miércoles, 27 de octubre de 2021

El mito nacionalista que inventó a La Catrina

 


El mito nacionalista que inventó a La Catrina, también conocida como Calavera Garbancera

El historiador Agustín Sánchez cuenta cómo surgió esta imagen típica de Día de Muertos, que fue subestimada por muchos años.

Detrás de la elegancia y galanura con la que se representa a La Catrina, también conocida como Calavera Garbancera, hay una buena cantidad de mitos y leyendas que poco tienen que ver con la realidad. Se dice que esa calaca de cuencas profundas con sombrero de altos vuelos y plumaje fue creada por José Guadalupe Posada y bautizada por el muralista Diego Rivera, pero la verdad es algo distinta.

Cuenta la historia verdadera y documentada por el historiador Agustín Sánchez que a el editor de Posada le pedía siempre trabajos, así que un buen día, a finales de 1912, “Don Lupe” como era conocido el grabador, dibujó esa calavera; sin embargo, señala Agustín Sánchez que aunque no hay ningún documento, ha logrado saber que Posada publicaba calaveras sólo en Día de Muertos.

“El caricaturista realiza la zincografía, que es una placa en zinc, a mediados de 1912. Y no sabemos por qué razón el impresor no la publicó. En enero muere Posada y es hasta noviembre de 1913 cuando sale impresa La Catrina”, cuenta Agustín Sánchez, quien asegura que lo que hizo el impresor fue utilizar esa imagen de Posada “para hacer una calavera fifí, una calavera garbancera”.

La leyenda cuenta que “Garbancera” es una palabra con la que a principios del siglo XX se conocía a las personas que vendían garbanza y que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos, y con ello renegaban de su propia raza, de su herencia y su cultura.

Sánchez precisa, tras varios años de investigaciones, que es hasta los años 20 cuando se publica la primera monografía dedicada a José Guadalupe Posada y es ahí cuando se publica la calavera, “pero no se le dio ninguna importancia y quedó como el nombre de Calavera Catrina. Sin embargo, no sabemos de dónde sacaron el nombre porque Posada ni el impresor la bautizaron”.

Pasados los años, relata Agustín Sánchez, en México empezaron a reivindicar a Posada “como un fenómeno nacionalista y revolucionario”, y agrega que Diego Rivera, como muchos otros artistas que buscaban generar una cultura nacionalista, fue uno de los creadores que empieza a impulsar a José Guadalupe Posada.

Un hecho muy importante para el gran impulso que se le dio a La Catrina o Calavera Garbancera fue que en los años 40 Diego Rivera hizo el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” en el que le da un lugar especial a La Catrina, ya ataviada con un elegantes ropajes, y además retoma a Posada.

“Es en ese momento que se empiezan a pintar calaveras por todas partes y empieza a reivindicarse la figura de Posada. De tal suerte que en 1952, cuando se cumple el centenario de nacimiento de Posada, el Palacio de Bellas Artes hace una gran exposición dedicada a él y en el catálogo de esa muestra ya aparece La Catrina”, afirma Sánchez.

Es entonces cuando La Catrina empieza a ser famosa e importante; es decir, solo han pasado 70 años. “La Catrina no era nada, pero para el fenómeno del nacionalismo ideológico mexicano se convirtió en un elemento muy importante y es entonces que se empieza a inventar que era parte de la cultura prehispánica”, agrega el colaborador de EL UNIVERSAL.

