miércoles, 1 de agosto de 2018

La quemazón del Circo Chiarini, de 1862

Otro capítulo de mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX

http://www.puntodincontro.com.mx/articoli2014/italianimessico23072014-sp.htm


Entre las ocho y las nueve de la noche, los habitantes de la ciudad se disponían a descansar del diario laborar, cuando las campanas de la iglesia de San Agustín empezaron a repicar, dando el toque de alarma, debido a un peligroso incendio que comenzó a propagarse en las bodegas adyacentes al circo del señor Chiarini que avanzaban vertiginosamente por esos rumbos.
            El sonido de las campanas de San Agustín, imitado por las iglesias circunvecinas, alertó a la población, produciendo espanto en la mayoría del vecindario que presenciaban desde los balcones y azoteas cómo se iba extendiendo el fuego; hubo un momento en que las llamas sobrepasaba, con mucho, las torres del campanario.
            Fue una terrible noche en donde, sin saberse cómo ni en qué momento, "se declaró fuego en aquellas materias, que encerradas en un circuito de madera muy seca y vieja, hizo las veces de una gran lámpara, que iluminó, sin hipérbole, más de medio perímetro de la ciudad".
            La incesante luz que emanaba de aquel lugar y las constantes tañidos de las campanas provocaban calofríos, rezos, arrepentimiento y perdón a Dios ante el peligro por la conflagración, misma que parecía no tener fin.
            Por fortuna, la voracidad del incendio no se llevó consigo a ninguna persona y, además, como el circo se hallaba lejos de los muros, el edificio de San Agustín permaneció a salvo.
            Las pérdidas sólo consistieron en el valor del petróleo, así como las pacas de algodón guardadas en la bodega y en el pequeño circo, que quedó en ruinas.
            Alguien recordó que la historia de ese lugar se había iniciado hacía algunos tiempo cuando, en los terrenos del antiguo convento, fue instalado este circo, propiedad de José Chiarini, un italiano que exhibía al público una compañía ecuestre, con ejercicios de destreza y fuerza, realzando lujos y magnificencia como jamás había presenciado la ciudad.
https://hoteltelegrafo.blogspot.com/2011/07/circo-chiarini_18.html
            Los padres agustinos le habían alquilado una parte del terreno, en los patios desocupados y el empresario instaló el Gran Salón de Chiarini, un enorme circo que contaba con cincuenta lunetas, dos graderías, setenta y cinco palcos, una escalera, tocadores, cantina y dulcería.
            Durante muchos meses, los vecinos de la capital, y los visitantes a ésta, acudían al circo, para admirar el novedoso espectáculo, hasta que cayó en desuso y el señor Chiarini lo fue abandonando ante las mínimas ganancias que obtenía.
     
       Por ello, el espacio arrendado se utilizó únicamente como bodega para almacenar petróleo y algodón; esto último fue lo que provocó el desastre que, por fortuna, sólo generó un gran susto pues a la media noche el fuego fue controlado y los vecinos marcharon a dormir tranquilos.
            Manuel Gutiérrez Nájera recordaba que este circo había sido "teatro de las hazañas épicas -léase hípicas- de Capitán, caballo célebre, que pasará, como el de Calígula a la historia. Todavía veo sus saltos y corvetas, sus brincos de gamuza y sus docilidades increíbles. Todo caballo, por huraño y selvático que sea, puede ser domesticado. Por desgracia, jamás podrá decirse lo mismo de los hombres.
            "Las leguas del incendio -lenguas femeniles por lo devoradoras- consumieron aquel circo. Los potros espantados abandonaban corriendo las caballerizas, y un resplandor rojo iluminaba las paredes. La sombra del empresario, proyectándose negra sobre el muro, representó en aquel circo la última pantomima".
           Años más tarde, en 1866, el señor Chiarini rentó otro espacio en lo que fue el Convento de San Francisco. Durante ese período, se dice, "la iglesia fue horriblemente profanada, al ser convertida en caballeriza del mismo centro de espectáculos". Cuatro años después, cuando quebró el circo, en ese mismo sitio se estableció El Teatro Variedades.



martes, 24 de julio de 2018

Una señorita que se arroja desde la torre de Catedral

Esta es otra historia, textual, que cierra mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX, publicado por Ediciones B.













