sábado, 9 de junio de 2018

Leopoldo Ayala, un cantor del 68

Acabo de leer que murió Leopoldo Ayala, no era un poeta que hoy tuviera en mente, empero, recordé mis primeros años en el CCH, como alumno, en 1972, cuando era frecuente escuchar recitales de Ayala, leyendo poemas incendiarios, arengando a las masas que permanecían dormidas, según él y yo. Ayala vestía de negro y portaba ropa oscura siempre, por los menos las veces que lo vi.

También lo recuerdo en conciertos con otro cantante sonorense que agitaba en cada rola: José de Molina, un güero norteño, sonorense, impresionante, que cantaba canciones como A parir madres latinas.

La nota de Arturo Sánchez Jiménez, del 9 de junio en La Jornada, recata un fragmento de su poema Yo acuso:

“Llevo conmigo la batalla de 629 jóvenes que habían cesado de resucitar. Mis muñecas se doblan murientes en la trinchera de sus gestos. Llevo conmigo los cuerpos infantiles rotos contra las baldosas y que ha regresado el viento. La sangre de sus cuerpos rotos contra las baldosas, que el que sabe del sabor del crimen no ha podido hundir en la porosidad del asfalto. Tlatelolco pisotea la frente y degüella la cabeza que estremecen los gritos”.

Vale la pena recordar, pues, a este hombre que sembró inquietudes, cuando menos, por la lucha de los trabajadores; un poeta que hace medio siglo llamaba a la lucha, en ese al fatídico de 1968.
Hombres que hoy, ante el triunfo de la derecha, harán mucha falta para gritar verdades al  fariseo que llegará al poder con aura de santón, aunque sea cada vez más Franco.

este es su poema Yo acuso

degüella la cabeza
que estremecen los gritos.
Y yo acuso.
Yo acuso a los oídos de gruta resonante
convertidos en puentes, hechos de un puño,
sordos a la vida que lanzan los agonizantes.
Yo acuso a las miras exactas, idiotas de nacimiento
creyendo tomar el partido de perdonar a la naturaleza,
vomitando vivamente su profecía de antropofagia.
Yo acuso a los muros que equivocaron el futuro
y fueron la agonía,
haciendo nupcias entre la luz pétrea del obús
y las espadas rodeadas de carne adolescente.
Yo acuso al cemento donde se cumplieron
las puertas de la muerte boca abajo,
y a las azoteas panteones de enterrados vivos.
y bramidos de ciervos.
Yo acuso a la fosa común y a los incineradores
y a la piedad sobre los ojos;
yo acuso al hoyo como un lobo sobre la esperanza
y siempre solo en busca de su imagen completa.
Ay, oigo
y alguna vez vendrá al campo
el olor del jaguar por su misma sangre,
el mismo Dios con su cara de ídolo
y su paño de lujuria y todas sus verdades,
por el dos de Octubre que quiso ser
dos de Noviembre mexicano.
Yo acuso al dos de Octubre.
Yo acuso al laurel del poeta
porque hace mucho que la poesía carece de flores
y se forma en el grito y en la coagulación de la sangre
que es la muerte de la sangre.
Yo acuso a las páginas de los diarios,
vaya un carcelero para despedir el recuerdo largo terrible
y arreglar la época de nuevo.
Yo acuso a las iglesias
porque te bendigo hermano y te maldigo
en expresión del oro, y no te quedan cabellos
porque sucede que la divinidad se encierra
y Pedro niega; ¡y vete!
y no te gloría el Agnus Dei de Pascua.
Yo acuso a los planes sobre el escritorio
y al ruido de la silla ejecutiva
Atornillada a la emboscada y a la desesperanza.
Yo acuso al edificio seco de piedra donde se renueva la palabra legal
Y el último pensamiento y el grito que dijo:
”el responsable soy yo”
y la garganta y la lengua y la pareja que lo engendra
y lo hizo posible.
Yo acuso a la lista de desaparecidos,
a los proyectiles, a los vehículos,
a los frigoríficos, a los heridos con su carga,
al campo que custodia la paz convertido
en campo de concentración 68;
y a todo lo que va de pleno al golpe.
Yo acuso a las cárceles y a las celdas duras
como latidos de mortero
para dar cabida a los perseguidos
y no agrandarlos y no esconderlos.
Yo acuso a mi país por no lanzar sus cuerpos
como cuchillos afilados
y acometer como mariposas heridas por las calles.
Yo acuso todo lo que vendrá si a mi suelo el odio cincela
perforaciones y las enciende,
y porque rueda castillos de cohetes de la infamia.
Yo acuso.
Yo acuso.
Yo acuso a mi siglo donde se baila.
Yo acuso a mi siglo donde se bebe.
Yo acuso a mi siglo donde se hace
el amor voraz en diez minutos.