El escritor e historiador de la caricatura y del humor gráfico, asegura que los cartones y los dibujos de Posada no tiene nada que ver con lo prehispánico, “sino con la visión de la muerte renacentista, con las danzas macabras, más con Holbein que con los mexicas”, incluso insiste en que la visión de Posada es ante todo más occidental.

https://www.eluniversal.com.mx/cultura/el-mito-nacionalista-que-invento-la-catrina

sábado, 23 de octubre de 2021

El mito de las calaveras y de Posada

EL MITO DE JOSÉ GUADALUPE POSADA

ARTISTA DESPUÉS DE MUERTO

Agustín Sánchez González

 

 

La vida de José Guadalupe Posada parece un equívoco completo: produjo centenares de imágenes que, sin saberlo, se convertirían en el santo y seña de su época. Vivió y murió prácticamente en el anonimato y sólo fue reconocido muchos años después. Nunca llamó Catrina a una de sus calaveras, aunque sí es reconocido como el padre de esa y otras tantas imágenes que nos identifican en el mundo.

 

Su muerte, hace poco más de cien años, pareció no importar a nadie. El cadáver de don Lupe, cuya acta de defunción señaló alcoholismo como causal, salió de una vecindad marginal de Tepito con rumbo a las tumbas de sexta clase, las únicas gratuitas del panteón de Dolores. Ahí permaneció sin que nadie reclamara sus restos, quedando en el olvido en una fosa común, junto a decenas de calaveras del montón que, como él, fueron olvidadas.

Extraña historia porque, a pesar del anonimato, sus grabados se reproducían por millares en hojas volantes baratas, con noticias de la vida diaria y de la revolución, impresas en el taller del editor Antonio Vanegas Arroyo. La amarga ironía es que su obra más conocida, después llamada Catrina pero cuyo nombre original es “La Garbancera”, comenzó a circular impresa en noviembre de 1913, 11 meses después de su funeral.

Después de un siglo, Posada está más vivo que nunca y su obra sigue presente en las variadas formas en que se reproduce en México y el mundo. Un trabajo que él no hizo para los museos, sino para el acontecer efímero en la ciudad de México, con el fin de que llegara a las manos de alguien y después desapareciera. Eso es lo asombroso: son hojas de papel que, al verlas, las sentimos nuestras, tan nuestras como lo es el arte universal.

José Guadalupe Posada Aguilar nació en 1852. Desde los 19 años y hasta su muerte, a los 61, se desempeñó como impresor, grabador e ilustrador en imprentas, por lo que su vasta obra aún no ha sido medianamente inventariada, pero sabemos que consta de miles de hojas volantes, del trabajo que realizó en 70 periódicos, de las ilustraciones para los 110 libritos de la Biblioteca del Niño Mexicano (impresa en 1900 en Barcelona) y de otra docena de libros.

Posada laboró en tres estados de la República Mexicana e hizo trabajos cuando menos en otros cinco. Su primer trabajo, de 1871, es en el periódico El Jicote, donde publica 11 caricaturas; el último es la Garbancera, en 1913, obra póstuma y también la más famosa.

Su historia es un rompecabezas que está por armarse, aunque muchas de las piezas han sido manipuladas. De Posada sólo conocemos dos fotografías, pero ningún autorretrato. De su vida personal tampoco se sabe gran cosa. En 1957 el historiador Alejandro Topete descubrió muchos datos personales y apenas hace unos años desentrañé otros, al descubrir el nombre y la temprana muerte de su único hijo, Juan Sabino. Son escasas las referencias sobre un artista que está presente en nuestra vida, pero que fue muy poco mencionado mientras estuvo vivo.

En 1886 hay una mención a su trabajo en El Hijo del Ahuizote; en 1888, otra de Arturo Paz en el periódico Juventud Literaria, en el que profetiza que Posada será el “primer caricaturista, el primer dibujante que tendrá México”; y así otras líneas sueltas, como un anuncio en El Fandango, en 1892: “José Guadalupe Posada tiene el honor de ofrecer al público sus trabajos como grabador en metal, madera, toda clase de ilustraciones de libros y periódicos. Igualmente ofrece sus servicios como dibujante de litografía”.

Es curioso. Pareciera que ningún periodista o escritor lo hubiera conocido a pesar de estar en el reducido ambiente editorial, trabajar con ellos –como es el caso del famoso editor Ireneo Paz (abuelo del escritor Octavio Paz)– o en publicaciones donde colaboraban escritores de renombre. Y no es que no hubiera interés de los intelectuales por la caricatura, pero a Posada nadie lo menciona.

