martes, 2 de julio de 2013

Una vecindad enorme donde vive la familia Burrón Homenaje a Gabriel Vargas (1915-2010)


Agustín Sánchez González


CENIDIAP, INBA
Revista BiCentenario #15
 
Si México no existiera, Gabriel Vargas lo habría inventado. Vargas vivió noventa y cinco años; dedicó casi ochenta al oficio de dibujante, de humorista gráfico. Fue un niño precoz que desde los 16 años ya estaba en los principales diarios mexicanos.
Fue el creador de un grandioso universo, una comedia humana: La Familia Burrón, una de las más expresivas crónicas gráficas, que expresa y refleja la vida cotidiana mexicana a través de una número vecindad ubicada en el callejón del Cuajo.
La Familia Burrón es un fenómeno dentro de la historieta universal; durante más de treinta años, llegó a tirar medio millón de ejemplares y cada uno de ellos era leído por cuatro personas y así, dos millones de mexicanos se deleitaban con estas historias.
Desde niño, Vargas no soñaba otra cosa más que en dibujar. Autodidacta, sólo terminó la educación básica. Apenas entró al primer año, lo pasaron al tercer grado; era un niño lector que devoraba libros, gracias a que su mamá le inculcó ese amor por las letras. Antes de los diez años había leído El Quijote y muchas otras lecturas clásicas.
A los trece años ganó un premio mundial de dibujo en Osaka, Japón; a los quince realizó un esplendido dibujo, el desfile que conmemoraba el “Día del Tráfico”, donde captó más de 5,000 personajes. No es una caricatura de la ciudad, es un dibujo inusual que aun denota los trazos nerviosos e inocentes, pero que ya recogen la aguda observación del cronista visual, del hombre que va a retratar a la sociedad mexicana del siglo XX. El dibujo original es una larga tira que mide sesenta centímetros de ancho por ciento sesenta de largo.
Su obra puede entenderse mejor con ese dibujo. Emociona el trazo inocente de un joven que durante varias décadas ha influido en la sociedad mexicana. La historia, y la vida, también, pueden entenderse mejor con la caricatura. A los 17 años comenzó a trabajar profesionalmente en el periódico Excélsior, el decano de la prensa mexicana, y a los 21 realizó su primera historieta: La vida de Cristo. Un año después debutó como humorista gráfico con una tira llamadaVirola y Piolita. Su mayor éxito ocurrió con Los Superlocos, cuyo protagonista, Jilemón Metralla y Bomba, se convirtió en el antihéroe ideal por excelencia. Es un vividor, un cínico que logra generar un humor fresco, en donde alcanza un momento de clímax en la historieta mexicana que, al igual que el cine de entonces, entra en su mejor época.
Jilemón Metralla y Bomba forma parte de una historieta para iniciados pues pocos mexicanos la conocieron ya que, tras la aparición de La Familia Burrón, jamás volvió a imprimirse. En 1948, le apostaron a Vargas realizar una historieta en la que una mujer fuera la protagonista. Quien lo hizo, perdió, entre otras cosas, porque no conocía la obra de Vargas, que tenía historietas como Purita Vaca Las del doce, en donde las mujeres tienen un destacado papel. Así nació La Familia Burrón, una peculiar historieta compuesta por el matrimonio de un peluquero pobre, don Regino Burrón, y su esposa, la aristócrata venida a menos, Borola Tacuche, así como sus dos tlaconetes: el Tejocote, Regino chico, Macuca y Foforito Cantarranas, hijo adoptivo, a quien recibieron de manos de don Susano Cantarranas.
El apellido Burrón se debe a que Vargas pensaba que los personajes nunca lograban realizar lo que querían a pesar de no ser tontos; está batalle y batalle y nunca prospera, es un burro, es un burrón. Así, don Regino no es tonto, pero como siguió la misma cosa de su papá, peluquero y peluquero, es un burro, relató en una entrevista a la escritora Elena Poniatowska.
Cuando le preguntaron a Gabriel Vargas cuántos números aparecieron, dijo:
¡Uyyyy! Han de haber salido miles. Ya ni me acuerdo. ¿Se imagina en 40 años lo que hice? Durante 18 años trabajé una página diaria en El Sol de México: media página en el matutino y media en el vespertino. Después, en Excélsior, durante doce o trece años hice “Sopa de perico” y una bola de cosas que ya ni me acuerdo. Además, cientos de historietas pequeñas...
Tras el fin de la empresa que lo editaba, la Cadena García Valseca, Vargas decidió marchar por su propia ruta y fundó con su esposa, la reportera Guadalupe Appendini, su propio sello editorial GyG (de Guadalupe y Gabriel) El 15 de septiembre de 1978, apareció el ejemplar número 1 de la segunda época: Borola para diputado.
Los monigotes de Gabriel Vargas, como él los llamaba, se convirtieron en uno de los íconos culturales mexicanos; es una manifestación artística que permite infinidad de lecturas. Su trabajo se inscribe en la crítica social, en la observación de la vida cotidiana, en el retrato de un país; en la comedia humana que reproduce está inmersa la tragicomedia mexicana, la estética de lo cotidiano, la microhistoria de la vida de vecindad, bajo el infierno y el cielo de México-Tenochtitlán, y que en pleno siglo XX es dibujado en tinta china.
La ciudad que trazó, y que asumió como propia, es una urbe con su propio dialecto, con un lenguaje chilango, un poco furris, un poco elegante. Ese microcosmos, convertido en la más grande ciudad del mundo permitió a Vargas tener argumentos durante cerca de mil números y más de ciento veinte mil dibujos. En la serie participaron alrededor de sesenta personajes, donde destacan la familia protagonista, pero hay más: Ruperto Tacuche, Cristeta Tacuche, Boba Licona, Susano Cantarranas, La divina Chuy, Briagoberto Memelas, Juanón Teporochas, Avelino Pilongano, Gamucita Pericocha viuda de Pilongano, etc., sin contar los personajes incidentales, como: Leontino Pantoja, Dodó Cucuruché, Imeldo Cascajo, Onofre Cabañas, Melitón Chagoya, Betina Berrones.
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