Vistas de página en total

sábado, 30 de noviembre de 2024

BEBER LOS VIENTOS

Me decía Chatito, su padre me llamaba Chaval.

        Curioso y cariñoso apelativo a quien posee unas fosas nasales más cercanas a la negritud, como es mi caso.

Pero me dejaba querer desde aquella tarde en que esa españolita me sirvió el más delicioso café exprés que había probado en mi vida.

Esa noche no pude dormir y el corazón me latía a cien.

Eran sus ojos, pero también la cafeína que me provocó taquicardia al tomar un par de tazas más, sólo por mirar cómo sonreía al darse cuenta que la avistaba con insistencia.

Me habían dicho que el amor provoca innumerables reacciones, desde latidos de corazón, hasta mariposas en la barriga; pero nadie me habló de taquicardia ni de insomnio.

Volví a la cafetería muchos días seguidos y a distintas horas: nunca la volví a topar.

“Anda Chaval, coge esas cajas y ponlas sobre el mostrador, si me haces favor”.

Obedecí y me invitó un café como agradecimiento.

“Tu andas todos los días por acá, ¿no haces nada, Chaval? Ando buscando un ayudante en la cafetería. ¿No necesitas trabajo?”

Le dije que no, las clases empezarían pronto y tenía un horario muy complicado.

¿Qué estudias?, preguntó.

Matemáticas, en la facultad de ciencias.

“Hala, igual que la Almudena, mi hija. Ustedes son más raros que un perro verde. La pena es que me salió muy enfermiza”

El corazón pareció estallar, la cafeína volvió a hacer estragos y cuando estaba a punto de preguntar, sonó el ring-ring del teléfono y el hombre se marchó para contestar y desapareció.

Caminaba por esas calles del viejo centro, de la añeja ciudad. Mis pasos daban vueltas sobre López, Independencia, Ayuntamiento; entraba al café a diario, a distintas horas; el barista y los meseros eran nuevos y no sabían de la hija del dueño, o quizá no querían contarme.

Todas esas mañanas sabían a café exprés. Las tardes, en cambio, eran como pompas de jabón.

 

********

 

Corrían los años setenta, tal vez 1976 o 1977. Yo tendría 22 y ella recién había cumplido 20. Tres años pasaron para encontrarla en la biblioteca central de CU. Parecía que no me había reconocido, a pesar de que un par de veces me le puse frente a frente en la mesa en que se consultaban los ficheros bibliográficos.

“Un exprés doble”, dije.

Soltó tremenda carcajada que debió callar por los siseos de los bibliotecarios. Me tomó de la mano, me sacó del lugar y afuera, con desparpajo, dijo. “mira mala bestia, esperaba que tú me saludarás y como no lo hacías, yo tampoco”.

        Escuchar esa voz, mirar sus ojos y sentir su mirada; mi corazón parecía haber tomado un litro de café exprés, la taquicardia gestó una hecatombe que me hizo enmudecer.

        Se veía taciturna, había adelgazado varios kilos.

        Le invité a tomar algo, pero ella tenía que volver a clase (Y yo también)

        Caminamos por las islas de CU. No podía creer tenerla tan cerca después de tantos meses de verla por primera y única vez.

        “¡Nada, qué novio voy a tener!”

        “El domingo vamos al cine, me invitó, antes de despedirse, espero que te guste; ver cine es mi pasión”, dijo, mientras se escurría a su aula de clase y yo marché a la mía.

El domingo nunca llegó.

 

********

Estás chalado. Eres una mala bestia.

Eso me dijo la primera vez que le di un beso, en la oscuridad y en medio del silencio estremecedor que se sucedía en el cine Orfeón, cerca del café de su padre, mientras veíamos Psicosis.

Me apretó la mano con tal fuerza que me llegó a lastimar; después me abrazó ante la escena del crimen en la ducha. Nunca su rostro estuvo más cerca de mí, sus labios  se me acercaron tanto que debí unirlos a los míos.

Chatito, eso no se hace, murmuró mientras devolvía el beso.

Fueron tardes de estar juntos casi todo el tiempo. Los exámenes finales, juguetear con ecuaciones, inventar problemas trigonométricos en el pizarrón y quien perdía, se quitaba una prenda.

Signos, números, cero, códigos, símbolos, teoremas, ecuaciones, trigonometría, etcétera, pero nunca hablamos de nada más.

