utilizó únicamente como bodega para almacenar petróleo y algodón; esto último
fue lo que provocó el desastre que, por fortuna, sólo generó un gran susto pues
a la media noche el fuego fue controlado y los vecinos marcharon a dormir
tranquilos.
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http://www.puntodincontro.com.mx/articoli2014/italianimessico23072014-sp.htm |
Entre las ocho y
las nueve de la noche, los habitantes de la ciudad se disponían a descansar del
diario laborar, cuando las campanas de la iglesia de San Agustín empezaron a
repicar, dando el toque de alarma, debido a un peligroso incendio que comenzó a
propagarse en las bodegas adyacentes al circo del señor Chiarini que avanzaban
vertiginosamente por esos rumbos.
El sonido de las campanas de San
Agustín, imitado por las iglesias circunvecinas, alertó a la población, produciendo
espanto en la mayoría del vecindario que presenciaban desde los balcones y
azoteas cómo se iba extendiendo el fuego; hubo un momento en que las llamas
sobrepasaba, con mucho, las torres del campanario.
Fue una terrible noche en donde, sin
saberse cómo ni en qué momento, "se declaró fuego en aquellas materias,
que encerradas en un circuito de madera muy seca y vieja, hizo las veces de una
gran lámpara, que iluminó, sin hipérbole, más de medio perímetro de la
ciudad".
La incesante luz que emanaba de
aquel lugar y las constantes tañidos de las campanas provocaban calofríos,
rezos, arrepentimiento y perdón a Dios ante el peligro por la conflagración,
misma que parecía no tener fin.
Por fortuna, la voracidad del
incendio no se llevó consigo a ninguna persona y, además, como el circo se
hallaba lejos de los muros, el edificio de San Agustín permaneció a salvo.
Las pérdidas sólo consistieron en el
valor del petróleo, así como las pacas de algodón guardadas en la bodega y en
el pequeño circo, que quedó en ruinas.
Alguien recordó que la historia de
ese lugar se había iniciado hacía algunos tiempo cuando, en los terrenos del
antiguo convento, fue instalado este circo, propiedad de José Chiarini, un
italiano que exhibía al público una compañía ecuestre, con ejercicios de
destreza y fuerza, realzando lujos y magnificencia como jamás había presenciado
la ciudad.
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https://hoteltelegrafo.blogspot.com/2011/07/circo-chiarini_18.html |
Los padres agustinos le habían
alquilado una parte del terreno, en los patios desocupados y el empresario
instaló el Gran Salón de Chiarini, un enorme circo que contaba con cincuenta
lunetas, dos graderías, setenta y cinco palcos, una escalera, tocadores,
cantina y dulcería.
Durante muchos meses, los vecinos de
la capital, y los visitantes a ésta, acudían al circo, para admirar el novedoso
espectáculo, hasta que cayó en desuso y el señor Chiarini lo fue abandonando
ante las mínimas ganancias que obtenía.
Manuel Gutiérrez Nájera recordaba
que este circo había sido "teatro de las hazañas épicas -léase hípicas- de
Capitán, caballo célebre, que pasará,
como el de Calígula a la historia. Todavía veo sus saltos y corvetas, sus
brincos de gamuza y sus docilidades increíbles. Todo caballo, por huraño y
selvático que sea, puede ser domesticado. Por desgracia, jamás podrá decirse lo
mismo de los hombres.
"Las leguas del incendio
-lenguas femeniles por lo devoradoras- consumieron aquel circo. Los potros
espantados abandonaban corriendo las caballerizas, y un resplandor rojo
iluminaba las paredes. La sombra del empresario, proyectándose negra sobre el
muro, representó en aquel circo la última pantomima".
Años más tarde, en 1866, el señor
Chiarini rentó otro espacio en lo que fue el Convento de San Francisco. Durante
ese período, se dice, "la iglesia fue horriblemente profanada, al ser
convertida en caballeriza del mismo centro de espectáculos". Cuatro años
después, cuando quebró el circo, en ese mismo sitio se estableció El Teatro
Variedades.
martes, 24 de julio de 2018
Una señorita que se arroja desde la torre de Catedral
Esta es otra historia, textual, que cierra mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX, publicado por Ediciones B.

Multitud de gente deseosa de contemplar el
lugar de tan terrible desgracia, se agrupa, se apiña anhelante en el atrio de
catedral, comentando cada cual el hecho a su manera y dando sus opiniones
respecto al acontecimiento que tanta y tanta sensación ha causado.