Yo acuso a mi siglo donde se apila a los vivos
y se abren las esclusas que queman los párpados
y se grita a los muertos
y se mata y se derriba al hombre.
México, 1968


jueves, 7 de junio de 2018

Del chiste político

Esta nota es del 6 de marzo de 1995, cuando publicaba una columna semana de humor en en aún vespertino El Universal Gráfico





NUESTROS abuelos aztecas, de  seguro, se burlaron con saña de sus gobernantes. Lamentablemente, nada de ello ha quedado, pues las palabras van al aire, se pierden en el tiempo; es difícil saber cómo los apodaban y cómo, verdaderamente, eran tratados. Por la parte española, conocemos los textos de escritores como don Francisco de Quevedo y, en México, el Negrito Poeta, José Joaquín Fernández de Lizardi, o Guillermo Prieto, arrancaban las carcajadas y se burlaban del poder. Qué decir de los críticos de la dictadura porfirista, que escribían en El Hijo del Ahuizote, o los críticos del maderismo de la Revista Multicolor. Pero la risa llega al teatro de revista, a la carpa, durante aquel lejano tiempo en el que los cómicos hacían reír. Artistas como el Cuatezón Beristáin o Roberto el Panzón Soto hacían las delicias del pueblo al burlarse, como pocos, del poder. Pero estos cómicos contaban con escritores de la talla de Pepe Elizondo, Pablo Prida Santacilia, Carlos M. Ortega o el Güero Castro Padilla.
DIPUTADOS Y CAMIONES
Albures y políticas, política y albures. Ingeniosos nombres para llamar a los presidentes: "La Huerta de don Adolfo", "Las Calles de don Plutarco", "Bárbaro Ladrón", "El Rubio Pascual", "Los Cárdenas de Lázaro"... La burla era cotidiana y nuestros abuelos se reían "en serio". La vida diaria era retomada con un sentido crítico: la ciudad y la política, las bromas y las penas. En la época del general Cárdenas se preguntaba: ¿en qué se parecen los diputados a una línea camionera? Sencillo: salen de Guerrero, pasan por la Reforma, rodean la Constitución, arriban por la Moneda y siempre andan gritando: ¡Merced-Lázaro! Por esos años, los hombres del teatro de revista representaron El último impuesto, reproches, ya desde entonces, al exceso de poder del dedo mágico, de la democracia mexicana. Mario Vargas Liosa, el escritor peruano, dijo que México era una dictadura perfecta. Un destacado priísta se molestó: "Es un exagerado —dijo muy serio—, sí tenemos algunos errores...". Y cuando la crisis arrecia, los chistes no se hacen esperar. Quizá por ello, Pascual Ortiz Rubio ha sido uno de los presidentes de los que más se ha hecho mofa.


