sábado, 5 de julio de 2014

El microcosmos de micrós


El microcosmos de micrós

Agustín Sánchez González

Se llamaba Ángel Efrén de Campo y Valle, aunque solía firmar, cuando no usaba
 seudónimo, como Ángel de Campo (con ese nombre no podía ser otra cosa), y en 
vida se dedicó a escribir miles de páginas en la prensa de su época.Aún no tenía
 cuarenta años cuando murió, hace un siglo, el 8 de febrero de 1908. Presenció una 
ciudad que traspasaba del siglo XIX al XX. Sin tanta fama como otros autores, retrató
 excepcionalmente este país, en ese difícil tránsito de una dictadura que, sin embargo,
 resultó base y sustento del México contemporáneo.
Nació en Ciudad de México, el 9 de julio de 1868, y dedicó su vida a la escritura en
 periódicos y revistas; tuvo una vida-crónica en la que retrató a todo un país. La 
reconstrucción de hechos, sucesos, figuras y retratos fue su labor.
Quizá la mejor definición de su obra la dio María del Carmen Ruiz Castañeda cuando
 escribió, acerca de La Rumba: “pueden encontrarse la fidelidad fotográfica del
 realismo, el cuidadoso análisis naturalista y el subjetivismo dramático del 
romanticismo. Es queMicrós no podía guardar distancia entre él y sus obras, 
porque, más que hijas de su ingenio, eran hijas del corazón”.
UNA ETAPA BRILLANTE
Podría parecer ilógico, pero es interesante observar cómo una sociedad aplastada 
en sus derechos políticos fue capaz de generar una gran libertad artística, reflejada
 en el periodismo, la literatura, la poesía, el teatro, la música, etcétera.
Suena paradójico, pero al final del porfirismo se crea la Universidad de México y
 la Escuela Nacional Preparatoria tiene uno de sus grandes momentos.
Entre los grandes autores, Ignacio Manuel Altamirano se convirtió, a finales del siglo
 antepasado, en el presidente de la República de las Letras; un patriarca amoroso
 que gestó a una generación de jóvenes autores entre los que destacaban Luis
 González Obregón, Luis G. Urbina, Victoriano Salado Álvarez, Balbino Dávalos,
 Federico Gamboa o Ángel de Campo.