Y
así por este estilo todos hablan y todos comentan la fatal muerte de la
señorita Ahumada, sin saber realmente la verdad de la causa de semejante
desgracia. De todas maneras, lo que sí es ciertísimo es que el tal añito de
1899 se ha ido presentando desde su principio del más feo que pueda haber. Ya
ve, como que en él va a tener lugar el fin del mundo, el día del Juicio
Universal. Estos no son más que los preparativos. Suicidios a granel en esta
capital, temblores, mucho calor, excediendo el de otros años, quemazones,
pestes, homicidios, atentados contra la moral nunca vistos como el de Ramón
Palma, etc., etc.

¡Sensacional y terrible noticia!
El día 31 de mayo del presente año de
1899 y como a las once y treinta minutos de la mañana tuvo efecto el lamentable
y terrible acontecimiento que vamos a narrar.
Una
bella señorita huérfana que contaba veinte años de edad conocida con el nombre
de Sofía Ahumada, vestida con gran elegancia, subió a las torres de la catedral
acompañada del relojero Bonifacio Martínez, su ayudante Vicente Estrada y otras
dos personas de apellido Aguilar una y otra Martínez.
Realmente
no sabemos qué protestaría la desventurada mujer para lograr subir a aquella
prominente altura; pero el caso fue que hallándose dicha Sofía en el segundo piso
de la torre que mira al poniente, se arrojó hacía el suelo con extraordinario y
veloz impulso. En el acto y al escuchar el enorme ruido que produjera al caer,
agrúpose infinidad de personas de todas clases sociales al lugar donde quedó la
mencionada suicida. Dieron parte a la policía y presentáronse inmediatamente el
inspector Muñoz acompañado del personal correspondiente. Allí practicáronse las
primeras diligencias y lleváronse en una camilla el cadáver a la inspección que
corresponde.
El
aspecto que presentaba la joven desdichada era pavoroso y horrible; los ojos
saltados completamente de sus órbitas o lugares; la mandíbula o quijada
inferior quedó fuera de la cavidad de la boca y el cráneo enteramente deshecho
y en fragmentos horripilantes. Gran parte de la masa encefálica o sean los
sesos, quedó pendiente en la cornisa del primer piso de la torre, que fue donde
chocó el cuerpo fuertemente al venir dando vueltas en el aire cual si fuera
esquila o volantín.

- ¿Por qué se mataría? dice uno de tantos.
-
¡Pues quién sabe! responde otro.
-
¿A poco porque su novio le dio calabacitas? ¿O tendría acaso alguna deuda?
-
No, eso no, tan joven y ya con drogas.
-
¡Ha de haber sido por su novio! ¡Qué guaje! ¡Pobrecita!
-
Yo no me suicidaba, poco más o menos añade una vieja. Vean ustedes, a mí ya van
más de seis veces que mi señor me la pega, y ¿qué por eso me he matado? ¡Qué
esperanzas! Yo por taruga... A ver como no me la pega mi marido todos los días.
-
No, no, dice otro de los curiosos: puede muy bien haber sido esa caída por puro
accidente, la desgracia que ya se le había llegado la raya, porque sólo los
guajolotes se mueren a la víspera de Corpus. Esa pobre niña tal vez subió
inocentemente y sólo por el placer de disfrutar de la hermosa vista que se
figuró presentaría la ciudad desde esa altura. Pero ya vio mucho más que eso.
¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo!
En
fin, un sinnúmero de calamidades que escandalizan y hacen abrir la boca al más
indiferente. Pero ahora el acontecimiento actual es el de la joven Sofía
Ahumada, estrellada en el Atrio de la Catedral, cuyo acontecimiento es pasto de
conversación en todas las casas y grupos de transeúntes por las calles de la
ciudad en este día memorable.
lunes, 23 de julio de 2018
“La familia Burrón” fue fundamental para el desarrollo de la lectura
“La familia Burrón” fue fundamental para el desarrollo de la lectura
En su época de oro, “La familia Burrón”, de Gabriel Vargas, fue fundamental para el desarrollo de la lectura, pues más de dos millones de mexicanos la leían, sostuvo el especialista en el desarrollo de la caricatura mexicana, Agustín Sánchez González.
Al participar en “Abril, mes de la lectura”, el programa de fomento a la lectura de la Universidad Autónoma del Estado de México, el escritor e historiador mexicano autor de más de 40 libros, resaltó ante la comunidad de la Facultad de Humanidades que la gran aportación de Vargas a la cultura mexicana fue la reconstrucción del lenguaje característico mexicano.