Sólo supe que su cumpleaños era a finales de octubre, que sus padres eran españoles, hijos de refugiados pero que ella era más mexicana que el mole. Nada más.

Conocí a su padre en la cafetería, pero no a su madre, ni siquiera supe si vivía. Lo familiar, lo social, no era más importante que el universo paralelo en que existíamos, esa suerte de vida a través de un espejo que reflejaba una locura de números y sexo, de café y vino tinto.

Un día, sin más, nos casamos.

        Apenas teníamos un año de vida marital cuando empezó a decaer. Hasta entonces supe que tenía leucemia.

Al poco tiempo debí internarla.

Fueron días o meses, tal vez un segundo; en cinco minutos la vida es eterna, dice la canción.

Gracias al seguro de gastos médico que su padre nos regaló de bodas, logramos sufragar los gastos, en el mejor hospital del país y con el mejor oncólogo.

Cuarenta días después de que le dieron de alta, se fue.

No supe a dónde ni cómo.

 

********

Un lunes de octubre, pensaba en ella, como tantas veces, como siempre.

Mientras veía los murales del Palacio de Bellas Artes, me topé a una mujer que miraba con acuciosa curiosidad la sandía del mural de Tamayo.

Era ella, diez años después de desaparecer, tras intensa relación amorosa y sexual que nunca he vuelto a sentir.

Me había casado pensando en ella, me había divorciado rumiando en ella.

Opté por no dormir en cama matrimonial para no sentir su ausencia.

Adquirí sendos botones con la pentalfa, un pentágono estrellado que simbolizaba la escuela de Pitágoras. Pero no tenía que ver, en este caso, con el griego, era una broma porque en ese tiempo vivía en la colonia Narvarte, en la calle que llevaba el  nombre del padre de los pitagóricos.

Sólo las matemáticas llenaban mi vida.

Neurosis obsesiva, determinó el psicólogo.

A propósito de nada, Almudena susurró un día, que andaba medio triste: “Mi vida se  deshizo como un azucarillo”. Así me sentía, yo también.

Tan sólo quería saber que había hecho para que se marchara cada vez que nos encontrábamos.

El cine Orfeón era mi refugio. Llegaba antes de empezar la función; mientras iniciaba la película, con la media luz que apenas iluminaba la sala, recorría palma a palmo las butacas, queriendo encontrarla pues, en aquel encuentro fugaz, casi a diario salíamos de la cama al cine y del cine a la cama, fui intensamente feliz. 

“Es que venir al cine es el preámbulo perfecto para hacerte el amor”, me dijo una tarde que fuimos a mi departamento y que llenó con varias mudas de ropa, un par de perfumes, cepillo de dientes y alguna ropa interior. (Hasta hoy, todo guardado en una caja de cartón, perfectamente sellado por si alguna vez volvía).

Y ese día ocurrió.

“Un exprés doble”, susurré a su oído.

Lanzó tal grito, que una decena de alumnos volteó a mirarnos.

Su delgadez era extrema, gruesas ojeras asomaban su faz.

Otra vez, de la cama al cine y del cine a la cama.

“Me voy a Madrid en un par de semanas, lo mismo que hace diez años cuando marché sin decírtelo por el temor de arrepentirme y quedarme para siempre contigo. Hoy sé que no lamentaré y me despediré de ti, para siempre, ahora sí”. (Años después, su padre me dijo que se marchó para no vernos sufrir, ante la recaída que se advertía).

La miré con asombró y luego la besé para que no siguiera hablando de su éxodo.

“Tal vez no debiste dejar que me levantara de tu cama esa mañana friolenta e invernal, me dijo, ni me hubieras dejado partir sola y darme tan sólo un beso al despedirnos. Me hubieras detenido, amarrarme a tu cama (nunca supiste ni averiguaste mis instintos masoquistas, jajá)”

Fueron días oscuros, de ensueños y pesadillas; de nubes que se alejaban a merced del viento. No podía creer. Ni un número, ni una dirección. Se marchó como llegó.

 

********

¿Si te viera en el cielo, te reconocería?

        Siglo XXI. Año 2020.

        Treinta y cinco años después del último encuentro.

Increíble, viajar a Granada, lugar de nacimiento de su madre, por pura inercia, por pura intuición. Tres décadas pasan en un suspiro.

En los sueños la realidad no existe, ni siquiera son capaces de sostenernos en esa especie de nube arrasada por un vendaval sin rumbo. En esos desvaríos nocturnos, tampoco somos nosotros; creemos, pero es una falsa percepción.

