viernes, 12 de enero de 2018

La portentosa vida de Posada, en edición digital



El día que murió José Guadalupe Posada


En mi libro Posada, editado por Planeta en 2008 y reeditado como el nombre de La portentosa vida de Posada, por ediciones de Don Lupe, en 2013escribí una reconstrucción imaginaria de cómo fue el día de la muerte de Posada, en un oscuro cuarto de vecindad de Tepito, hace 104 años. El 20 de enero de 2013. En el primer capítulo de mi libro, escribí una recreación imaginaria de cómo pudo haber sido esa última noche.


Ahora, este libro ha sido publicado en edición digital. Se los recomiendo mucho pues además de que, creo, es un importante trabajo, es la apuesta editorial de una gran editora de Aguascalientes.







SE MUERE DON LUPE

Toda la noche ha vomitado sin parar.


La oscura habitación tiene un olor nauseabundo pues la diarrea no se detiene con el atole de arroz, ni con tés de menta o de ruda, ni con ningún otro remedio de las vecinas.


A temprana hora Juan y Manuel han ido a buscar un doctor. De cualquier manera, los dos amigos de parranda saben que ya todo es inútil.


Don Lupe se acaba.


Lleva muchas semanas metiéndole al trago. Su rostro está más que demacrado y la deshidratación por la cagalera es más que obvia.


Hay colillas de cigarro forjado tiradas por doquier.


Danzan calaveras a su alrededor, los sueños se convierten en pesadilla.


Parece una película que se regresa al principio para repasar toda su vida, un viaje a la semilla. En quince días cumpliría 61 años, veintidós mil doscientos días.


Alrededor del petate donde se retuerce de dolor zapatean monstruos fantásticos, bocas con labios rojos que enseñan unos agresivos dientes listos para devorarlo, cuerpos con formas demoníacas, diablos, brujas, gritos lastimeros de la llorona, naguales, fantasmas.


El jolgorio empezó el día de su santo, el día de la Virgencita, el 12 de diciembre, cuando la ciudad, el país, el vecindario conmemoró la aparición del indio Juan Diego; siguieron las nueve jornadas de los santos peregrinos, continuó en la Noche Buena, la Navidad y celebró el fin del año 1912. Nacía uno nuevo, justo cuando la vida, su vida, se le apagaba.


Todo le duele, pero es el alma la que le hace insoportable la existencia. La ruda hierba, la ruda vida.


Cientos de cuartos componen la enorme vecindad ubicada a las orillas de la ciudad de México: es el barrio de Tepito, en la calle de la Paz. Son trescientos miserables cuartuchos, con más de mil almas que andan en la pena y en la pepena.


Cada uno de esos cuchitriles apenas mide tres por tres metros. Los excusados son colectivos, conformados por una larga fila sin puerta y un olor repugnante; afuera una pileta de agua que a veces, con un cubo, se usa para el excusado. Y de los tendederos, que parecen telarañas, cuelgan modestas ropas.


El otrora hombre regordete, ahora de cuerpo flácido y demacrado, parece mirar bailar las calaveras que dibujó hace muchos años, a los diablitos sonrientes, complacidos por su travesura, felices porque recibirán muy pronto a un huésped de lujo, su retratista favorito: don Lupe.


Una vecina le llevó una cazuelita con caldo de gallina y lo encontró llorando, lamentando no poder cerrar los ojos de su Juan Sabino, en ese treceavo aniversario de su muerte.


“¡Don Lupe se muere!”, es el clamor en los lavaderos esa mañana fría de domingo.


Él rememora los últimos días de su vida en el barrio de Tepito, a donde llegó cuando la ciudad lo fue expulsando, primero de Santa Teresa, luego de Santa Inés, más tarde del Cuadrante de Santa Catarina, para llegar a la calle del Carmen y terminar en este sitio donde viven hombres y mujeres que sobreviven en situaciones precarias.