Micrós visto por Alcalde en 1908
Fue una época de grades revistas literarias como La Revista AzulLa revista Moderna y El Liceo Mexicano, por mencionar apenas tres ejemplos. Ésta última fue fundada por Rafael Mangino, José Cárdenas, Luis González Obregón y Ángel de Campo, el 5 de febrero de 1885; fue una revista donde se difundieron muchos de los escritos de los autores de la época. También es una etapa del nacimiento del primer diario moderno, El Imparcial (la trascendencia alcanzada por Micrós lo llevó a ocupar la primera y segunda de las ocho columnas donde escribía, en primera plana, su “Semana Alegre”), cuyo tiraje era, a decir del propio diario, de 44 mil 590 ejemplares.
SU VIDA
Ángel de Campo quería ser médico. Fue hijo de Laura Valle y de un militar de carrera que llevaba el mismo nombre y que murió cuando el escritor tendría unos seis o siete años. Apenas tenía dieciséis cuando, en compañía de quien sería uno de los grandes cronistas de la ciudad, Luis González Obregón, y con Octavio Gajá, fundó La Lira, un periódico manuscrito, y un año después, con ellos mismo participa en la fundación delLiceo Mexicano. Entonces comienza a firmar como Micrós.
En 1889 ingresa a la Escuela de Medicina, que abandona muy pronto ante la muerte de su madre; comienza a trabajar como empleado de la Secretaría de
 Hacienda y a colaborar en El partido Liberal, en Revista de México (que dirigía 
Ireneo Paz, el abuelo de nuestro Premio Nobel) y en El Nacional.
En 1890 publica parte de su trabajo en el volumen Ocios y apuntes; ahí publica
 obras tan intensas como El Pinto, una impresionante historia donde los personajes
 “La Chilindrina”, “El Capitán”, “La Diana”, “EL Turco” y “El Pinto”, son unos…
perros. El cuento termina así: “¡Cuántos en la plebe son como el Pinto!
”¡Cuántos desdichados hay que con forma humana no son sino perros que hablan
 y que visten pantalones!”
Otra obra suya es El Caramelo, donde dialogan un caramelo, una charamusca y 
un grillo en torno a la felicidad. El grillo, “un poeta democrático, opina que los 
versos son algo como caramelos para el espíritu… por eso yo no le canto sino
 al pueblo”.
En 1892 colabora en Siglo XIX y en El Nacional, y dirige MéxicoRevista de 
Sociedad, Arte y Letras; más tarde colaboró en La Revista Azul y en 1894 
aparece un nuevo libro: Cosas vistas, que al igual que el anterior, es una
 compilación de sus trabajos publicados.
En éste vuelve a tener animales como personajes. El Chiquitito es un “¡infeliz 
canario, [que] tenía sed de las aguas de un charco, en el que se retrataban una
 rosa anémica y un jirón de nube que pasaba lentamente por el cielo!”
No se piense que su obra es referida a los animales, las acotaciones al respecto
 se deben a la sorpresa de encontrar protagonistas de esta índole en una crónica
 urbana, demasiado callejera, demasiado concentrada en personajes de barrio, 
como El Chato Barrios, “un muchacho descalzo, de blusa hecha jirones, 
mordiéndose un dedo, arrastrando el sombrero de petate y viendo a todos 
lados con cara de imbécil, [que] cruzaba el salón”, hijo de un carbonero, 
“el más feo y desarrapado alumno de la escuela”, quien había obtenido una 
mención honorífica en un concurso y que año con año disputaba a Isidoro 
Quiroz, uno de los niños ricos de la escuela.

José Guadalupe Posada, La perra brava
También rescató la historia de El fusilado, uno de sus grandes cuentos, donde 
retrata el camino de un hombre que es conducido rumbo al paredón. La maestría de 
Ángel de Campo es excepcional. Comienza así: “El alba, una alba de espléndido
colorido, comenzaba a dilatarse de rrochando sus toques en el horizonte…
allá flotaban los indecisos contornos de la bruma, desta cados apenas en los
matices delicados de las manchas de claridad en un fondo gris azulado que
 evoca el recuerdo de las irisaciones del nácar”.
Cartones es el tercer libro que nos legó; su publicación data de 1897. De él 
destacan cuentos como “La muerte de Abelardo”, recogido en la antología 
Dos siglos de cuento mexicano, cuya selección y notas fueron realizadas por uno 
de los grandes estudiosos del cuento, el maestro Jaime Erasto Cortés, quien 
escribe al respecto: “La muerte de Abelardo, es muerte de un habitante de 
este microcosmos y vida de ‘perro bohemio’. 
La vida adquiere una verdadera dimensión humana: ¿Qué oculto drama, qué
 antecedentes misteriosos originaron ese modo de ser? Había un aristócrata bajo
 su zalea de escuincle vulgar y callejero. La muerte del perro, por el sólo hecho
 de ser referida, alcanza significación e importancia.”
“Los recursos narrativos de Micrós”, escribe Jaime Cortés, “son numerosísimos:
 caracterización psicológica, realismo contundente, contrastes, comparaciones,
 justa perspectiva sentimental, reflexiones profundas y poderosas, estilo ágil,
 emoción y ternura, riqueza descriptiva…”
Otro gran cuento es “El Inocente”, un personaje emparentado con aquellas figuras
 deformes dibujadas por José Guadalupe Posada: “Partía el alma la criatura: el 
enfermillo exangüe, era una llaga; era un niño repugnante de cabeza fenomenal;
 orejas transparentes, mucosas pálidas y piel maculada por las huellas verdes de
 las cataplasmas, manchones de yodo y escaras desprendidas; los dientecitos 
sucios, dientes típicos de Hutchison; el cuello inflamado y endurecido por las 
escrófulas. ” Era hijo de una prostituta que bailaba en un salón, mientras el niño
fallecía en el “Patio de las Culebras”.