La magia no existe, el diablo tampoco, mucho menos el cielo, pero hay que buscarlo.

¿Si te viera en el infierno, te reconocería?

Nunca fui a Granada, ni siquiera como quimera.

Temía encontrarte, saber que existías más allá de mí o de la Alhambra.

Una semana atrás, estuve en Madrid, acompañado de mi único hijo que me había invitado a recorrer España para olvidar mi tercero y último divorcio.

Debido a las noticias de una inmediata pandemia debíamos retornar a México. No logró convencerme en volver.

“No pasa nada, le dije, recuerda la influenza de hace años: un par de semanas y se acaba”.

La edad le quita a uno muchos temores, le dije con la certeza plena de mentir.

Me fui a Granada, alquilé una habitación en un airbnb y me dispuse a conocer esa “tierra soñada por dios”, como escribió el Flaco de Oro.

Recordé cuando me regañó por decir que acá estaba el Guadalquivir. Muy docta me dio una lección de la hidrografía granadina.

A la semana de mi arribo, el gobierno español anuncio el encierro inmediato, la prohibición de salir a las calles, salvo a ciertas horas y bajo determinadas circunstancias.

No te había encontrado, ni solicitado un café exprés.

Cien días permanecí encerrado.

El apartamento no tenía ventanas a la calle.  Paseaba como león enjaulado por el breve espacio en que estaba y añoraba tu ausencia. Me aprendí de memoria el cuadro con un paisaje de mar. Conté una a una las líneas que dibujaban las olas.

Miraba con compulsión la televisión; buscaba las noticias en internet pero lejos de disminuir la pandemia, aumentaba. Era doloroso escuchar el número de muertos en el mundo y sentirme más sólo que una estrella fugaz.

Me di cuenta que desde que marchaste estaba más sólo que un perro caminando en el periférico. Más aún, desde antes de conocerte ya estaba solo.

La maldición del COVID me tuvo confinado, sin perspectiva alguna más que ver día y noche la televisión y chatear con mi hijo, que me urgía volver a México.

Comía lo que buenamente podían llevarme, sintiéndome apestado. Tocaban la puerta, dejaban la charola con la comida en el piso y se alejaban casi corriendo.

Dormía en un sofá individual pues la cama, tamaño King, me asustaba, era enorme y solía pensar que las pesadillas cabrían perfectamente.

Ingresaba al baño mientras cambiaban la ropa de cama y limpiaban la habitación o me quedaba en la recámara, casi cubierto, mientras una persona lavaba con rapidez el baño, lo desodorizaba, que fea palabra, y salía como si hubiera visto al demonio de México.

La locura por ti me tenía en esta situación.

Fantaseaba con encontrarte y me dijeras chatito, sólo eso, tras pedirte un café exprés.

Ni siquiera pensaba en el cine pues todas las salas que quedan en el mundo estaban cerradas.

Cada historia de muerte de algún conocido, que mi hijo me hacía saber, era como una puñalada.

Le pedí cesar esas noticias, no quería saberlo.

En este aislamiento empezaba a deducir que Almudena tampoco estaba.

Con todos los riesgos, al llegar el día cien del encierro, decidí volver a México.

En el aeropuerto de Barajas hubiera sido imposible reconocerte; las mascarillas ocultaban los rostros, imposible mirar tus labios.

Entre sollozos, despidiéndose de su familia, una jovencita española le decía a su amiga, “la vida me trata como si yo hubiera dado latigazos a Jesús”.

Contuve la carcajada, aunque me identifiqué con ella, al evocar muchos años por la ausencia de Almudena.

Doce horas de vuelo, con mascarilla y temores del contagio. Parecíamos una panda de leprosos, azuzados por el miedo.

En el cielo, cruzando el océano, volví a pensar: Si me vieras hoy, ¿me reconocerías?

Beber los vientos, fue esta historia.

Aquí estoy ahora.

Es el tiempo, el implacable.

Esos fueron los días, los meses, los años.


domingo, 26 de mayo de 2024

Por el fin de los caudillos

 



No a los caudillos, si a la pluralidad

Agustín Sánchez González

Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con los colores que asumió, como identidad, este gobierno. Los he visto reunirse, acercarse a la gente y, al mirarlos, me encuentro que algunos tienen el logo de MORENA y otros, el logo de alguna institución de gobierno, por ejemplo, la secretaría del Bienestar.

