martes, 17 de julio de 2018

El General en la Bombilla. Primer capítulo

Después de años de estar agotado, acabo de publicar en Amazon la edición impresa y la edición e-book de este libro publicado originalmente en 1993. Creo que tiene una enorme vigencia por el México que nació en 2018, donde todo va a cambiar... para seguir igual.
Este es el primer capítulo.

                                                       


                                                     Dulce ángel de mi guarda, no te podrás quejar, ya te subí muy alto.

La mirada del diputado Ricardo Topete es insistente y recelosa. Un hombre de complexión delgada y tez pálida, vestido con traje desgastado, estilo charleston, color café con tonos rojizos, se encuentra, desde hace varios minutos, junto al portal del comedor.
            Parece realizar algunos trazos en un bloc de dibujo, pero su obsesiva mirada hacia la mesa de honor inquieta al diputado Topete, que busca a uno de sus ayudantes para averiguar las intenciones de ese hombre.
                                                Ahora sí consumo mi propósito o me cogen y me encuentran con la pistola preparada y sé la suerte  que me espera y me matan como espero.

            José de León Toral hace a un lado los botones de su chaleco y descorre la palanca de la pistola, dejándola lista para disparar. Camina tranquilamente, con el cuaderno en la mano, corrigiendo los trazos. Cuenta, uno a uno, los trece pasos que separan el sitio en él que se encuentra de la mesa de honor que ocupa el general Alvaro Obregón. Lleva, además del bloc, un periódico bajo el brazo.
                                                                        Voy a morir ahorita, pero si no logro lo que busco, me perjudicarán.

  Sólo espera que sus nervios no lo traicionen.
  Se acerca al diputado Topete y le muestra sus dibujos: la caricatura de Alfonso Esparza Oteo, director de la orquesta, así como los otros apuntes: el de Obregón, Aarón Sáenz y Aurelio Manrique. El diputado asiente al mirar el dibujo del general, señalándolo como el mejor.

                                                                        Este es el último dibujo de mi vida, dentro de poco estaré muerto.

   El maestro Esparza Oteo, vestido de charro como el resto de la orquesta, levanta los brazos indicando a sus músicos el inicio de una animada canción: El limoncito, cuya letra dice: Al pasar por tu ventana me tiraste un limón; el limón me dio en la cara y el zumo en el corazón...
            Las manos de Toral tiemblan ligeramente, las tiene libres, tras dejar el periódico en la mesa y el bloc a los políticos, quienes no sospechan nada. Aarón Sáenz esboza una ligera sonrisa al examinar su caricatura y Toral siente, en ese momento, la mirada de su víctima.
            Son las dos de la tarde con veinte minutos. Los meseros, presurosos, sirven el plato fuerte: cabrito al horno.
                                                            Que uno de mis balazos le toque en el corazón y que ésta sea la señal de que se ha arrepentido.

            El general toma una servilleta, se limpia el bigote y los dedos. Espera los dibujos que habían pasado por las manos de Topete y Sáenz, éste se los entrega.
            Toral está a unos cuantos pasos. Cubre su saco ‑tras del cual esconde la pistola‑ con el bloc de dibujo sostenido por la mano derecha. Decide cruzar el pórtico de flores en forma de herradura.

                         Ayúdame Dios mío. Santo ángel de mi guarda, no me desampares. En un rato te veré en el cielo.   

            El general voltea amablemente hacía Toral, éste se acerca, caminando por un estrecho pasillo entre  el arreglo floral y las sillas. Mira con timidez al general que le responde con una sonrisa.
                                      Dios mío: te ofrezco mi alma y corazón para que eternamente reines en mi patria.

