Monet: mis regalos del 2025
En medio de un mundo hostil, que mi país lo refleja de
manera excepcional, también tiene muchas cosas hermosas.
He visitado, por lo menos, media docena de veces París y jamás me había enterado de una de sus maravillas: Monet en el Museo Marmota, un edificio fuera de la isla y del circulo
donde se mueve todo en la Ciudad Luz, los distritos 5 y 6, o alejado de zonas como la Torre Eiffel o los Champs Elisee.
Mirar a Monet sin los
pesados turistas que sólo van a tomar fotos, sin mirar nada, sin apreciar las
maravillas que puede realizar seres humanos extraordinarios como Monet, fue una
experiencia única.
Pero antes de entrar a Monet,
debo decir que el Museo Marmota tiene una pésima museografía, un desorden donde
mezcla todo lo que un coleccionista reunió y quiere presumir, a pesar de muchas
maravillas que alberga en medio de ese caos, como las obras de Renoair, Manet y
Gauguin.
La circulación es tan mala,
y los informantes del Museo tan poco gentiles, que por poco y nos íbamos sin
visitar la parte de Monet. Fue gracias a que me asomé a la librería para ver
una escalera con una flecha perdida que decía Monet, como lo descubrí.
¡Y bueno!
Un regalo de la vida es
tener Impresión, sol naciente, para mi solito, como si estuviera en mi casa y
pudiera verlo hora y horas. Recuerdo una anécdota que contaba Eduardo Galeano del
niño que visita el mar por ver primero y le pide a su padre que le ayude a ver)
Debo volver algún día a
mirar a Monet.
Y por si fuera poco ese
regalo, unos días después vi, en la Cineteca, una película que cuenta una historia
que enlaza Impresión, con la Terminal de San Lázaro: Los colores del tiempo que dan vida a muchos de esos momentos
parisinos, de esta historia interminable que muestra que el mundo puede ser hermosoy que uno tiene la suerte de vivir, para contarlo.



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