Sánchez González reconoció que uno de los grandes problemas del país y del mundo es que cada vez se lee menos y aseguró que con el fin de la historieta, acabó también el fenómeno de la lectura en masa.
“Los mexicanos leíamos aunque sea las historietas, que eran la base de una lectura superior, una de las formas en que se leyó mucho, a través de fenómenos como ? ‘Kalimán’, cuyo primer número vendió en su primer día y en sólo dos horas 100 mil ejemplares”.
El experto del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes, autor de los libros José Guadalupe Posada. Fantasías, calaveras y vida cotidiana y Gabriel Vargas, una historia chipocluda, destacó que la industria editorial de la historieta está en crisis, pues cada vez se lee menos en papel.
Por ello, consideró, es necesario innovar y acercar a los chicos a la lectura; es necesario acercarse sin prejuicio a la historieta, porque representa a la cultura popular y la academia es muy reacia a este fenómeno.
“A pesar del impacto que tienen los personajes, el impacto que tuvieron en intelectuales, quienes estudiamos historieta y caricatura somos pocos, pues la academia teme enfrentarse a la cultura popular, es muy elitista”.

martes, 17 de julio de 2018
El General en la Bombilla. Primer capítulo
Después de años de estar agotado, acabo de publicar en Amazon la edición impresa y la edición e-book de este libro publicado originalmente en 1993. Creo que tiene una enorme vigencia por el México que nació en 2018, donde todo va a cambiar... para seguir igual.
Este es el primer capítulo.
Dulce ángel de mi guarda, no te podrás
quejar, ya te subí muy alto.
La mirada del diputado Ricardo Topete es insistente y
recelosa. Un hombre de complexión delgada y tez pálida, vestido con traje
desgastado, estilo charleston, color café con tonos rojizos, se encuentra,
desde hace varios minutos, junto al portal del comedor.
Parece
realizar algunos trazos en un bloc de dibujo, pero su obsesiva mirada hacia la
mesa de honor inquieta al diputado Topete, que busca a uno de sus ayudantes
para averiguar las intenciones de ese hombre.
Ahora
sí consumo mi propósito o me cogen y me encuentran con la pistola preparada y
sé la suerte que me espera y me matan
como espero.
José de
León Toral hace a un lado los botones de su chaleco y descorre la palanca de la
pistola, dejándola lista para disparar. Camina tranquilamente, con el cuaderno
en la mano, corrigiendo los trazos. Cuenta, uno a uno, los trece pasos que
separan el sitio en él que se encuentra de la mesa de honor que ocupa el
general Alvaro Obregón. Lleva, además del bloc, un periódico bajo el brazo.
Voy a
morir ahorita, pero si no logro lo que busco, me perjudicarán.
Sólo espera que
sus nervios no lo traicionen.
Se acerca al
diputado Topete y le muestra sus dibujos: la caricatura de Alfonso Esparza
Oteo, director de la orquesta, así como los otros apuntes: el de Obregón, Aarón
Sáenz y Aurelio Manrique. El diputado asiente al mirar el dibujo del general,
señalándolo como el mejor.
Este
es el último dibujo de mi vida, dentro de poco estaré muerto.
El maestro
Esparza Oteo, vestido de charro como el resto de la orquesta, levanta los brazos
indicando a sus músicos el inicio de una animada canción: El limoncito, cuya
letra dice: Al pasar por tu ventana me tiraste un limón; el limón me dio en la
cara y el zumo en el corazón...
Las
manos de Toral tiemblan ligeramente, las tiene libres, tras dejar el periódico
en la mesa y el bloc a los políticos, quienes no sospechan nada. Aarón Sáenz
esboza una ligera sonrisa al examinar su caricatura y Toral siente, en ese
momento, la mirada de su víctima.
Son las
dos de la tarde con veinte minutos. Los meseros, presurosos, sirven el plato
fuerte: cabrito al horno.
Que uno de mis balazos le toque en el
corazón y que ésta sea la señal de que se ha arrepentido.
El
general toma una servilleta, se limpia el bigote y los dedos. Espera los
dibujos que habían pasado por las manos de Topete y Sáenz, éste se los entrega.
Toral
está a unos cuantos pasos. Cubre su saco ‑tras del cual esconde la pistola‑ con
el bloc de dibujo sostenido por la mano derecha. Decide cruzar el pórtico de
flores en forma de herradura.