            Con ágil e insospechado movimiento, pasa su bloc de dibujo a la mano izquierda, al pasar por tu ventana me tiraste un limón, saca la pistola, el limón me dio en la cara, aprieta el gatillo, y el zumo en el corazón, y dispara directamente al rostro de Obregón.
            El general recibe el primer tiro en la cara. Los siguientes en el cuerpo. Tras la descarga, el asesino se lleva las manos a las sienes, apretándoselas, cierra los ojos... espera la muerte.
            Suenan varios balazos. Todos quedan paralizados por un instante, algunos confunden el sonido de las balas con las percusiones de la orquesta.
            Dios mío, Dios mío, bendíceme.
            Obregón resbala hacia adelante en su asiento, cuando está casi bajo la mesa, se inclina a la izquierda, en tanto que Aarón Sáenz intenta incorporarlo con dificultad.
            Los hombres cercanos a él miran caer el único general revolucionario invicto.
            La orquesta guarda silencio.


lunes, 16 de julio de 2018

Obregón y León Toral

Investigar la historia tiene sus gracias (y también, a veces, desgracias) Escribir de historia es una maravilla pues tiene mucho de literario y de magia. Mientras investigaba el asesinato de Álvaro Obregón, encontré un suceso del día 2 de julio, un día después del triunfo electoral del sonorense. Este es el fragmento de mi libro El general en la Bombilla.



El periódico El Universal, a ocho columnas enlazó -por primera vez los apellidos de los protagonistas de la tragedia de La Bombilla: Obregón y De León-, al día siguiente de efectuarse las elecciones presidenciales del 1o. de julio de 1928.
 La cabeza principal decía:
El General Obregón fue electo presidente de la República.
Más abajo, en la tercera y cuarta columna, se podía leer:
- El gran sorteo de El Universal: números premiados.
  El premio número uno, correspondió al cupón 10925, cuyo poseedor era el señor Aureliano de León. El premio consistía en un automóvil Graham-Paiga, procedente de la empresa De Luxe Motors, S.A., con valor de dos mil novecientos cincuenta pesos.

Mientras que en la primera sección, se anunciaba el triunfo del general, en otra se recogían las declaraciones del padre de José de León Toral quien, quince días después, habría de acribillar a Obregón.
  Esta es la nota del periódico:
"Un objeto útil, es lo que dice el afortunado poseedor del primer premio. A don Aureliano de León, que vive en la casa 212 de la 6a. calle de Sabino, le dio la buena nueva de haber obtenido el primer premio en el sorteo de regalos a los suscriptores de El Universal, un vecino suyo.
 "Yo no creí sacarme nada de esta rifa, nos dice el señor de León. hace más de diez años que me suscribí al periódico que usted representa y desde entonces sólo una corta temporada, que estuve alejado en la sierra, no dejo de recibirlo.
  "En una ocasión obtuve un premio de valor escaso, sin embargo, el día 13 decidí renovar mi suscripción. Es buena fecha, me dije, además era día de San Antonio. Llegué a la oficina de Madero, donde se exhibían los objetos y un caballero a quien dieron su cupón antes que a mí, dijo a uno de los empleados, dirigiéndose al coche que ya puedo considerar mío: "le ruego que no me toque ese coche porque me lo he de llevar". El empleado contestó, señalándome a mí: "Ya ve usted, el que se lo va a sacar no dice nada".
  El señor de León no dio importancia a aquello. Ahora lo recuerda y piensa que el empleado que lo atendió debe tener un don profético.
  La misma persona que me vino a dar la noticia, siguió diciéndonos, me iba a vender un automóvil. Estábamos en tratos formales, ahora me acaba de ofrecer por el Graham-Paiga, la cantidad de mil quinientos pesos y dos coches más.
  "Indudablemente, concluye la nota, que el premio obtenido por el señor de León le será de gran utilidad; tiene una familia numerosa y frecuentemente hace uso del automóvil para atender sus negocios: posee unos minerales en el distrito del Venado, perteneciente al estado de San Luis Potosí".
  El lunes 2 de julio de 1928, la dicha embargaba a las familias Obregón y de León. Habían obtenido sendos premios y, sin duda, eran felices.

domingo, 15 de julio de 2018

A noventa años del asesinato de Álvaro Obregón



En octubre de 1993 publiqué El general en la Bombilla. Editorial Planeta, Jaime Aljure era el director editorial y apostó a este libro, sobre todo tras el éxito editorial de Fidel. Una historia de poder.

