Nuestra pobre patria, siempre en peligro. El gobierno mexicano, ponga la fecha que quiera y el color que elija, simpre acosando, violando, atosigando a nuestra pobre patria mía.
Este cartón apareció en 1924 y sigue tan vigente
Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
Este cartón apareció en 1924 y sigue tan vigente
Sorpresas de la vida en las redes. La mediateca del INAH tiene registradas las tres exposiciones que el curado para en esa institución, en tres de sus museos.
La primera muestra fue dedicada a Memín, en la exposición México a través de la historieta,en 2016. Fue una gran experiencia estar en ese recintohistórico, lo que fe la Garita de Ciudad Juárez, ahora cobnvertido en Museo de la Revolución en la Frantera.
Largas filas de mexicanos, de un lado y del otro, acudieron a la nostalgia por ese personaje que representó la iconografía de la segunda mitad del siglo XX.
La segunda muestra fue en 2018, en el maravilloso Museo de las Culturas del Mundo, y fue un retrato de aquel sueño juvenil que parecía cambiaría radicalmente al mundo.La más reciente fue hace un par de años, dedicada a don Venustiano Carranza en su Casa Museo que fue una investigacación plagada de sorpresas que muestra, como siempre, que el aprendizaje, para quien quiera, comoes mi caso, es infinito.
Confieso, sin pudor y sin modestia, la sorpresa de encontrar con decenas de trabajhos realizados a lo largo de mi vida lo cual, por supuesto, de hace sentirme muy feliz.
Fue en 1983, o sea que los niños de entonces, andarán cerca del medio siglo (¡gulph!)
Esto escribí por aquellos años.
Belkin
y el Museo del Chopo
"El Museo más hermoso de la ciudad de México”,
así definía Arnold Belkin al viejo Museo Universitario del Chopo, no sólo por
su aspecto físico, pienso yo, sino también por la participación popular y las
expresiones culturales ahí mostrada desde el año de 1983, cuando asumió la dirección,
sustituyendo a la escritora Ángeles Mistretta.
Es curioso que casi nadie
se haya referido al periodo en que Arnold Belkin dirigió al Museo Universitario
del Chopo, época, que, sin duda, fue una de las más brillantes que vivió esa
institución.
Escribo de memoria, contra
la amnesia, como Arnold tituló un libro
que escribió.
Recuerdo entonces a ese
generoso hombre caminando por el Museo, mostrando con orgullo el trabajo que ahí se llevaba a cabo.
Un breve recuento de esa labor se encuentra en
un tríptico que fue publicado a finales de 1984, poco antes de que la
burocracia universitaria, que llegó con Jorge Carpizo a Difusión Cultural, lo
echara del Museo por medio de una vergonzosa carta donde le “agradecían” su trabajo
y le pedían su renuncia
En los dos años en que
Belkin dirigió el Chopo, y Alfonso de María y Campos era director
de Difusión Cultural, las
actividades culturales, realizadas allí, se sumaron por miles. No estoy
exagerando. Diariamente había eventos de toda índole: talleres muy
particulares: de danzón, de magia,
de letras de rock,
Arnold, continuando la labor de Ángeles Mistretta, abrió el museo a toda la gente
que quisiera participar. El Chopo se convirtió en un centro cultural
donde lo mismo acudían
los "cultos", que
cualquier vecino.
"Por el lado de las
letras, durante su gestión se inauguró la librería Marginalía, el único espacio existente en México donde los
editores marginales y no comerciales tuvieron un espacio para vender sus
trabajos. (Hoy, ese lugar, como señalé hace unas semanas en este mismo espacio,
está convertido en un centro de venta de Sprite)."
Los jóvenes acudían los
jueves a los conciertos de rock y los sábados al tianguis al que se le apoyó
ante las presiones de la delegación Cuauhtémoc que buscaban acabar con ese
peculiar tianguis.
Los martes presentaban
sus libros diversos escritores; los miércoles se ofrecían conferencias de toda
índole.
"Radio UNAM transmitía,
semanariamente, un programa en vivo --Domingo en el Chopo--, que conducían
Yuriria Contreras y Alejandro Quijano, en su primer etapa, Juan Rodríguez
Yerena en la segunda. Allí se presentaron artistas de gran calidad como Eugenia
León, Margie Bermejo, Tania Libertad, Recuerdos del Son.