Ayúdame Dios mío. Santo ángel de mi guarda,
no me desampares. En un rato te veré en el cielo.
El
general voltea amablemente hacía Toral, éste se acerca, caminando por un
estrecho pasillo entre el arreglo floral
y las sillas. Mira con timidez al general que le responde con una sonrisa.
Dios mío: te ofrezco mi alma y corazón para
que eternamente reines en mi patria.
Con
ágil e insospechado movimiento, pasa su bloc de dibujo a la mano izquierda, al pasar por tu ventana me tiraste un limón,
saca la pistola, el limón me dio en la
cara, aprieta el gatillo, y el zumo
en el corazón, y dispara directamente al rostro de Obregón.
El
general recibe el primer tiro en la cara. Los siguientes en el cuerpo. Tras la
descarga, el asesino se lleva las manos a las sienes, apretándoselas, cierra
los ojos... espera la muerte.
Suenan
varios balazos. Todos quedan paralizados por un instante, algunos confunden el
sonido de las balas con las percusiones de la orquesta.
Dios
mío, Dios mío, bendíceme.
Obregón resbala hacia adelante en su
asiento, cuando está casi bajo la mesa, se inclina a la izquierda, en tanto que
Aarón Sáenz intenta incorporarlo con dificultad.
Los
hombres cercanos a él miran caer el único general revolucionario invicto.
La
orquesta guarda silencio.
lunes, 16 de julio de 2018
Obregón y León Toral
Investigar la historia tiene sus gracias (y también, a veces, desgracias) Escribir de historia es una maravilla pues tiene mucho de literario y de magia. Mientras investigaba el asesinato de Álvaro Obregón, encontré un suceso del día 2 de julio, un día después del triunfo electoral del sonorense. Este es el fragmento de mi libro El general en la Bombilla.
Mientras que en
la primera sección, se anunciaba el triunfo del general, en otra se recogían
las declaraciones del padre de José de León Toral quien, quince días después,
habría de acribillar a Obregón.
El periódico El
Universal, a ocho columnas enlazó -por primera vez los apellidos de los
protagonistas de la tragedia de La Bombilla: Obregón y De León-, al día
siguiente de efectuarse las elecciones presidenciales del 1o. de julio de 1928.
La cabeza
principal decía:
El General Obregón fue electo presidente de la República.
Más abajo, en la
tercera y cuarta columna, se podía leer:
- El gran sorteo de El
Universal: números premiados.
El premio número
uno, correspondió al cupón 10925, cuyo poseedor era el señor Aureliano de León.
El premio consistía en un automóvil Graham-Paiga, procedente de la empresa De
Luxe Motors, S.A., con valor de dos mil novecientos cincuenta pesos.
Esta es la nota
del periódico:
"Un objeto
útil, es lo que dice el afortunado poseedor del primer premio. A don
Aureliano de León, que vive en la casa 212 de la 6a. calle de Sabino, le dio la
buena nueva de haber obtenido el primer premio en el sorteo de regalos a los
suscriptores de El Universal, un
vecino suyo.
"Yo no creí
sacarme nada de esta rifa, nos dice el señor de León. hace más de diez años que
me suscribí al periódico que usted representa y desde entonces sólo una corta
temporada, que estuve alejado en la sierra, no dejo de recibirlo.
"En una
ocasión obtuve un premio de valor escaso, sin embargo, el día 13 decidí renovar
mi suscripción. Es buena fecha, me dije, además era día de San Antonio. Llegué
a la oficina de Madero, donde se exhibían los objetos y un caballero a quien
dieron su cupón antes que a mí, dijo a uno de los empleados, dirigiéndose al
coche que ya puedo considerar mío: "le ruego que no me toque ese coche
porque me lo he de llevar". El empleado contestó, señalándome a mí:
"Ya ve usted, el que se lo va a sacar no dice nada".
El señor de León
no dio importancia a aquello. Ahora lo recuerda y piensa que el empleado que lo
atendió debe tener un don profético.
La misma persona
que me vino a dar la noticia, siguió diciéndonos, me iba a vender un automóvil.
Estábamos en tratos formales, ahora me acaba de ofrecer por el Graham-Paiga, la
cantidad de mil quinientos pesos y dos coches más.
"Indudablemente, concluye la nota, que el premio obtenido por el
señor de León le será de gran utilidad; tiene una familia numerosa y
frecuentemente hace uso del automóvil para atender sus negocios: posee unos
minerales en el distrito del Venado, perteneciente al estado de San Luis
Potosí".