Sólo encontramos algunas noticias más bien personales y aisladas: en enero de 1900, tres periódicos, El ChismeEl Diario del Hogar y El Popular, le dan el pésame por la muerte de su hijo Juan Sabino; o cuando se anuncia que gana cien pesos en la Lotería, en 1908. Pero el día de su fallecimiento, 20 de enero de 1913, pasa desapercibido para todos. Así muere don Lupe. Su nombre desaparece por completo de los diarios; no así sus trabajos, que siguieron circulando en las calles por medio de la imprenta del editor Antonio Vanegas Arroyo.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Posada” del autor Agustín Sánchez González y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 68:

 


viernes, 8 de octubre de 2021

Este tampoco era el Mesías

 


¡Este tampoco era el mesías!

 

Hace medio siglo comenzó un lento proceso de ruptura con el presidencialismo, pero surgió un líder terriblemente seductor que ofreció la visión y una profunda convicción de que era posible otro México

 

Agustín Sánchez González

 

Dice una voz popular, que entre más rápido se llega al cielo, más veloz es la caída.

Resulta paradójico que el político mexicano que ha obtenido el porcentaje más alto de aceptación en una votación presidencial, se convertirá, a la postre, en el político más repudiado de nuestro devenir. No soy un nigromante, pero se puede visualizar claramente que, tras recorrer la mitad de su mandato, el presidente López Obrador nos ha quedado a deber, prácticamente, todo lo que prometió y a cambio, nos ha otorgado millones de palabras y ha mostrado que, en eso de la memoria, este pueblo bueno, para usar un cliché actual, carece de ella.

Cada sexenio, los presidentes nos salen debiendo. Decía un refrán "dios mío, si con beber te ofendo, con la cruda me sales debiendo". Tal cual, si con AMLO te ofendo, este sexenio me quedas debiendo.

Durante su segundo informe de gobierno, aseguró haber cumplido noventa y cinco de los cien compromisos a los que se comprometió ante miles de simpatizantes que en medio de la locura, del sueño de un país mejor y de la esperanza por ese hombre que ofrecía, si no el paraíso, algo parecido. O tal vez, sus fanáticos recordaban la canción del estado del que provenía: "Ven, ven, ven, que Tabasco es un edén".

Pero la realidad, una vez más, muestra que, como dice la canción, "todo es falso".

Según el Taller de Comunicación Política (TCP), nuestro presidente, hasta el 30 de junio de este año, "ha vertido durante su gobierno, 56 mil 181 afirmaciones falsas durante las mañaneras desde la primera el 8 de diciembre de 2018 y la más reciente el 30 de junio de 2021.

Estos estudios muestran, quincena a quincena, una serie de datos contundentes, terribles de una situación de mentira y ficción, misma que lastima y lacera, tanto o más que los propios fanáticos de este hombre.

Los testigos de Pejeohvá, se le dice, a esta masa anónima, y a veces no tanto, que agreden, violentan, aplastan y vituperan a todo el que osa criticar al presidente.

Claro, esta secta tiene en su líder un modelo a seguir. Diariamente, desde su púlpito mañanero, el presidente agrede, insulta, lástima, apoda y, como si fuera Zeus, lanza rayos a todos los opositores, los señala sin pudor alguno.

El caso más reciente es la manera en que se refirió a una escritora que había lanzado algunos tuits criticando sus mentiras y demagogia y, antes de que tomara posesión como agregada cultural, ya había sido señalada por el señor para que sus discípulos la lapidaran, cual si fuera María Magdalena.

Nuestra clase política, producto de la revolución mexicana, descubrió que a este país le seducen los caciques autoritarios, los personajes capaces de enamorar y encantar a un pueblo ávido de justicia, pero incapaz de buscarla, tan sólo esperando el milagro de la reproducción de los peces (o, en este caso, de las tarjetas bienestar), en la espera sentado del mesías que vendrá a cambiar todo lo malo de este país, y dejar lo bueno que existe.