El general en la Bombilla tuvo una buena respuesta de la crítica, muchas entrevistas y variadas críticas; tuvo tres ediciones y, años después, en 1998, una edición de bolsillo.

Este año se cumplen 80 años de ese magnicidio y en estos días trataré ese tema pues vivimos una situación interesante: la muerte de Obregón generó o fue una causa primaria del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR), abuelo del casi extinto PRI.

Nació bajo una situación parecida a la de MORENA, donde cabían todas las corrientes políticas, la derecha y la izquierda, los conservadores y los liberales, abrazando a todas con un sentido autoritario y teniendo como eje central a un caudillo que buscó estar por encima de todos: Plutarco Elías Calles.

Calles, fue un hombre poco sensible a la crítica (mandó desaparecer la caricatura, por ejemplo) con enorme carisma y un poder casi absoluto que, venturosamente, fue hecho a un lado por el General Lázaro Cárdenas.

Un fragmento:


El ll de julio de 1928, se anunciaban las siguientes obras, en los teatros de revista de la ciudad de México,
  El María Guerrero presentaba la obra del día: Viva la imposición, e informaba del próximo estreno, el día 14 de julio: A ver si se sienta.
  En el Teatro Ideal, llamado también "La casa de la risa", se representaba: ¿Quién te quiere a ti?: Graciosa obra de Luis de Vargas, interpretada por la simpática compañía de Manuel Tamez.
   Roberto El Panzón  Soto, reestrenaba la obra Mexican Vaciladas, en el Teatro Lírico, y para el día 18, en ese mismo foro, la prensa anunciaba El gallo muerto.

viernes, 13 de julio de 2018

Asesinato de La Malagueña

Otra historia de mi libro: Crímenes y horrores en la ciudad de México en el Siglo XIX (Ediciones B, 2017)





Drama en Tarasquillo. 
Asesinato de La Malagueña (1897)

Dos mujeres fueron protagonistas de un espantoso suceso. Una era llamada “La Chiquita”, aunque su nombre real era llama María Villa. La otra mujer, era conocida como "La Malagueña", cuyo nombre era Esperanza Gutiérrez.
     Estas mujeres formaron parte de un drama sucedido en pleno carnaval: “La Malagueña” fue asesinada por “La Chiquita” después de un baile de máscaras la mañana del 8 de marzo en la Plazuela de Tarasquillo.

           El escritor Federico Gamboa acudió al anfiteatro del hospital Juárez para ver en la plancha a la mujer  recién fallecida y dejó la siguiente descripción:
            Dos muertas veíanse en la sala de autopsias, o de "depósito", según nos explicó el "muertero" que nos escoltaba; en la otra plancha, con forzada postura reposaba la Malagueña, en desnudez absoluta sin tentaciones, desnudez de cadáver, los pies exangües, tirado a marfil viejo, las carnes exúberas manchadas de sangre; el rostro con horrible huella, abajo del ojo izquierdo, el rastro del balazo que le quitó de penas; los labios entreabiertos, con el rictus de los que se van de veras, y que lo mismo puede traducirse por sonrisa que por mueca, según lo que nos toque vislumbrar en las horas supremas.
        Tan emocionado como yo, Jesús se puso a dibujar un croquis a lápiz, de la muerta y mientras Jesús lo hacía, no aparte mis ojos de la Malagueña, mirando como las moscas, ¡oh!, pero centenares de moscas tercas y medio borrachas de sol poniente, de olores sospechosos y de sangres antiguas y resecadas, paseábanse y revoloteaban por el cuerpo desnudo e indefenso; mirando sus carnes, ayer nomás complacientes y sedeñas, y hoy rígidas, en descomposición palpable. Atraíame fatídicamente, la cicatriz de su ojo herido, cicatriz diminuta sobre la que caían, revueltos, los cabellos rubios de la soberbia cabellera deshecha y sucia...
    “La Chiquita” fue sentenciada a veinte años de prisión; pero sólo permaneció dieciséis años en la cárcel, debido a un indulto otorgado por Porfirio Díaz.
     Guillermo Mellado, en su libro Belén por dentro y por fuera, señala que "la permanencia de María Villa en la prisión se significó por sus marcadas muestras de trabajo... Durante ese tiempo se dio a la tarea de enseñar a leer, escribir y trabajos manuales a todas aquellas mujeres que nada sabían de esto. Bien pronto tuvo un colegio allí mismo".
            Al enterarse de ello, el gobernador de la ciudad, Guillermo de Landa y Escandón, fue a visitar la escuela y quedó maravillado. Felicitó a María y le ofreció enviarle varias máquinas de coser y, asimismo, hablar con el presidente para que le indultara los cuatro años que le faltaban para salir.
    Landa cumplió el ofrecimiento enviando seis máquinas y algunas telas; además, fue indultada María Villa.