Los sábados, además de
los talleres de danza, el Foro del Dinosaurio se abría como un escaparate a lo
mejor de la danza contemporánea mexicana.
El Museo fue también foro
de importantes exposiciones de artistas como Artemio Sepúlveda, Alberto Castro
Leñero, Yolanda Meza, Nickolas Sperakis y muchos más que, además de todo,
donaron obra al Museo que de esta manera logró contar con un fondo
museográfico.
Con Belkin se inició la
publicación de una hojita literaria llamada Anzuelo que reconoció, en una primera
época los trabajos literarios de los talleres del Chopo y en sus dos siguientes
etapas, el trabajo de cerca de veinte jóvenes escritores, cuya publicación se
llevó a cabo gracias a la generosa donación de serigrafías que donó Belkin.
El Museo del Chopo hoy no
es más que una caricatura de lo que dejó Belkin, un hombre valioso no sólo
corno pintor. Arnold, sin caer en el marasmo burocrático y ajeno a las grillas
culturales, mostró un gran talento para dirigir lo que fue, en esos años, el Museo
más hermoso de la ciudad.
La banda del automóvil gris. El crimen tiene compadre.
“Dicen que todos salieron
de la cárcel de Belén
y que roban las casas
por encargo de la ley.
Y andan estos rateros
en un automóvil gris
robando tanto dinero
y joyas hay que decir”.
Corrido de La banda del automóvil gris (Anónimo).
ubrayando en los propios créditos que los hechos narrados en la película son RIGUROSAMENTE AUTÉNTICOS
, el largometraje de Enrique Rosas Priego El automóvil gris (1919), se inicia con el juramento de los miembros de la banda, aseverando que estarán unidos ante el peligro. Después se les ve operar impunemente con lo que sería su sello: ataviados con trajes oficiales. Eso les permitía adentrarse en propiedades, pasar frente a policías y desplazarse tranquilamente para cometer sus crímenes. Es ficción, pero es verdad. Ubicando el relato en 1915, los sucesos de la cinta fueron parte de la vida real. Ágil y crudo para su tiempo, el filme es crónica, denuncia y espectáculo con morbo de nota roja; detrás de cámaras, también es memoria de lo que se cuenta y lo que se oculta.
La investigación infiltrada
Todo lo hecho por La banda del automóvil gris figura como caso de estudio en investigación policial, crónicas periodísticas, análisis criminológico, etcétera. El móvil era el mismo: se presentaban con atuendos y papeles del Ejército en un domicilio de gente acomodada, regularmente con el pretexto de una denuncia. Decían buscar municiones mal habidas o algo comprometedor, para terminar arrasando con dinero, joyas y hasta cubertería de plata. Los asaltados eran amenazados, golpeados o asesinados, según fuera el caso.
Sin duda, lo que ocurrió con la banda permite tener una idea muy concreta de lo que sucedía en esos tiempos de convulsión mayor en el país, aún en desarrollo revolucionario, con la capital tomada un día por unos y otro día por otros, con un pueblo confundido que atestiguaba el andar del presidente en turno, y después batía palmas para Zapata y Villa cruzando sus calles. Corrupción de autoridades, manejos políticos ominosos, extranjeros en colusión y toma de decisiones, inseguridad en todas partes… y una aparente calma sin teatros suspendidos, aunque pronto el hambre haría que incluso dejaran de existir los perros callejeros. Todo esa historia permeó en buena medida durante los asaltos y asesinatos que cometieron los miembros de la banda (difieren demasiado las versiones en torno al color y marca exactos del auto, pero se le quedó el gris), tan es así, que al caso se le ha tildado como: La leyenda negra de la Revolución.
Lo que es un hecho es que la investigación, con suma de denuncias, testigos y características de los rufianes, tendría que haberse resuelto con otra celeridad. El único modo de que fueran tan exitosos es que alguien los apoyara desde adentro de la ley. El mítico caso fue bien documentado por Agustín Sánchez González en su libro La banda del automóvil gris (Ediciones B, 2007).
