miércoles, 12 de agosto de 2020

Posada: El triste destino final del ilustrador. Entrevista La Nación, de BAs.

Una entrevista que ofrecí para el diario
La Nación, de Buenos Aires 



Carlos Manzoni
10 de agosto de 2020 
José Guadalupe Posada murió tan pobre como había llegado al mundo. Sus ilustraciones, que años después se convertirían en un símbolo de México, estaban en todos los hogares y llenaban las páginas de los periódicos; pero la muerte de su único hijo, el misterioso destino de su esposa y la llegada de la revolución lo empujaron a la bebida y lo arrastraron hacia la ruina.
José Guadalupe Posada Aguilar, tal su nombre completo, había nacido el 2 de febrero de 1852, en Aguascalientes, capital del estado del mismo nombre, en el centro de México. Hijo de un panadero y de un ama de casa, se crió en la pobreza en el barrio de San Marcos, junto con cinco hermanos.
No pudo ir al colegio por lo que aprendió a leer y a escribir gracias a su hermano mayor, Cirilo, que era maestro. Desde muy chico demostró tener dotes artísticas, por lo que al ver su gran habilidad para dibujar su hermano lo inscribió en la Academia Municipal de Dibujo de Aguascalientes.
El historiador y escritor mexicano Agustín Sánchez González, el hombre que más sabe sobre Posada, destaca que desde muy chico fue una persona con una enorme lucidez y que, más allá de que tuvo cierta educación formal en dibujo, fue por sobre todas las cosas un autodidacta. "Es más, mientras el profesor atendía a un grupo, él entretenía al resto de los alumnos con sus ilustraciones", comenta el especialista.
A los 19 años, comenzó a trabajar como aprendiz de José Trinidad Pedroza, donde aprendió el arte de la litografía y en pocos años se convirtió en una pieza fundamental de ese taller. Se destacó pronto como caricaturista político y comenzó a ilustrar para el periódico el Jicote; pero, al morir su padre, decidió acompañar a su editor a la vecina ciudad de León, en Guanajuato, donde había mayor campo de acción para una imprenta.
Allí, en una ciudad más grande y más industrializada, trabajó un tiempo con el dueño de la imprenta que también se había mudado desde Aguascalientes, pero luego ya abrió su propio taller. Fue también en León donde conoció a su futura esposa, María de Jesús Vela, con quien tuvo a su único hijo, Juan Sabino.
Aunque era autodidacta, gracias a su extraordinaria calidad, se lo invitó a ser profesor de litografía en la escuela secundaria. Pronto se alejó de la sátira política y se enfocó en un retrato más costumbrista y comercial. Las cosas marchaban de maravillas hasta que, en 1888, una inundación destruyó su taller y tuvo que mudarse nuevamente, esta vez a Ciudad de México.
Llegó a la capital invitado por Ireneo Paz, abuelo del poeta Octavio Paz, que sería años más tarde reconocido con el Premio Nobel de Literatura. Las obras de Posada se vendían como pan caliente, porque era una época en la que buena parte de la población mexicana no sabía leer ni escribir, por lo cual, sus ilustraciones expresivas eran inigualables a la hora de atraer la atención de la gente. "Él no se sentía artista, era más un artesano que hacía trabajos para quien se lo pidiera. Era lo que hoy se llamaría un free lance", comenta Sánchez González.
Hizo más de 10.000 ilustraciones en toda su vida, pero su sello distintivo fueron las famosas calaveras, que hoy son un ícono del dibujo mexicano en el mundo entero. Tal como explica Sánchez González, "Don Lupe" solo las dibujaba el día de los Santos Difuntos y no las hacía para plasmar la solemnidad de la muerte, sino que eran figuras llenas de vitalidad, que bailaban, jugaban, andaban en bicicleta, montaban a caballo y se reunían en fiestas.
Sánchez González precisa que las calaveras no son ni siquiera el 1% de su obra, pero que son ellas las que lo hicieron destacar y las que se convirtieron en un símbolo de México en todo el mundo. "Muchos han relacionado las calaveras con lo prehispánico, pero la influencia de Posada viene más por el lado medieval y por la parte de los autores europeos vinculados a la Iglesia. Tiene más de Pieter Brueghel, llamado el Viejo, de Goya o de El Bosco, que de lo prehispánico", explica el especialista.
En un momento, llegó a trabajar con el gran editor Antonio Vanegas Arroyo, para el que hizo sus ilustraciones más conocidas, que se siguieron comercializando hasta la segunda mitad del siglo XX. "Prácticamente no había hogar de un mexicano, pobre o rico, que no tuviera una imagen dibujada por Posada. Su obra estaba en todas las casas, porque él ilustraba juegos de mesas, cancioneros, estampas religiosas, anuncios publicitarios y, por supuesto, las noticias más importantes", detalla Sánchez González.
Aquel chico que había aprendido a leer y escribir gracias a su hermano, era ahora el mayor ilustrador de México, había dejado su sello distintivo con sus trazos y personajes, y era tan requerido que había tenido que abrir dos talleres más. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con sus manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo estropea todo.
Posada y sus calaveras, en una ilustración
El 18 de enero de 1900, su único hijo murió de tifus, a los 17 años. Tiempo después, también perdió a su mujer, aunque los historiadores no han podido averiguar aún si lo abandonó, murió o regresó a su ciudad natal. Esos golpes lo hundieron en la depresión e hicieron que se volcara a la bebida, aunque, como opina Sánchez González lo que más lo destruyó fue la soledad.
En medio del mal momento que atravesaba, estalló la revolución mexicana, que fue para él como el golpe de gracia: debido a la convulsión general, su trabajo empezó a escasear, se llenó de deudas y terminó en la ruina absoluta, viviendo en una pocilga en Tepito, uno de los barrios más bajos de la capital mexicana. "La revolución generó mucha desazón y una gran crisis, con carencias alimenticias y laborales. Todo esto, sumado a la soledad en la que vivía, profundizó aún más su depresión", relata Sánchez González.
Finalmente, el 20 de enero de 1913, el genial ilustrador murió solo y tan pobre como había llegado a este mundo, a punto tal que debió ser enterrado en una fosa común. Se terminó así, a los 61 años, la vida del hombre que se convirtió en inspiración para las futuras generaciones de ilustradores y pintores, entre ellos Diego Rivera, quien promovió su obra para que trascendiera las fronteras de su país.
Ocho meses después de su muerte, en noviembre de 1913, se publica su ilustración de la calavera llamada Catrina, que fue su creación más emblemática y se convirtió en un fenómeno mundial de la mano de Diego Rivera. "Esta gran obra maestra le da fama universal no solo a Posada, porque la Catrina es el símbolo mexicano por excelencia en todo el mundo y en México es el segundo símbolo en importancia, después de la Virgen de Guadalupe", concluye Sánchez González.