¡Sensacional y terrible noticia!

El día 31 de mayo del presente año de 1899 y como a las once y treinta minutos de la mañana tuvo efecto el lamentable y terrible acontecimiento que vamos a narrar.
            Una bella señorita huérfana que contaba veinte años de edad conocida con el nombre de Sofía Ahumada, vestida con gran elegancia, subió a las torres de la catedral acompañada del relojero Bonifacio Martínez, su ayudante Vicente Estrada y otras dos personas de apellido Aguilar una y otra Martínez.
            Realmente no sabemos qué protestaría la desventurada mujer para lograr subir a aquella prominente altura; pero el caso fue que hallándose dicha Sofía en el segundo piso de la torre que mira al poniente, se arrojó hacía el suelo con extraordinario y veloz impulso. En el acto y al escuchar el enorme ruido que produjera al caer, agrúpose infinidad de personas de todas clases sociales al lugar donde quedó la mencionada suicida. Dieron parte a la policía y presentáronse inmediatamente el inspector Muñoz acompañado del personal correspondiente. Allí practicáronse las primeras diligencias y lleváronse en una camilla el cadáver a la inspección que corresponde.
            El aspecto que presentaba la joven desdichada era pavoroso y horrible; los ojos saltados completamente de sus órbitas o lugares; la mandíbula o quijada inferior quedó fuera de la cavidad de la boca y el cráneo enteramente deshecho y en fragmentos horripilantes. Gran parte de la masa encefálica o sean los sesos, quedó pendiente en la cornisa del primer piso de la torre, que fue donde chocó el cuerpo fuertemente al venir dando vueltas en el aire cual si fuera esquila o volantín.
            Multitud de gente deseosa de contemplar el lugar de tan terrible desgracia, se agrupa, se apiña anhelante en el atrio de catedral, comentando cada cual el hecho a su manera y dando sus opiniones respecto al acontecimiento que tanta y tanta sensación ha causado.
            - ¿Por qué se mataría? dice uno de tantos.
            - ¡Pues quién sabe! responde otro.
         - ¿A poco porque su novio le dio calabacitas? ¿O tendría acaso alguna deuda?
            - No, eso no, tan joven y ya con drogas.
            - ¡Ha de haber sido por su novio! ¡Qué guaje! ¡Pobrecita!
            - Yo no me suicidaba, poco más o menos añade una vieja. Vean ustedes, a mí ya van más de seis veces que mi señor me la pega, y ¿qué por eso me he matado? ¡Qué esperanzas! Yo por taruga... A ver como no me la pega mi marido todos los días.
            - No, no, dice otro de los curiosos: puede muy bien haber sido esa caída por puro accidente, la desgracia que ya se le había llegado la raya, porque sólo los guajolotes se mueren a la víspera de Corpus. Esa pobre niña tal vez subió inocentemente y sólo por el placer de disfrutar de la hermosa vista que se figuró presentaría la ciudad desde esa altura. Pero ya vio mucho más que eso. ¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo!
       
     Y así por este estilo todos hablan y todos comentan la fatal muerte de la señorita Ahumada, sin saber realmente la verdad de la causa de semejante desgracia. De todas maneras, lo que sí es ciertísimo es que el tal añito de 1899 se ha ido presentando desde su principio del más feo que pueda haber. Ya ve, como que en él va a tener lugar el fin del mundo, el día del Juicio Universal. Estos no son más que los preparativos. Suicidios a granel en esta capital, temblores, mucho calor, excediendo el de otros años, quemazones, pestes, homicidios, atentados contra la moral nunca vistos como el de Ramón Palma, etc., etc.
            En fin, un sinnúmero de calamidades que escandalizan y hacen abrir la boca al más indiferente. Pero ahora el acontecimiento actual es el de la joven Sofía Ahumada, estrellada en el Atrio de la Catedral, cuyo acontecimiento es pasto de conversación en todas las casas y grupos de transeúntes por las calles de la ciudad en este día memorable.