El lunes 2 de
julio de 1928, la dicha embargaba a las familias Obregón y de León. Habían
obtenido sendos premios y, sin duda, eran felices.
domingo, 15 de julio de 2018
A noventa años del asesinato de Álvaro Obregón
El general en la Bombilla tuvo una buena respuesta de la crítica, muchas entrevistas y variadas críticas; tuvo tres ediciones y, años después, en 1998, una edición de bolsillo.

Nació bajo una situación parecida a la de MORENA, donde cabían todas las corrientes políticas, la derecha y la izquierda, los conservadores y los liberales, abrazando a todas con un sentido autoritario y teniendo como eje central a un caudillo que buscó estar por encima de todos: Plutarco Elías Calles.
Calles, fue un hombre poco sensible a la crítica (mandó desaparecer la caricatura, por ejemplo) con enorme carisma y un poder casi absoluto que, venturosamente, fue hecho a un lado por el General Lázaro Cárdenas.
Un fragmento:
El ll de julio de 1928, se anunciaban las siguientes
obras, en los teatros de revista de la ciudad de México,
El María Guerrero presentaba la obra del
día: Viva la imposición, e informaba
del próximo estreno, el día 14 de julio: A
ver si se sienta.
En el Teatro Ideal, llamado también "La
casa de la risa", se representaba: ¿Quién
te quiere a ti?: Graciosa obra de Luis de Vargas, interpretada por la
simpática compañía de Manuel Tamez.
Roberto El Panzón Soto, reestrenaba la obra Mexican Vaciladas, en el Teatro Lírico, y para el día 18, en
ese mismo foro, la prensa anunciaba El
gallo muerto.
viernes, 13 de julio de 2018
Asesinato de La Malagueña
Otra historia de mi libro: Crímenes y horrores en la ciudad de México en el Siglo XIX (Ediciones B, 2017)
El escritor Federico Gamboa acudió
al anfiteatro del hospital Juárez para ver en la plancha a la mujer recién fallecida y dejó la siguiente
descripción:
“La
Chiquita” fue sentenciada a veinte años de prisión; pero sólo permaneció dieciséis
años en la cárcel, debido a un indulto otorgado por Porfirio Díaz.
Drama en Tarasquillo.
Asesinato de La Malagueña (1897)
Dos mujeres fueron protagonistas de un
espantoso suceso. Una era llamada “La Chiquita”, aunque su nombre real era
llama María Villa. La otra mujer, era conocida como "La Malagueña",
cuyo nombre era Esperanza Gutiérrez.
Estas
mujeres formaron parte de un drama sucedido en pleno carnaval: “La Malagueña”
fue asesinada por “La Chiquita” después de un baile de máscaras la mañana del 8
de marzo en la Plazuela de Tarasquillo.
Dos
muertas veíanse en la sala de autopsias, o de "depósito", según nos
explicó el "muertero" que nos escoltaba; en la otra plancha, con
forzada postura reposaba la Malagueña, en desnudez absoluta sin
tentaciones, desnudez de cadáver, los pies exangües, tirado a marfil viejo, las
carnes exúberas manchadas de sangre; el rostro con horrible huella, abajo del
ojo izquierdo, el rastro del balazo que le quitó de penas; los labios
entreabiertos, con el rictus de los que se van de veras, y que lo mismo puede
traducirse por sonrisa que por mueca, según lo que nos toque vislumbrar en las
horas supremas.
Tan
emocionado como yo, Jesús se puso a dibujar un croquis a lápiz, de la muerta y
mientras Jesús lo hacía, no aparte mis ojos de la Malagueña, mirando como las
moscas, ¡oh!, pero centenares de moscas tercas y medio borrachas de sol
poniente, de olores sospechosos y de sangres antiguas y resecadas, paseábanse y
revoloteaban por el cuerpo desnudo e indefenso; mirando sus carnes, ayer nomás
complacientes y sedeñas, y hoy rígidas, en descomposición palpable. Atraíame
fatídicamente, la cicatriz de su ojo herido, cicatriz diminuta sobre la que
caían, revueltos, los cabellos rubios de la soberbia cabellera deshecha y
sucia...
Guillermo
Mellado, en su libro Belén por dentro y
por fuera, señala que "la permanencia de María Villa en la prisión se
significó por sus marcadas muestras de trabajo... Durante ese tiempo se dio a
la tarea de enseñar a leer, escribir y trabajos manuales a todas aquellas
mujeres que nada sabían de esto. Bien pronto tuvo un colegio allí mismo".