https://www.lanacion.com.ar/economia/el-triste-final-del-ilustrador-convirtio-calaveras-nid2413336

miércoles, 5 de agosto de 2020

José Guadalupe Posada en Madrid (2014)


Esta muestra se realizó en el Instituto de México, en la ciudad de Madrid, en noviembre de 2014 y publicamos un libro, con el mismo nombre, con la editorial Turpin, en coedición con el Centro de Estudios Mexicanos UNAM-ESPAÑA


Posada: fantasías, calaveras y vida cotidiana



La obra de José Guadalupe Posada (Aguascalientes, 1852-1913) llega al Instituto de México en España (Madrid), donde se expone hasta el 16 de enero. Titulada 'Posada. Fantasías, calaveras y vida cotidiana', esta retrospectiva del gran ilustrador mexicano pretende acercar al visitante la figura del creador de la Catrina.
El ilustrador fue un cronista excepcional de la historia cotidiana de su país entre finales del siglo XIX y principios del XX. Por medio de sus dibujos y viñetas, el autor, a quien admiraba profundamente el muralista Diego Rivera, captó la marginalidad, la tragedia, la risa, la fe o la muerte, para transmitir una imagen de su cultura que aún hoy está presente en los artistas mexicanos de las generaciones más recientes.
En palabras de Agustín Sánchez González, comisario de la muestra, que durante más de 15 años ha realizado una profunda investigación sobre Posada, “se pretende destacar que la fama e inmortalidad de este artista radica en que su obra estaba presente en todos los ámbitos de la vida cotidiana, que fue el gran ilustrador de lo mexicano y que su obra sentó las bases del arte mexicano contemporáneo”.

