domingo, 28 de octubre de 2018

Cuando Porfirio Díaz aún no tenía el don

Mi artículo de hoy, 28 de octubre de 2018, en Confabulario, suplemento cultural de El Universal

Cuando Porfirio Díaz no tenía el don


Durante su primer periodo presidencial, Díaz fue blanco frecuente de una prensa satírica que fue mordaz en la crítica al mandatario

POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
La figura señera, arrogante y patriarcal que hemos conocido en la historia (y en el cine) al mirar a Porfirio Díaz, no fue tal, por lo menos durante su primer periodo presidencial (1876-1880). Los caricaturistas y la prensa lo destazaron.

La crítica nunca fue tan intensa como esos primeros años y eso que aún no se vislumbraba que se convertiría en un dictador, sobre todo porque había dado una muestra de que eso no entraba en sus planes, por lo menos públicamente. El 5 de mayo de 1878, a iniciativa suya, se modificó el artículo 78 de la Constitución señalando que el presidente no podría ser reelecto para el periodo inmediato “ni ocupará la presidencia por ningún motivo, sino hasta pasados cuatro años de haber cesado en el ejercicio de sus funciones”.

Pero nadie en la oposición le creyó, mucho menos los partidarios de Lerdo de Tejada que se sentían agraviados pues Díaz lo había derrocado a través del Plan de Tuxtepec y se encontraba en el exilio, del cual nunca volvió.

Por esa época Díaz recibe apodos hoy desconocidos para el gran público, como El Llorón y luego como El Llorón de Icamole. Lo primero, pues al pronunciar un discurso en la Cámara de Diputados donde, “abrumado por la congoja y enredado entre sus propias ideas y palabras, no acertó a salir del paso, no supo cómo concluir la oración, y rompió a llorar. Como un niño terminó llorando ante el azoro de los diputados”, escribe López Portillo y Rojas.

Después lo de Icamole: se dice que al ser derrotado en esa población neolonesa por el general Mariano Escobedo, se puso a llorar.

La revista Universal menciona otros apodos más: “Don Porfirio de la Noria, el loco de la peluca, el insensato de la barriga postiza, el histrión de los anteojos, el sultán de cualquier manera, el hombre de los préstamos, el conde de Tuxtepec, el galgo de la frontera y la cabeza de Palo Blanco”, cita Carlos Tello.

Publicaciones como La Linterna, la emblemática OrquestaEl TrancheteLa CaseraEl Quixote y otros, le miraban y criticaban todo.

En una caricatura aparecida en La Linterna, aparece como “El monstruo del apocalipsis”. Los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial están conformados por tres cabezas que son él mismo. Desde entonces se le miraba el aspecto autoritario y unipersonal.

En este periódico, que tuvo una corta vida (febrero a noviembre de 1877), desde el primer número, y en cada ejemplar, la crítica a Díaz se vuelve su razón de ser; en cada portada aparecía mostrándolo como un ser anodino, falto de experiencia, autoritario, capaz de humillar hasta sus propios padres (identificados como la patria y el pueblo), un gobierno que está de cabeza. Curiosamente en los cinco primeros números muestra dos veces una caricatura con ese mismo mensaje. Muller y Cárdenas que aparentemente eran el mismo, pero de quienes carecemos de mayores datos, eran los dibujantes. Un dato curioso: entre los editorialistas aparece un personaje que a la postre se convertiría en uno de los científicos y de los más cercanos porfiristas: Francisco Bulnes.

El caricaturista León publicó este trabajo en la revista La Orquesta el 7 de mayo de 1877.

La Orquesta, una de las más importantes publicaciones de humor de nuestra historia —cuyo subtítulo decía “Periódico Omniscio y de buen humor. Con caricaturas” y que vivía su cuarta y última etapa después de más de quince años de circulación—, también lanzó fuertes críticas a Díaz. Apenas en el número llamado “Circo Tuxpetano”, muestra a Díaz sobre un trapecio, haciendo un salto mortal: de la libertad a la dictadura (que al final resultó profético). En esta caricatura, mientras Justo Benítez posa sobre su cabeza bolsas de dinero, Ignacio Ramírez pone a su gato, Ignacio Manuel Altamirano, a jugar, o a disfrazar la información (los gatos son arquetipo de mentira y maña), al tiempo que Protasio Tagle busca el equilibrio con los conservadores. Esta caricatura, sin duda un estupendo retrato de ese momento, fue trazada por el caricaturista León.