¿Cómo llegamos a esa perversidad? El viejo PRI nunca fue tan cínico de mostrarse asi, a pesar del uso faccioso de los colores de la bandera, y sobre lo que protestamos durante décadas. El alumno supera al maestro.

La historia del poder en México ha sido la expresión más acabada del autoritarismo personal; somos un país donde los caudillos siguen siendo hoy, los fenómenos más recordados: Antonio López de Santa-Anna, Benito Juárez y Porfirio Díaz, son el mejor ejemplo de ello.

Tras el asesinato de Álvaro Obregón,  presidente electo, en 1928, Plutarco Elías Calles, inventó una nueva expresión; señaló que se había terminado el tiempo de caudillos y comenzaba una época de instituciones.

Ello se tradujo en un caudillismo temporal, sexenal. Los presidentes se convirtieron en seres excepcionales cuyo poder, omnímodo, gestó una nueva forma de dominar a la sociedad a través de un país caudillista, como antaño, pero acotada por el tiempo.

 El propio Calles pensó que podría mantener en la sombra el poder y por ello se conoce esa etapa el Maximato, pues se le solía llamar “El Jefe Máximo de la Revolución”.

Tres presidentes debieron someterse a su mando: Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez; Cárdenas, otro gran mito, un caudillo más, rompió con Calles y comenzó una nueva etapa a partir de la cual, negociaron los caciques del poder y de esta manera empezaron a variar las posiciones políticas de cada presidente, desde un populista como don Lázaro, hasta un tecnócrata neoliberal como Salinas de Gortari.

El poder presidencial era tal, que podía definirse muy fácil, se decía que cuando el presidente pregunta la hora, la respuesta del coro era: la hora que usted diga, señor presidente.

Este viejo sistema comenzó a desquebrajarse, poco a poco, a partir de las protestas del 68, que buscaban una democratización, ante el poder presidencial, que tuvo al partido oficial como una falsa careta democrática y tuvo su clímax en 1988 cuando, otro caudillo, Cuauhtémoc Cárdenas rompió con el partido oficial; en el año 2000, otro caudillo, Vicente Fox, terminó la etapa del PRI y durante dos sexenios parecía el fin del priismo, por lo menos a nivel presidencial.

En 2012, volvió un nuevo-viejo PRI que ya no resistió y comenzó un traslado hormiga hacia un nuevo partido: MORENA, conformado por un caudillo, López Obrador, un personaje autoritario que hasta los 38 años militó en el viejo PRI. Es decir, mientras que los jóvenes de su generación pensaban en el cambio y militaban en una izquierda socialista, él se mantuvo como fiel creyente del PRI, inclusive el neoliberal y salinista, pues al contrario de Cuauhtémoc y de Muñoz Ledo, permaneció fiel y disciplinado al partido tricolor.

MORENA, como el primer PRI, el PNR, es un frente que admite desde la ultraderecha (con el Yunque, ProVida, Legionarios de Cristo y Opus Dei) hasta una izquierda burocrática y anacrónica (Pablo Gómez es su mejor expresión)

En 2018, vendió su proyecto como un “cambio verdadero” y su discurso esperanzador y mesiánico tuvo un impacto inusitado: treinta millones de mexicanos le creyeron y se convirtió en el candidato más espectacular de nuestra historia.

No obstante, su gobierno ha sido una tragedia. NO me detendré en la argumentación económica, de salud o educativa, sólo en lo político.

La creación de MORENA ha significado la vuelta al autoritarismo presidencial. Es penoso leer declaraciones como la del ex procurador Bernardo Batís que declaró, a propósito de la grosera actuación contra Amparo Casar (más allá de si tiene o no razón, la voraz forma de atacarla por parte de AMLO, invadiendo su privacidad) señaló: “Yo confío plenamente en la buena memoria del presidente, tiene 20 años menos que yo y tiene mucha mejor memoria, yo no recuerdo esa reunión, pero no niego que haya sucedido". El historiador Héctor Aguilar Camín, señaló, al respecto: “Siempre es posible suplir una desmemoria con una cortesanía”.

Todo esto viene a cuento para decir que el presidencialismo volvió; ya desde el destape a la candidata Sheinbaum, groseramente llamado el corcholatazo.

MORENA devolvió el sueño autoritario al priismo en declive, el mejor ejemplo, en Yucatán: el candidato a gobernador es un viejo militante del PAN (y antes del PRI). El colmo es que la formula priista de 2018 es la misma de MORENA en 2024.

