Soy un feliz egresado de esa institución, más dichoso aún pues su fundador, Pablo González Casanova, me otorgó un diploma como egresado distinguido, al cumplirse veinte años de la fundación del CCH y ese es uno de mis grandes orgullos, sobre todo porque, en ese año, habían estado en sus aulas más de trescientos mil alumnos.
Encontré un texto sobre el baile de XV años del CCH, en 1986, y que publiqué en la revista Fin de siglo, que editaba la Universidad Autónoma de Sinaloa.
XV años del CCH
Han pasado 15 años; 12 desde que salieron del Colegio de
Ciencias y Humanidades y se vuelven a ver. Ya hay arruguitas, panza, llantas;
todos son treintañeros; se casaron, divorciaron, o en eso andan (en ambos
casos). Llegaron en 1971, eran como 15 mil alumnos que no sabían nada acerca
del CCH. El doctor González Casanova, entonces rector de la UNAM, daba la
bienvenida a los nuevos universitarios diciendo: "Es la misma universidad
que se renueva", no recuerdo si esto es textual. "Aprender a aprender"
era el lema del Colegio. Llegamos, los estudiantes de entonces, a tres
planteles, el de Vallejo (que nunca ha estado en Vallejo) Naucalpan, en el
Estado de México y Azcapotzalco, allá por Parque Vía.
Éramos adolescentes que
habíamos vivido el 68 como niños, en la primaria o secundaria. Nuestros
hermanos mayores y toda la generación que nos antecedió, había sido golpeada y
masacrada por el autoritarismo priísta de Díaz Ordaz. Hoy se vuelven a juntar
en un gran baile de XV años en el salón Los Ángeles.
Nosotros, los de entonces
Llegamos a nuestras escuelas, separadas unas de otra y en
barrios marginales de la ciudad: Vallejo, Naucalpan, Azcapotzalco, Sur y
Oriente; teníamos como maestros a jóvenes recién egresados de la facultad que
habían sufrido en carne propia la represión. Todos en el acelere; los de
historia empezaron a plantear una nueva visión basada en los manuales del
marxismo que estuvieran más cerca de su rojo corazón.
Unos meses después de la
inauguración del Colegio, el 10 de junio, los ceceacheros marchaban al lado de
otros grupos estudiantiles; muchos ya nunca regresaron, pues los inexistentes
halcones les dieron en la madre; otros muchos decidimos que estábamos
politizados y organizamos grupos que reivindicaban el cambio social.
Entonces éramos
maoístas, trotskistas, comunistas, guevaristas, leninistas, foquistas y otros
istas; la derecha se espantaba. El radicalismo del CCH llegó a alturas
insospechadas cuando los porros fueron expulsados de ahí, junto con los
directores que los solapaban y así, en 1973, varios de los planteles
permanecieron algunas semanas sin autoridades.
El autogobierno democrático era
como un sueño posible; los maestros subversivos y radicales llamaban a dar la
lucha (algunos de ellos, ocupan hoy posiciones importantes de poder en varias
secretarías de Estado).
Habrá que hacer el análisis en serio de todo esto; lo
que ahora escribo son sólo notas dispersas y discutibles incluso para mí. Eran
los días en que a todo mundo le daba pena ser priísta. Hoy eso ha cambiado, y
no sólo eso, hoy existen maestros fascistas que andan por el CCH llamando a una
cruzada en contra de judíos y comunistas.
Los que éramos alumnos hoy somos
adultos integrados a la sociedad en crisis. "Si el socialismo no viene a
nosotros, nosotros no vamos al socialismo", como diría un personaje del
escritor Gerardo de la Torre.
La esperanza de una nueva sociedad se acabó, ya
ni esperanza por una sociedad democrática. Los morrales, barbas y huipiles, la
canción protesta y el rock, ya nada de eso se ve por los pasillos del CCH, ni
el materialismo histórico es algo que hay que saber para acreditar materias. Ya
esto no es necesario, como en aquellos años, para poder transformar el mundo.
El Baile XV años
Tardamos más de un mes en organizar el baile; nos
enfrentamos a miles de problemas: conseguir dinero para alquilar el salón,
llamar a nuestros amigos para que con un pago simbólico fueran a tocar,
enfrentamos a la burocracia para conseguir permisos. El día del baile
únicamente nos acompañaron unas 300 almas y nunca como ese día, el concepto
alma tuvo esa connotación. Aquella generación anda ahora corno alma en pena,
desencantados por la vida y simulando alegría. Tratando de salvar la crisis.
Aquella sociedad que querían se les fue de las manos y hoy no queda más que
integrarse a la odiosa sociedad capitalista. Los alumnos, ese mismo día,
hicieron también sus bailes, sólo que en salones decentes, seguramente después
de haber oído misa, vistiendo sus trajes comprados o alquilados, portando
orgullosos sus anillos de graduación y esperando ansiosos su entrada a las
facultades para pronto titularse y ganar mucho dinero.
A lo mejor los otros quince
Dentro de 15 años habremos arribado al siglo XXI y como la
Espergencia de Chava Flores, festejaremos bien; falta saber si este mundo llega
para entonces o si la UNAM no se desembaraza del CCH.
Tiempos habrán de venir
que desconocemos, como en aquellos años no sabíamos cómo terminaríamos, la
crisis tan gruesa que vive nuestro país y la cada vez más lejana nueva
sociedad.
Para entonces, ya cuarentones, habremos de empezar a vivir.
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