Un último ejemplo sucede en el periódico El Quixote, de vida efímera también, donde aparece Díaz pegando a un matraz que dice presidencia, con un palo blanco, que era el sitio donde se reformó el Plan de Tuxtepec con que se evitó la ascensión de Ramón Iglesias a la presidencia.

Caricatura de Gaitán, publicada en el periódico El Quixote en mayo de 1877.

Con imágenes del personaje de Miguel de Cervantes Saavedra, que daba título a esta publicación semanal, cuestionaba las acciones de Porfirio Díaz. Un dato importante es la presencia de quien es uno de los mejores caricaturistas de nuestra historia: Santiago Hernández, que firmaba como Gaitán.

En su reaparición, La Orquesta publica: “El pueblo quiere que valga usted la pena, pero no las penas, y sin ser usted penosa para nadie, traes con los suyos algo muy análogo a las penas del purgatorio. ¿Por qué no se purga usted, d. Porfirio?”

Y en el segundo número, el editorial cita al periódico Combate, “el periódico oficial del gobierno de Tuxtepec” que, sin duda, retrata de cuerpo entero a la sociedad mexicana de entonces (y me atrevo a decir, de ahora): “Gran parte de nuestro pueblo, todo imaginación, todo sentimiento, más gusta que le cuenten mentiras que lo hagan reír, que verdades que lo hagan pensar”.

La prensa de esos primeros años presidenciales de Díaz tiene un comportamiento abiertamente crítico, sin contemplaciones, y Díaz los deja, los seduce, como sucedió, aunque no es caricaturista, con Bulnes, quien se volvería un personaje cercano a Porfirio.

Así transcurrirían esos primeros años de gobierno. La crítica se intensificaría al final de su mandato, cuando hereda el puesto a su compadre, Manuel González. Díaz regresará en 1884, no dejará la silla, y la relación con la prensa satírica será diferente, pero en el imaginario nacional jamás se borrarán sus lágrimas ni su capacidad de control mostrado desde su primera toma de posesión y hasta su salida, en el buque Ypiranga, en 1911.


FOTO: Dibujo del caricaturista Tenorio publicado en la revista La Linterna el 16 de abril de 1877. Titulada “El monstruo del apocalipsis”, en ella aparecen los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, conformados por tres cabezas que pertenecen al mismo Porfirio Díaz. / Colección: Agustín Sánchez González

lunes, 22 de octubre de 2018

Día de muertos. La historia de Posada y la Catrina

Una muy buena entrevista que me hizo Olivia Gam para  https://catrinaperegrina.wordpress.com/2018/10/02/dia-de-muertos-la-historia-de-posada-y-la-catrina/