Al resolver esta primera variante, sin caer en la torpeza de la larga dictadura, como la de otro López (Santa-Anna) o Porfirio Díaz, concluyeron que este pueblo bueno requería un personaje así, acotado por un tiempo determinado (primero fue cuatrienio y, con Lázaro Cárdenas, sexenio).

Así se inventó el presidencialismo definido de manera simple: cuando el presidente dice: ¿qué horas son? Toda la corte debe decir, a coro: la hora que usted guste señor presidente. Durante décadas México vivió así. El presidente era TODO y representaba a TODO.

Pero este presidencialismo autoritario, como todo en la vida, se agotó y a partir de la segunda mitad del siglo XX, la sociedad que empezó a mermarlo, tras una larga y sostenida lucha, donde incluso se gestó una tímida oposición que fue creciendo, no obstante la violenta represión que tuvo su clímax en octubre de 1968.

Hace medio siglo comenzó un lento proceso de ruptura con el presidencialismo pero, cuando todos pensábamos que iba quedando atrás, surgió un líder tremendo, terriblemente seductor que durante dos décadas buscó infructuosamente el poder y, hace tres años, logró su sueño e impregnó a la sociedad mexicana de una suerte de polvos mágicos que los llevó a una visión etérea, a una profunda convicción de que era posible otro México.

Y así ha sido. Tenemos otro México. Hace unos días leí una frase que me impactó: estamos peor que cuando decían que estábamos peor.

He visto una cantidad innumerable de cartones políticos, tengo un archivo con miles de caricaturas y en este momento me vienen a la mente una, en donde aparece don Pancho Madero, sudando la gota gorda, pues no sabe cómo echar andar un reloj que ha desarmado sin tener la menor idea.

La aspiración presidencial de AMLO de pasar a la historia, es ya una realidad. Deberá ser considerado como el mejor candidato que ha existido en nuestra corta vida democrática, pero también, como el peor presidente de este país, con una idea autoritaria, en donde en el teatro político, AMLO representa el autor, guionista, escenógrafo, director de escena, director de cámaras, apuntador, actor, actriz, técnico, iluminador, y hasta el barrendero.

El presidencialismo en extremo.

Chiste de nuestros días:

Dicen que los pejelagartos llegan a volar hasta 50 metros.

¡Quién dice esa burrada?

López Obrador.

Ahhh, bueno, pero no vuelan tan alto.

 Pero, el tiempo que le queda en la presidencia, no es nada. Su reloj caducó. Su gobierno fue una hermosa pompa de jabón que creció pero, como tal, se reventó y con ella, una vez más, el sueño mesiánico de los mexicanos que, como el mito de Sísifo, cargamos una roca hasta llegar a la cima de la democratización y cuando estamos a punto de llegar, la roca vuelve a caer y volvemos a levantarla aunque, a estas alturas de la historia, parece que ya el desgano será el sino y resultará muy difícil, siquiera, volverlo a intentar.

         A este país lo seducen los personajes capaces de enamorar y encantar a un pueblo ávido de justicia, pero incapaz de buscarla.  


https://www.ejecentral.com.mx/agustin-sanchez-gonzalez-este-tampoco-era-el-mesias/


viernes, 1 de octubre de 2021

El caricaturista Castrux: el héroe olvidado de Coahuila, falleció hoy 1 de octubre

 



Castrux, por siempre Castrux. Un gran artista, un admirado caricaturista acaba de marcharse de este mundo, luego de transitarlos por 92 años.

Fue un enorme artista, sencillo y bueno, ajeno a las grillas y muy solidario siempre.



Jesús Castruita Marín nació en San Pedro de las Colonia, Coahuila, el 24 de agosto de 1929. 

