López Obrador se parece a la
Coca-Cola: ha endulzado la vida de millones de mexicanos y ha generado una
sensación efímera de bienestar y gracias a ello, hoy, es un pueblo obeso,
lleno de achaques, sin ninguna opción más que aplaudir y mirar como su vida se
va extinguiendo ante la mentira que ha sido el llamarse la chispa de la vida o,
en el caso de AMLO, cuarta transformación.
Durante más de un década, anduvo recorriendo
pueblos y ciudades, por encimita, por donde lo han querido llevar los caciques
locales, y con una prensa a la que sataniza y maldice si no le aplaude, pero
que no dejó estos años de seguirlo y de propagar sus arengas y mentiras.
Hoy, a 18 meses de haber tomado
posesión como presidente legal (como presidente fantasioso lo había hecho hace
doce años), ha mostrado que nos vendió espejitos, cuentas de vidrio y nos la
tragamos toda a cambio de nada.
La crisis que vivimos, antes del COVID,
se muestra en el nulo crecimiento económico, después de que durante años siempre
hubo crecimiento; el mayor desempleo, el desmantelamiento de la seguridad
social, de la cultura, de la ciencia, de la educación, etc., etc.
El COVID vino a dar el
último empujón a un gobierno sin pies ni cabeza (aunque con las suficientes
manos para desvalijar al país)
La promesa de cero corrupción ha
sido una mentira del tamaño de la estela de luz (en que participaron varios
personajes cercanos a AMLO, por cierto). Ana Gabriela Guevara, acusada por la
propia secretaría de la función pública (SFP) y que no ha recibido ningún
comentario del presidente; o el condominio en Texas de la secretaria de
gobernación, las casas de Bartlet o de Ackerman, la corrupción del exdelegado
de Jalisco que debió renunciar ante las denuncias y así, una larga lista que la
prensa ha denunciado sin éxito alguno.
Lo paradójico de todo esto, es la
devoción enfermiza de sus seguidores que no sólo no le ven defecto alguno, sino
que lo que antaño estaba mal, hoy se le aplauden como si fuera la maravilla
única; o los errores que en otro momento se satanizaban (la inolvidable
corrección de la niña que dijo leer, no ler, al secretario de educación,
mientras que el dijistes y muchas
otras barbaridades de AMLO son pequeñeces y aplausos y maromas)
Lo mismo sucede con asesinatos,
complicidades, errores burdos, machismo, insultos y demás atrocidades de este
gobierno que, también, se le aplauden.
Es lamentable el papel de muchos
caricaturistas, por ejemplo, que no lo tocan ni con el pétalo de una broza y las amenazas e insultos a la
prensa de parte de AMLO que nos regresan peligrosamente a tiempos superados.
Resulta inusitado pensar que ni Fox tuvo el descaro de defenderse de la crítica
cuando su esposa fue imitada semana a semana, por cadena nacional, en televisa,
dentro del programa El privilegio de
mandar. Hoy sería impensable ver a la esposa del presidente en un programa
así.
Y es entonces cuando pienso que la
nostalgia por el partido único, por el viejo, anacrónico y conservador, el peor
de los PRI, está presente en el gen
nacional y está más vivo que nunca.
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