En los últimos años, La Catrina se ha vuelto tan popular que es común encontrar su efigie en diversos souvenirs, incluso, fuera de la temporada de Día de Muertos. Desde mediados de octubre, la presencia de este personaje cobra mayor fuerza y pasa del papel picado hasta mega procesiones que recorren las principales calles de distintas ciudades. Y si hay que hablar de La Catrina es obligado hacerlo también de su creador: José Guadalupe Posada.
Agustín Sánchez González, historiador y especialista en caricatura mexicana y producción gráfica nacional, arranca la entrevista para ‘Catrina Peregrina’ con una frase que proviene del primer libro que escribió sobre Posada y que usa a menudo cuando habla de él con la prensa: “Posada nació el día que murió Don Lupe”.
“Don Lupe era el hombre que trabajaba en diferentes talleres, imprentas y periódicos. Un señor que a nadie le llamaba la atención y tendría que morir y pasar varios años después de su muerte, para que se conozca a Posada. [Posada] es un fenómeno interesantísimo porque era un ser totalmente desconocido, un hombre al margen del arte. Él estaba fuera de los museos, de los círculos artísticos; era un trabajador, él se consideraba así”.
Sánchez González se adentra en el mundo de Posada debido a una investigación sobre humor gráfico y la identidad de los mexicanos. Un segundo acercamiento se dio al revelar al hidrocálido como un gran creador de imágenes y de una iconografía que retrata la vida cotidiana de México tras la Revolución. En la actualidad, reflexiona sobre un fenómeno que también ocurre con Posada: cómo se puede inventar la historia a través de las imágenes.
“La Revolución Mexicana genera una necesidad de crear una identidad de lo mexicano y parte de esa identidad está en el rescate de la cultura prehispánica, de la cultura indígena en esos años post revolucionarios. Entonces, a Posada se le endosa esta idea de que su obra, sus calaveras, su sentido de la muerte, responde a esta visión. Posada es un gran artista, pero también es un gran invento y una muestra de cómo una imagen puede modificar el entorno del discurso histórico”.
Uno de los rasgos de Posada que despertó la admiración del experto, fue “su capacidad para hacer un retrato de los mexicanos”, por lo que lamenta que se le haya encasillado solo como creador de calaveras.
“Su obra de calaveras es mínima. Hay quien dice que tuvo diez mil, quince mil, veinte mil [obras], las cifras varían de una manera enorme, pero de ellas no hay más de doscientas calaveras. La obra de Posada estaba prácticamente en todas las casas, ricas, pobres y de clase media porque mientras vivió estaba en los libros de oraciones, en las hojas de las fiestas, en las cartas de amor, en los cancioneros, en los juegos de mesa. No había mexicano que no tuviera una de sus hojas”.
El nacimiento de La Catrina
Posada fue un autodidacta y, según detalla el historiador, su formación estuvo influenciada por lo que veía de niño. Su infancia no fue fácil y vivió de cerca una letal epidemia de cólera y otros sucesos trágicos que dejarían huella en él.
“Él nace en 1852, cuando México acababa de perder más de la mitad de su territorio y había una enorme inestabilidad política. En su ciudad natal [Aguascalientes] hubo grandes historias de saqueos, robos y rapiñas. Posada vivía cerca de un cementerio y muy pegadito a la iglesia de San Marcos. En un siglo donde todo esto era mucho más dogmático, obviamente lo marcó”.
Sánchez González califica a La Catrina como un fenómeno muy curioso, pues todo parece indicar que Posada no la vio impresa:
“Estoy convencido de que no vio impresa a La Catrina. Posada hacía calaveras para el Día de Muertos, finales de octubre y principios de noviembre, así que supongo que trabajaba las obras más o menos a partir de septiembre-octubre y se las entregaba al impresor. No sabemos por qué, en 1912, no aparece la impresión de La Catrina, sino hasta noviembre de 1913 cuando Posada ya está muerto”.
Posada muere en la pobreza y el abandono. Sus restos van a dar a la fosa común sin que nadie los reclame. Pasarían varios años para que su obra fuera redescubierta, pero dejaría un legado imborrable en el arte mexicano.
https://catrinaperegrina.wordpress.com/2018/10/02/dia-de-muertos-la-historia-de-posada-y-la-catrina/

domingo, 21 de octubre de 2018

Un siglo de crítica y humor mexicano llega a España


Un siglo de crítica y humor mexicano llega a España


La exposición “‘Cien años de caricatura en ‘El Universal’” reúne 70 piezas originales de Rius, Andrés Audiffred, Helio Flores y otros de los mejores caricaturistas de México del último siglo. Una muestra llena de humor e historia, que se puede ver en La Fábrica del Humor de Alcalá de Henares hasta el próximo 18 de noviembre.