La obra de Micrós estremece, duele. Ese microcosmos que supo retratar con tanta
 frialdad es sin duda una de las grandes contribuciones a la literatura mexicana.
En 1899 pasa a formar parte de uno de los diarios que habrían de renovar el 
periodismo mexicano, El Imparcial, donde realiza la columna “La Semana Alegre”,
 cuya primera entrega se llamó “La Semana Festiva”. Comienza sus colaboraciones
 el día 2 de abril, señalando: “He resuelto por mí y ante mí, yo, cronista inédito,
 humorista que va de incógnito, tan de incógnito que nadie lo conoce, ‘organizar’ 
este espacio de artículo dominical que hará “pendant” a las “Semanas” del “Mundo 
Diario”, como una caricatura hace “pendant” a un retrato. Todo entrará en este 
rosario de acontecimientos que han dado en llamar crónica, todo, menos la seriedad.
 La seriedad es ridícula, es atentatoria, es… ‘Pídeme lo que tú quieras, menos la 
formalidad’, dice Angélica la del “Chateaux Margaux” y lo mismo dije, digo y diré
 yo, humilde servidor de ustedes.” Firmará esta columna con el seudónimo Tick Tack.
También en ese año, en El Cómico, publica una novela corta, El de los claveles 
cortos. En 1906 imparte clases en la Escuela Nacional Preparatoria, al obtener 
una plaza ganada por concurso de oposición; dos años después murió de tifo,
 esa terrible enfermedad por la que hubo tantas y tantas muertes. Fue enterrado 
en el Panteón Civil de Dolores.
SUS OTRAS OBRAS
Muchas de sus obras quedaron en el olvido durante muchos años, es decir, 
guardadas en una hemeroteca hasta que alguien se atrevió a sacarlas del olvido.
La Rumba, por ejemplo, una de las grandes obras de la literatura mexicana,
 una novela que bien podría acercarse a la obra de John dos Pasos al tener como
 personaje principal a todo un microcosmos, un grupo de personajes donde no existe 
un protagonista único, donde “La Rumba” es una plaza de Ciudad de México, pero 
también es el 
sobrenombre de una muchacha llamada Remedios Vena. Es una novela del destino,
 en la mejor tradición griega, donde cada uno está predestinado a ser lo que es y
 que sólo un tranvía, como un artefacto externo, que significa el viaje a otras
 instancias,  es capaz de modificar ese determinismo.
“Rumba tenía fama en los barrios lejanos; contábase que era el albergue de las
 gentes de mala alma, una temible guarida de asesinos y ladrones, y citaban el 
nombre de un Florencio Carvajal que debía siete vidas; Marco Pezuela, zapatero,
 había envejecido en Belén y después de extinguirse su condena se había refugiado 
en aquel vivero de malhechores…”
Y luego, el personaje femenino: “había una muchacha seria entre aquellas, una
 rapazuela que no jugaba ni al pan y queso, ni al San Miguelito, ni a las visitas
De cíanle La Tejona, por su cara enfi lada y sus modales broncos; era la hija de 
Don Cosme vena, era Remedios… Prometía ser una mujer de aspecto varonil; 
rasgaban casi su estrecho vestido las formas precozmente desarrolladas, con 
enérgicas curvas….”
La Rumba, una de las grandes obras de nuestra literatura, no fue vista en vida
por Micrós; apareció en forma de libro hasta 1951, en una edición de apenas 
cincuenta ejemplares, pues se había publicado como folletín en el periódico 
El Nacional, del 23 de octubre de 1893 al 1 de enero de 1894.
Ángel de Campo fue un continuador de grandes cronistas como José Joaquín 
Fernández de Lizardi, Guillermo Prieto, José T. Cuellar, y fue además precursor 
de grandes autores como Salvador Novo o Carlos Monsiváis.
A cien años de su muerte, Ángel de Campo sigue siendo un autor tan vital como
 uno de sus contemporáneos, José Guadalupe Posada. Ambos son grandes 
retratistas de un México que sigue vivo y lastimado. Sus retratos constituyen 
una prueba fehaciente de un pueblo que fue a la revolución y que siguió igual, o peor.
Una de las grandes contribuciones de la literatura es la fotografía que deja para 
la historia. Entender y conocer el fin de siglo XIX y el inicio del xx, en los albores 
de la Revolución, sólo es posible a través de e stos cuadros desgarradores de 
un hombre muer to hace cien años y que sigue tan vivo como las miserias 
que retrata.
                  
