En junio de 1995, probablemente, publiqué una crítica a los libros chatarra, en la sección cultural del periódico El Financiero, que dirigía Víctor Roura, uno de los grandes periodista culturales de nuestro país.
Fue una pequeña sección llamada Esto es México.
ESTO ES MÉXICO
Pazos por liebre
AGUSTÍN Sánchez González
La invención del artista es práctica cotidiana del espectáculo propagado por el
canal de las barras y las estrellas (y del desagüe).
Las estrellitas
televisivas, son como pompas de jabón que duran apenas un suspiro.
A raíz de que nuestro
país se convirtiera en una estrella más del mundo de la nota roja, también han
comenzado a propagarse, como hongos tras la lluvia, los investigadores del
texto instantáneo, tan falso como el café ídem. Autores que cumplen una función
semejante. La moda del libro rápido se ha impuesto ya en nuestro país.
"Sensacional,
cuando salió en la madrugada, a medio día, ya noticia confirmada, y en la
tarde, materia olvidada". La canción de Héctor Lavoe: Periódico de ayer.
Libros sobre la
guerrilla en Chiapas, el asesinato del Cardenal Posadas, Luis Donaldo Colosio o
Ruiz Massieu, se han propagado por decenas.
La cosa es bien
sencilla. Se toman los periódicos y revistas del momento y comienza un trabajo
de tijeras y engrudo o, de acuerdo con la preposmodernidad, de pritt con
cutter. "¿Y para qué leer un periódico de ayer?"
Una breve revisión de
los libros publicados en los dos últimos años, muestran más de veinte títulos,
muchos reeditados y otros grandes fracasos, con temas "de
actualidad", que todo el mundo conoce: Chiapas, Colosio, Ruiz Massieu, el
gabinete y los cien días del doctor, etcétera, etcétera.
Cualquier chisme grueso
de la política mexicana es un buen pretexto para publicar un libro y ganar
buenos centavos.
Pero como las
estrellitas de televisión, duran lo que un kleenex y se sostienen tanto como
cuando uno lanza al aire un pañuelo de estos.
Y sin embargo, son
textos que se venden por millares, lo cual no deja de ser un fenómeno
interesante que muestra la avidez de la gente por saber qué es lo que sucedió.
Por ello, viene la frustración. Estos libros, por lo general, no suelen decir
más cosas de lo que ya se ha publicado en los diarios. A veces, inclusive, los
reportajes, --como los de José Reveles, Jaime Avilés o Ignacio Rodríguez
Reyna-- dicen muchas cosas más que las publicaciones escritas desde la
comodidad del hogar, el estudio acondicionado o con la ayuda de la secretaria.
"Un periódico de
ayer que nadie procura ya leer. Fue titular que alcanzó página entera. Por eso
ya, te conocen donde quiera".
Son libros que dan gato por
liebre. Mientras Jaime Avilés anduvo en la selva día y noche, Luis Pazos
publicó, a menos de un mes después que comenzara la guerrilla chiapaneca, un
libro bastante tendencioso y poco serio.
Pero ya no es novedad
que nos den Pazos por liebre. Hace días, este señor, mostró una tramposa
encuesta, al más puro estilo nacional, como aquella que preguntaba: ¿qué
prefiere: los charros cantores o los charros actores?
Son libros engañosos,
endebles, poco serios. La historia light que recuerda que la confusión es lo
mejor para que nadie entienda.
Publicaciones que se
caen de las manos de inmediato, cuya vigencia es tan corta como un comercial de
la tele.
Esto es México, con
artistas chatarra, propios de una sociedad que vive del engaño y la
manipulación: la gente que quiere saber y se le engaña con frases de venta de
fraccionamiento: "Por el bienestar de tu familia".
La industria light.
Los libros para olvidar,
más que para recordar.
Por eso Héctor Lavoe
tiene razón cuando canta: "Tu nombre ha sido un recorte que guardé y en el
álbum del olvido lo dejé".
Por eso, en unos años,
nadie los recordará.
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