Al
enterarse de ello, el gobernador de la ciudad, Guillermo de Landa y Escandón,
fue a visitar la escuela y quedó maravillado. Felicitó a María y le ofreció
enviarle varias máquinas de coser y, asimismo, hablar con el presidente para
que le indultara los cuatro años que le faltaban para salir.
Landa
cumplió el ofrecimiento enviando seis máquinas y algunas telas; además, fue
indultada María Villa.
* Nervo,
Amado, "Musa fúnebre", Cuentos
y crónicas, México, UNAM, 1971 (Biblioteca del estudiante universitario,
95)
martes, 10 de julio de 2018
La momia de Fray Servando
Al mirar la espléndida vista estereoscópica que presentó Don Juan Jesús Cadena, recordé la historia que aparece en mi libro de Crímenes y horrores en el México del siglo XIX.
Justamente al ocurrir esta demolición, aparecieron las momias de las cuales me refiero en esta historia
![]() |
Don Juan Jesús, le ofrezco esto: Santo Domingo, vista estereoscópica de Julio Michaud, en 1859, que muestra el edificio completo todavía, con su barda atrial, la fachade el convento en la parte que toca al portal de acceso y la biblioteca en la parte superior y la cúpula de la Capilla del Rosario, todo esto demolido dos años después
La momia de Fray Servando
Esta historia comienza el día 3 de diciembre de 1827, entre las cinco
y las seis de la tarde, cuando falleció Fray Servando Teresa de Mier, víctima
de su agitada vida y de sus múltiples enfermedades, a la edad de sesenta y
cuatro años.
Al día siguiente, la
gente se agolpaba en las calles por donde debía pasar el cortejo fúnebre.
Los principales de la
ciudad cedieron sus carruajes y asistieron a los funerales. Se cuenta que
habían acudido más personas que en día de Corpus.
La muchedumbre cubría
la distancia que separa el Zócalo de la plaza de Santo Domingo, en cuya iglesia
habrían de llevarse a cabo las exequias del viejo revolucionario.
Los curiosos se
juntaban en los balcones y las azoteas. La procesión, conducida por el
vicepresidente Nicolás Bravo, salió de Palacio Nacional, siguió frente a
Catedral y tomó la calle del Empedradillo hasta desembocar a la Plaza de Santo
Domingo.
Una vez en ella, y
luego de pasar frente al edificio que en otro tiempo había sido ocupado por la
Inquisición, la concurrencia se detuvo en el atrio del Convento. El pueblo se
arremolinaba de tal manera que impedía el paso de los carruajes.
En la Capilla de los
Sepulcros, se verificó el ritual del corpore
insepulto. Las notas del órgano acompañaban los murmullos de las rogaciones
y novenarios.
El cadáver fue
sepultado en uno de los nichos del osario, que se encuentra detrás del ábside
del templo mayor.
Ahí, en la oscuridad
polvosa de aquel sepulcro, se pensó que descansaría por siempre y para siempre,
el cuerpo del padre Mier. Pero el futuro depararía extraños sobresaltos a sus
restos.
Una tumba sin sosiego
Quince años después de la muerte de fray Servando, el 13 de mayo de
1842, durante la dictadura de Santa-Anna, la Capilla de los Sepulcros de Santo
Domingo debió volver a abrirse para dar cabida a un nuevo difunto, el maestro
Tomás Ahumada, natural de Málaga.
Como los nichos
sepulcrales eran pocos y demasiados los dominicos ilustres que morían, la tumba
donde se hallaba fray Servando también fue descubierta y sus restos fueron
depositados en el hueco que se abría entre los sepulcros y el ábside del templo
mayor.
En aquel rincón que
había sido aprovechado como osario, se encontraba, también, la momia del poeta
fray Mariano Soto, quien durante la Guerra de Independencia sostuvo arduas
polémicas con don José Joaquín Fernández de Lizardi, llamado "El Pensador
Mexicano".
Meses más tarde, la
momia del doctor Francisco Rojas, llamado por sus contemporáneos "El
Demóstenes Mexicano", fue removido y colocado en hilera a la derecha de
fray Servando.
En 1843 fue depositada
a su izquierda la momia del doctor Luis Carrasco, quien fuera capellán de
cámara de Agustín de Iturbide y quien murió a causa del cólera, debido a la
epidemia de 1833.