* Nervo, Amado, "Musa fúnebre", Cuentos y crónicas, México, UNAM, 1971 (Biblioteca del estudiante universitario, 95)

martes, 10 de julio de 2018

La momia de Fray Servando


Al mirar la espléndida vista estereoscópica que presentó Don Juan Jesús Cadena, recordé la historia que aparece en mi libro de Crímenes y horrores en el México del siglo XIX.
Justamente al ocurrir esta demolición, aparecieron las momias de las cuales me refiero en esta historia











Don Juan Jesús, le ofrezco esto: Santo Domingo, vista estereoscópica de Julio Michaud, en 1859, que muestra el edificio completo todavía, con su barda atrial, la fachade el convento en la parte que toca al portal de acceso y la biblioteca en la parte superior y la cúpula de la Capilla del Rosario, todo esto demolido dos años después



La momia de Fray Servando

Esta historia comienza el día 3 de diciembre de 1827, entre las cinco y las seis de la tarde, cuando falleció Fray Servando Teresa de Mier, víctima de su agitada vida y de sus múltiples enfermedades, a la edad de sesenta y cuatro años.
            Al día siguiente, la gente se agolpaba en las calles por donde debía pasar el cortejo fúnebre.
            Los principales de la ciudad cedieron sus carruajes y asistieron a los funerales. Se cuenta que habían acudido más personas que en día de Corpus.
            La muchedumbre cubría la distancia que separa el Zócalo de la plaza de Santo Domingo, en cuya iglesia habrían de llevarse a cabo las exequias del viejo revolucionario.
            Los curiosos se juntaban en los balcones y las azoteas. La procesión, conducida por el vicepresidente Nicolás Bravo, salió de Palacio Nacional, siguió frente a Catedral y tomó la calle del Empedradillo hasta desembocar a la Plaza de Santo Domingo.

            Una vez en ella, y luego de pasar frente al edificio que en otro tiempo había sido ocupado por la Inquisición, la concurrencia se detuvo en el atrio del Convento. El pueblo se arremolinaba de tal manera que impedía el paso de los carruajes.
            En la Capilla de los Sepulcros, se verificó el ritual del corpore insepulto. Las notas del órgano acompañaban los murmullos de las rogaciones y novenarios.
            El cadáver fue sepultado en uno de los nichos del osario, que se encuentra detrás del ábside del templo mayor.
            Ahí, en la oscuridad polvosa de aquel sepulcro, se pensó que descansaría por siempre y para siempre, el cuerpo del padre Mier. Pero el futuro depararía extraños sobresaltos a sus restos.