   Castrux, como suele firmar sus espléndidos trabajos, es uno de nuestros grandes caricaturistas y, además un excelente pintor.

Llegó a la ciudad de México y se inscribió en la Esmeralda para estudiar pintura y escultura.

Su carrera como caricaturista comenzó al lado de dos grandes genios del humor gráfico, de quienes fue su ayudante: Abel Quezada y Bismarck Mier, oriundos de Nuevo León.


Estuvo en la revista Orbita y, durante 24 años, publicó en el semanario Impacto. Ha participado en Al Tiro y en Lapiztola, publicaciones de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas; también tuvo una destacada presencia en Rhumor.






















Ha recibido diversos reconocimientos como el Premio Constantino Escalante, otorgado por el Club de Periodistas y, en 1995, la SMC le otorgó el Premio Nacional de Caricatura.


                         

En 2007 fue invitado a posar sus manos en Plaza Galerías de la ciudad de México, convirtiéndose en el único monero mexicano en ese lugar.

Castrux es un héroe cultural olvidado en Coahuila.

Bien dice el dicho: nadie es profeta en su tierra.

jueves, 23 de septiembre de 2021

Cien años de caricatura en El Universal

100 años de caricatura en El Universal, en Monterrey

En el marco del 105 aniversario de El Gran Diario de México, que se celebrará en octubre, abrió una exposición que reúne los dibujos y los grandes caricaturistas que han publicado en el periódico

La exposición 100 años de caricatura en El Universal, que ofrece un recorrido por la historia de la caricatura en las páginas de El Gran Diario de México, desde su fundación en 1916 y que incluye trabajos de caricaturistas como Andrés Audiffred, Helio Flores, Rogelio Naranjo, Boligán Rius, se presenta por primera vez en México en el Museo de Historia Mexicana, ubicado en la Macroplaza de Monterrey. Además ofrece un módulo dedicado a moneros neoloneses como Santiago R. de la Vega, David Carrillo y Crescenciano Garza Rivera.

La exposición surgió del libro 100 años de Caricatura de El Universal, de Agustín Sánchez, una edición conmemorativa por el centenario del periódico, en 2016.

En 2018, el Instituto Quevedo de las Artes del Humor de la Universidad de Alcalá, en España, cumplía 25 años de exposiciones internacionales y entonces invitó a EL UNIVERSAL para presentarla, ahí se ofreció una museografía con una cercanía al humor gráfico español; la misma se presentó en el Instituto de México en España, en Madrid.

Al año siguiente se presentó en el Instituto Cultural Mexicano en Washington, con un enfoque centrado en cómo los moneros mexicanos veían a Estados Unidos; caricaturas de los presidentes estadounidenses y un homenaje a la historieta.

Ahora se presenta por primera vez en México, en Monterrey, Nuevo León, con un homenaje a caricaturistas neoloneses como Crescenciano Garza Rivera y Santiago R. De la Vega. Además hay referencias a hechos históricos en Nuevo León, como una protesta contra libros de texto gratuitos, hecha por Rius. Y presenta obras del acervo del museo de caricaturistas como el Chamaco Covarrubias, del Chango Cabral y un gran dibujo de Saturnino Herrán.

Para Sánchez, especialista en el desarrollo de la caricatura mexicana, campo en el que ha publicado el celebrado Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura mexicana, en esta muestra que con variantes se ha presentado en España y en Estados Unidos, se puede apreciar en México a través del humor gráfico.

“En este momento, cuando todo es políticamente correcto, se está perdiendo el humor. Y me parece que debemos defender el humor, no todo puede ser formal, el día que se acabe el humor, se acaba el mundo. Además, me parece que hay una crisis en la caricatura y en los medios, pues los periódicos ya no imprimen la misma cantidad de ejemplares ni la misma cantidad de páginas. De modo que atravesamos por una etapa vertiginosa y no sabemos cuánto tiempo durará".