Escrito por  

ALCALÁ DE HENARES, España.- Para celebrar el centenario del diario El Universal, el periódico publicó dos libros en 2016: uno de fotografía y otro caricatura. De este último libro se desprendió la exposición “Cien años de caricatura en El Universal, que llega a la Sala de Exposiciones La Fábrica del Humor a través de la Fundación General de la Universidad de Alcalá de Henares. La exposición permanecerá en la institución hasta el próximo 18 de noviembre.
Grandes artistas mexicanos y de otros países han dibujado para las páginas de El Universal. Autores como Andrés Audiffred, Eduardo del Río (Rius), Helio Flores o Rogelio Naranjo y otros de los mejores caricaturistas del mundo han pasado por este diario. Media docena de estos artistas llegaron a conseguir el Premio Nacional de Periodismo.
Agustín Sánchez González es comisario/curador de la exposición e investigador del Instituto Nacional de Bellas Artes de México (INBA) y uno de los investigadores más importantes del mundo en la caricatura. Además de autor del libro publicado por El Universal, ha diseñado en esta exposición un recorrido por la historia de la caricatura que, según afirma, va de la mano con la de México. Cuenta que el periódico mexicano siempre ha intentado promover la caricatura y la historieta.
La exposición cuenta con setenta y cinco piezas, setenta de ellas originales. Las cinco restantes son copias realizadas por el Departamento de Diseño de El Universal. Sánchez y Julio Aguilar, director de cultura del periódico, explican que contar con estas piezas es una verdadera suerte, pues la mayoría de los trabajos de cartones que se publicaban en los periódicos acababan en la basura.

“Buena parte de la democratización de México se debe a la caricatura”, sostiene el curador Sánchez. Destaca, además, la importancia de la caricatura en épocas en las que la libertad de expresión se ha visto más amenazada en México. Asegura que siempre ha sido una buena forma para “molestar al poder”.
Desde la organización afirman que la relación que une a España con México y el vínculo que se creó entre ambos países a través de sus ilustradores ha convertido a La Fábrica del Humor en el lugar ideal para exponer estos trabajos.
“Es uno de los pocos lugares en el mundo donde se puede respirar la caricatura”, recalca el comisario de la exposición.
“Conocer 100 años de esta historia a través del humor gráfico nos permite entender lo que somos, pues el humor es algo muy serio”, sostienen desde la organización.


martes, 16 de octubre de 2018

Llega a España la historia de la caricatura en El Universal


Llega a España, la historia de la caricatura en EL UNIVERSAL

El Instituto de las Artes del Humor, en Alcalá de Henares, expondrá 75 piezas que reflejan la importancia de este género durante un siglo de historia de El Gran Diario de México
SONIA SIERRA