Recorrido artístico
La exposición Posada. Fantasías, calaveras y vida cotidiana está dividida en 11 apartados temáticos: los primeros años del artista, sus ilustraciones de cuentos infantiles, los juegos que ilustraba, las fantasías y los horrores, las imágenes religiosas, las tragedias, lo chusco y cómico, la vida cotidiana, los personajes, las fiestas y, finalmente, sus famosas calaveras.
En este recorrido el visitante podrá observar cómo la obra de Posada está muy emparentada con la de otros artistas españoles gráficos del siglo XIX, fundamentalmente de Goya, «por ejemplo, la alegoría de Saturno devorando a sus hijos de Goya le sirvió a Posada de guía para su ilustración Manuel Sánchez que se devora a sus hijos», explica Agustín Sánchez, «pero también le influyen personajes como Mariano Fortuny, que es uno de los pintores costumbristas españoles del siglo XIX, o Leonardo da Vinci, del que versiona La última cena«.
La exposición se completa con diversos talleres de estampación y grabado dirigidos al público infantil que podrán a prueba su destreza como fichas de un juego de la oca de gran tamaño ilustrado por Posada, desde el 24 de noviembre al 12 de diciembre previa reserva en el email institutodemexico.esp@gmail.com. Y para el público general los sábados del 22 al 29 de noviembre, con inscripción en el email lorenamcdb@hotmail.com

lunes, 3 de agosto de 2020

La caricatura y su adulación al poder. El cartón del mes

Como todos los meses, presento mi Cartón del mes, en la revista Relatos e historias en México. En este número aparece uno de los presidentes más caricaturizados de nuestra historia es Sebastián Lerdo de Tejada quien, no obstante ello, fue un respetuoso gobernante quien jamás reprimió ni menospreció a la prensa ni a los caricaturistas a pesar de los retratos brutales que le hacían. NI les dijo fifi ni exigió sumisión.

José María Villasana es uno de los grandes maestros de la caricatura mexicana, un autor que en un primer momento fue un gran crítico y después se convirtió al oficialismo, terminando como diputado porfirista. Villasana es la muestra de cuando un caricaturista se convierte en retratista del poder pierde todo, hasta la vergüenza, un fenómenos que se lee en nuestros días en publicaciones afines al régimen, como El Chamuco, por ejemplo.

El trazo de Villasana es de una gran maestría y queda como un retrato que muestra la adulación al poder.

domingo, 2 de agosto de 2020

Recordando la exposición: "José Guadalupe Posada. La línea que definió el arte mexicano"/ 2

Resulta extraordinario encontrar que, tras cien años de la muerte de José Guadalupe Posada, su obra se mantenga presente en el acontecer nacional a pesar de que su trabajo nunca fue realizado para los muros de un museo ni de una galería, sino para el instante, para el hoy, y su destino era ser efímero.
Posada fue un personaje anónimo en su tiempo, del que apenas existen unas cuantas notas en la prensa de entonces. Fue el gran cronista de la tragicomedia mexicana, de esa desgarradora forma de poblar nuestro complejo imaginario colectivo, conformado por fenómenos, tristezas, alegrías, dolores, pasión, frustración; los demonios que nos persiguen y acosan, al lado del sueño y la esperanza permanente.

La obra de Posada puede leerse de una manera lúdica y cercana a lo que somos y a lo que hemos sido, como un espejo que nos refleja pues está grabada, literalmente, en cada uno de los aspectos de la vida cotidiana. Su arte trazó las coordenadas por las que transitó, y aún lo hace, el arte mexicano

La exposición "José Guadalupe Posada. La línea que definió el arte mexicano tuvo la suerte de tener un catálogo, que conjuntó a los más importantes investigadores de la obra de Posada y una buena muestra de la obra exhibida en los muros del Museo Nacional de la Estampa, puedes consultar en línea una sección de esta edición en: https://bit.ly/39OcfJz

Agustín Sánchez González, CENIDIAP/INBAL
Curador de la exposición

jueves, 30 de julio de 2020

Recordando la exposición: "José Guadalupe Posada. La línea que definió el arte mexicano"

MUSEO NACIONAL DE LA ESTAMPA. INBAL
Recordando la exposición: 
José Guadalupe Posada. 
La línea que definió el arte mexicano

