lunes, 20 de julio de 2020

XV años del CCH

En unos meses más, en febrero de 2021, el Colegio de Ciencias y Humanidades cumplirá cincuenta años de su fundación.
Soy un feliz egresado de esa institución, más dichoso aún pues su fundador, Pablo González Casanova, me otorgó un diploma como egresado distinguido, al cumplirse veinte años de la fundación del CCH y ese es uno de mis grandes orgullos, sobre todo porque, en ese año, habían estado en sus aulas más de trescientos mil alumnos.
Encontré un texto sobre el baile de XV años del CCH, en 1986, y que publiqué en la revista Fin de siglo, que editaba la Universidad Autónoma de Sinaloa.


XV años del CCH

Han pasado 15 años; 12 desde que salieron del Colegio de Ciencias y Humanidades y se vuelven a ver. Ya hay arruguitas, panza, llantas; todos son treintañeros; se casaron, divorciaron, o en eso andan (en ambos casos). Llegaron en 1971, eran como 15 mil alumnos que no sabían nada acerca del CCH. El doctor González Casanova, entonces rector de la UNAM, daba la bienvenida a los nuevos universitarios diciendo: "Es la misma universidad que se renueva", no recuerdo si esto es textual. "Aprender a aprender" era el lema del Colegio. Llegamos, los estudiantes de entonces, a tres planteles, el de Vallejo (que nunca ha estado en Vallejo) Naucalpan, en el Estado de México y Azcapotzalco, allá por Parque Vía.
           Éramos adolescentes que habíamos vivido el 68 como niños, en la primaria o secundaria. Nuestros hermanos mayores y toda la generación que nos antecedió, había sido golpeada y masacrada por el autoritarismo priísta de Díaz Ordaz. Hoy se vuelven a juntar en un gran baile de XV años en el salón Los Ángeles.
Nosotros, los de entonces
Llegamos a nuestras escuelas, separadas unas de otra y en barrios marginales de la ciudad: Vallejo, Naucalpan, Azcapotzalco, Sur y Oriente; teníamos como maestros a jóvenes recién egresados de la facultad que habían sufrido en carne propia la represión. Todos en el acelere; los de historia empezaron a plantear una nueva visión basada en los manuales del marxismo que estuvieran más cerca de su rojo corazón.
     Unos meses después de la inauguración del Colegio, el 10 de junio, los ceceacheros marchaban al lado de otros grupos estudiantiles; muchos ya nunca regresaron, pues los inexistentes halcones les dieron en la madre; otros muchos decidimos que estábamos politizados y organizamos grupos que reivindicaban el cambio social. 
       Entonces éramos maoístas, trotskistas, comunistas, guevaristas, leninistas, foquistas y otros istas; la derecha se espantaba. El radicalismo del CCH llegó a alturas insospechadas cuando los porros fueron expulsados de ahí, junto con los directores que los solapaban y así, en 1973, varios de los planteles permanecieron algunas semanas sin autoridades. 
       El autogobierno democrático era como un sueño posible; los maestros subversivos y radicales llamaban a dar la lucha (algunos de ellos, ocupan hoy posiciones importantes de poder en varias secretarías de Estado). 
        Habrá que hacer el análisis en serio de todo esto; lo que ahora escribo son sólo notas dispersas y discutibles incluso para mí. Eran los días en que a todo mundo le daba pena ser priísta. Hoy eso ha cambiado, y no sólo eso, hoy existen maestros fascistas que andan por el CCH llamando a una cruzada en contra de judíos y comunistas. 
       Los que éramos alumnos hoy somos adultos integrados a la sociedad en crisis. "Si el socialismo no viene a nosotros, nosotros no vamos al socialismo", como diría un personaje del escritor Gerardo de la Torre.
       La esperanza de una nueva sociedad se acabó, ya ni esperanza por una sociedad democrática. Los morrales, barbas y huipiles, la canción protesta y el rock, ya nada de eso se ve por los pasillos del CCH, ni el materialismo histórico es algo que hay que saber para acreditar materias. Ya esto no es necesario, como en aquellos años, para poder transformar el mundo.
El Baile XV años
Tardamos más de un mes en organizar el baile; nos enfrentamos a miles de problemas: conseguir dinero para alquilar el salón, llamar a nuestros amigos para que con un pago simbólico fueran a tocar, enfrentamos a la burocracia para conseguir permisos. El día del baile únicamente nos acompañaron unas 300 almas y nunca como ese día, el concepto alma tuvo esa connotación. Aquella generación anda ahora corno alma en pena, desencantados por la vida y simulando alegría. Tratando de salvar la crisis.
        Aquella sociedad que querían se les fue de las manos y hoy no queda más que integrarse a la odiosa sociedad capitalista. Los alumnos, ese mismo día, hicieron también sus bailes, sólo que en salones decentes, seguramente después de haber oído misa, vistiendo sus trajes comprados o alquilados, portando orgullosos sus anillos de graduación y esperando ansiosos su entrada a las facultades para pronto titularse y ganar mucho dinero.
A lo mejor los otros quince
Dentro de 15 años habremos arribado al siglo XXI y como la Espergencia de Chava Flores, festejaremos bien; falta saber si este mundo llega para entonces o si la UNAM no se desembaraza del CCH. 
      Tiempos habrán de venir que desconocemos, como en aquellos años no sabíamos cómo terminaríamos, la crisis tan gruesa que vive nuestro país y la cada vez más lejana nueva sociedad. 
      Para entonces, ya cuarentones, habremos de empezar a vivir.


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