Apenas abrí la segunda página del libro Santa Anna. El dictador resplandeciente, de Rafael F. Muñoz, y quedé impactado por un párrafo que escribió, en la presentación, el maestro Felipe Garrido:
Ha luchado denodadamente por el poder, mas una vez que se encumbra parece hastiado y encuentra siempre la forma de retirarse, aunque sólo para volver sobre sus pasos en la primera oportunidad. Ha cambiado de partido y de bandera cada vez que lo ha creído necesario, pero siempre ha sabido justificar su actitud incluso ante la opinión de sus enemigos. Es capaz de organizar un ejército de la noche a la mañana, pero no de ganar una batalla donde todas las circunstancias le son favorables. Muchos lo culpan de la derrota nacional en la campaña Tejas, pero muchos más están dispuestos a dar la vida por él. Algún contemporáneo suyo lo ha descrito como "detestable pero imprescindible".
Sin duda, el pueblo mexicano suele adorar a los caciques arbitrarios.
Este retrato, de un goberante autoritario, egocéntrico y de una enfermiza necedad de poder, parece haber sido escrito en estos días trágicos, como los del siglo XIX.
Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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