En 1913, en la soledad absoluta y el olvido, falleció Posada. Sus restos fueron enterrados en la fosa común. Una década después, comenzó una revaloración que consiguió que su obra abandonara el anonimato.
José Guadalupe Posada Aguilar (Aguascalientes, 1852 - Ciudad de México, 1913) nunca se sintió un artista, jamás pensó que su obra tendría la trascendencia que hoy tiene. Tampoco imaginó —él que tuvo tan grandiosa imaginación— que sentaría las bases del arte mexicano contemporánea: su obra forma parte de nuestra iconografía y del imaginario colectivo.
Posada fue mitificado a partir de la necesidad de concebir un arte popular que expresara el sentir de la Revolución Mexicana. El gobierno revolucionario tuvo en el nacionalismo una expresión histórica (y estética) de ese proceso de cambio que vivió el país en las primeras décadas de la centuria anterior.
A cien años de la muerte del grabador, el Museo Nacional de la Estampa organizó "José Guadalupe Posada. La línea que definió el arte mexicano", exposición conmemorativa que mostró que Posada va más allá de la Catrina y de visiones idílicas, ideologizadas: fue un artista que, con sus imágenes, conformó el rostro y la estética mexicana.
Agustín Sánchez González, CENIDIAP/INBAL
Curador de la exposición


https://www.facebook.com/MuseoNacionaldelaEstampa/posts/3410444775673645

lunes, 20 de julio de 2020

XV años del CCH

En unos meses más, en febrero de 2021, el Colegio de Ciencias y Humanidades cumplirá cincuenta años de su fundación.
Soy un feliz egresado de esa institución, más dichoso aún pues su fundador, Pablo González Casanova, me otorgó un diploma como egresado distinguido, al cumplirse veinte años de la fundación del CCH y ese es uno de mis grandes orgullos, sobre todo porque, en ese año, habían estado en sus aulas más de trescientos mil alumnos.
Encontré un texto sobre el baile de XV años del CCH, en 1986, y que publiqué en la revista Fin de siglo, que editaba la Universidad Autónoma de Sinaloa.


XV años del CCH

Han pasado 15 años; 12 desde que salieron del Colegio de Ciencias y Humanidades y se vuelven a ver. Ya hay arruguitas, panza, llantas; todos son treintañeros; se casaron, divorciaron, o en eso andan (en ambos casos). Llegaron en 1971, eran como 15 mil alumnos que no sabían nada acerca del CCH. El doctor González Casanova, entonces rector de la UNAM, daba la bienvenida a los nuevos universitarios diciendo: "Es la misma universidad que se renueva", no recuerdo si esto es textual. "Aprender a aprender" era el lema del Colegio. Llegamos, los estudiantes de entonces, a tres planteles, el de Vallejo (que nunca ha estado en Vallejo) Naucalpan, en el Estado de México y Azcapotzalco, allá por Parque Vía.
           Éramos adolescentes que habíamos vivido el 68 como niños, en la primaria o secundaria. Nuestros hermanos mayores y toda la generación que nos antecedió, había sido golpeada y masacrada por el autoritarismo priísta de Díaz Ordaz. Hoy se vuelven a juntar en un gran baile de XV años en el salón Los Ángeles.
Nosotros, los de entonces
Llegamos a nuestras escuelas, separadas unas de otra y en barrios marginales de la ciudad: Vallejo, Naucalpan, Azcapotzalco, Sur y Oriente; teníamos como maestros a jóvenes recién egresados de la facultad que habían sufrido en carne propia la represión. Todos en el acelere; los de historia empezaron a plantear una nueva visión basada en los manuales del marxismo que estuvieran más cerca de su rojo corazón.
     Unos meses después de la inauguración del Colegio, el 10 de junio, los ceceacheros marchaban al lado de otros grupos estudiantiles; muchos ya nunca regresaron, pues los inexistentes halcones les dieron en la madre; otros muchos decidimos que estábamos politizados y organizamos grupos que reivindicaban el cambio social. 
       Entonces éramos maoístas, trotskistas, comunistas, guevaristas, leninistas, foquistas y otros istas; la derecha se espantaba. El radicalismo del CCH llegó a alturas insospechadas cuando los porros fueron expulsados de ahí, junto con los directores que los solapaban y así, en 1973, varios de los planteles permanecieron algunas semanas sin autoridades. 
       El autogobierno democrático era como un sueño posible; los maestros subversivos y radicales llamaban a dar la lucha (algunos de ellos, ocupan hoy posiciones importantes de poder en varias secretarías de Estado). 
        Habrá que hacer el análisis en serio de todo esto; lo que ahora escribo son sólo notas dispersas y discutibles incluso para mí. Eran los días en que a todo mundo le daba pena ser priísta. Hoy eso ha cambiado, y no sólo eso, hoy existen maestros fascistas que andan por el CCH llamando a una cruzada en contra de judíos y comunistas. 
       Los que éramos alumnos hoy somos adultos integrados a la sociedad en crisis. "Si el socialismo no viene a nosotros, nosotros no vamos al socialismo", como diría un personaje del escritor Gerardo de la Torre.
       La esperanza de una nueva sociedad se acabó, ya ni esperanza por una sociedad democrática. Los morrales, barbas y huipiles, la canción protesta y el rock, ya nada de eso se ve por los pasillos del CCH, ni el materialismo histórico es algo que hay que saber para acreditar materias. Ya esto no es necesario, como en aquellos años, para poder transformar el mundo.
El Baile XV años
Tardamos más de un mes en organizar el baile; nos enfrentamos a miles de problemas: conseguir dinero para alquilar el salón, llamar a nuestros amigos para que con un pago simbólico fueran a tocar, enfrentamos a la burocracia para conseguir permisos. El día del baile únicamente nos acompañaron unas 300 almas y nunca como ese día, el concepto alma tuvo esa connotación. Aquella generación anda ahora corno alma en pena, desencantados por la vida y simulando alegría. Tratando de salvar la crisis.
        Aquella sociedad que querían se les fue de las manos y hoy no queda más que integrarse a la odiosa sociedad capitalista. Los alumnos, ese mismo día, hicieron también sus bailes, sólo que en salones decentes, seguramente después de haber oído misa, vistiendo sus trajes comprados o alquilados, portando orgullosos sus anillos de graduación y esperando ansiosos su entrada a las facultades para pronto titularse y ganar mucho dinero.
A lo mejor los otros quince
Dentro de 15 años habremos arribado al siglo XXI y como la Espergencia de Chava Flores, festejaremos bien; falta saber si este mundo llega para entonces o si la UNAM no se desembaraza del CCH. 
      Tiempos habrán de venir que desconocemos, como en aquellos años no sabíamos cómo terminaríamos, la crisis tan gruesa que vive nuestro país y la cada vez más lejana nueva sociedad. 
      Para entonces, ya cuarentones, habremos de empezar a vivir.