En México hemos vivido la democratización como el mito de Sísifo, cargando una roca para llegar a la cima de la democracia  y cuando estaba a punto de llegar la roca vuelve a caer, un Zeus autoritario se aparece y tira de nuevo la roca y hay que volver a cargarla esa pesada carga.

Y aunque la oposición actual, tampoco es lo mejor que tenemos, hay que darle fuerza y que la mafia del poder única no se eternice.

México es una nación plural y como tal, se debe mantener y respetar todas las expresiones existentes. Tener oposición es lo mejor que puede pasar a nuestro país, no tenerla, es caer en ese hoyo negro de la dictadura perfecta.

Somos más fuertes cuando reconocemos la fortaleza del otro.

NO hay muchas opciones, votaría por un partido socialdemócrata, pero no existe.

Sólo hay dos sopas, la continuidad autoritaria o el regreso a la pluralidad.  

Por eso, mi voto, será para Xóchitl.


https://www.eluniversal.com.mx/cultura/confabulario/por-el-fin-de-los-caudillos-por-el-regreso-a-la-pluralidad/

lunes, 20 de mayo de 2024

Zocalo Rosa


Nunca estuve en Tlatelolco. 

Estos miles que somos

Agustín Sánchez González

Los andenes de la linea 2 del metro lucen, por toda Tlalpan, de color de rosa.

Apenas abordo un tren, la algarabía de la gente es enorme, gritan a favor de su candidata y lanzan consignas pidiendo fuera el partido oficial.

A pesar de la cercanía, no estuve en Tlatelolco. Tenía 12 años y en mi proletario e industrial barrio, al norte de la ciudad, poca gente sabía qué pasaba. Una vez, en los años ochenta, le decía a una novia que yo había estado en todas las marchas después del halconazo de 1971.

                Mientras miro la imponente Catedral y echo un ojo a la barrera que ha puesto el presidente López Obrador  para encerrarse, cual solitario del palacio, como diría René Avilés Fábila. Según AMLO, que se fue a vivir al palacio para estar cerca del pueblo; pero, cual monarca, ahora no permite nadie se  acerque a ese palacio, al que durante décadas podríamos entrar, pasear por él, mirarlo con orgullo y que siempre estuvo abierto a la sociedad, aun en los momentos más autoritarios, como el diazordacismo; hoy se nos niega la entrada y se prohíbe el paso por las calles de Moneda y Corregidora.

El presidente nos cierra el paso, y eso se paga, hoy lo repudian miles de personas, y le gritan, osadamente, Narco presidente.

Pero hay otras demandas mayores, escucho a mi alrededor los gritos de democracia, y me pregunto a cuántos de estos miles he acompañado en este medio siglo de protestas contra el autoritarismo  antidemocrático del gobierno en turno.

Miro a muchos miles de chilangos que hemos visto pasar un México del presidencialismo autoritario, a un México que, en un suspiro, vivió y soñó en la democracia en el  último cuatro de siglo.


Me pregunto cuántas decepciones, cuando sueños quedaron arrumbados; cuántas personajes políticos amados se convirtieron en seres despreciables.

Hoy, como ayer, estamos en el ombligo del mundo, como decían los chovinista mexicanistas. Hoy, el zócalo lucen un sinfín de colores de los partidos que, ante su debilidad, se uniceron, pero sigue destacando  el rosa mexicano, que este domingo se convirtió en los colores de México. 

Un Zócalo Rosa, podría llamar, también a esta crónica.

Son los colores que la gente portaba, rechazando el absurdo mandato de la señora Tadei, presidenta del INE y miembro de una familia cuya mejor característica es su participación tanto en la militancia del partido en el poder, como  en las nóminas de este gobierno y que, por lo tanto, carece de  respeto alguno.

Son los dedazos que nunca hemos logrado desterrar.

El sol muestra su fuerza. Unos ciudadanos llevaban una bandera gigante, muy larga, a la que nos acogimos varios para resguardarnos de él para escuchar el reclamo de Guadalupe Acosta Naranjo y lulego un vigoroso discurso de Santiago Taboada que no mostró en el debate ante Clara y que hubiera sido contundente. “La esperanza cambió de manos”.

“Quiero una ciudad en que el Gobierno y la sociedad son más fuertes que cualquier organización criminal”; el gobierno ha preferido abrazar a los delincuentes y no a la victimas, también señaló.

