Hace unas semanas hablaba del ejército de
pobres que aparece todos los días por la ciudad y el país entero; su uniforme
es la miseria y su futuro, a pesar de los discursos triunfalistas y duros de
pelar y creer, está por verse, como diría alguno de los cantantes invidentes
que andan por el Metro.
No es que uno sea
vidente, más bien, es tan evidente para quienes estamos atentos al cielo
urbano; así, uno puede darse cuenta de cómo anda la cosa. Digo esto pues acaba
de descubrirse un enorme fraude con unas bolitas de PH de las que hablaba en
aquella crónica y que ahora se encuentra que la mejor definición de PH es,
obvio, la pura histeria de lo que se transaron.
Vaya usted a saber
cuántos cientos de incautos clasemedieros cayeron en el complejo fraude. Resulta
que los sueños de tercera mano, de riquezas inmediatas, de dejar la pobreza,
pagar las deudas con los agiotistas bancos y sus modernas tiendas de raya, se
hicieron realidad a través de las tarjetas de crédito. Pero aprovechando sus
ilusiones un grupo de vivales se dedicó a vender materia prima dizque para
elaborar unas bolitas de PH.
Todo era muy sencillo: unos laboratorios
norteamericanos las compraban y debían producirse de manera artesanal,
dejándolas al sereno durante varios días y ya. La riqueza en forma de bolita se
dejaría venir. El costo del material era de setecientos cincuenta nuevos pesos
y, a cambio, recibirían más del doble.
Para algunos parece que
así fue... al principio, para que se confiara y para calentar el ambiente, pero
después se encontraron con la triste realidad: "la empresa", con
varias sucursales, desapareció tal como vino al mundo y no dejó rastro, o al
menos así parece.
Las bolitas para salir
de pobre se transformaron en bolitas para robar incautos, para endeudar más a
nuestra pobre pícara soñadora clase media, capaz de perder los setecientos
cincuenta, o más. Porque está claro que los pobres-pobres, los que viven la economía de la oferta y la demanda (todo compran en
oferta y les cobran con demandas), no tenían la capacidad de invertir en este
ultra fabuloso negocio del primer mundo.
Así que ahora se
quedaron como novias de pueblo, el sueño desapareció, se esfumó como pompa de
jabón.
La pobreza seguirá, las
deudas aumentaron y ya deben hasta el aguinaldo del 94, mientras los genios que
inventaron las bolitas fueron a tirar éstas a Xochimilco, dicen, y andarán por
Andorra del Norte, Madagascar o vaya usted a saber dónde, disfrutando de la
lana que robaron, decentemente, eso sí, a los incautos que cayeron.
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