EL VECINO DE ENFRENTE
Ortiz Rubio llegó al poder como el primer candidato del entonces recién fundado Partido Nacional Revolucionario, abuelo del actual PRI. Era la época en la que Plutarco Elías Calles dominaba el panorama político nacional, era el "jefe máximo de la Revolución", por lo que este periodo ha sido denominado como el "Maximato" El día de su toma de posesión, Ortiz Rubio sufrió un atentado que lo atemorizó de tal manera que, se dice, ni siquiera salía a la calle. Repuesto del susto, se le vio tomando acciones verdaderamente intrascendentes. Las dos grandes obras de su gobierno fueron: la inauguración del paso a desnivel en San Juan de Letrán, que la gente bautizó como El túnel del Simplón, y la construcción de la "jaula de los monos", en el zoológico de Chapultepec. Se decía que no había primera piedra que Ortiz Rubio no colocara, ni té de honor que no bebiera. No es gratuita la anécdota que cuenta que durante su administración algún guasón colocó un letrero bajo el Castillo de Chapultepec, antigua residencia presidencial, que decía Aquí vive el Presidente, el que manda, vive enfrente. Calles vivía en Anzures. Así, el país se debatía ante la angustia de tener un presidente débil ante una sociedad añorante de un poder firme y seguro. Desde antes de la Conquista, los tlatoanis mexicas dominaban a la sociedad con acciones autoritarias. Con la llegada de los españoles no nos fue mejor: el absolutismo se adaptó perfectamente a la sociedad de poder personal y autoritario. 

Hoy, los vaivenes presidenciales han permitido que el humor, como el dólar, se encuentre a la alza. El chiste más claro es aquel que pregunta: — ¿En qué se parece el gabinete de Ernesto Zedillo a la Semana Santa? La respuesta es simple, según dicen: —En que no se sabe si cae en marzo o en abril...

domingo, 3 de junio de 2018

Cárdenas. Un presidente muy mono

Hace unos once años me invitaron a colaborar en un suplemento dedicado a la industria petrolera; ahí publiqué unos tres o cuatro artículos con este tema. El primero fue este dedicado al General Lázaro Cárdenas, ahora que es tan vilipendiado, bueno siempre, por un reaccionario y ultraderechista ex-presidente del PAN (llamado Germán Martínez)  que ahora es un militante de MORENA


Lázaro Cárdenas: un presidente muy mono
Agustín Sánchez González (c)
La tradición de la caricatura mexicana se remonta a 1826 cuando el italiano Claudio Linnati publicó en la revista El Iris una litografía llamada “Tiranía”, una imagen reconocida por los especialistas como la primera caricatura publicada en nuestro país.
Esta caricatura, la crítica al poder, de alguna manera señaló la ruta de lo que sería hasta hoy, el humor gráfico mexicano. La caricatura ha cuestionado al poder incesantemente. Cada error político ha contado con un cuestionamiento a través de los monos.
Ningún gobernante se ha salvado del juicio crítico, ni siquiera aquellos personajes como Benito Juárez, Francisco I. Madero y Lázaro Cárdenas, tres de los presidentes más reconocidos  (y hasta venerados) en nuestra historia.
En el caso de Cárdenas, a quien hoy recordamos por ser una de las fechas más importantes en nuestra historia, se le ha retratado de innumerables formas. Hay versiones sumamente críticas, en sentido político, como las realizadas por Caramelo, en el periódico El Tornillo, o versiones amables que destacan alguna característica física, como el retrato de Salvador Pruneda.
En el inventario de estudios por hacer en México, falta la iconografía del cardenismo (y del poder en general) que rescate obras como el excelente dibujo de Ricardo W. Martínez, un hombre cuya familia entera se dedicó o vinculó con la caricatura: su hijo Matz fue monero (murió en el terremoto de 1985) sus dos hijas se casaron con Rius y con Heras.
Don Ricardo, nacido en nos legó una caricatura que comienza en una línea que sigue y sigue hasta concluir el rostro del general.
El caso de Pruneda es muy interesante pues, también, pertenece a una estirpe de caricaturistas que viene desde el siglo XIX, con su padre Alvaro y su hermano mayor, del mismo nombre y que firmaba como Gasolini.
Salvador fue uno de los primeros historiadores de la caricatura, es autor de La caricatura como arma política (1965), Periódicos y periodistas, entre otros. El perfil de Cárdenas es un excepcional cuadro.
La tercer imagen que hoy presentamos corresponde a uno de los grandes artistas mexicanos José Chávez Morado, quien hizo caricatura en Combate con el seudónimo de Chon. Su retrato, hecho caricatura, muestra el retroceso del país cuando el sucesor de Cárdenas, Manuel Ávila Camacho le corta la cabeza.
La caricatura es una lectura muy seria de la realidad. Si bien nos lleva a la risa franca, nuestro inconsciente el guarda el mensaje, lo procesa y asume la crítica del monero que pocas veces se queda con la ganas de decir lo que piensa a través del lápiz, pero además, la caricatura produce un goce estético lo cual le da un doble valor a pesar de que por lo regular suele ser efímera y se pierde entre las miles de las página del diario que no vuelve a abrirse, pero también va a la Hemeroteca, a colecciones particulares y a veces hasta al Museo de la Caricatura, en donde podemos ver estas caricaturas, junto con otras más que forman parte imprescindibles de nuestra historia.


