3 ABRIL 2010
Mujeres asesinas!!!
“Las mujeres también matan, siempre han matado”. La sentencia es del historiador y periodista Agustín Sánchez González, y abruma no precisamente porque sea una revelación, sino porque, contrario a lo que se piensa, no han sido pocas las mujeres mexicanas que han ocupado las páginas centrales de las revistas policiacas.
Abruma porque si alguien sabe del tema, es precisamente él, quien desde hace varios años se ha dedicado a recuperar y a dar orden a los desconcertantes sucesos que desde el siglo XIX han nutrido la historia de la nota roja de nuestro país; abruma porque no deja margen de error: las mujeres asesinan ¡y de qué modo!
Abruma porque las trágicas historias no son un vago recuento de “algo que sucedió alguna vez”, sino un detallado informe de aquellas vidas colmadas de golpizas y vejaciones. Humillaciones convertidas en crímenes horrendos.
Algunas de las historias que conmocionaron a la sociedad las reunió Sánchez González en el libro “Un dulce sabor a muerte. De la Bejarano a la Miss México, un siglo de mujeres criminales” (Planeta) que pasa revista a los hechos más escabrosos ocurridos a finales del siglo XIX y principios del XX, y que fueron dados a conocer originalmente en publicaciones como “El Imparcial”, “El Popular”, “El Diario”, “El chisme”, “Magazine de Policía”, “Alerta” y ”Manos Arriba”.
Y ahí están, codo a codo, la crónica de los tormentos que Guadalupe Martínez, alias “La Bejarano”, aplicara a diversas niñas en la última década del siglo XIX, y el dantesco crimen de María Teresa Landa (representante de la belleza mexicana en 1928) que asesinó a su marido por infiel.
Y entre una y otra, numerosos casos de “autoviudas” que, cansadas del eterno maltrato por parte de sus maridos, optaron por asesinarlos. Otras más, explica Sánchez, soportaban que las golpearan, siempre y cuando no tocaran a sus hijos. “Se trata del síndrome de Sara García, de ‘mátame a mí pero no te metas con ellos’. Cuando eso no se respetaba, la actitud cambiaba y venía el asesinato”.
Ese fue el caso -recuerda el también autor de “Terribilísimas historias de crímenes y horrores”- de Trinidad Ruiz Mares, bautizada por la prensa como “La tamalera”, quien fuera condenada a 40 años de prisión por matar a su pareja, quien, pese a las advertencias, se atrevió a maltratar a los vástagos. Así que lo asesinó y luego lo mutiló; parte de su cuerpo lo arrojó a un terreno baldío, después fingió demencia… hasta que le fue imposible negar los hechos.
Por supuesto no faltan los crímenes pasionales en los que la razón es cegada por una pesada carga de celos, y al grito sollozante de “¡me engañaste!” entierran el cuchillo o dosifican el veneno en la sopa.
Estas mujeres, las criminales, son también nuestras mujeres. No todas son abnegadas, ni todas están desprovistas de maldad; no obstante (hay que ser justos) tampoco es verdad que las madres sean siempre esas personas sagradas que nadie se atrevería a insultar, mucho menos golpear. Al final, es sólo una reacción al maltrato, una liberación, aunque luego se pase una vida completa tras las rejas…
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Abrazo