El historiador considera que aunado a ese contexto, existe una generación joven que "sigue sin aparecer". "A mí me preocupa que no estamos viendo a los más jóvenes. Sin embargo, a pesar de todo, esta exposición es una buena muestra de la salud de la caricatura. En uno de los módulos hay jóvenes que han obtenido premios y que hoy están publicando, como Waldo; tienen entre 30 y 40 años y aunque no podemos compararlos, de algún modo están tomando la estafeta de los maestros como Naranjo, quien este año cumple cinco años de su fallecimiento", explica.

Los temas nacionales, dice el investigador, están reflejados, pues muchos de los caricaturistas representados en la muestra se trasladaron desde sus lugares de origen a la Ciudad de México. En este sentido, los moneros de Monterrey cobran relevancia en esta muestra.

"Hay un módulo dedicado a cuatro grandes caricaturistas de Monterrey, como Santiago R. de la Vega, quien fue parte de la revista Multicolor, una de las grandes publicaciones; de hecho presentaremos un dibujo que Saturnino Herrán le hizo a De la Vega. También tenemos a Crescenciano Garza Rivera, un muralista con mucha obra en la ciudad, que hizo caricatura en EL UNIVERSAL en los años 20; así como a David Carrillo, a quien debemos buena parte del acervo del Museo de la Caricatura; y tenemos a Abel Quezada, que si bien no publicó en EL UNIVERSAL, es uno de los grandes caricaturistas de Monterrey", señala.
La muestra está dividida en cinco módulos. El primero está dedicado a los orígenes de la caricatura, el segundo es un homenaje a la historieta norteamericana; el tercero se centra en los grandes maestros de la caricatura; el cuarto, en los caricaturistas de Nuevo León; y el último muestra la obra de Helio Flores y Rogelio Naranjo, dos de los caricaturistas que ha tenido EL UNIVERSAL, quienes empezaron a romper con el presidencialismo. Además se abarca el periodo desde la fundación de EL UNIVERSAL hasta 2020, con caricatura sobre la pandemia.

¿La caricatura sigue teniendo el mismo impacto que años atrás?, se le pregunta al investigador. "Vivimos un momento muy interesante porque por primera vez hay una caricatura muy militante a favor del gobierno, pero también hay otra que sigue siendo crítica. Alarcón dice que los caricaturistas sólo se agachan para hacer caricatura. Sin embargo, hoy hay varios que siguen sin entenderlo. Todos tenemos simpatías hacia algún partido o tendencia, pero es de lamentar que haya una tendencia demasiado complaciente con el poder política, como nunca había pasado. En este sentido, que haya dos formas de ver al gobierno es también una muestra de la polarización que estamos viviendo en esta farsa de Cuarta Transformación".

Y añade: "Una de las cosas que se habían roto con Naranjo, con Helio Flores y con La garrapata, es la ruptura con el presidencialismo que había sido atroz. El político mexicano descubrió que podían existir caudillos sexenales, pero en 1968, con la gran crisis, empezó el cuestionamiento generalizado y subió el nivel desde Echeverría hasta Peña Nieto. Por eso lo que más me preocupa es el regreso del autoritarismo y por eso esta exposición es tan importante, porque muestra una caricatura viva".

Para Sánchez, la caricatura no sólo es crítica, también es estética. En este sentido, la exposición refleja la evolución del trazo. "El periódico siempre ha cuidado que haya calidad, una caricatura sin calidad y sin humor, no es caricatura. La caricatura es un retrato histórico, nos cuenta una historia. Uno puede ver una caricatura de hace 40 años y puedes no entender nada, pero te puede gustar por la cuestión estética y es el investigador el que da la referencia. Por ejemplo, hay una caricatura de Rius sobre una protesta por los libros de texto gratuitos, te das cuenta de que había un grupo conservador al que no le parecía. Ese momento quedó ahí, en la caricatura. De modo que la caricatura es humor, estética y es un retrato de la historia de México. Y esta exposición nos permite hacer un recorrido por la historia de nuestro país durante un siglo".