Quienes presenciaron
la exhumación de los cadáveres, afirmaron que parecían figuras talladas en
madera. Las noticias de aquellos monjes disecados hizo que comenzaran a
circular extrañas leyendas sobre santos varones y beatas de figura
incorruptible.
José María Marroqui
escribió acerca de otro personaje: "la señora doña Rita Cervantes fue
sepultada en el muro de una de las capillas de la Santa Escuela del Espíritu
Santo. Pasados muchos años, cuando hubo necesidad de aquel sepulcro para
colocar en él a otro difunto, se encontró el cadáver de la señora en tan
perfecto estado que, con algo de hipérbole, parecía acabada de enterrar; con la
circunstancia de que siendo albina, su cabellera, sus cejas y pestañas
semejaban hilos de plata. Como doña Rita era virtuosa, la gente tomó la
conservación de su cadáver como signo de predestinación mística. Su marido, que
era discreto, sin prestar oídos a semejantes voces, se limitó a suplicar a los
hermanos de la Santa Escuela que regresaran los restos a su sepultura, y que
nunca más la abrieran, lo que se ejecutó.
Vendido el edificio a
particulares, jamás se dijo que se hubiera encontrado la momia de doña Rita,
tal vez porque al estar en un muro no hubo necesidad de tocarla. Si algún día,
al abrir una puerta o por otro motivo fuese encontrada, los que vivan sabrán lo
que de ella se invente..."
En la Capilla de los
Sepulcros de Santo Domingo ocurrieron varios casos semejantes: al abrir una
tumba para dar lugar a un nuevo difunto, se descubrieron diversas momias que no
pudieron ser conservadas en sus nichos y también fueron depositadas en el
espacio ubicado entre los sepulcros y el altar mayor.
Con el paso de los
años, llegaron a sumar trece las momias formadas en aquel lugar.
Se dieron casos
particulares, como el caso del predicador general fray Mariano Hidalgo, que al
ser exhumado en 1847, su familia obtuvo un permiso especial de las autoridades
del convento para vestirlo con nuevas ropas y colocarlo en un cajón cubierto,
cuando se enteraron de que dicho cadáver estaba perfectamente conservado.
La Calle de los Sepulcros
Enclaustrados los curas y expropiados los bienes de la iglesia por el
régimen juarista, en febrero de 1861, la capilla de los Sepulcros del suprimido
convento de Santo Domingo debió ser derribada debido a la apertura de una nueva
calle.
Durante las labores
de demolición se descubrió un grupo de trece momias en perfecto estado de
conservación, las cuales, al hallarse en el osario fuera de los nichos y en
diversas posturas, dieron lugar a innumerables leyendas sobre víctimas de la
Inquisición emparedadas vivas en los muros de los conventos.
Un tal Antonio
Carreón fue el encargado de poner las trece momias en exhibición.
La gente, con
curiosidad y morbo, comenzó a acudir en masa a Santo Domingo, a un lado de la
iglesia (sobre lo que era la tercera calle de Santo Domingo) para ver, detrás
de unas rejas, las momias que se mostraban al público.
A partir de ese
momento, la avenida por donde se entraba a ver a los frailes disecados comenzó
a ser llamada calle de los Sepulcros.
Una de aquellas
momias era la de fray Servando Teresa de Mier, cuyo cuerpo ya había sido
olvidado y cuyo reposo eterno era perturbado una vez más.
Para acallar los
macabros comentarios que circulaban en torno de las momias, el doctor Orellana,
miembro del cuerpo médico militar, se encargó de examinarlas e identificarlas.
El médico militar
aprobó que los cadáveres de los dominicos fueran sacados de sus nichos y
colocados en el osario para dejar espacios a nuevos entierros.
Tiempo después, el
mismo Orellana publicó un folleto ilustrado con litografías de las momias y
algunas notas biográficas sobre cada uno de los personajes, así como algunas
explicaciones de carácter científico. A continuación, se transcriben algunas de
sus observaciones:
Momia en castellano, Mumia
en latín, Moumya en árabe, es un
término compuesto por dos palabras coptas que significan muerto y sal, en otras
palabras, "muerto preparado con sal". Hay quienes, sin embargo,
derivan esta palabra de mum, cera en
persa, ya que tanto babilonios como asirios usaban esta sustancia para
preservar sus cadáveres de la corrupción. P. Pomet afirma en su Histoire des drogues que las momias eran
llamadas gabbaras por los egipcios y
que la palabra momia provenía de cinnamomo, cardomomo o amomo, plantas en las
que eran envueltas las gabbaras
egipcias. En la actualidad se emplea dicha palabra en una acepción más extensa.