lunes, 23 de julio de 2018

“La familia Burrón” fue fundamental para el desarrollo de la lectura


“La familia Burrón” fue fundamental para el desarrollo de la lectura


En su época de oro, “La familia Burrón”, de Gabriel Vargas, fue fundamental para el desarrollo de la lectura, pues más de dos millones de mexicanos la leían, sostuvo el especialista en el desarrollo de la caricatura mexicana, Agustín Sánchez González.
Al participar en “Abril, mes de la lectura”, el programa de fomento a la lectura de la Universidad Autónoma del Estado de México, el escritor e historiador mexicano autor de más de 40 libros, resaltó ante la comunidad de la Facultad de Humanidades que la gran aportación de Vargas a la cultura mexicana fue la reconstrucción del lenguaje característico mexicano.
Sánchez González reconoció que uno de los grandes problemas del país y del mundo es que cada vez se lee menos y aseguró que con el fin de la historieta, acabó también el fenómeno de la lectura en masa.
“Los mexicanos leíamos aunque sea las historietas, que eran la base de una lectura superior, una de las formas en que se leyó mucho, a través de fenómenos como ? ‘Kalimán’, cuyo primer número vendió en su primer día y en sólo dos horas 100 mil ejemplares”.
El experto del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del Instituto Nacional de Bellas Artes, autor de los libros José Guadalupe Posada. Fantasías, calaveras y vida cotidiana y Gabriel Vargas, una historia chipocluda, destacó que la industria editorial de la historieta está en crisis, pues cada vez se lee menos en papel.
Por ello, consideró, es necesario innovar y acercar a los chicos a la lectura; es necesario acercarse sin prejuicio a la historieta, porque representa a la cultura popular y la academia es muy reacia a este fenómeno.
“A pesar del impacto que tienen los personajes, el impacto que tuvieron en intelectuales, quienes estudiamos historieta y caricatura somos pocos, pues la academia teme enfrentarse a la cultura popular, es muy elitista”.
Agustín Sánchez González concluyó que la lectura es una manera de vivir muchas vidas, de transitar por muchos mundos, de ser parte de un sueño, es una posibilidad única de acercarnos a historias geniales y en el caso de la Familia Burrón, de Gabriel Vargas, de sufrir y gozar con todo lo que nos regaló uno de los hombres fundamentales en la historia mexicana.

Universidad Autónoma del Estado de México

martes, 17 de julio de 2018

El General en la Bombilla. Primer capítulo

Después de años de estar agotado, acabo de publicar en Amazon la edición impresa y la edición e-book de este libro publicado originalmente en 1993. Creo que tiene una enorme vigencia por el México que nació en 2018, donde todo va a cambiar... para seguir igual.
Este es el primer capítulo.

                                                       


                                                     Dulce ángel de mi guarda, no te podrás quejar, ya te subí muy alto.

La mirada del diputado Ricardo Topete es insistente y recelosa. Un hombre de complexión delgada y tez pálida, vestido con traje desgastado, estilo charleston, color café con tonos rojizos, se encuentra, desde hace varios minutos, junto al portal del comedor.
            Parece realizar algunos trazos en un bloc de dibujo, pero su obsesiva mirada hacia la mesa de honor inquieta al diputado Topete, que busca a uno de sus ayudantes para averiguar las intenciones de ese hombre.
                                                Ahora sí consumo mi propósito o me cogen y me encuentran con la pistola preparada y sé la suerte  que me espera y me matan como espero.