Personajes de José Guadalupe Posada, de izq. a der.: Gendarme, Trovador, El borracho y Gendarme.


Publicado en La Jornada Semanal, 27 de enero de 2008.

VI Mis libros. 4 atentados presidenciales


Me encontraba en Madrid el día que mataron a Colosio. 

Antes de irme de viaje había dejado una propuesta de escribir otro libro sobre el poder. Recién había publicado El General en la Bombilla, cuya primera edición se terminó muy pronto. Me fui de vacaciones relajado, conocería, al fin, España, no sin pasar antes por París.

La mañana madrileña del 24 de marzo nos disponíamos a viajar a Sevilla cuando escuché en la radio que habían matado al presidente. No fue así, pero si al candidato oficial.

Regresé a México a principios de abril para firmar el contrato por el nuevo libro, sobre todo porque El General en la Bombilla, siguió teniendo ventas por el crimen a Colosio.

Gracias al gran archivo que mantenía terminé 4 atentados presidenciales muy rápido. Sobra decir que, para entonces, el oficio de escribir, la disciplina, la lectura y la alegría por hacerlo me mantenía en saludable forma, escribía libros, vivía de ellos, pues se vendían muy bien, y comenzaba un largo proyecto de trabajos.
4 atentados presidenciales tiró 4 mil ejemplares que se agotaron muy pronto.

En ese libro se narran las historias de un presidente acribillado (Álvaro Obregón) y de tres  que se salvaron de morir (Porfirio Díaz, Pascual Ortiz Rubio y Manuel Ávila Camacho). Así como las historias de sus agresores: Arnulfo Arroyo, José de León Toral, Daniel Flores y Antonio de la Lama: 

En El Ángel, suplemento del periódico Reforma, Zaviany Torres apuntó: "Agustín Sánchez González emplea un lenguaje literario para dar vida a los protagonistas de Cuatro atentados políticos, concede a sus personajes emociones y actitudes, recrea atmósferas en torno a los acontecimientos del día del atentado; al mismo tiempo, realiza un importante estudio sociológico al narrar una serie de atentados iniciados el 15 de septiembre de 1897 y, de acuerdo con el libro, concluidos el lunes 10 de abril de 1944, de éste último el autor afirma: "Los libros de historia que estudian ese periodo, incluso los más serios, ni siquiera mencionan el atentado perpetrado contra el general Manuel Ávila Camacho". Leyendo Cuatro atentados presidenciales los antiguos historiadores positivistas seguramente no vacilarían para contestar la interrogante ¿será verdad que la historia se repite".

