Cuando Porfirio Díaz no tenía el don
Durante su primer periodo presidencial, Díaz fue blanco frecuente de una prensa satírica que fue mordaz en la crítica al mandatario
POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
La figura señera, arrogante y patriarcal que hemos conocido en la historia (y en el cine) al mirar a Porfirio Díaz, no fue tal, por lo menos durante su primer periodo presidencial (1876-1880). Los caricaturistas y la prensa lo destazaron.
La crítica nunca fue tan intensa como esos primeros años y eso que aún no se vislumbraba que se convertiría en un dictador, sobre todo porque había dado una muestra de que eso no entraba en sus planes, por lo menos públicamente. El 5 de mayo de 1878, a iniciativa suya, se modificó el artículo 78 de la Constitución señalando que el presidente no podría ser reelecto para el periodo inmediato “ni ocupará la presidencia por ningún motivo, sino hasta pasados cuatro años de haber cesado en el ejercicio de sus funciones”.
Pero nadie en la oposición le creyó, mucho menos los partidarios de Lerdo de Tejada que se sentían agraviados pues Díaz lo había derrocado a través del Plan de Tuxtepec y se encontraba en el exilio, del cual nunca volvió.
Por esa época Díaz recibe apodos hoy desconocidos para el gran público, como El Llorón y luego como El Llorón de Icamole. Lo primero, pues al pronunciar un discurso en la Cámara de Diputados donde, “abrumado por la congoja y enredado entre sus propias ideas y palabras, no acertó a salir del paso, no supo cómo concluir la oración, y rompió a llorar. Como un niño terminó llorando ante el azoro de los diputados”, escribe López Portillo y Rojas.
Después lo de Icamole: se dice que al ser derrotado en esa población neolonesa por el general Mariano Escobedo, se puso a llorar.
La revista Universal menciona otros apodos más: “Don Porfirio de la Noria, el loco de la peluca, el insensato de la barriga postiza, el histrión de los anteojos, el sultán de cualquier manera, el hombre de los préstamos, el conde de Tuxtepec, el galgo de la frontera y la cabeza de Palo Blanco”, cita Carlos Tello.
Publicaciones como La Linterna, la emblemática Orquesta, El Tranchete, La Casera, El Quixote y otros, le miraban y criticaban todo.
En una caricatura aparecida en La Linterna, aparece como “El monstruo del apocalipsis”. Los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial están conformados por tres cabezas que son él mismo. Desde entonces se le miraba el aspecto autoritario y unipersonal.
En este periódico, que tuvo una corta vida (febrero a noviembre de 1877), desde el primer número, y en cada ejemplar, la crítica a Díaz se vuelve su razón de ser; en cada portada aparecía mostrándolo como un ser anodino, falto de experiencia, autoritario, capaz de humillar hasta sus propios padres (identificados como la patria y el pueblo), un gobierno que está de cabeza. Curiosamente en los cinco primeros números muestra dos veces una caricatura con ese mismo mensaje. Muller y Cárdenas que aparentemente eran el mismo, pero de quienes carecemos de mayores datos, eran los dibujantes. Un dato curioso: entre los editorialistas aparece un personaje que a la postre se convertiría en uno de los científicos y de los más cercanos porfiristas: Francisco Bulnes.
La Orquesta, una de las más importantes publicaciones de humor de nuestra historia —cuyo subtítulo decía “Periódico Omniscio y de buen humor. Con caricaturas” y que vivía su cuarta y última etapa después de más de quince años de circulación—, también lanzó fuertes críticas a Díaz. Apenas en el número llamado “Circo Tuxpetano”, muestra a Díaz sobre un trapecio, haciendo un salto mortal: de la libertad a la dictadura (que al final resultó profético). En esta caricatura, mientras Justo Benítez posa sobre su cabeza bolsas de dinero, Ignacio Ramírez pone a su gato, Ignacio Manuel Altamirano, a jugar, o a disfrazar la información (los gatos son arquetipo de mentira y maña), al tiempo que Protasio Tagle busca el equilibrio con los conservadores. Esta caricatura, sin duda un estupendo retrato de ese momento, fue trazada por el caricaturista León.
Un último ejemplo sucede en el periódico El Quixote, de vida efímera también, donde aparece Díaz pegando a un matraz que dice presidencia, con un palo blanco, que era el sitio donde se reformó el Plan de Tuxtepec con que se evitó la ascensión de Ramón Iglesias a la presidencia.
Con imágenes del personaje de Miguel de Cervantes Saavedra, que daba título a esta publicación semanal, cuestionaba las acciones de Porfirio Díaz. Un dato importante es la presencia de quien es uno de los mejores caricaturistas de nuestra historia: Santiago Hernández, que firmaba como Gaitán.
En su reaparición, La Orquesta publica: “El pueblo quiere que valga usted la pena, pero no las penas, y sin ser usted penosa para nadie, traes con los suyos algo muy análogo a las penas del purgatorio. ¿Por qué no se purga usted, d. Porfirio?”
Y en el segundo número, el editorial cita al periódico Combate, “el periódico oficial del gobierno de Tuxtepec” que, sin duda, retrata de cuerpo entero a la sociedad mexicana de entonces (y me atrevo a decir, de ahora): “Gran parte de nuestro pueblo, todo imaginación, todo sentimiento, más gusta que le cuenten mentiras que lo hagan reír, que verdades que lo hagan pensar”.
La prensa de esos primeros años presidenciales de Díaz tiene un comportamiento abiertamente crítico, sin contemplaciones, y Díaz los deja, los seduce, como sucedió, aunque no es caricaturista, con Bulnes, quien se volvería un personaje cercano a Porfirio.
Así transcurrirían esos primeros años de gobierno. La crítica se intensificaría al final de su mandato, cuando hereda el puesto a su compadre, Manuel González. Díaz regresará en 1884, no dejará la silla, y la relación con la prensa satírica será diferente, pero en el imaginario nacional jamás se borrarán sus lágrimas ni su capacidad de control mostrado desde su primera toma de posesión y hasta su salida, en el buque Ypiranga, en 1911.
FOTO: Dibujo del caricaturista Tenorio publicado en la revista La Linterna el 16 de abril de 1877. Titulada “El monstruo del apocalipsis”, en ella aparecen los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, conformados por tres cabezas que pertenecen al mismo Porfirio Díaz. / Colección: Agustín Sánchez González