            José de León Toral hace a un lado los botones de su chaleco y descorre la palanca de la pistola, dejándola lista para disparar. Camina tranquilamente, con el cuaderno en la mano, corrigiendo los trazos. Cuenta, uno a uno, los trece pasos que separan el sitio en él que se encuentra de la mesa de honor que ocupa el general Alvaro Obregón. Lleva, además del bloc, un periódico bajo el brazo.
                                                                        Voy a morir ahorita, pero si no logro lo que busco, me perjudicarán.

  Sólo espera que sus nervios no lo traicionen.
  Se acerca al diputado Topete y le muestra sus dibujos: la caricatura de Alfonso Esparza Oteo, director de la orquesta, así como los otros apuntes: el de Obregón, Aarón Sáenz y Aurelio Manrique. El diputado asiente al mirar el dibujo del general, señalándolo como el mejor.

                                                                        Este es el último dibujo de mi vida, dentro de poco estaré muerto.

   El maestro Esparza Oteo, vestido de charro como el resto de la orquesta, levanta los brazos indicando a sus músicos el inicio de una animada canción: El limoncito, cuya letra dice: Al pasar por tu ventana me tiraste un limón; el limón me dio en la cara y el zumo en el corazón...
            Las manos de Toral tiemblan ligeramente, las tiene libres, tras dejar el periódico en la mesa y el bloc a los políticos, quienes no sospechan nada. Aarón Sáenz esboza una ligera sonrisa al examinar su caricatura y Toral siente, en ese momento, la mirada de su víctima.
            Son las dos de la tarde con veinte minutos. Los meseros, presurosos, sirven el plato fuerte: cabrito al horno.
                                                            Que uno de mis balazos le toque en el corazón y que ésta sea la señal de que se ha arrepentido.

            El general toma una servilleta, se limpia el bigote y los dedos. Espera los dibujos que habían pasado por las manos de Topete y Sáenz, éste se los entrega.
            Toral está a unos cuantos pasos. Cubre su saco ‑tras del cual esconde la pistola‑ con el bloc de dibujo sostenido por la mano derecha. Decide cruzar el pórtico de flores en forma de herradura.

                         Ayúdame Dios mío. Santo ángel de mi guarda, no me desampares. En un rato te veré en el cielo.   

            El general voltea amablemente hacía Toral, éste se acerca, caminando por un estrecho pasillo entre  el arreglo floral y las sillas. Mira con timidez al general que le responde con una sonrisa.
                                      Dios mío: te ofrezco mi alma y corazón para que eternamente reines en mi patria.

            Con ágil e insospechado movimiento, pasa su bloc de dibujo a la mano izquierda, al pasar por tu ventana me tiraste un limón, saca la pistola, el limón me dio en la cara, aprieta el gatillo, y el zumo en el corazón, y dispara directamente al rostro de Obregón.
            El general recibe el primer tiro en la cara. Los siguientes en el cuerpo. Tras la descarga, el asesino se lleva las manos a las sienes, apretándoselas, cierra los ojos... espera la muerte.
            Suenan varios balazos. Todos quedan paralizados por un instante, algunos confunden el sonido de las balas con las percusiones de la orquesta.
            Dios mío, Dios mío, bendíceme.
            Obregón resbala hacia adelante en su asiento, cuando está casi bajo la mesa, se inclina a la izquierda, en tanto que Aarón Sáenz intenta incorporarlo con dificultad.
            Los hombres cercanos a él miran caer el único general revolucionario invicto.
            La orquesta guarda silencio.


lunes, 16 de julio de 2018

Obregón y León Toral

Investigar la historia tiene sus gracias (y también, a veces, desgracias) Escribir de historia es una maravilla pues tiene mucho de literario y de magia. Mientras investigaba el asesinato de Álvaro Obregón, encontré un suceso del día 2 de julio, un día después del triunfo electoral del sonorense. Este es el fragmento de mi libro El general en la Bombilla.