En la película está (casi) todo
La cinta muestra tomas amplias de la Ciudad de México (particularmente el Centro Histórico, aunque también se aprecian mercados, palenque gallero, colonias populares, avenidas con tranvía al paso, y hasta el centro de Puebla), con buenos emplazamientos (la fotografía es del propio director Enrique Rosas Priego) y no mala dinámica en los movimientos de la banda entre balaceras y persecuciones. El líder villano era el español Higinio Granda (Juan Canal de Homs, impecable como criminal de fina estampa y terribles modos), quien tuvo una vida de ajetreos como filibustero sin barco. Explotaba mujeres y, al menos en una veintena de ocasiones, fue recluido en la cárcel de Belén, de la que huyó varias veces y hasta echando bala. A Granda le secundaba Francisco Oviedo, que dirigió por momentos una simultánea división
de la banda.
El estreno de la película causó un impacto demoledor, con récord de 19 exhibiciones para una sola jornada, lo que reunió más de 40 mil espectadores. Con escenas muy fuertes, como la persecución y disparo letal contra un niño testigo de un atraco, la sugerencia de una violación y en especial un acto de tortura, cuando cuelgan de los dedos a don Vicente González (Joaquín Coss) para que revelara dónde tenía el dinero. Don Vicente se fue a alistar a la policía buscando cobrar la afrenta por sí mismo. Otro personaje auténtico que fue asaltado, lo que causó un enfado mayor en la sociedad, fue el filántropo Gabriel Mancera (interpretado por Antonio Galé). La cinta presenta las buenas y valientes diligencias del inspector (Juan Manuel Cabrera), quien consumaría los arrestos de acuerdo con el parte oficial, aunque existe una enorme variedad de versiones, incluyendo la que señala el secuestro de la francesa Alicia Thomas como lo que verdaderamente definió la búsqueda y captura de los delincuentes. De hecho, se atribuye a la banda haber cometido los primeros secuestros del país. A la banda que lideraba Pedro Armendáriz en la estupenda Las abandonadas (Emilio Indio Fernández, 1944), se le acusaba de actuar “en complicidad con La banda del automóvil gris”.
Las fechorías funcionaron porque contaban con papelería oficial, con firmas y sellos correspondientes que amparaban sus supuestas diligencias de cateo o arresto, lo que los autorizó
a desvalijar familias pudientes de la época. Este aspecto de las órdenes con matasellos
sí se ve en la película, pero planteando que esa documentación la roba el líder Higinio Granda en colusión con un solo agente policiaco. Establecerlo de otro modo implicaría que alguna autoridad mayor tuvo que ver con las felonías. No decirlo o al menos insinuarlo es, bajo cualquier análisis, una forma de callar el hecho.
Una cosa terrible acompaña esa omisión: la productora Azteca Films Mundiales fue fundada por el realizador Enrique Rosas Priego, la actriz Mimí Derba (gran pionera del cine y primera mujer en sentarse en la silla de director en México) y ¡el político Pablo González!; el mismo que preparó la traición y arresto de Emiliano Zapata. Su buen resultado para terminar con el Caudillo del Sur, perfiló a González, como un candidato a la Presidencia. De hecho, la cinta se estrenó el mismo día que Pablo González presentó su candidatura, aunque fracasaría ante Álvaro Obregón. La producción de la cinta y la presencia del político en una puesta en escena sobre el mismo caso pretendieron probar que él no había tenido que ver con los malhechores, un rumor de gran fundamento en aquel tiempo. El propio González firmó la orden de fusilamiento de los delincuentes que habían sido aprehendidos, pero de última hora permitió que se dispensara a cuatro hombres que podrían dar información.
En el fusilamiento no estuvo el líder Granda, quien sería capturado el 7 de septiembre de 1916. Otras versiones afirman que falleció enfermo, ya mayor, y en total libertad. Los miembros de la banda que no fueron fusilados murieron por diferentes causas (vía envenenamientos, puñaladas en la cárcel y más) en 1918 y el propio inicio de 1919, el año del estreno de la película.