La muestra se inauguró este martes y estará hasta enero.







 https://www.eluniversal.com.mx/cultura/100-anos-de-caricatura-en-el-universal-en-monterrey

jueves, 9 de septiembre de 2021

DEL POSITIVISMO HISTÓRICO AL MANIQUEÍSMO HISTÉRICO



 

A finales del siglo, un personaje caudillesco y autoritario decidió modernizar al país en una suerte de segunda transformación. Porfirio Díaz olió que la vida francesa era chic y la norteamericana era grotesca y optó por la cultura europea.

Los Campos Elíseos llegaron a México, aprovechando el ensueño de la emperatriz Carlota, y nuestro Paseo de la Reforma llegó a embellecer a nuestra ciudad, siguiendo la norma de Gutiérrez Nájera que decía que “la ciudad de México no empieza en el Palacio nacional, ni acaba en la calzada de Reforma. Yo doy a ustedes mi palabra de que la ciudad es mucho mayor. Es una gran tortuga que extiende hacia los cuatro puntos cardinales sus patas dislocadas. Estas patas son sucias y velludas. Los ayuntamientos, con paternal solicitud, cuidan de pintarlas con lodo mensualmente...”

La lenta y gran tortuga, cien años después, se convirtió en un correcaminos que ha generado una ciudad enloquecida que se expande como en esas películas en que la lava arrastra con todo, después de una erupción.

La ciudad porfirista tuvo en el Paseo de la Reforma la oportunidad de plasmar su visión de la historia, contada a través de las estatuas; la idea positivista del progreso se planteó esa lectura, comenzando con Cristóbal Colón que, se sabe desde siempre, que no descubrió América, y que sin embargo es el precursor de una etapa en el mundo: el inicio del capitalismo y de la globalización que, nos guste o no, vivimos en la actualidad.

La segunda estatua fue Cuauhtémoc, el gran mito, el símbolo de la derrota nacional que vivimos a diario, y que por ende adoramos ser parte del equipo que perdió la historia. (Aunque únicamente fue la derrota de ese pueblo gandalla y prepotente que fueron los mexicas)

La tercera corresponde a la columna de la Independencia, en donde se plasma a un grupo de criollos que enaltece el nacimiento de la Nación mexicana.

Muy burdamente, ese el era el proyecto que hacía una pausa pare esperar la llegada del progreso, suponiendo entonces que algún día se alzara la estatua del Héroe del 2 de abril, Porfirio Díaz.

Llegó la Revolución y se detuvo el sueño de Díaz.

Cuando las aguas revolucionarias retomaron su cauce, con el conservador presidente poblano Manuel Ávila Camacho, se colocó una estatua de la Diana Cazadora (a la que se le puso taparrabo pues había que esconder esa inmundicia) El pretexto era embellecer la ciudad; Monsiváis decía que era la representación del poder: dar el trasero al norte y sin saber a qué le tira.

Después de setenta años, un ocurrente gobierno decidió, por sus pistolas, bajar a Colón de su pedestal. No sé si fue bueno o malo, sí sé que es una arbitrariedad más de la Jefa de Gobierno, que en un afán nostálgico y conservador muestra una vez más su gesto autoritario, como ya hizo al querer convertir el Zócalo en Tenochtilandia, cambiar el nombre a las ruinas de un árbol y a una de las calles más populosas de la ciudad.

Mientras el metro sigue en ruinas y sin castigarse a los responsables de la muerte de 27 personas, las calles llenas de inundaciones y baches y los niños en escuelas insalubres con el COVID encima, creo que jugar a las estatuas de marfil no es la mejor opción para quien dice gobernar la ciudad más grande del mundo.


https://www.eluniversal.com.mx/opinion/agustin-sanchez-gonzalez/del-positivismo-historico-al-maniqueismo-histerico

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...