La gente, abajo del templete, sigue gritando, cantando; familias enteras, gente de la tercera edad, jóvenes, mujeres y niños con banderas multicolores.

Mi generación, la que no estuvo en Tlatelolco, y la sobreviviente de aquel triste 1968, nos hemos vuelto a juntar en un marcha ciudadana, más allá de la presencia de una clase política corrupta y decadente que tuvieron, al menos, la dignidad de no subirse al barco del poder de un partido que revivió y fortaleció un presidencialismo autoritario, acogiendo a los peores miembros de aquellos partidos a los cuales ahora dicen rechazar.

El zócalo se vio acotado por el enésimo plantón de la CNTE, al que la marea rosa, a pesar de gritos y proclamas aisladas de este sector.

Medio siglo de protestas contra el poder me han vuelto bastante escéptico.

Este sexenio se han ido cerca de un millón de mexicanos, el ochenta por ciento por la irresponsable manejo de la pandemia y el otro por la violencia que nos ha legado la política de abrazos.

Hace varias décadas me queda claro que el poder es un mal necesario al que hay que acotar, revisar, cuestionar.

MI generación vivió con la consigna de no criticar a los gobiernos de izquierda, por ejemplo; yo he sido un lobo solitario y hasta en los sindicatos universitarios siempre fui la oveja negra. Hay que cuestionar todo, incluso a nosotros mismo.

No sé cómo he logrado abstraerme de los discursos llenos de optimismo, llamando a cuidar las casillas, a detectar la violencia que se ciñe por todo el país, a llamar a votar y cuidar las casillas, mientras miro las redes sociales, ajenas a la vida pública de antaño, que a la par de esta algarabía,  la satanizan, rechazan la presencia de estos miles que somos, que medio siglo después, estamos en el zócalo, soñando en un México plural y democrático, recordando a nuestra añorada poeta Rosario Castellanos: “ Recuerdo, recordamos/ hasta que la justicia se siente entre nosotros”.

Hay que tumbar las barreras, esa infame y represiva muralla de un gobierno que ofreció democracia, prometió un cambio verdadero y lo que nos dio fue más atole con del dedo.


lunes, 8 de abril de 2024

ADIÓS querido Ziraldo

 El 6 de abril falleció uno de los grandes caricaturistas de este mundo: Ziraldo Alves Pinto, que firmaba como Ziraldo, Premio Quevedos, 2008. Uno de los autores clásicos de la literatura infantil y juvenil, en Brasil. Esta nota la publiqué hace unos años.


 


Me acabo de encontrar un tesoro: una caricatura que me hizo Ziraldo, hace nueve años, cuando le fue entregado el Premio Quevedo de Humor Gráfico, uno de los galardones más serios e importantes del mundo, digamos que como el Premio Cervantes, de Literatura y que han ganado artistas como Mingote, Quino o Forges.

Ziraldo cumplió 87 años el pasado 25 de octubre y hace 9, cuando recibió el premio Quevedos, el periódico El País lo presentó como El niño loco y feliz de Brasil.





Ziraldo es un gran caricaturista y un maravillo ilustrado de historias infantiles. "Soy un autor para niños, viejo. NO un viejo que escribe para niños", se presentó así, alguna vez.

Un año antes había estado con él en Barcelona, en Casa de las Américas, en un evento de humorismo gráfico en Iberoamérica, donde también estuvo otro gran caricaturista colombiano, Vladdo, que también me hizo una caricatura.



En esa semana que estuvimos en Alcalá de Henares, en 2009, fuimos a comer pollo y ahí, en una servilleta, me dibujó. 



Privilegios de la vida. 

miércoles, 18 de octubre de 2023

El Museo Casa de Carranza exhibe, por primera vez, el mayor número de caricaturas dedicadas al varón de Cuatro Ciénegas

 

La exposición "Cuando veas sus barbas cortar… Don Venus en la mirada de sus críticos". Foto: Melitón Tapia. INAH
La exposición "Cuando veas sus barbas cortar… Don Venus en la mirada de sus críticos". Foto: Melitón Tapia. INAH

La caricatura periodística es una herramienta que muestra, de manera diferente y picaresca, la realidad de un país, al tiempo que permite conocer el ingenio del autor y su postura crítica ante un hecho o personaje. A propósito de lo anterior, el Museo Casa de Carranza (MCC) presenta, por primera vez, una exposición que reúne la mayor cantidad de caricaturas dedicadas al varón de Cuatro Ciénegas.