Don Lupe sueña, como todos los días de su vida, pero hoy esos sueños se han tornado en pesadilla, como muchas otras noches más, como casi todas sus últimas noches, como todos sus últimos años.

miércoles, 10 de enero de 2018

El cartón del mes de enero

Como cada mes, este es el cartón que publico en la revista Relatos e historias en México. No se la pierdan



“Vayan a decirle al pueblo que ya se votó”
Por: Agustín Sánchez González

En 1869 hubo elecciones para renovar el poder
Legislativo a nivel federal. En este cartón, 
el caricaturista Santiago Hernández acusa al
presidente Benito Juárez y a su ministro
y cercano colaborador, Sebastián Lerdo de
Tejada, de comprar votos con dinero de la
Tesorería para hacer ganar a sus candidatos
a diputados del Congreso.

El dibujo muestra que un artista militante,
como lo era Hernández al ser cercano 
al bando liberal, también puede ser 
crítico con quien simpatiza.

martes, 9 de enero de 2018

Las cartas de amor de ayer

Recién leí un artículo del periódico español El País, cuya cabeza dice

En el reino fulminante de lo instantáneo

Las cartas se han convertido en una extravagancia en un mundo gobernado por las nuevas tecnologías


Entonces evoqué las novelas de antaño que generaron obras de tema epistolar; grandes historias de amor como las que sucedieron en la vida real. 

Parece la prehistoria, pero hace una tres décadas, el siglo pasado ya, tuve una novia catalana que vino a México y al marcharse mantuvimos durante cerca de un año correspondencia amorosa cuya lentitud, entre otras cosas, terminó con todo; además llamar por teléfono costaba una fortuna. Recuerdo una llamada de media hora que me costó casi una quincena de mi salario como profesor universitario.

Pero la emoción de recibir una carta, la angustia diaria esperando al cartero, el nerviosismo de saber su respuesta, de saberse amado, de hacer planes a la distancia, de contar algunas historias de la cotidianidad o responder a una pregunta hecha más de un mes antes, era maravilloso.

Resulta absurdo pensar hoy que si uno escribía una carta el día 1 de enero, a ella le llegaba el 20; respondía el 22 o 23 y tenía una respuesta a mediados de febrero. 

No sé si ella conserva mis cartas, yo las quemé, una a una, con sus fotos, un día que recibí la enésima carta donde decía que no vendría a México y me sugería que yo no aceptara la beca a Barcelona pues ella vivía a dos horas de ahí y no se movería. Tras una borrachera espeluznante decidí que como las llamas de amor, como remedio homeopático, las cartas tendrían ese mismo fin: las llamas.

Hoy lo lamento, me hubiera gustado leer las cursilerías que seguramente escribía (¿quién no?), igual que las de otra novia, esa mexicana que le encantaba escribirme y nos entregábamos las cartas al despedirnos. También el fuego las arrasó.

Las cartas de amor siempre fueron parte de historias frustrantes, al menos para mi. No obstante, fue maravilloso sentir la emoción de escribir y de leer en un papel, a veces con dibujitos cursis o con un pétalo de rosa seco, esa historia, ese momento que había pasado dos o tres semanas antes.

El texto de El País, dice: "Claro que todo el mundo sabe lo que es una carta, pero ya son muchos los que no han recibido nunca ninguna, ni la van a recibir jamás. Así que no sabrán lo que significa la espera, ni tendrán ni siquiera una remota idea de los trastornos emocionales que provoca".

Y así es, así fue en otros tiempos. En el siglo XXI, el amor en tiempos de whasapp nada tiene que ver con ese mundo. Ahora ni siquiera nos pueden engañar diciendo que no le llegó el mensaje o que no pudo conectarse; lo mismo que el msm. 

Parece la historia de otro mundo, de la prehistoria y si, lo es.

https://elpais.com/elpais/2018/01/08/opinion/1515436583_381977.html?id_externo_rsoc=FB_CM

viernes, 5 de enero de 2018

Los Reyes Magos en 1993

El 5 de enero de 1993, hace 25 años, publiqué esta crónica en la sección de cultura de El Universal.
 Ya bastantes vueltas dio el mundo desde entonces.

