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Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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martes, 20 de octubre de 2015
Martínez Carrión en el MUNAE
jueves, 15 de octubre de 2015
Pascual Orozco en caricatura
Todos los meses publico en la revista Relatos e historias de México, el cartón del mes. A veces tiene que ver con el artículo principal, a veces con el mes que aparece la revista o a veces solamente porque se me antoja.
Tener un editor que entiende de esto hace que se trabaje de maravilla.
Este es el cartón del mes: un esplendido dibujo de Santiago R. de la Vega, un señorón de la caricatura, destacado magonista que rompe con los magonistas. Participa en la revista Multicolor, una de las emblemáticas publicaciones de caricatura; entre las diez más importantes de nuestra historia.
Tener un editor que entiende de esto hace que se trabaje de maravilla.
Este es el cartón del mes: un esplendido dibujo de Santiago R. de la Vega, un señorón de la caricatura, destacado magonista que rompe con los magonistas. Participa en la revista Multicolor, una de las emblemáticas publicaciones de caricatura; entre las diez más importantes de nuestra historia.
lunes, 12 de octubre de 2015
Jesús Martínez Carrión: monero de combate
De octubre a noviembre, en el Museo Nacional de Estampa, se podrá apreciar la obra de uno de los grandes cariaturistas mexicanos: Jesús Martínez Carrión. Un artista que puede ser considerado como un precursor de la Revolución. Un hombre que echó mano de la caricatura para denunciar los males de la dictadura. Este es un fragmento del texto que escribí para la revista Relatos e historias de México, del mes de octubre de 2015.
jueves, 8 de octubre de 2015
¿Cómo se llama esa madre?
Es una noche
esplendorosa, llovió toda la tarde y el cielo es tan hermoso.
Otoño en París.
Cerca de ahí, el
Sena se muestra con una gran tranquilidad. Las embarcaciones pasan llenas de
turistas, algunas iluminadas, otra a media luz. Sentados en un pequeño jardín,
descansando de la ruda caminata por París, volvemos a Notre Dame antes de ir a
cenar al barrio Latino.
Frente a esa
esplendorosa joya del arte universal, Notre Dame, Nora y yo permanecemos en
silencio como muchas veces antes de empezar un largo diálogo que se ha
prolongado por más de dos décadas. Un diálogo de toda la vida, que es interrumpida
por una vocecita chilanga que pregunta
-
¿Cómo se llama esa madre?
Notre Dame, me dije a mí mismo, y
pensé en la odiosa fortuna que hace que un tipo ignorante como este puede
pasear con ese gran analfabetismo. Pero
guardé silencio para escuchar el dialogo del trío nacional. Uno de ellos,
platicaba de su padre senador con quien vino el año pasado y el otro decía que
lo más chido, guey, es el arco del
triunfo.
Pero bueno, no quiero decir que
lo naco es nacional.
En el Museo de Orsay, lleno de visitantes que toman fotos
y jamás miran un cuadro, ni por equivocación, un tipo rubio, tipo vikingo, de
cómo 1.80, acerca su mano frente a un cuadro de Monet, Regatas en Argenteuil, sin que ningún custodio lo mire.
“¡Tonto,
deja eso!", le grito y el tipo prácticamente corre con su acompañante y nada
pasa, ni quien se entere del posible daño que el tipo pudiera hacer a esa obra.
Los custodios brillan por su
ausencia.
Me siento héroe salvador de Monet.
Otro vinito pal susto. Salud.
martes, 6 de octubre de 2015
París bien vale un vinito
Poca gente
sabe que París, no es la misma ciudad maravillosa que existe hoy. No todo es la Torre Eiffel.
Su historia se remonta apenas al siglo XIX, cuando nace esta urbe perfecta, bueno casi, asociada al Barón Haussman quien generó una revolución urbana, construyendo una red de ejes que gestan un goce estético y un asombroso encuentro permanente con el milagro urbano.