         Titulada Cuando veas sus barbas cortar… Don Venus en la mirada de sus críticos, la muestra, organizada por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), fue curada por el escritor e historiador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Agustín Sánchez González, y reúne 80 caricaturas publicadas en la prensa de su época.

         Durante el acto de apertura, el 15 de octubre de 2023, la directora del MCC, Karla Jaqueline Peniche Romero, refirió que, paralelo a la muestra, parte de esas caricaturas se imprimieron en gran formato, y fueron colocadas en la fachada de la casa, con el fin de que el público, desde la calle, las pueda contemplar.

       En tanto, el curador y autor de más de 30 libros sobre caricatura, Agustín Sánchez, refirió que “la caricatura nos enseña a mirar de manera seria y sin máscaras aquello que somos; su inmediatez, permite identificar la postura ideológica del autor y abre una brecha más amplia de estudio para los historiadores”. A diferencia de Madero, dijo, Carranza cuidó mucho su presencia en prensa, el arquetipo de la barba y la pulcritud de su vestimenta, lo que lo posicionó como un político moderno y jerarca.

        Explicó que Venustiano Carranza enfrentó momentos críticos, como el golpe de Estado a cargo de Victoriano Huerta, resistió los embates opositores de zapatistas y villistas, y afrontó la invasión norteamericana; en todos esos episodios, la prensa mexicana registró, a través de la caricatura, aquella tensión política; sin embargo, no había sido tan difundida o abordada. Ahora, gracias a la investigación realizada, se encontraron estos 80 cartones en una colección privada y en la hemeroteca del MCC.

       Las caricaturas que se presentan fueron publicadas en periódicos como El Demócrata y Monitor Republicano, y en diversas revistas, entre ellas, El Arlequín, El Gancho, Multicolor, El Motín y El Gladiador. Cabe decir que aunque en ese tiempo surgieron diarios como El Excélsior y El Universal, en sus páginas no plasmaron caricaturas del líder carrancista.

         Los cartones que integran la exposición corresponden a autores como Salvador y Álvaro Pruneda, Santiago R. de la Vega, José Clemente Orozco, Clemente Islas Allende, Atenedoro Pérez y Soto, y Miguel Covarrubias, así como algunos anónimos.


        La muestra contó con el apoyo en la curaduría y el montaje de los investigadores del MCC, Edwin Alberto Álvarez Sánchez y Laura Patricia de León González. Está dividida en dos núcleos temáticos: en la primera, están las ilustraciones correspondientes a la lucha contra Victoriano Huerta (1913-1914), periodo durante el cual, caricaturistas mexicanos afines al régimen golpista, así como periodistas estadounidenses, pintaban a Carranza como un oportunista ambicioso que había tomado las armas sin ninguna justificación.

        En la segunda, se aborda la época de los gobiernos provisional (1914-1917) y constitucional (1917-1920) de don Venustiano Carranza, en los que los caricaturistas evitaron atacarlo directamente y prefirieron ensañar su crítica en sus colaboradores civiles y militares.

        Entre las obras caricaturescas destacadas está la copia de un retrato que Enrico Caruso realizó a Venustiano Carranza durante su visita a México, en 1919, el cual estaba publicado en un portal electrónico y fue localizado por el curador de la exposición. “Algunos dibujantes fueron abiertamente lambiscones con el primer jefe del Ejército Constitucionalista, mientras que otros se burlaron de su aspecto físico, pero nunca lo enfrentaron políticamente”, concluyó Sánchez González.

      Cuando veas sus barbas cortar… Don Venus en la mirada de sus críticos permanecerá hasta el 15 de enero de 2024, en el sótano y fachada del Museo Casa de Carranza (calle Río Lerma No. 35, col. Cuauhtémoc, Ciudad de México). Horario: martes a domingo, de 10:00 a 17:00 horas. Entrada gratuita.

 

jueves, 9 de marzo de 2023

Señor, me has mirado a los ojos. Las fem del PRIMOR

Es 8 de marzo de 2023.

El Palacio Nacional, de nuevo luce amurallado, con una fosa enorme para evitar que los infieles (o las infieles, en este caso) osen brincarse y quemar esa joya arquitectónica, protestando por la muerte de miles de mujeres.





"El presidente más feminista", el más cercano al pueblo, se encuentra cada vez más lejos de ser, o cuando menos, siquiera, parecerlo.