La contraportada del libro fue muy elocuente: "La historia de México pareciera estar escrita por el "Monje loco": Nadie sabe, nadie supo..."



viernes, 4 de julio de 2014

1. Posada en el periodismo. El Jicote (2a. parte)

Trinidad Pedroza fue un personaje fundamental en la vida de Posada; Pedroza y algunos de sus amigos fundaron un periódico satírico al que bautizaron como El Jicote. Periódico hablador, pero no embus­tero, redactado por un enjambre de avispas, cuyo objetivo era “la mejora y reforma en la administración local… para  lo que empleará los zumbidos y las picaduras de que pueda disponer. Y como esa mejora y la reforma en la administración local no podrá efectuarse con la permanencia en ella de los hombres que la forman, El Jicote ayudará al sentimiento popular a quitarse esa plaga, haciendo que ellos sean lo más pronto posible despachados al… cariño”.
Se imprimió en el taller litográfico de Pedroza "que estaba compuesto por una prensa “Washington, de propulsión manual, una de las seis mil que construyó Robert Hoe and Company, y también la metálica de litografía en la que se tiraban los ochocientos ejemplares de El Jicote”.
El 11 de junio de 1871 El Jicote declaraba la guerra al grupo comandado por el gobernador Gómez Portugal, entre los que se encontraba un personaje que, a la postre, se convertiría en el autor de la primera historia regional de Aguascalientes: Agustín Rómulo González, quien despachaba como secretario de gobierno, y anunciaba el combate a La Jeringa, un periódico semioficial  que sólo adulaba al gobernador.
Se imprimieron un total de once números, en la Tipografía de Ortega (calle de Tacuba No. 17),  salvo el número 3, que se tiró en el propio taller de Pedroza; tenía una periodicidad semanal y un formato pequeño (23.5 x 16.4 cm.). El último número apareció el 27 de agosto.
El periódico era redactado por Antonio Cornejo, Urbano N. Marín, Sóstenes E. Chávez, Epigmenio Parga  y Trinidad Pedroza.
Rodrigo A. Espinosa, a quien Díaz de León cita como un biógrafo de Posada, escribe: “En verdad, hacemos constar por ser de justicia, que los primeros dibujos de mi biografiado y condiscípulo no eran caricaturas torpes ni groseras; al contrario, eran verdaderos retratos de todos los personajes de que hacemos mérito. Eran trabajos verdaderamente artísticos en toda la acepción de la palabra”.


Pedroza se convirtió en el verdadero maestro de José Guadalupe, a quien le enseñó el arte de la litografía y el grabado, además de algunos fundamentos del diseño, la tipografía, la caricatura, el dibujo en viñetas, etc.
En el segundo número de El Jicote, Posada retrata a pugna que se daba a nivel nacional entre Benito Juárez y Lerdo de Tejada y muestra una imagen que hoy parece inusual: un Juárez recibiendo una patada en el trasero.

V. Mis libros. Los mejores chistes sobre presidentes

Los libros sufren, regularmente, de un largo proceso entre el momento que entrega uno el manuscrito final y en el que sale a la venta. El general en la Bombilla debí entregarlo en el mes de enero y apareció a finales de octubre de 1993.

Tenía muchos años coleccionando chistes de presidentes mexicanos. Una de los tabúes existentes en México es el respeto a la "investidura presidencial". De hecho, todos los periodistas de antaño, cuando comenzaban a escribir tenían la consigna de no meterse ni con al Virgen de Guadalupe, ni el Ejército ni el presidente.

Pero yo sabía, o intuía, o quería, que ello terminara. Tenía años coleccionando chistes de presidentes mexicanos y le propuse a Jaime Aljure, mi editor en Planeta, esta compilación que titulé Usted me da risa, Señor presidente y que ellos bautizaron como Los mejores chistes de presidentes.

Había un antecedente importante: el libro Los presidentes dan risa, escrito por una de las grandes periodistas mexicanas: Magdalena Móndragón, que hizo una edición de autor, pues nadie quería publicar un libro, en pleno alemanismo, que criticara tan fuerte el presidencialismo mexicano.

No estoy tan seguro pero me da la impresión que este libro también fue censurado, Planeta nunca me dio explicaciones de por qué no volvió a reeditarse. 