Un siglo de caricatura en las páginas de EL UNIVERSAL que es un siglo de la historia de México. Esa premisa define la exposición que el 18 de octubre inaugurará el Instituto Quevedo de las Artes del Humor, en Alcalá de Henares, España. Es una muestra de 75 caricaturas de alrededor de 45 autores, publicadas en las páginas de El Gran Diario de México, a lo largo de su historia. Cien años de caricatura en EL UNIVERSAL es una exposición curada por el historiador Agustín Sánchez González, autor de una investigación sobre el género en este diario, que se publicó como libro en el marco de su centenario, en 2016. "Sin duda la obra de los caricaturistas de EL UNIVERSAL es muy importante porque prácticamente todos han pasado por ahí. La gran mayoría de los grandes caricaturistas mexicanos estuvo en el periódico. Y, sobre todo, en los últimos 30 años estuvieron dos de los pilares de la caricatura contemporánea: Helio Flores y Rogelio Naranjo. La historia de EL UNIVERSAL es la historia de la caricatura en México, y es un retrato de lo que pasaba en México", explica Agustín Sánchez.
En esa idea coincide Juan García Cerrada, secretario ejecutivo del Instituto Quevedo de las Artes del Humor, quien dice en entrevista telefónica: "Es una selección fantástica, el trabajo realizado por el comisario, Agustín, es espléndido. Hay que tener en cuenta que el elenco de autores que ha publicado en EL UNIVERSAL es de un nivel enorme".
"Ningún periódico ha publicado tantas caricaturas como EL UNIVERSAL, sobre todo en los años 80, fue impresionante; entonces en todas las secciones del periódico había caricaturas", dice el curador.
A partir del libro 100 años de caricatura de El Universal, surgió el interés del Instituto Quevedo de las Artes del Humor por hacer la exposición: "Ante la invitación de la Fundación, que este año cumple 25 años de hacer exposiciones internacionales en Alcalá de Henares, se empezó a concretar la idea de la muestra", detalla Sánchez.
La exposición se realiza con el apoyo del Museo de la Caricatura México, la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Asociación Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo, la Universidad de Alcalá, la Fundación General Universidad Alcalá, y el Instituto Quevedo de las Artes del Humor.
Los caricaturistas. La selección de las piezas que se encuentran en la exposición fue hecha por el curador con base, en primer lugar, en criterios estéticos, históricos, políticos y periodísticos. Después tuvo que buscar qué obras existían. El problema aquí —reconoce Agustín Sánchez— es que "los archivos de caricatura en todo el mundo están perdidos, y lamentablemente en el periódico tampoco hay archivos". Esta situación hizo más difícil la búsqueda para la exhibición. Aunque en algunos casos el departamento de Diseño hizo versiones de las piezas —porque no existían ya los materiales y porque por su relevancia histórica era importante incluirlos—, la gran parte de las obras en la exposición —65— son originales y pertenecen a colecciones como las del Museo de la Caricatura en México; cartones de los propios autores —como Helio Flores— u otros que conserva el periódico —como algunos de Rogelio Naranjo—, materiales de la colección del propio curador y piezas prestadas por otros coleccionistas. "Se buscó tener un equilibrio con los primeros y los contemporáneos.
Toda antología es arbitraria. Partimos de mi conocimiento y pasión por la caricatura. Los tres que son base son Helio Flores, Naranjo y Andrés Audriffred. Además, Rius, Terrazas, Trizas, Magú. Están los contemporáneos: Carreño, Boligán, Waldo que ganó el premio que organizó el periódico. Deben ser como 45 autores; de varios hay una pieza; de otros incluimos varios ejemplos".
En la muestra se puede ver desde la primera caricatura que se publicó en el diario, el 22 de octubre de 1916, a tres semanas de su fundación, firmada por J. M. Peña, hasta ejemplos de historietas, en las que este diario fue pionero, como ha documentado el curador. La exhibición presenta también dos dibujos de caricaturistas españoles muy importantes: Mingote, que, como lo señala Juan García, fue el primer presidente honorifico del Instituto Quevedo de las Artes y el Humor; y el otro es Bagaría, un catalán exiliado, que en los años 20 fue publicado.
 Al hacer la investigación que precedió la exhibición, Agustín Sánchez encontró que hay muchos temas por contar aún en la historia de este género en el país, por ejemplo, lo que implicó para la caricatura el control de los medios en los años 70: "De hecho, durante varios años no hubo caricatura en México.
EL UNIVERSAL mismo tiene un caricaturista muchos años que es Clemente Islas Allende que hace un humor blanco, sin crítica política; era el único, con Audiffred. Luego EL UNIVERSAL abre un espectro que no tenía ningún periódico, cuando llegan Helio Flores y Naranjo y se rompe en buena medida con el presidencialismo porque ellos le empiezan a pegar al presidente por primera vez.
Rius había hecho, en los 60, caricaturas sobre Díaz Ordaz pero en la revista Política!, que era muy marginal. EL UNIVERSAL es el que abre un espacio a la caricatura y no sólo política sino estética".
El Instituto Quevedo de las Artes del Humor, que depende de la Fundación General Universidad de Alcalá, cada año organiza un encuentro de caricatura. Este 2018 se cumplen 25 años de su Muestra Internacional de las Artes del Humor.

La exposición se presentará en su sala La Fábrica del Humor, del 18 de octubre hasta el 18 de noviembre. El Instituto se encuentra ubicado en el casco antiguo de Alcalá de Henares, cerca de la Casa de Cervantes. • 

sábado, 13 de octubre de 2018

Cartón del mes. Carreño en Siempre!

Este mes de octubre he publicado, gracias a la familia Carreño Limón, el cartón que apareció en la revista Siempre, de octubre de 1968. Un cartón impecable, con la maestría de don Jorge Carreño.