El periódico El Universal, a ocho columnas enlazó -por primera vez los apellidos de los protagonistas de la tragedia de La Bombilla: Obregón y De León-, al día siguiente de efectuarse las elecciones presidenciales del 1o. de julio de 1928.
 La cabeza principal decía:
El General Obregón fue electo presidente de la República.
Más abajo, en la tercera y cuarta columna, se podía leer:
- El gran sorteo de El Universal: números premiados.
  El premio número uno, correspondió al cupón 10925, cuyo poseedor era el señor Aureliano de León. El premio consistía en un automóvil Graham-Paiga, procedente de la empresa De Luxe Motors, S.A., con valor de dos mil novecientos cincuenta pesos.

Mientras que en la primera sección, se anunciaba el triunfo del general, en otra se recogían las declaraciones del padre de José de León Toral quien, quince días después, habría de acribillar a Obregón.
  Esta es la nota del periódico:
"Un objeto útil, es lo que dice el afortunado poseedor del primer premio. A don Aureliano de León, que vive en la casa 212 de la 6a. calle de Sabino, le dio la buena nueva de haber obtenido el primer premio en el sorteo de regalos a los suscriptores de El Universal, un vecino suyo.
 "Yo no creí sacarme nada de esta rifa, nos dice el señor de León. hace más de diez años que me suscribí al periódico que usted representa y desde entonces sólo una corta temporada, que estuve alejado en la sierra, no dejo de recibirlo.
  "En una ocasión obtuve un premio de valor escaso, sin embargo, el día 13 decidí renovar mi suscripción. Es buena fecha, me dije, además era día de San Antonio. Llegué a la oficina de Madero, donde se exhibían los objetos y un caballero a quien dieron su cupón antes que a mí, dijo a uno de los empleados, dirigiéndose al coche que ya puedo considerar mío: "le ruego que no me toque ese coche porque me lo he de llevar". El empleado contestó, señalándome a mí: "Ya ve usted, el que se lo va a sacar no dice nada".
  El señor de León no dio importancia a aquello. Ahora lo recuerda y piensa que el empleado que lo atendió debe tener un don profético.
  La misma persona que me vino a dar la noticia, siguió diciéndonos, me iba a vender un automóvil. Estábamos en tratos formales, ahora me acaba de ofrecer por el Graham-Paiga, la cantidad de mil quinientos pesos y dos coches más.
  "Indudablemente, concluye la nota, que el premio obtenido por el señor de León le será de gran utilidad; tiene una familia numerosa y frecuentemente hace uso del automóvil para atender sus negocios: posee unos minerales en el distrito del Venado, perteneciente al estado de San Luis Potosí".
  El lunes 2 de julio de 1928, la dicha embargaba a las familias Obregón y de León. Habían obtenido sendos premios y, sin duda, eran felices.

domingo, 15 de julio de 2018

A noventa años del asesinato de Álvaro Obregón



En octubre de 1993 publiqué El general en la Bombilla. Editorial Planeta, Jaime Aljure era el director editorial y apostó a este libro, sobre todo tras el éxito editorial de Fidel. Una historia de poder.

El general en la Bombilla tuvo una buena respuesta de la crítica, muchas entrevistas y variadas críticas; tuvo tres ediciones y, años después, en 1998, una edición de bolsillo.

Este año se cumplen 80 años de ese magnicidio y en estos días trataré ese tema pues vivimos una situación interesante: la muerte de Obregón generó o fue una causa primaria del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR), abuelo del casi extinto PRI.

Nació bajo una situación parecida a la de MORENA, donde cabían todas las corrientes políticas, la derecha y la izquierda, los conservadores y los liberales, abrazando a todas con un sentido autoritario y teniendo como eje central a un caudillo que buscó estar por encima de todos: Plutarco Elías Calles.

Calles, fue un hombre poco sensible a la crítica (mandó desaparecer la caricatura, por ejemplo) con enorme carisma y un poder casi absoluto que, venturosamente, fue hecho a un lado por el General Lázaro Cárdenas.