El epílogo cinematográfico ofrece una de las escenas más crudas que haya contenido nunca el cine: el fusilamiento de miembros de la banda. A diferencia del resto del metraje hecho con actores, se trata de la auténtica filmación de Enrique Rosas Priego de la ejecución de maleantes, realizada el 20 de diciembre de 1915 en la Escuela de Tiro de San Lázaro. Se dice que nadie más pudo autorizar una cámara de cine para registrar el suceso que el propio Pablo González. La filmación muestra a nueve hombres resignados a su suerte. Tras la metralla, se observa incluso cómo reciben el tiro de gracia. Antes de la secuencia del fusilamiento, un letrero advertía lo siguiente: La escena del fusilamiento, a su natural horror, reúne su autenticidad. Con su absoluto realismo, hemos querido demostrar cuál es el único fin que espera al delincuente
. Rosas Priego fue documentalista antes de incursionar en la ficción.
La película fue estrenada el 11 de diciembre de 1919, con una estructura de exhibición en tres actos (anunciados como Jornadas
1, 2 y 3) que se subdividía en 36 breves episodios. La versión sonora
de la cinta se produjo en 1933, apareciendo ya el crédito de Enrique Rosas con las siglas QEPD (es decir, que en paz descanse). Para esa versión se eliminaron los letreros que explicaban los diálogos, así como la división episódica. En los años 50 la película volvió a mezclarse, con buenas voces de diferentes actores (entre ellos Carlos Agosti) y con narración impecable de Víctor Alcocer, quien también hacía voces de personajes. Saldría una última versión en 2010 remasterizada por la Filmoteca de la UNAM, anexando un ensayo de Federico Dávalos Orozco. Un detalle final: los archivos de la banda no existen, fueron destruidos.
https://www.jornada.com.mx/2020/09/04/opinion/a12o1esp
https://etcetera.com.mx/opinion/la-corta-memoria-y-la-farsa-electoral/
La Corta memoria y la
farsa electoral
Agustín Sánchez González
Dice Carlos Gardel que 20 años no es
nada, pero tampoco cincuenta.
Hace medio
siglo, en 1976, México padeció su mayor crisis electoral. El sistema político
estaba agotado y la sociedad asustada y desconfiada después de sendas
represiones el 2 de octubre y el 10 de junio. El único partido político independiente,
el PAN, ni siquiera fue capaz de presentar candidato a la presidencia.
Ese año, el Partido
Comunista postuló, como candidato independiente a Valentín Campa, pero ese
partido no tenía registro y su nombre no apareció en la boleta, así que quienes
votaban debían escribir su nombre. En este contexto, obtuvo más de doscientos
mil votos.
En esos
meses, un sector de jóvenes con y sin militancia partidista, casi sin ponernos
de acuerdo, pintamos paredes por toda la ciudad con una consigna de manera semi
clandestina y comprando pintura de nuestros bolsillos: NO A LA FARSA ELECTORAL.
Yo debía
votar por vez primera en mi vida, pero me negué a ese sainete y me sumé a esas
pintas que, por cierto, me costaron una tarde de susto en una mazmorra de
Atizapán.
En 1976, la dictadura perfecta mostró un
resquebrajamiento, su legitimidad se puso en duda, así como su
representatividad. Gracias al talento de personajes como Jesús Reyes Heroles y
Arnoldo Martínez Verdugo, entre otros, propusieron y generaron una tímida
Reforma Política, y en 1979 se abrieron espacios al Partido Comunista, al
Partido Demócrata y al Partido Socialista de los Trabajadores.
Empezó una
larga y cruenta historia pujante, de alegría y de represión en muchas partes
del país. Mi generación, inmediata posterior al 68, se montó en su macho para
lograr, si no la igualdad social, al menos una democracia que rompiera con ese
monopolio de partido único que había dominado al país desde 1929.
Cuatro
décadas costó abrir esos espacios de la sociedad civil para lograr, primero,
una institución independiente que fuera responsable del proceso electoral,
hablo del IFE/INE y que le arrebatara ese atributo que se había apropiado el
Estado priista.
Esos años de
fin de siglo, se logró la creación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos,
presidida por gente intachable como Gilberto Rincón Gallardo, o abogados de
prestigio como el ex rector Jorge Carpizo.