Se tiraron cinco mil ejemplares y no hubo más;   ni una presentación, ni ejemplares en las librerías. Todo fue muy raro. 
Por cierto, el epígrafe era:
"Dios mio
si con el PRI 
te ofendo
cada sexenio me sales debiendo".

POr

jueves, 3 de julio de 2014

IV. Mis libros. El general en La Bombilla

Si algo me sedujo Alvaro Obregón fue su sentido del humor. Fue un tipo capaz de burlarse de si mismo, con una socarronería y un humor negro digno de todo buen mexicano.

Después de terminar el libro de Fidel Velázquez, que se hermanaba con Obregón por el poder, el humor y el amor al poder, traté de seguir explicando el nacimiento del autoritarismo contemporáneo, el nacimiento del PRI. 

Por primera vez busqué mezclar humor, política, nota roja y caricatura en un mismo libro y, me parece, lo logré. Jaime Aljure fue, de nuevo, el visionario editor que encontró en el texto el éxito. Tres ediciones en Espejo de México y una en Booket, son la mejor muestra de ello.

El General en la Bombilla, parafraseo de El general en su laberinto, de García Márquez, fue calificado como la mejor crónica nacional, por Revista de revistas, y tuvo un impacto mediático enorme. Hasta en Playboy aparecí (vestido, eh, no se amontonen)

Tuvo críticas muy elogiosas:


“¿Novela de no ficción? ¿Cúmulo de interrogantes más que de certezas? ¿Puntos suspensivos para interpretaciones e indagaciones posteriores? Sí, y mucho más, es el libro El General en la Bombilla… un texto, que aun con sus errores estructurales, resulta un documento incontrastable… Avanzado o nostálgico, Agustín Sánchez González es, qué duda cabe, un hombre de proyectos de su tiempo que son, a su vez, ventana hacia el pasado y puerta del presente, en esa casa de rincones entrañables, es cierto, pero también llena de polvo y telarañas, que es la historia de nuestro país…”.
Andrés Ruiz, “El General en la Bombilla”, Reforma. El Angel, 27 de febrero de 1994.

  
“Si se mira con detalle, El General en la Bombilla ofrece –por lo menos- dos cuestiones de interés: la primera de ellas es el haber conseguido –gracias a una narración casi cinematográfica donde la edición juega un papel fundamental- el reunir las voces de una buena parte de los involucrados y los afectados por el magnicidio. En las páginas de Agustín Sánchez González desfilan los argumentos de León Toral, la Madre Conchita, Calles, Morones, Topete, los cómicos de la época y los del propio Obregón; con lo cual, el libro se convierte en un crisol de las actitudes asumidas durante un momento crucial, y por ello, la nueva crónica posee virtudes inéditas: ser un caleidoscopio donde conviven tirios y troyanos, el negarse la posibilidad de hallarse a los culpables y el plantearse solamente el interés por mirar hacia un asesinato esperado casi por todos… Así, en tanto no es posible descubrir el verdadero culpable, Agustín Sánchez González opta por recuperar el torbellino de actitudes, la crónica de una muerte anunciada y los efectos del magnicidio, con lo cual nos ofrece una visión inédita del asesinato…”
José Luis Trueba Lara, El Nacional, 21 de noviembre de 1993.
  
“Lo de las canciones corresponde al libro El General en la Bombilla, de Agustín Sánchez González. Sin duda, espléndida crónica. Lección de una herida en el tiempo. Nuestras son, a la vez, la herida y sus canciones.”
Juan María Alponte, “La vieja Dama en Consejo de Familia con la Nación”, Excélsior, 2 de febrero de 1995.


“La historia se nos echó encima: ya sean los excelentes panoramas y las biografías de Guillermo Sheridan (Los contemporáneos ayer, Un corazón adicto) y Fabienne Bradu (Antonieta), la ficción histórica de Eusebio Rubalcaba (Músico de cortesanas) o la reconstrucción con recursos literarios de Agustín Sánchez González (El General en la Bombilla) por citar lo que tengo a la vista, ahí una generación ha probado sus armas narrativas, sus inquietudes de investigación; la literatura histórica es nuestro Nuevo Periodismo”.
Gustavo García, “Archipiélago de nostalgias”, El Financiero, 28 de julio de 1994.