Una tumba sin sosiego
Quince años después de la muerte de fray Servando, el 13 de mayo de 1842, durante la dictadura de Santa-Anna, la Capilla de los Sepulcros de Santo Domingo debió volver a abrirse para dar cabida a un nuevo difunto, el maestro Tomás Ahumada, natural de Málaga.
            Como los nichos sepulcrales eran pocos y demasiados los dominicos ilustres que morían, la tumba donde se hallaba fray Servando también fue descubierta y sus restos fueron depositados en el hueco que se abría entre los sepulcros y el ábside del templo mayor.
            En aquel rincón que había sido aprovechado como osario, se encontraba, también, la momia del poeta fray Mariano Soto, quien durante la Guerra de Independencia sostuvo arduas polémicas con don José Joaquín Fernández de Lizardi, llamado "El Pensador Mexicano".
            Meses más tarde, la momia del doctor Francisco Rojas, llamado por sus contemporáneos "El Demóstenes Mexicano", fue removido y colocado en hilera a la derecha de fray Servando.
            En 1843 fue depositada a su izquierda la momia del doctor Luis Carrasco, quien fuera capellán de cámara de Agustín de Iturbide y quien murió a causa del cólera, debido a la epidemia de 1833.
            Quienes presenciaron la exhumación de los cadáveres, afirmaron que parecían figuras talladas en madera. Las noticias de aquellos monjes disecados hizo que comenzaran a circular extrañas leyendas sobre santos varones y beatas de figura incorruptible.
            José María Marroqui escribió acerca de otro personaje: "la señora doña Rita Cervantes fue sepultada en el muro de una de las capillas de la Santa Escuela del Espíritu Santo. Pasados muchos años, cuando hubo necesidad de aquel sepulcro para colocar en él a otro difunto, se encontró el cadáver de la señora en tan perfecto estado que, con algo de hipérbole, parecía acabada de enterrar; con la circunstancia de que siendo albina, su cabellera, sus cejas y pestañas semejaban hilos de plata. Como doña Rita era virtuosa, la gente tomó la conservación de su cadáver como signo de predestinación mística. Su marido, que era discreto, sin prestar oídos a semejantes voces, se limitó a suplicar a los hermanos de la Santa Escuela que regresaran los restos a su sepultura, y que nunca más la abrieran, lo que se ejecutó.
            Vendido el edificio a particulares, jamás se dijo que se hubiera encontrado la momia de doña Rita, tal vez porque al estar en un muro no hubo necesidad de tocarla. Si algún día, al abrir una puerta o por otro motivo fuese encontrada, los que vivan sabrán lo que de ella se invente..."
            En la Capilla de los Sepulcros de Santo Domingo ocurrieron varios casos semejantes: al abrir una tumba para dar lugar a un nuevo difunto, se descubrieron diversas momias que no pudieron ser conservadas en sus nichos y también fueron depositadas en el espacio ubicado entre los sepulcros y el altar mayor.
            Con el paso de los años, llegaron a sumar trece las momias formadas en aquel lugar.
            Se dieron casos particulares, como el caso del predicador general fray Mariano Hidalgo, que al ser exhumado en 1847, su familia obtuvo un permiso especial de las autoridades del convento para vestirlo con nuevas ropas y colocarlo en un cajón cubierto, cuando se enteraron de que dicho cadáver estaba perfectamente conservado.
La Calle de los Sepulcros