La prensa
pasó de ser considerada “Prensa Vendida”, como era el grito cotidiano del 68,
para convertirse en medios plurales, críticos y abiertos. Y la caricatura dejó
de contemplar y mirar de manera mediocre al poder, convirtiéndose en un
elemento fundamental para romper con el presidencialismo vil.
Después llegaron las primeras derrotas ejemplares al
PRI. En 1997, Cuauhtémoc Cárdenas, ex priista, hijo de unos de los míticos
presidentes mexicanos, les arrebató la capital del país a sus antiguos
camaradas, cobijado por un conjunto de siglas pero, fundamentalmente, por una
sociedad harta del autoritarismo y el monopolio priista en la ciudad.
El milenio
comenzó con el golpe más rudo: Vicente Fox, un personaje folclórico y
conservador, un bocón machista, embelesó al país (mostró un México al que le
gustan los personajes así: autoritarios y demagogos) ganó la presidencia para el partido político
de mayor tradición de oposición en el país.
El gobierno
de la Ciudad fue retenido por el Partido de la Revolución Democrática, un
organismo amorfo, lleno de tribus y que dio cabida a un conjunto de políticos
de diversas historias, pero donde se colaron, gota a gota, viejos priistas que,
con gran olfato, intuyeron que el fin del PRI estaba cerca. Uno de ellos, Andrés
Manuel López Obrador, ganó la jefatura de gobierno, un personaje de
características similares a Fox: autoritario, demagogo, descalificador y cuya
candidatura era ilegal, según lo habían denunciado personajes como el hoy
comisario fiscal, Pablo Gómez, pues no cumplía los requisitos legales para ser
candidato.
En todos
estos procesos, se fortaleció el INE, que
fue capaz de coordinar a una ciudadanía ávida de participar en estos procesos, mostrando
interés en el cuidado de casillas en tiempos de elecciones, capacitándose para
ello, o creando asociaciones de observadores electorales. Parecía que nos
encaminábamos a elecciones verdaderamente democráticas.
Todo a pesar
de que, en 2006 y 2012, AMLO descalificó las elecciones y fue creando un perfil
de luchador social y mostrando la fascinación de los mexicanos con personajes
con características caudillistas y convirtiéndose, sin duda, en un candidato
capaz de encabezar hasta una revuelta.
En 2018, AMLO
obtuvo la mayor cantidad de votos en la historia. Su gobierno hizo miles de
promesas, la mayor fue el respetar las instituciones pero, muy pronto, sus
acciones lo desmintieron. Su frase “Que no me vengan con ese cuento de que la
ley es la ley”, quedó plasmada como asumir lo contrario. (Años antes afirmó: Al
diablo con las instituciones)
No es difícil
encontrar en nuestra historia personajes así, capaces de enamorar y hasta de
mentir sin ser desmentido, y con tal impunidad como lo han demostrado estudiosos
de ese tema, como Luis Estrada que en el libro El imperio de los otros datos, da cuenta precisa de las miles de
ellos.
Una de las
grandes rupturas, destructoras, fue la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
institución que pretendió hacer suya, a través del ministro Zaldivar a quien
buscó reelegir, pero no lo logró y después, montando falsas acusaciones de
corrupción, que nunca demostró, echó andar su maquinaría de destrucción de la
SCJN.
Nadie duda
que vivimos en una sociedad que asume la corrupción como algo natural, pero lo
cierto es que cuando se lo ha propuesto, se han montado instituciones como el
INAI o el INE, que mostraron que la honestidad es posible, a pesar de las, sin
duda, muestras de corrupción por pate de algunos de sus miembros.
Este próximo
1 de junio, medio siglo después de aquella crisis de 1976, tendremos una elección
llenas de fallas y falacias, con decenas de candidatos-delincuentes, con
personajes nefastos como vinculados a la extrema derecha de la Iglesia de la
Luz de Mundo, o con abogados cercanos a delincuentes o, más aún, candidatos que
no son abogados. Lo peor es que la posible presidencia de la “Tremenda Corte”,
recaerá en una ministra que plagió una tesis o en otra, egresada de una
universidad patito, que sabe tanto de leyes como un analfabeto.