Reyes de la noche invernal
Por AGUSTIN SÁNCHEZ GONZALEZ
A las dos de la mañana la calle de Víctor Hugo, en Portales, aún recibe coches de vecinos que vienen a hacer sus compras de Reyes.
En Tlalpan, en las cercanías del Metro, a esa hora, es fácil encontrar parejas que cargan triciclos, bicicletas, bolsas y diversos paquetes.
Los Reyes Magos, los Santos Reyes Magos se han encontrado, en 1993, con una ciudad más contaminada que nunca, proclive al enloquecimiento, sin cero alguno, sin pesos nuevos y sin, paradójicamente, tampoco pesos viejos.
 La ciudad de México está en calma a las dos de la mañana del 6 de enero, por sus calles transitan algunas personas, pero el resto de la gente espera la rosca y su muñeco que vestirá para el dos de febrero, aunque la rosca sea cada vez más para verdaderos monarcas, por los precios.
 Los Reyes que he visto, en Coyoacán y en Portales, son pobres reyes o reyes pobres, cuya vestimenta da lástima y pena, sus coronas son de cartulina con pegoste de "orito", o papel dorado, usando barbas más falsas que un billete de mil nuevos pesos, llevan ropas raídas, y sus capas parecen telas compradas en la retacería más próxima, mientras el betún del negrito apenas si le alcanzó a cubrir una parte del rostro.
Pero los niños afortunados a quienes los reyes les alcanzó el aguinaldo o la tarjeta de crédito para llevarles un pequeño juguete han preferido cargar con juegos electrónicos (del ni entiendo o el atarantadi), o con juguetes chatarra made in Taiwán, que se encuentran en esas tiendas preposmodernas que venden todos sus productos a cinco pesos nuevos (cinco mil de antes), juguetes desechables que durarán lo que dura un anochecer, pero que no hay de otra.
Esos son los regalos para miles de niños del quinto piso, pero para los de quinta categoría los santos reyes magos no existen más y no es que los padres sean republicanos ni nada por el estilo, lo que sucede es que el dinero (con ceros o sin ellos) no resistió hasta el 6 de enero.
Hay otros, los niños de la calle, los que ni categoría alcanzan, tampoco alcanzarán una fiesta que no es para ellos, como no es nada de lo que sucede en la sociedad.
De cualquier forma, la inocencia de otras generaciones que miraban el cielo a los tres reyes, se acabó, para nadie es un secreto de que los santos reyes son los papás.

 Ya no sucede como aquel viejo chiste del niño que, en vísperas de reyes, dijo a sus amigos que sabía quiénes eran. Los chicos, intrigados, preguntaron y él, con gran inocencia respondió: Melchor, Gaspar y Baltasar.

jueves, 4 de enero de 2018

98 años de la muerte de Benito Pérez Galdós

Caricatura de Loredano
Hay autores que resultan de una riqueza inagotable. Pérez Galdós es uno de ellos. 

Escritor infatigable, con una vasta obra que ya forma parte de la literatura universal y que sigue tan vigente, inspirando a muchos autores contemporáneos como Almudena Grandes que, de alguna manera, le rinde homenaje a través de su Historia de una guerra interminable.

Pérez Galdós, también, fue modelo de muchos autores mexicanos desde el siglo XIX, como Ireneo Paz, el abuelo de Octavio Paz, quien escribió sus Episodios nacionales, como lo hizo Galdós.

A mi me encanta.





A uno de los grandes cineastas, Luis Buñuel, sirvió de inspiración para crear dos joyas de la cinematografía universa: Nazarín y, o Tristana.

Este 4 de enero, se cumplen 98 años de su muerte que aconteció en el barrio de la Moncloa, a la vuelta del emblemático café Van Gogh.


Hace unos meses me encontré una placa afuera de la casa en que vivió en el Barrio de las Letras, en Madrid, al lado de la Plaza del Ángel, que Octavio Paz menciona en su magistral poema Piedra de sol. 





También me tomé una cañita en La Fontana de Oro, que sirvió de inspiración para la novela del mismo nombre. Todo Madrid está permeado de su obra.