viernes, 1 de junio de 2018

El Rococó de la Mataviejitas


Limpiando la pc de archivos repetidos y/o antiguos, me encontré este texto que no recuerdo por qué no publiqué; es de hace doce años, cuando atraparon a la mataviejitas. 


El Rococó de la Mataviejitas

Agustín Sánchez González(c)

El crimen social suele deparar sorpresas. 2006 comenzó con el descubrimiento de una asesina serial que muestra, una vez más, que la realidad supera la ficción. Literariamente hemos presenciado una dolorosa historia de nota roja que se engarza con un fenómeno estético: la historia de Juana Barraza Samperio, la hoy famosa “Mataviejitas”, vinculada a un cuadro del pintor francés Jean Baptiste Greuze en la escena del crimen.
Desde hace varios meses, las investigaciones realizadas desde la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal habían generado avances importantes en el estudio del personaje de marras.
Hace unas semanas Miguel Ontiveros, director del área de  Investigación del Instituto Nacional de Ciencias Penales caracterizó al “Mataviejitos” como “un hombre de mediana edad, con preferencias homosexuales, quien pudo sufrir en su infancia maltrato infantil o abuso sexual por una figura materna y que por ello busca tener  una satisfacción interna, expresada en la necesidad de matar con ánimo de venganza.

“Los datos para pensar que este sujeto puede tener preferencias sexuales de carácter homosexual, señaló Ontiveros, se derivan de una cadena causal. Primero tenemos el antecedente, establecido en la ciencia criminológica, de que la mayoría de los asesinos seriales han sido maltratados, víctimas de abusos sexuales; así, el “Mataviejitas” es un hombre que ha elegido disfrazarse de mujer y, por último, tenemos la imagen de la pintura de Jean Baptiste Greuze, Retrato de juventud,  encontrada en la escena del crimen en tres de los casos. Se trata de tres elementos fundamentales donde se habla de una falta de identidad sexual”.
Ontiveros no estaba alejado de la realidad, si bien no es un hombre, es una mujer con características masculinas (alta, robusta, pelo corto), de 48 años, que se dedica a la lucha libre y usa como nombre de batalla “La dama del silencio”.
“Analfabeta”, así se declaró la asesina. Si así fue, ¿de donde provino la atracción por un pintor poco conocido en términos populares y/o académicos?
Fuera de aquel dogmatismo populista que habla de la sabiduría del pueblo, hay que reconocer el gusto kitsch (o art-nacó, o charroco tardío) de la sociedad mexicana, que goza con cuanto adorno se le presente en la vida.
Los pasteles de las quinceañeras son una excelente muestra de ello. Entre más garigoleado, más adornado o con más cosas amontonadas suele apreciarse más, lo mismo sucede con las estampas religiosas que suelen enmarcarse en colores chillantes.
No hemos visto el traje de luchadora, pero sabemos que era color fiusha, un color chillante, y que la mujer era devota de la Santa Muerte, figura que es tratada como ícono en diversidad de formas, casi todas kitsch.
Umberto Eco señala que "…el mal gusto sufre igual suerte que la que (el filósofo y esteta) Benedetto Croce consideraba como típica del arte: todo el mundo sabe perfectamente lo que es, y nadie teme individualizarlo y predicarlo, pero nadie es capaz de definirlo".
El lenguaje visual chilango es inmenso y cabe todo, hasta las obras de pintores como el que apareció en la escena del crimen, que la Procu llamó Retrato de juventud, (cuyo nombre real es Muchacho en chaleco rojo) de Jean Baptiste Greuze, un pintor francés que nació en Tournus el 21 de agosto de 1725 y murió en París el 21 de marzo de 1805.