“La obra del historiador Agustín Sánchez González, El General en la Bombilla (Planeta), crónica seminovelada del asesinato de Alvaro Obregón allá por el rumbo de San Ángel… Sánchez González bucea minuciosamente en infinidad de datos y fuentes documentales y llega a la misma conclusión que la historia más crítica del momento: no hay elementos suficientes para probar que hubo un complot… con todo, el libro se va muy sabroso, sobretodo por sus continuos cambios espacio-temporales y su sensación generalizada que se está leyendo los flashbacks de una novela policíaca moderna…”.
Salvador Quiauhtlazollin, Mira, Vol. 4, No. 200, 10 de enero de 1994.

“El rumor de una conspiración de alto nivel y de una libre asociación de actores en un drama escandaloso, hace de este texto una pieza fundamental en la construcción de la memoria histórica de la revolución y de sus componentes populistas. En un calificativo, estamos ante un libro básico…”
Marcia Trejo Silva, Revista de revistas, No. 4748, 17 de enero de 1994.


 “La microhistoria dentro de la Historia, así con mayúsculas, es manejada por Agustín Sánchez González de manera espléndida de tal manera que recoge desde los apuntes pictóricos de José de León Toral, hasta las palabras  dichas en la intimidad de las celdas, pasando por el menú que el general Obregón comería ese día 17 de julio de 1928…”.
Fernando Allier, “Muerte de Obregón, crónica de poder y misterio”, Excélsior, 13 de diciembre de 1993.

“El General en la Bombilla, es un ejercicio documental en torno a la frustrada búsqueda democrática de los mexicanos. Esto es lo que le da actualidad a una crónica que ofrece en grandes trazos escenas de un momento en el que la Revolución Mexicana pasaba de la lucha facciosa a la pelea, lucha sorda de la política partidista”.

Alfonso Maya Nava, “No invocarás a la democracia en vano”, El Universal, 4 de diciembre de 1993.

El libro termina así, con estas conclusiones: "El crimen perpetrado al general Alvaro Obregón, como todo asesinato político, tiene muchas aristas. En este libro presento un mosaico de opiniones y anécdotas.
  Más allá de todo ello queda un hecho claro: el asesinato de un ex-Presidente de la República que fue capaz de modificar la ley en uno de los conceptos, la no reelección, que dieron vida  al movimiento armado de 1910.

  El criminal fue aprehendido in fraganti. La pregunta que se hacía, y se sigue haciendo, es: ¿quién estaba detrás de José de León Toral?"

La edición en Booket, en diciembre de 2008
Un hecho le dio vigencia (y aumento considerablemente las ventas) el libro apareció en octubre de 1993, unos meses después, el 23 de marzo de 1994, fue asesinado Luis Donaldo Colosio. 

Había muchas similitudes, una de ellas: eran sonorenses ambos. Recuerdo que declaré que con la muerte de Obregón nació el PRI y con la de Colosio, se acababa.

Esto es la mejor muestra que el análisis histórico, a quemarropa, literalmente, suele fallar.


El cartón del mes.

Este es el cartón que aparece este mes en la revista Relatos e Historias de México, una de las publicaciones de divulgación histórica más importantes del mundo.
Cada mes, recobro una caricatura del siglo XIX, en la d ejulio de 2014 se ve a Porfirio Díaz haciendo malabares para dejar en el poder a su compadre, Manuel González.

Las lluvias según Posada


Las lluvias de junio en la capital. 

Un cartón de junio de 1908. Espléndido dibujo con símbolos que identifican a San Pedro: el gallo y las llaves del cielo. 

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...