Enclaustrados los curas y expropiados los bienes de la iglesia por el régimen juarista, en febrero de 1861, la capilla de los Sepulcros del suprimido convento de Santo Domingo debió ser derribada debido a la apertura de una nueva calle.
            Durante las labores de demolición se descubrió un grupo de trece momias en perfecto estado de conservación, las cuales, al hallarse en el osario fuera de los nichos y en diversas posturas, dieron lugar a innumerables leyendas sobre víctimas de la Inquisición emparedadas vivas en los muros de los conventos.
            Un tal Antonio Carreón fue el encargado de poner las trece momias en exhibición.
            La gente, con curiosidad y morbo, comenzó a acudir en masa a Santo Domingo, a un lado de la iglesia (sobre lo que era la tercera calle de Santo Domingo) para ver, detrás de unas rejas, las momias que se mostraban al público.
            A partir de ese momento, la avenida por donde se entraba a ver a los frailes disecados comenzó a ser llamada calle de los Sepulcros.
            Una de aquellas momias era la de fray Servando Teresa de Mier, cuyo cuerpo ya había sido olvidado y cuyo reposo eterno era perturbado una vez más.
            Para acallar los macabros comentarios que circulaban en torno de las momias, el doctor Orellana, miembro del cuerpo médico militar, se encargó de examinarlas e identificarlas.
            El médico militar aprobó que los cadáveres de los dominicos fueran sacados de sus nichos y colocados en el osario para dejar espacios a nuevos entierros.
            Tiempo después, el mismo Orellana publicó un folleto ilustrado con litografías de las momias y algunas notas biográficas sobre cada uno de los personajes, así como algunas explicaciones de carácter científico. A continuación, se transcriben algunas de sus observaciones:
            Momia en castellano, Mumia en latín, Moumya en árabe, es un término compuesto por dos palabras coptas que significan muerto y sal, en otras palabras, "muerto preparado con sal". Hay quienes, sin embargo, derivan esta palabra de mum, cera en persa, ya que tanto babilonios como asirios usaban esta sustancia para preservar sus cadáveres de la corrupción. P. Pomet afirma en su Histoire des drogues que las momias eran llamadas gabbaras por los egipcios y que la palabra momia provenía de cinnamomo, cardomomo o amomo, plantas en las que eran envueltas las gabbaras egipcias. En la actualidad se emplea dicha palabra en una acepción más extensa. Con ella se designa toda especie de cadáveres artificial o naturalmente conservados.
                        Las momias que han estado a la vista del público en el convento de Santo Domingo pueden ser consideradas como momias naturales, pues la privación del contacto con el aire, la sequedad y la cal en que se hallaron cuando fueron descubiertas, han parecido circunstancias favorables para su preservación.
                        En lo que se refiere a los fragmentos que todas las momias conservan de sus vestiduras, sólo diremos que se distinguen algunos jirones de ropa de lana. La ropa de algodón y lino ha resistido algo más, pues se distinguen perfectamente las piezas interiores de todas ellas, así como están enteros los zapatos, cintos de cordobán y las ligaduras que se ponen a los difuntos.
Las momias de Santo Domingo
            Las momias permanecieron en exhibición, resguardadas por centinelas durante algunos meses de aquel año de 1861, hasta que la curiosidad de la gente se apaciguó y la visión de aquellos cadáveres patéticos y desfigurados pasó a convertirse en una diversión menor.