Afuera del bunker kkiano, miles de mujeres reclaman justicia y son recibidos con gases lacrimógenos, que no son tales, según el porro que despacha en la secretaria de gobierno, segundo de la jefa de gobierno de la CDMx que unas horas atrás había calificado a las mujeres que protestan como conservadoras.

Adentro del palacio, como un señor feudal, el cretino presidente observa como un pequeño grupo de miserables burócratas se inclinan ante su llegada y, de manera vil, machista y rastrera le piden al cretino que les diga que las ama. 

Él no se hace del rogar, como Pancho Villa y sus viejas a la orilla, se los dice. Las amo a todas.

Ellas, en éxtasis, como cantando "Señor me has mirado a los ojos". 


Su comadrita, otrora reportera, que ahora vela por la seguridad de los mexicano, de manera bastante inútil, con sus aretitos con la figura del cretino, siente como la mano poderosa del señor posa sobre su cabeza y su alma se llena de gozo como si recibiera maná del cielo.

El medio centenar de miserables mujercitas, enloquecen y se desmayan pero al momento del éxtasis comienzan a gritar: es un honor estar con el cretinón

sábado, 25 de febrero de 2023

EL INE NO SE TOCA. Otro domingo en el Zócalo

Cuál Sísifo, la sociedad mexicana carga una dolorosa piedra del autoritarismo tras la espalda. No ha pasado ni medio siglo en que este país parecía liberarse, poco a poco, del autoritarismo priista, cuando llegamos ante una nueva farsa denominada transformación, con minúscula, y que obliga, de nuevo, a tratar de romper esa inercia que resucita, otra vez, del presidencialismo más arrogante de nuestra historia.

Es curioso, desde Díaz Ordaz, ningún mandatario había satanizado tanto una manifestación de rechazo a sus política golpeadores, como López Obrador. Un personaje que trata de amoldar la historia a su histeria.

Lo terrible, es la abyección de decenas de personajes que repiten como loro macuspano lo que dice el novísimo emperador.

Como sucede en la fábula del traje del emperador, el gobernante en turno viste sus mejores trapitos para gozar del aplauso fácil y rápido, cosa nada difícil de resolver en una sociedad, como la mexicana, que aplaude a sabiendas que ganará.

            Vivimos, revivimos, un presidencialismo voraz, donde el mandatario quiere sólo aplausos, solo, y suele recibirlos sin decoro, como en varias ocasiones de nuestra historia, repitiendo las grandes farsas de nuestros gobernantes en donde, a veces, se generan epopeyas que, a la postre, se convierten en hechos históricos (expropiación petrolera, por ejemplo) y otros, generando torpes sainetes que se convertirán en un fracaso contundente que conduce al basurero de la historia luego de la histeria sexenal.

 
           El fin del primer cuarto del siglo XXI es ya testigo de uno de esos momentos en que un gobierno se inventa un proyecto de Nación y se autonombra Cuarta Transformación, en un insólito hecho, una quimera histórica pues en ninguna de las gestas anteriores, que México vivió verdaderos cambios, nadie se atribuyó esa gloria ni, tampoco, se asignó ese papel mesiánico.

            Todos los gobernantes siempre quisieran ser glorificados y pocos tienen el arrojo de nombrarse transformadores, como este presidente que desde ya, se vistió de libertador de una transformación al nivel de Miguel Hidalgo, Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas. En el logo oficial de gobierno, entre sus ensueños está aparecer junto a ellos, a la manera que Stalin se colocó al lado de Marx, Engels y Lenin.

Pero lo onírico, con demasiada frecuencia, suele tornarse en pesadilla.

Se acaba de aprobar, en el vergonzoso Senado, ¡Cómo hace falta un Belisario Dominguez!, la destrucción del INE.

Serviles, sin escuchar a la sociedad, los senadores oficiales han pisoteado medio siglo de luchas por la democracia.

Cómo hace medio, como hace cuatro décadas, como hace treinta años, como tantas y tantas  veces, estaré de nuevo en el Zócalo este domingo 26 de febrero.

Otras vez, como Sísifo, cargando una piedra para tratar de arribar a la democracia, tan sólo eso.

Todos mis libros contienen una dosis de humor

  Todos mis libros contienen una dosis de humor: Agustín Sánchez Estudioso de la vida cotidiana y la caricatura, ha publicado una treintena ...