Volver a París
en el Siglo XXI, fue mágico.
Hacía 22
años que no estaba ahí.
Ahora, no sé
exactamente el por qué, busqué la ciudad perdida, la ciudad inexistente hoy y
me encontré, casi sin querer, con ese París histórico, originario.
El París
romano, la pequeña villa gala denominada Lutetia
Parisiorum, más conocida como Lutecia (tal vez de la raí celta=ratón, según
wikipedia)
De eso no
queda nada, pero me encontré sin investigar entonces, las arenas de Lutecia, un
anfiteatro romano inserto en el V Distrito de París y al que debimos caminar
mucho para encontrarlo pues estaba muy escondido.
Impresiona su presencia en medio de grandes edificios
y de un jardín hermoso.
Hoy es un redondel donde lo jóvenes juegan y se divierten, como hace cientos de años. No sé si algún colega le asuste el uso contemporáneo de un monumento histórico pero a mi me gustó que hoy se pueda seguir usando a pesar de los siglos que pude mirar y me miraron.
Llegué a Lutecia, después París.
Luego, en el barrio latino, un buen vino.
Salud.
Luego, en el barrio latino, un buen vino.
Salud.
jueves, 1 de octubre de 2015
Retrato de mujer en los cincuenta
Este texto lo publiqué hace casi dos décadas en la sección cultural de El Universal, que dirigía Paco Taibo I
¿A dónde irán las imágenes que se perdieron en el
tiempo? Pienso en las miles quizá millones, de fotografías que tomaban los
hombres que retrataban a los caminantes de San Juan de Letrán hace todavía unos
veinte años y que sólo se enteraba de ello por el flashazo nocturno o por las
tarjetas con un número que identificaba la foto.
Tengo frente
a mí una de ellas, color sepia. La historia oculta de ese momento nunca la he
preguntado. Escrita con tinta azul, está fechada el 20 de noviembre de 1952 y
a pesar de su borrón, se deja ver una nota: (ocho años después).
Una mujer de
pelo chino, acaso de permanente, camina con garbo por la Alameda Central.
Quizá viene de observar el desfile deportivo, a lo mejor se encamina a una
cita amorosa. El grueso tronco de un árbol asoma por una de las orillas del
retrato, y las ramas de otro son el fondo.
Un policía
parece seguirla, va vestido elegantemente, lleva corbata y una enorme placa en
la cachucha; el azul observa la cámara, mientras la mujer mira hacia otro lado
o parece observar cualquier otra cosa, ignorando al anónimo fotógrafo. La mujer
lleva el suéter sobre los hombros y su mano izquierda, la única que se
observa, está cerrada, como aguardando un futuro que en ese momento se ignora.
Peinado con raya de lado izquierdo, evoca las imágenes de Lilia Prado.
El vestido es ceñido al cuerpo y tiene un cinturón de donde pende, a un
costado, una especie de moño apenas visible. Los zapatos llevan unos cintillos
alrededor del tobillo y no se alcanza a distinguir si son de punta o chatos, si
no tienen tacón alto o corto.
El policía sigue atrás, sin lograr darle alcance, mientras dos hombres
se encuentran sentados en una banca, separados uno de otro, distinguiéndose con
la vestimenta de cada cual. Uno lleva traje oscuro y zapatos sin bolear,
parece viejo, aunque el rostro no se distingue, mientras el otro es un trabajador
del fin del sexenio alemanista, cuando se prometía un país mejor.
Frente a la mujer camina un hombre bajito, con gorra española, saco
largo y cuya espalda quedó plasmada en el retrato, en la fotografía que ahora
miro, que tiene la fecha del 20 de noviembre de 1952, en el retrato de una
mujer de la que tres años más tarde yo habría de nacer.
El policía sigue atrás, inmóvil, quieto, mientras la mujer camina con
garbo, con orgullo y en su rostro se mira la alegría de quien sabe que su
retrato será comentado más de sesenta años después.
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