            Pasado algún tiempo, se convirtieron en un estorbo para el gobierno mexicano. Finalmente, una de ellas fue cedida a la Escuela de Medicina, que se encontraba en el edificio que años atrás ocupó la Inquisición.
            Hasta ese momento los cuerpos resecos de los frailes ilustres no se habían movido más de unos cuantos metros del lugar donde originalmente habían sido sepultados.
            Según consta en un documento expedido por encargo del Ministro de Justicia, don Ramón I. Alcaraz, el 25 de junio de 1861, cuatro de las momias fueron cedidas a don Bernabé de la Barra "para exhibirlas en América y Europa".
            Al parecer, este señor, en compañía de un empresario italiano, embarcaron las cuatro momias con destino a Santiago de Chile o a Buenos Aires, Argentina.
            "Una de esas momias era la de nuestro doctor Mier", así lo afirmó Manuel Payno en 1865, cuando sacó del olvido algunos de los textos de fray Servando, entre ellos las dos piezas que hoy conforman su autobiografía.
            Payno, quien había visto personalmente las momias en exhibición, aseguraba que la momia de fray Servando era la mejor conservada.
Carta desde Bruselas
El 3 de octubre de 1882 apareció la siguiente carta en el periódico El Monitor Republicano:
            En estos días, con motivo de las fiestas populares conmemorativas de la independencia del pueblo belga, ha habido una kermesse o feria flamenca en la parte de la ciudad cercana a la estación del ferrocarril que lleva a París. Multitud de jacalones, en que los artistas de la legua exhiben todo género de rarezas, forman una larga fila que ocupa el Boulevard au Midi.
                        En uno de esos jacalones, designado con el pomposo nombre de Gran Panóptico de la Inquisición, he visto cuatro de las momias encontradas en una pared al hacer la demolición de una parte del convento de Santo Domingo en la ciudad de México, en febrero de 1861.
                        Se sabe que esas momias fueron donadas para ser exhibidas en América y Europa y que una de ellas puede ser la de fray Servando, ya que éste fue sepultado en Santo Domingo. Los cadáveres se encuentran en muy buen estado. Uno de ellos conserva los zapatos y todos tienen las ropas con que los sepultaron.
                        El doctor José Thunus, que los exhibe, ha formado un catálogo de los objetos del Panóptico, en el cual señala así a las momias:
                        Pieza número 88: Momia natural de una persona que sufrió el tormento del fuego.
                        Pieza número 89: Momia natural de una persona que sufrió el tormento del agua.
                        Pieza número 40: Momia natural de una persona que sufrió el tormento de la rueda.
                        Pieza número 41: Momia natural de una persona que sufrió el tormento de la pera de la angustia, instrumento que le torció los nervios de la cara por cuya causa ya no podía cerrar las boca.
                        Estas momias son únicas en Europa: fueron descubiertas en 1861 en el convento de Santo Domingo en la capital de México.
            Los restos de fray Servando Teresa de Mier, un luchador incansable por la independencia de México se perdieron en algún lugar del mundo y nunca jamás se supo dónde quedaron.
            "Sólo Dios sabe -afirma Artemio del Valle Arizpe en su biografía de fray Servando-, en qué vitrina de museo aguardará la resurrección de la carne".