domingo, 7 de octubre de 2018

La gráfica del 68

Mi artículo de este domingo 7 de octubre



De pronto, las imágenes grabadas

La gráfica del Movimiento estudiantil se nutrió de varias influencias, reelaboró obras del Taller de Gráfica Popular y retomó el estilo del arte Op. Su motor creativo fueron los estudiantes de arte que, con pocos recursos, crearon propuestas que desbordaron los canales de difusión tradicionales bajo la consigna de “la imaginación al poder”
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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
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La historia nos alcanzó.
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Hace medio siglo el mundo dio un vertiginoso giro en torno a la vida cotidiana y a todas sus expresiones. Aunque en algunos países apenas si se notó, en otros, irrumpió de una manera excepcional.
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Muchos sucesos hicieron notable aquel 1968.
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La proliferación de imágenes fue uno de ellos: la psicodelia hippie de Estados Unidos, la fotografía checa, los carteles y pintas parisinas, las reconfortantes imágenes mexicanas, entre otras, abrieron un sendero del cual el arte contemporáneo y algunas de sus vertientes callejeras, como el grafiti, se convirtieron en un legado, así como la proliferación de representaciones gráficas, antecesoras de la multiplicación de las imágenes, los millones de ilustraciones que circulan diariamente en las páginas de internet, sobre todo en redes sociales.
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Las imágenes del 68 simbolizan la lucha de una generación por transformar un mundo que había marcado a los jóvenes de entonces, nacidos a finales de la Segunda Guerra Mundial, y sellados por la represión macartista, en occidente, y por la soviética, del otro lado.
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El despertar de esa sociedad se dio en todo el mundo. Desde París hasta Japón, desde Praga a México. Aunque no existen datos precisos, se calcula que por lo menos hubo movilizaciones en 52 países, hecho histórico inusual, sobre todo porque se gestó en todos los continentes del planeta. Fue una crisis que explotó en todo el mundo, tras decenas de consignas, de gritos como “la imaginación al poder”.
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Tal vez esa consigna retrate de manera sobresaliente lo que fue esa vorágine.
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Imaginar un mundo mejor a través de imágenes, de puntos que se convirtieron en líneas, líneas que conformaron cuadros y que nos legaron retratos, palabras, dibujos, consignas.
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En México hubo una extensa producción de obra gráfica plasmada en mantas, volantes, pegas, pintas y bardas; todo estaba al margen de los canales públicos (periódicos y revistas) cuyo control y censura resultaba casi infranqueable.
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La tradición de los carteles emanados del Taller de la Gráfica Popular (TGP) fue un modelo, tal vez inconsciente, que los estudiantes utilizaron para promover su lucha.
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No es gratuito que uno de los carteles más famosos, Libertad de expresión, de Adolfo Mexiac, un grabado realizado en 1954, al amparo del TGP, alcanzó notoriedad universal en el 68, tanto en París como en México. Este grabado es un fiel retrato de la represión no sólo a los medios de comunicación, sino también a una sociedad que había enmudecido muchas décadas atrás.
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La obra de Mexiac es la muestra de la tradición, continuidad y ruptura entre la gráfica del nacionalismo revolucionario y la gráfica del 68. Ésta responde fielmente a las demandas enarboladas por el Movimiento estudiantil; cada punto del pliego petitorio tuvo su respuesta gráfica pero, a diferencia de la obra del TGP, muchas de las imágenes del 68 carecían de la calidad estética de aquellas. Había múltiples razones, además del uso efímero, estaba la inmediatez del suceso, la vertiginosidad del propio movimiento que en menos de tres meses logró cimbrar a todo el país.
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Estos cientos de dibujos anónimos fueron realizados con esténcil y en linóleo, impresos en papel revolución, materiales que parecían hojas de papel volando y que revolotearon por miles y miles por toda la ciudad.
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Aunque son difíciles de reconocer, muchos otros grandes artistas pusieron su talento a disposición de la lucha estudiantil aunque, a decir del maestro Alejandro Alvarado Carreño, en realidad fueron básicamente los alumnos quienes se dieron a la tarea de grabar las imágenes para que hoy, medio siglo después, sean el testimonio de aquel momento. Desde las dos escuelas más importantes de artes visuales, San Carlos y la Esmeralda, se incorporaron casi de inmediato a la lucha estudiantil y comenzaron a producir obra gráfica que habría de reflejar el momento que vivía nuestro país.
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El presidencialismo autoritario que gobernaba México, en donde la figura del mandatario era intocable, tuvo en uno de los carteles que circularon, que llevaba por título Exigimos deslinde de responsabilidades, su desacralización al dibujar, en primer impacto, el perfil del presidente Gustavo Díaz Ordaz, cuya figura estaba al frente de un gorila con casco de granadero. Cabe señalar que desde que se fundó el PNR, en 1929, hasta estos años, resultaba una osadía caricaturizar al presidente, inclusive muy pocos caricaturistas se atrevían a realizarlo ante riesgo de la autocensura de los propios medios (el caso de Rius fue excepcional pues retrató con frecuencia tanto a Díaz Ordaz como a su antecesor, Adolfo López Mateos).