Un fragmento:


El ll de julio de 1928, se anunciaban las siguientes obras, en los teatros de revista de la ciudad de México,
  El María Guerrero presentaba la obra del día: Viva la imposición, e informaba del próximo estreno, el día 14 de julio: A ver si se sienta.
  En el Teatro Ideal, llamado también "La casa de la risa", se representaba: ¿Quién te quiere a ti?: Graciosa obra de Luis de Vargas, interpretada por la simpática compañía de Manuel Tamez.
   Roberto El Panzón  Soto, reestrenaba la obra Mexican Vaciladas, en el Teatro Lírico, y para el día 18, en ese mismo foro, la prensa anunciaba El gallo muerto.

viernes, 13 de julio de 2018

Asesinato de La Malagueña

Otra historia de mi libro: Crímenes y horrores en la ciudad de México en el Siglo XIX (Ediciones B, 2017)





Drama en Tarasquillo. 
Asesinato de La Malagueña (1897)

Dos mujeres fueron protagonistas de un espantoso suceso. Una era llamada “La Chiquita”, aunque su nombre real era llama María Villa. La otra mujer, era conocida como "La Malagueña", cuyo nombre era Esperanza Gutiérrez.
     Estas mujeres formaron parte de un drama sucedido en pleno carnaval: “La Malagueña” fue asesinada por “La Chiquita” después de un baile de máscaras la mañana del 8 de marzo en la Plazuela de Tarasquillo.

           El escritor Federico Gamboa acudió al anfiteatro del hospital Juárez para ver en la plancha a la mujer  recién fallecida y dejó la siguiente descripción:
            Dos muertas veíanse en la sala de autopsias, o de "depósito", según nos explicó el "muertero" que nos escoltaba; en la otra plancha, con forzada postura reposaba la Malagueña, en desnudez absoluta sin tentaciones, desnudez de cadáver, los pies exangües, tirado a marfil viejo, las carnes exúberas manchadas de sangre; el rostro con horrible huella, abajo del ojo izquierdo, el rastro del balazo que le quitó de penas; los labios entreabiertos, con el rictus de los que se van de veras, y que lo mismo puede traducirse por sonrisa que por mueca, según lo que nos toque vislumbrar en las horas supremas.
        Tan emocionado como yo, Jesús se puso a dibujar un croquis a lápiz, de la muerta y mientras Jesús lo hacía, no aparte mis ojos de la Malagueña, mirando como las moscas, ¡oh!, pero centenares de moscas tercas y medio borrachas de sol poniente, de olores sospechosos y de sangres antiguas y resecadas, paseábanse y revoloteaban por el cuerpo desnudo e indefenso; mirando sus carnes, ayer nomás complacientes y sedeñas, y hoy rígidas, en descomposición palpable. Atraíame fatídicamente, la cicatriz de su ojo herido, cicatriz diminuta sobre la que caían, revueltos, los cabellos rubios de la soberbia cabellera deshecha y sucia...
    “La Chiquita” fue sentenciada a veinte años de prisión; pero sólo permaneció dieciséis años en la cárcel, debido a un indulto otorgado por Porfirio Díaz.
     Guillermo Mellado, en su libro Belén por dentro y por fuera, señala que "la permanencia de María Villa en la prisión se significó por sus marcadas muestras de trabajo... Durante ese tiempo se dio a la tarea de enseñar a leer, escribir y trabajos manuales a todas aquellas mujeres que nada sabían de esto. Bien pronto tuvo un colegio allí mismo".
            Al enterarse de ello, el gobernador de la ciudad, Guillermo de Landa y Escandón, fue a visitar la escuela y quedó maravillado. Felicitó a María y le ofreció enviarle varias máquinas de coser y, asimismo, hablar con el presidente para que le indultara los cuatro años que le faltaban para salir.
    Landa cumplió el ofrecimiento enviando seis máquinas y algunas telas; además, fue indultada María Villa.


* Nervo, Amado, "Musa fúnebre", Cuentos y crónicas, México, UNAM, 1971 (Biblioteca del estudiante universitario, 95)

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...