Su obra se enmarca dentro del Rococó, una corriente ornamentista, recargada en exceso, que usa colores pastel más bien pálidos y cuyas escenas suelen ubicarse al aire libre y tiene un carácter civil, más que religiosa, por definirlo en términos muy generales.
Greuze fue ensalzado como maestro de la pintura moralizante y virtuosa. Es un artista al que la Historia del arte de Salvat califica como ”excelente dentro de su estilo dulzón. Muchas de sus inocentes niñas evidencian, en el fondo, una virtud algo dudosa bajo aspecto angelical, y es bien claro que le granjearon muchísimo éxito, tanto o más que sus famosas escenas de familia”.
El chico que aparece retratado en el cuadro Retrato de juventud, se distingue por su carácter asexual, parece un querubín al que difícilmente se puede reconocer como niño o niña y por cierto, va vestido de rojo, como la dama del Silencio.
El Rococó de la Mataviejitas supera, con mucho, a la invención literaria, sobre todo cuando se mira que un cuadro del mismo Greuze (La Jeune à l'Agneau, La joven del cordero) aparece en casa del Profesor James Moriarty, “El Napoleón del crimen”, como le llamo Sherlock Holmes a este personaje de ficción, creado por Arthur Conan Doyle, con el objetivo de acabar con estas aventuras.
Así, el caso de la Dama del Silencio, que aun dará mucho de que escribir es un fenómeno por demás interesante y único de asesina serial.