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A propósito de los caricaturistas, se sabe que varios de ellos participaron en la realización de dibujos para carteles y volantes, pero lamentablemente no los firmaron ni se atribuyeron su autoría. Tal es el caso del propio Rius o de Rogelio Naranjo.
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Pero la autoría carecía de importancia. La imagen del 68, en el inconsciente colectivo, corresponde a un grupo de rostro anónimo, hombres y mujeres jóvenes y vigorosas (después asesinadas y encarceladas) que marchaban y protestaban en bola y con dignidad.
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Además, dada la represión existente y la zozobra, era preferible el anonimato, como sucedió en otras épocas cuando el temor de ser aplastado hacía desaparecer al autor.
Una parte importante de la gráfica del 68 son los arquetipos que desde un par de años atrás la sociedad mexicana conocía de sobra: los aros olímpicos, la paloma de la paz, la identidad de la propia olimpiada (diseñado a partir de “una fusión de elementos del arte huichol con un movimiento de arte Op, la tendencia mundial de la década de los sesenta famosa por sus figuras geométricas, líneas convergentes y divergentes, y contrastes cromáticos audaces”, señala Sara Hidalgo en su texto “La identidad olímpica de México 68”.
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Esa identidad se plasmó en todas partes: en cada una de las disciplinas deportivas, en el mobiliario, los anuncios, en los atuendos de las edecanes, etc.
De esta manera, se sucedieron carteles que intervenían esas imágenes y les daban un sentido de crítica, como el tanque de guerra que transita no con ruedas sino con los aros olímpicos, la paloma atravesada por una bayoneta, el gorila con uniforme de granadero o de soldado. La violencia quedó plasmada en esos años, las imágenes circularon profusamente y se han convertido en el testimonio de la barbarie gubernamental.
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Por eso, en los carteles aparecieron las imágenes de la represión. Cual si fuera lotería, se puede decir: el tanque, la bayoneta, la granada, el casco, la mordaza, el puñal, la cadena, la bota, la cárcel. A la par, se exponían los rostros de los represores, dibujados cuan desagradables resultaban para los estudiantes: el presidente Gustavo Díaz Ordaz, el jefe de la policía, Luis Cueto Ramírez; el regente de la ciudad, Alfonso Corona del Rosal; el jefe del Ejército, general Marcelino García Barragán.
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Como contraparte, los presos políticos (Demetrio Vallejo y Valentín Campa, fundamentalmente) o personajes emblemáticos como Ernesto Che Guevara (asesinado un año antes), así como los héroes de la revolución, Emilio Zapata y Francisco Villa.
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Escribe Arnulfo Aquino: “La producción de propaganda gráfica fue realizada en prácticamente todas las escuelas en huelga, pero las imágenes que rebasaron el sentido panfletario puro fueron principalmente de escuelas de artes plásticas San Carlos y La Esmeralda”.
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Ello explica el impacto visual y estético que tuvieron (y tienen) dada las formas artísticas que fueron conformándose a través de grabados impresos en carteles ejecutados en linóleo, serigrafía y metal para prensa plana, realizados a vuelapluma.
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La mayoría de los carteles son panfletos, esa era su función, dibujos rápidos, nerviosos, infantiles, sin mucha malicia, que eran hechos desde la clandestinidad pues se repartirían por miles, a diario, para difundir una lucha que fuera del entorno universitario era poco conocida, ya que no aparecía en los periódicos pues la censura gubernamental no lo permitía.
“Los carteles que aluden al 2 de octubre son sangrientos. Las líneas parecen haber sido dibujadas por manos que temblaban, informes, sin seguridad”, escribe Julio César Schara en “la Gráfica del 68”, publicado en el revista Zurda.
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El maestro Alejandro Alvarado cuenta que muchos de los volantes de San Carlos se hacían de madrugada para evitar que las autoridades de la escuela los vetaran, por ejemplo.
Lo mejor de todo esto es la demostración de un colectivo estudiantil sin cabeza, pues a pesar de existir una dirección colectiva, los jóvenes ejecutaban las acciones sin dar cuenta a nadie y conseguían recursos (el boteo en las calles fue fundamental) para comprar materiales para las impresiones, mientras otro grupo esperaba ansioso que secaran los papeles, los periódicos, el esténcil, para plasmar esa imagen en paredes, autobuses, páginas de periódicos y un sinfín de sitios que sólo la imaginación, que sólo la imagen, que sólo el entusiasmo por una nueva vida, lograría.
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El trabajo desarrollado en 1982 por el grupo MIRA, La gráfica del 68, es una esplendida recopilación de estos carteles y cualquier análisis debe partir de este libro. Así se señala en el texto de presentación: “la importancia de la producción gráfica del Movimiento radica en su carácter testimonial y en las particulares condiciones en que se realizó sin otras intenciones que las de responder a las necesidades inmediatas de propagandización”.
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El tiempo debe reposar, enfriarse, para poder entender la historia. Ha pasado medio siglo. Cientos de imágenes grabadas en medio siglo. Es tiempo de releer estas imágenes, abrirse a un análisis estético, político e histórico para comprender ese periodo doloroso, parto de un nuevo país que, lamentablemente, parece volver al presidencialismo absoluto.
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FOTO: El cartel fue una de las expresiones que desacralizaron la figura presidencial./ Colección Agustín Sánchez González