     * Basado en "Folletín. Memorias de ultratumba", Guía de forasteros, Vol. IV, Núm. 8 (56), 9 (57), 10 (58) y 11 (59)

sábado, 7 de julio de 2018

Caricaturista y su esposa arrollados por un tren* (1868)


En 1868, hace 150 años falleció uno de los grandes caricaturistas  de nuestro país: Constantino Escalante, a causa de un accidente ferroviario.
Esta historia aparece en mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX.






Caricaturista y su esposa arrollados por un tren* (1868)

El 29 de octubre del presente, el caricaturista Constantino Escalante, alma del periódico La Orquesta, y su señora esposa, doña Carmen, sufrieron un terrible accidente en la estación de ferrocarril del pueblo de Tlalpan.
            El artista se disponía a volver de San Angel a México luego de un feliz convite con sus amigos; su esposa lo acompañó hasta San Angel pero no asistió a la fiesta, pues se quedó en casa de unos familiares y lo esperaría en la tarde, en la estación, para regresar juntos.

           La tragedia comenzó cuando el tren se puso en marcha y doña Carmen avanzó al estribo de un vagón, estrellándose contra uno de los postes que sostienen el techo de la estación; cuando estaba a punto de caer bajo las ruedas, Escalante se arrojó a salvarla y cayó sobre el riel.
            Gracias a las exclamaciones de la multitud, el conductor detuvo la máquina con gran destreza, pero cuando logró frenar, ya era tarde. La señora Carmen tenía roto el pecho y Escalante se había fracturado un pie. De inmediato, sus amigos se lanzaron a auxiliarlos.
            “¡Aquello fue un vértigo, aquello pasó como espantosa pesadilla!”, exclamó, más tarde, su amigo, el escritor Hilarión Frías y Soto.
            Los heridos fueron trasladados de inmediato a un sitio seguro mientras el general Vicente Riva Palacio se lanzó a toda velocidad a la ciudad de México para conseguir un grupo de médicos que atendieran a los lesionados.
            A Escalante debieron amputarle la pierna esa misma tarde. Uno de los mejores cirujanos del país, el doctor Clemente, director del hospital de Belem y especialista en autoplastias hizo un gran esfuerzo por salvar la vida de Escalante, pero fracasó en su intento, pues el caricaturista fue atacado por la gangrena en un muñón y falleció pronto, creyendo que en realidad había salvado a su esposa. Cuando sentía que iba a morir, comentó:
             “¡Perder la vida cuando iba a la mitad de ella!... Sólo un consuelo tengo, haber salvado a mi esposa”
            Sin embargo no fue así, pues su cónyuge falleció cuarenta y ocho horas después.
            El entierro de Escalante ocurrió en el panteón de San Fernando, hasta donde lo acompañaron decenas de amigos, sus compañeros de las lides periodísticas, políticos, artistas y toda clase de personas; su esposa fue enterrada a su lado, apenas dos días después.
            En el periódico El Siglo Diez y Nueve, del 31 de octubre, se leía:
            Ayer los restos del malogrado artista fueron conducidos al panteón de San Fernando, acompañados de numerosa concurrencia en que estaban representadas todas las clases sociales.
                        La oración fúnebre fue pronunciada por el Señor don Juan de Dios Arias. El día fue triste para toda la ciudad, y todos han sentido la pérdida irreparable que acaba de sufrir el país.
                        Hoy a las cuatro de la mañana ha fallecido la señora Escalante. Sus funerales tendrán lugar esta tarde y sus restos serán conducidos al mismo sitio en que reposan los de su esposo.
            El caricaturista, cuyo nombre completo era Napoleón Constantino Ignacio Escalante y Riego, había nacido el 5 de abril de 1836. Su fama se había cimentado a partir de la publicación del periódico La Orquesta y era considerado como el artista "más popular y con más chique". Además, había participado en por lo menos dos de las publicaciones efímeras de la época: El Sombrero y El Impolítico.
  
          Cuando el gobierno de Benito Juárez abandonó la capital del país, debido al arribo de Maximiliano, Escalante se marchó a la población de Real del Monte, a ejercer su oficio de pintor.
            En 1863 fue arrestado por el gobierno Imperial acusado de hablar en contra de la intervención extranjera, trayéndolo en una jaula, como si fuera un animal, en calidad de prisionero a la ciudad de México, el 18 de agosto de ese año. Su encarcelamiento motivó una gran polémica que ayudó a que muy pronto quedara libre.
            Cinco años después, a los treinta y dos años de edad, fallecía. Con su muerte, la caricatura mexicana había perdido a uno de sus más destacados protagonistas.
            El redactor en jefe de El Globo, Manuel M. de Zamacona, señaló: "Constantino Escalante ha muerto, pero esas chispeantes caricaturas que han ilustrado La Orquesta harán inmortal su nombre entre todos los mexicanos amantes del arte".




Basado en los textos: Rublúo, Luis, "Constantino Escalante: caricaturista de La Orquesta", Boletín Bibliográfico de Hacienda, 1 de marzo de 1966; Muñoz, Daniel, "El caricaturista Constantino Escalante", El Universal, 22 de diciembre de 1954; Cortés Juárez, Erasto, "Constantino Escalante, gran litógrafo mexicano", El Nacional, 1o. de noviembre de 1953; Acevedo, Esther, Una historia en quinientas caricaturas, México INAH, 1995.


martes, 3 de julio de 2018

El cartón del mes. El pueblo es libre para elegir

Va el cartón que aparece este mes de agosto en la revista Relatos e historias de México. Se llama Los tres círculos. El pueblo es libre para elegir. 
Realizado por Santiago Hernández, un caricaturista liberal, juarista y militante, que no agacha la cerviz para criticar al propio Juárez, como sucede hoy con muchos caricaturistas militantes, incapaces de criticar a su partido.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...