viernes, 17 de julio de 2020

El mocho asesinado por un mocho


Última imagen que miró Obregón

Este 17 de julio se cumple el aniversario del crimen perpetrado por José de León Toral, al general que perdió ahí lo invicto: Álvaro Obregón.
Cuando el Llorón de Macuspana se queja de ser el presidente más atacado, no tiene idea de lo que habla.
No existe en toda nuestra historia, ningún presidente que no haya sufrido los embates de la crítica, la burla, el desprecio. Obviamente, ni siquiera él se salvará y de añorar ser el mejor presidente de la historia pasará, no tengo duda, como uno de los más despreciables.
Obregón, al contrario del Llorón, le encantaba el humor. Blasco Ibáñez cuenta que Obregón llamaba al Panzón Soto, uno de los inolvidables (y nada conocido) cómicos de carpa para contarle chistes contra sus enemigos.
Obregón era un hombre con un sentido del humor genial; estos chistes lo retratan de cuerpo entero (menos su brazo, obvio):
1. Vicente Blasco Ibáñez, en su libro El militarismo mexicano, recoge la siguiente anécdota: En la sangrienta batalla de Celaya, cuando una bomba le arrancó el brazo derecho al general Obregón, sus compañeros de batalla se afanaban por buscar el despojo heroico sin que nadie lo hallara, hasta que el amigo más íntimo del revolucionario aconsejó: ¡Levanten una moneda de oro y verán el resultado!
2. Según Demetrio Bolaños, en un artículo publicado el 16 de julio de 1983 en el periódico El Universal, esta broma fue inventada por el propio Obregón.
3. En este mismo artículo se consignan otros chistes: uno de ellos, "se popularizó en Cajeme, cuando la persecución religiosa había llegado a su clímax, se dejó correr la noticia por todo el país de que Obregón acababa de ser aprehendido. El comentario lógico se imponía:
- ¡Qué atrocidad!... Bueno ¿y por qué?
- Hombre, ¡por mocho!".
4. Cuando se dirigía al lugar de su muerte, uno de sus acompañantes le preguntó:
- General, ¿no tiene miedo de ir con nosotros?, alguien podría hacer estallar una bomba.
  A lo que Obregón respondió:
- Tendrían que ser pequeñas, acuérdese que vamos a comer a la bombilla".

         Sin embargo no hubo bombas ni bombillas, sino un mal chiste de otro mocho, lo que cortó su vida.


Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...