sábado, 29 de septiembre de 2018

EXPO DEL 68 MOSTRARÁ IMÁGENES INÉDITAS DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN TODO EL MUNDO

EXPO DEL 68 MOSTRARÁ IMÁGENES INÉDITAS DEL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL EN TODO EL MUNDO

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El próximo 7 de septiembre en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo, será inaugurada la exposición 1968: Palabras e imágenes que transformaron al mundo que recopila la producción gráfica de 1968, producto de movimientos que surgieron en París, Estados Unidos, Japón y México.
Dividida en seis temáticas, la exposición temporal conmemora el 50 aniversario de los levantamientos sociales de 1968, a través de diversas imágenes producidas por los jóvenes de la época, los movimientos contraculturales en Estados Unidos, la primavera de Praga, el mayo de París, el México del 68 y la obra artística del mexicano Jaime Goded.
La exposición fue curada  por el historiador Agustín Sánchez González, especialista en caricatura mexicana y producción gráfica nacional, con ensayos que abracan la de José Guadalupe Posada hasta los “moneros” contemporáneos. Egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ha colaborado con trabajos periodísticos para El Universal, El Financiero, Milenio y La Jornada.
El objetivo central es “mostrar la cultura de una manera lúdica. Más que dolor y fuerza, es una búsqueda de la expresión cultural de lo que significó el movimiento de 1968, que de buena manera transformó a todo el mundo”.
La exposición donde se muestra el movimiento estudiantil en México se muestran dibujos del artista mexicano Jaime Goded, creados en Lecumberri, cuando estuvo como preso por su participación en el movimiento del 68. “Son una expresión directa, en vivo, del momento de un joven que estaba viviendo la cárcel en México”, afirmó el curador.
En palabras de Sánchez González, exponer los dibujos de Goded nació de la necesidad de ver los sentimientos de los jóvenes. “Esta expresión de lo cotidiano. Qué hacía un chico con la angustia, el dolor, las ganas de vivir, el anhelo por la libertad”, con el objetivo de que las nuevas generaciones se acerquen a las expresiones de los jóvenes de hace 50 años.
Además, como parte de las actividades en el marco de la exposición se llevará a cabo la presentación editorial de Adiós al 68, el jueves 13 de septiembre a las 17:00 horas. Escrito por el autor Joel Ortega, militante del movimiento de 1968, quien narra su experiencia entorno a los acontecimientos del 2 octubre.
Joel Ortega, licenciado en  Economía por la UNAM y maestro en Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, compartirá con el público los hechos detrás del libro y las consecuencias del movimiento en la vida política del autor y el país. Asimismo se contará con los comentarios de Agustín Sánchez González.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...