Quetzalcóatl llegaría en automóvil a repartir juguetes. Así, el
prometido retorno del hombre blanco y barbado se llevaría a cabo cinco siglos
después de que se había marchado; sin embargo, ahora el Quetzalcóatl de la
modernidad de los treinta tendría un poderoso automóvil que jalaría decenas de
camiones con los juguetes para los niños; llegaría, además, el día 23, un día
antes de que el gordo bonachón arribara a México.
El editorial del periódico oficial El Nacional reparaba en el hecho
preguntando: ¿Quién representa la nacionalidad?, ¿Quetzalcóatl o
Huitzilopochtli? Vasconcelos dice que Quetzalcóatl, pretendiendo una amalgama
de entre mestizos e indios...", y luego sigue haciéndose bolas con una
idea que, desde entonces, no tenía pies ni cabeza.
El pitorreo o la buena voluntad de la propuesta de don
Pascual, nacionalista y revolucionaria, continuaron cuando se llevó a cabo una
posada en casa del señor Alpuche, cito de nuevo a Taracena, quien "levantó
un nacimiento en forma definitivamente nacionalista, con gradas que eran como
las de la Ciudadela de Teotihuacán. En vez del portal tradicional, puso las
ruinas de Mitla, y adentro, acurrucado, o mejor dicho, enroscado, el dios
Quetzalcóatl con dos esclavos chichimecas, encuerados pero con plumas. Por los
corredores fue paseado en parihuelas el dios indígena, seguido por los
invitados que portaban cazuelas donde ardía el copal. Todos cantaban,
acompañados de tambor y chirimías, el canto litúrgico de la revolución.
En nombre del Anáhuac
te pido posada
porque así lo quiere
Lerdo de Teja-
aaaa, aaaa daaada!
Adentro contestaron:
Oh, Gran Quetzalcóatl,
Dios beligerante,
Tú y el doctor AtI
pasen adelaaaaaante!
El nacionalismo, al fin, se hizo realidad antes de que llegaran los
discípulos de Carlos Castañeda y los grupos chovinistas de ahora, que hubieran
aplaudido la acción del "nopalito".
El gran día llegó. Quetzalcóatl volvía a sonreír a los
pobres mexicanos pobres. Más de 15,000 de ellos, acompañados del cuerpo
diplomático, político y de-más ociosos, se congregaron en el Estadio Nacional.
Una gran pirámide prehispánica fue colocada en el
campo de juego, acompañada de decenas de árboles de Navidad profusamente
iluminados con foquitos de colores. En el templo fue colocado un Quetzalcóatl
rodeado de una corte de honor, sacerdotisas, tehuanas, aztecas e indias de
Veracruz y de Tlalnepantla.
El presidente Ortiz Rubio llegó al estadio y al momento
fue recibido por una salva, mientras la Marcha de Honor era tocada. Al arribar
al sitio de honor los acordes del Himno Nacional comenzaron, interpretados por
todos los presentes. Inmediatamente después, cientos de juguetes, suéteres y
dulces fueron repartidos y, mientras los chiquillos celebraban el re-galo, dio
principio a la fiesta: Melchor, Gaspar y Baltasar arribaron hasta el templo de
Quetzalcóatl, en-seguida inició la danza sagrada de los "Voladores" y
de los "Ciuntas", realizadas por más de cien señoritas de los
colegios de la metrópoli.
Para entonces, el templo estaba repleto de aztecas,
chinas poblanas, doncellas, sacerdotisas. Al son de tambores, flautas y demás
instrumentos que usaron los habitantes del Anáhuac, todos bailaban
rítmica-mente, mientras en lo alto de un palo los "Diablos Voladores"
de Papantla desafiaban el peligro y suscitaban la admiración de todos los
presentes, sobre todo cuando las luces de los reflectores se posaron en ellos,
iluminándolos.
La festividad terminó llenando de alegría a todos los
presentes que, sin embargo, habían salido sin entender nada; no obstante, los
niños estaban felices, llenos de regalos.
La fiesta había concluido, pero los chistes continuaron.
El Panzón Soto, a finales de ese año, anunciaba el
próximo estreno, en el Teatro Principal, de "El año HP Quetzalcóatl",
mientras un caricaturista señaló el regalo que el dios prehispánico daría el
año siguiente: "pura sombrilla”.
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