sábado, 12 de mayo de 2018

Un basurero en Xochimilco o el Edén pérdido

Hace años que no visitaba Xochimilco.
Hoy amanecí con animo tlacoyero, así que me fui con mi mujer y mi hijo al mercado de Xochimilco con la intención de saborear unas quesadillas y después, de postre, una rica nieve de frutos rojos.
Tomé el coche y lo dejé en las Torres, pasando Tasqueña y de ahí me encaminé al Tren ligero para viajar a Xochimilco.
Siempre he pensado que en lugar de dejar vivo al pulpo transportista los gobiernos tendrían que estimular el transporte colectivo, no contaminante, como es el tren ligero y sería, sin duda alguna, una ciudad más amable. 
López Obrador estimuló el uso de automóvil al crear, con la complicidad de Claudia Sheimbaum el segundo piso del periférico en vez de generar transporte colectivo; quien sí lo hizo, pero sólo para saquearnos, es Marcelo Ebrard al que todos recordaremos por el gran robo dorado de la línea 12.
Desde hace tres años gobierna esa delegación MORENA. Uno pensaría, con tanta alaraca que prometen, que si bien en 3 años es complicado transformar una ciudad, por lo menos sería un poco mejor pero... no.
Calles sin pavimentar, banquetas rotas, ambulantes a diestra y siniestra. 
Desde la terminal del Tren ligero hasta el Jardín centenario, todo parece un muladar. Sucio, desagradable, asqueroso.
En esas diez calles que caminamos, no hubo una sola, UNA, que estuviera en condiciones medianamente aceptables. Debe ser imposible caminar por ahí con muletas y ni siquiera pensar en silla de ruedas.
Y qué decir del embarcadero, un robo en despoblado, sin precios al público, como estaban publicados antes, mostrando una hoja con los servicios y, supongo, intentando cobrar como se deje el cliente. El colmo, en las trajineras, un letrero gigante pidiendo propina de cien pesos. Y los alrededores del embarcadero, también, rechinantes de mugre.
Xochimilco, el lugar donde se cultivan las flores, debería llamarse Suciomilco.
La Plaza Xochimilco, que era un jardín hermoso, en donde parecía que se vivía la tranquilidad provinciana, en el mejor sentido de la palabra, es un basurero más, lleno de mugre por todas partes y, lo peor, prostitutas que pululan por ahí a las 15 horas. 
Uno pensaría que el nuevo gobierno sería capaz de mejorar el entorno de Xochimilco, cuando menos un poco pero no.
Es lamentable el muladar en que se ha convertido Xochimilco a pesar de las promesas del edén, con un gobierno que promete mucho pero cumple muy poco. Parece que el águila fue a cagarse ahí antes de irse volando al zócalo.

Cronista de guardia: El 11 de mayo

El 24 de mayo de 1990 publiqué, en El Universal, esta pequeña crónica que narra el día después del festejo del Día de las Madres: 



jueves, 10 de mayo de 2018

Microseminario, curso y conferencia sobre caricatura y sobre Posada en Monterrey

CULTURA

IMPRIMIR

“El meme es efímero, el cartón político perdura”

Agustín Sánchez González, investigador de la caricatura mexicana, afirma que el cartón político tiene elementos estéticos y de compromiso social que difícilmente se ve en los memes.

Zincografía de José Guadalupe Posada (1897). (Foto: Propiedad de Agustín Sánchez González. )
Monterrey
En tiempos donde los “memes” son el elemento humorístico de las redes sociales, el cartón político sigue vigente gracias a su posibilidad de sobrevivir en la memoria histórica.
Para Agustín Sánchez González, investigador de la caricatura mexicana, el cartón político continúa ofreciendo elementos estéticos y de compromiso social que difícilmente se ve en las imágenes creadas con son de burla en redes sociales.
“Hoy con el ‘meme’ te llenas de risa pero se pierde, es completamente efímero. La caricatura también lo es pero queda el recuerdo histórico del papel y es lo que hemos rescatado por muchos años”, explica.
Sánchez González estará en la ciudad para impartir el micro seminario José Guadalupe Posada. Historia de la caricatura en México y más allá de la Catrina, que inicia el 15 de mayo en el Taller La Catrina (M.M. Del Llano, entre Doblado y Montemayor, centro).
Comentó que México ha contado con excelentes críticos al poder a través de la caricatura, recordando al juarista y liberal Santiago Hernández, quien a mediados del Siglo XIX nunca “se tentó el corazón” en criticar al ex presidente Benito Juárez.
“Hoy hay caricaturas muy simplonas desde ciertos sectores de la izquierda. La caricatura si no cuestiona, no lo es”, apunta Agustín Sánchez.
En el micro seminario los interesados podrán apreciar dos placas originales de Posadas, una de ellas con 120 años de antigüedad. El costo es de mil pesos por persona, que además incluye dos libros del autor y dos estampas impresas de placas originales.
Mientras que el 16 de mayo, el especialista impartirá la conferencia El Zancudo y el humor en la Constitución de 1917, a las 19:30 en el auditorio del Museo de Historia Mexicana con entrada gratuita.
Los interesados en asistir al seminario sobre Posadas pueden solicitar informes al correo lacatrina@angelicabracho.net.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...