Con ella se designa toda especie de cadáveres artificial o naturalmente
conservados.
Las momias que han estado a la vista del
público en el convento de Santo Domingo pueden ser consideradas como momias
naturales, pues la privación del contacto con el aire, la sequedad y la cal en
que se hallaron cuando fueron descubiertas, han parecido circunstancias
favorables para su preservación.
En lo que se refiere a los fragmentos que
todas las momias conservan de sus vestiduras, sólo diremos que se distinguen
algunos jirones de ropa de lana. La ropa de algodón y lino ha resistido algo
más, pues se distinguen perfectamente las piezas interiores de todas ellas, así
como están enteros los zapatos, cintos de cordobán y las ligaduras que se ponen
a los difuntos.
Las momias de Santo Domingo
Las momias
permanecieron en exhibición, resguardadas por centinelas durante algunos meses
de aquel año de 1861, hasta que la curiosidad de la gente se apaciguó y la
visión de aquellos cadáveres patéticos y desfigurados pasó a convertirse en una
diversión menor.
Pasado algún tiempo,
se convirtieron en un estorbo para el gobierno mexicano. Finalmente, una de
ellas fue cedida a la Escuela de Medicina, que se encontraba en el edificio que
años atrás ocupó la Inquisición.
Hasta ese momento los
cuerpos resecos de los frailes ilustres no se habían movido más de unos cuantos
metros del lugar donde originalmente habían sido sepultados.
Según consta en un
documento expedido por encargo del Ministro de Justicia, don Ramón I. Alcaraz,
el 25 de junio de 1861, cuatro de las momias fueron cedidas a don Bernabé de la
Barra "para exhibirlas en América y Europa".
Al parecer, este
señor, en compañía de un empresario italiano, embarcaron las cuatro momias con
destino a Santiago de Chile o a Buenos Aires, Argentina.
"Una de esas
momias era la de nuestro doctor Mier", así lo afirmó Manuel Payno en 1865,
cuando sacó del olvido algunos de los textos de fray Servando, entre ellos las
dos piezas que hoy conforman su autobiografía.
Payno, quien había
visto personalmente las momias en exhibición, aseguraba que la momia de fray
Servando era la mejor conservada.
Carta desde Bruselas
El 3 de octubre de 1882 apareció la siguiente carta en el periódico El Monitor Republicano:
En estos días, con motivo de las fiestas populares
conmemorativas de la independencia del pueblo belga, ha habido una kermesse o
feria flamenca en la parte de la ciudad cercana a la estación del ferrocarril
que lleva a París. Multitud de jacalones, en que los artistas de la legua
exhiben todo género de rarezas, forman una larga fila que ocupa el Boulevard au Midi.
En uno de esos jacalones, designado con el
pomposo nombre de Gran Panóptico de la
Inquisición, he visto cuatro de las momias encontradas en una pared al
hacer la demolición de una parte del convento de Santo Domingo en la ciudad de
México, en febrero de 1861.
Se sabe que esas momias fueron donadas para
ser exhibidas en América y Europa y que una de ellas puede ser la de fray
Servando, ya que éste fue sepultado en Santo Domingo. Los cadáveres se
encuentran en muy buen estado. Uno de ellos conserva los zapatos y todos tienen
las ropas con que los sepultaron.
El doctor José Thunus, que los exhibe, ha
formado un catálogo de los objetos del Panóptico,
en el cual señala así a las momias:
Pieza número 88: Momia natural de una persona
que sufrió el tormento del fuego.
Pieza número 89: Momia natural de una persona
que sufrió el tormento del agua.
Pieza número 40: Momia natural de una persona
que sufrió el tormento de la rueda.
Pieza número 41: Momia natural de una persona
que sufrió el tormento de la pera de la angustia, instrumento que le torció los
nervios de la cara por cuya causa ya no podía cerrar las boca.
Estas momias son únicas en Europa: fueron
descubiertas en 1861 en el convento de Santo Domingo en la capital de México.
Los restos de fray
Servando Teresa de Mier, un luchador incansable por la independencia de México
se perdieron en algún lugar del mundo y nunca jamás se supo dónde quedaron.
"Sólo Dios sabe
-afirma Artemio del Valle Arizpe en su biografía de fray Servando-, en qué
vitrina de museo aguardará la resurrección de la carne".
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