Sean estas caóticas notas un recuerdo de uno de nuestros grandes autores que no necesita ser recordado, pues su obra lo mantiene vivo ya para siempre.

lunes, 1 de enero de 2018

1 de enero de 2018


No ha transcurrido una hora del nuevo año y como hace más de tres décadas, en esta fecha, me siento frente a mi computadora a escribir, a renovar los sueños, a extrañar a los que se han ido (hace dos años no veo a mi madre) pero también a celebrar la intensidad amorosa con que vivo desde que conozco a mi mujer, hace un cuarto de siglo, bueno, faltan tres meses aún para ello.
No creo que vivimos en el peor de los países como suelen afirmar muchos de mis contemporáneos (hoy leía a un amigo que se pitorreaba de algunos becarios del fonca que se llevan al bolsillo varios miles de pesos mientras se quejan de que el país es de lo peor).
Por supuesto, tampoco creo vivir en paraísos como Venezuela o Cuba, como creen otros de mis amigos (y de varios examigos que me han excomulgado por hacer sorna de esa idea)

Vivo en un país difícil, complicado, peligroso, rudo, con enormes desigualdades sociales, pero también en un México capaz de enfrentar la adversidad, con amorosa solidaridad, como lo mostró hace unos meses, el 19S, cuando millones de mexicanos sufrimos una de nuestras grandes tragedias, y supimos enfrentarlo sacando fuerzas del dolor. Ese país, esos mexicanos, me gustan, me siento orgulloso de ser un mexicano como ellos.
Vivo en un país que necesita cambiar, que necesita organizarse al margen de los partidos y, aunque parezca contradictorio, apoderándose de ellos; sacudirnos de una clase política anacrónica; necesitamos convertirnos en muchos líderes que nos conduzcan (y conduzcamos) hacía un mundo nuevo y diferente, pero sin mesías demagógicos, ni farsantes corruptos, ni políticos brillantes  pero sin sensibilidad y que arrastran (igual que los otros dos) el fardo del autoritarismo priista.
2018 nos enfrenta a una las mayores tragedias de la política mexicana: la lucha entre conservadores contra ultraconservadores. Por primera vez, de 1988, la izquierda fue borrada del mapa. Ello me preocupa mucho pues una buena parte de los logros sociales se los debemos a las luchas de esa izquierda que contra viento y marea se enfrentaron a un poderoso Estado, a un represor gobierno que fue capaz de encarcelar, por ejemplo, a decenas de jóvenes, hace medio siglo, en 1968, tan sólo por cuestionarlo un poco.
La utopía por un mundo de iguales murió hace tiempo, queda una realidad desastrosa, una izquierda dispersa, sin fuerza, débil y otra embelesada por un bufón autoritario y conservador.
Vienen días difíciles.

Conozco el pasado, ese queda ahí y cada quien le da la lectura que quiera, del futuro nada sabemos. Pero aun así soy optimista en que nuestro país cambiará, tomará buen rumbo, no tras las elecciones del 2018 donde nada será modificado, sino más tarde que temprano.

De cualquier manera, miro el camino que transito, observo mi trabajo y creo que, parafraseando a José Joaquín Fernández de Lizardi: hago lo que puedo por mi patria.

Felices años por venir. A enfrentarse a ellos como Don Quijote, con sueños e ilusiones.

martes, 26 de diciembre de 2017

Joan Manuel Serrat, un inmortal que hoy cumple 74 años.

Un servidor, 
Joan Manuel Serrat, 
casado, mayor de edad, 
vecino de Camprodón, Girona, 
hijo de Ángeles y de Josep, 
de profesión cantautor, 
natural de Barcelona, 
según obra en el Registro Civil, 
hoy, lunes 20 de Abril de 1981, 
con las fuerzas de que dispone, 
atentamente ...


No puedo imaginar mi vida sin conocer las canciones de Joan Manuel Serrat. Gracias a este amoroso catalán supe de Antonio Machado, descubrí a Miguel Hernández, León Felipe me enseño los caminos de la manchega llanura por donde transitaba Don Quijote.

Hoy, 26 de diciembre es su cumpleaños número 74 y hoy, desde hace más de una hora, sólo escucho sus canciones y recuerdo miles de recuerdos, sí así, sic, a través de sus canciones que me han acompañado desde hace casi medio siglo.

No se le puede desear larga vida, sólo se le puede agradecer tanta vida, tanto amor, tanta solidaridad, tanto acompañar a toda una generación
Gracias, Serrat. 

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...