La
reinvención del priismo autoritario y presidencialista, como hace medio siglo,
lo quiere todo. Como hace cinco décadas, la abstención será enorme. La mayoría por no entender de qué se
trata y que no vale la pena salir a votar, y una minoría que le queda claro que
la democracia mexicana ha caído en un bache y que votar (o no votar) es generar
un poder absoluto para esta nueva mafia del poder, engendrada a través de
MORENA.
La democracia
en México es como el mito de Sísifo: cargamos una piedra hasta la cima de la
democracia y cuando estamos a punto de llegar, el personaje autoritario la
vuelve a tirar. A estas alturas de la historia, tras varios intentos y tras
apoderarse esta nueva mafia del poder, será difícil levantar la roca.
Como hace
medio siglo, no votaré. No podré salir a la calle a pintar No a la farsa electoral pues ni siquiera creo que sea necesario de
tan obvio que lo es.
En la presentación del libro, que De Mauleón llamó "La voluptuosidad del horror": "Lo que el lector tiene en sus manos son algunos de los relatos de sangre que a lo largo de 500 años han conmocionado la Ciudad de México".
Han pasado 25 años de que inició
este terrorífico siglo XXI. Esos mismos años tiene Milenio Diario a
donde me aparecí una mañana de los últimos días del siglo XX a proponerles un texto
que sería parte de uno de los libros que se quedaron, no en el tintero,
como se decía antes, sino en la computadora IBM que por aquel entonces tenía y
que, como el siglo XX, no existe más.
El 1
de enero de 2000 apareció esta página que me emociona pues empecé el milenio
publicando en Milenio, el número 1, del año 1.
El libro nunca apareció, por lo
menos hasta ahora, pero el texto sí. Es parte de los textos perdidos de mi vida
y que ahora, un cuarto de siglo después, lo recupero para quien tenga el gusto
de leerlo.
(Es
curioso, el 1 de octubre de 2016, en la edición del Centenario del periódico El Universal, también publiqué dos
planas enteras. Es un gusto, de verdad)
El 28 de julio de
1994, Gustavo García (1954-2013) considerado como uno de los más importantes
críticos de cine, profesor, periodista y escritor, a quien no tuve el gusto de
conocer, publicó este texto, dedicado a una parte de mi generación, en la
sección cultural de El Financiero (una de las mejores secciones de cultura de
nuestro país)
Rescoldo
Archipiélago de nostalgias
GUSTAVO GARCÍA
Después de tanto buscar,
resultó que mi generación, ya canosa y cuando no calva, acabó de historiadora.
Nacida en los cincuenta, se (de)formó bajo el peso del boom literario latinoamericano
y mexicano, el cine experimental y el militante, los mil y un rollo de los
sesenta y setenta, sin jamás ocupar las posiciones de las generaciones previas:
talentos cinematográficos probados, como Diego López, Ariel Zúñiga, Nicolás Echeverría
y Alberto Cortés, verán el fin del sexenio con un solo largometraje agregado a
su filmografía; literariamente, la nuestra es una generación lamentable,
excepto cuando nos inscribimos en la corriente más firme de los últimos quince
años, la literatura histórica.
Atrás hay generaciones de
maestros, de memoriosos que en el salón de clase, en el caos de la sala de
redacción, en el encuentro casual, nos relacionaba una cultura con la vida de
sus habitantes. Y años después, toda lectura es histórica: la respuesta de
Enrique Krauze al subcomandante Marcos en Reforma (25 de julio) enseña que la
relación de signos del presente con los equivalentes del pasado puede ofrecer
una lectura política más clara que las especulaciones más espesas; el entusiasmo
que despiertan los principales candidatos a la presidencia se apoya en el
olvido de lo que persona y partido han encarnado en el pasado. Y justo después
de que aparezcan los varios volúmenes de la biografía de Porfirio Díaz escrita
por Krauze, vendrá una larga serie de biografías perpetradas por puro miembro
de esta mi generación, excepto Carlos Monsiváis, que figura porque no podía
dejar de hacerlo (profeta si lo hay de nuestras décadas de lectores): Enrique
Sema padeció a María Félix y sus memorias y después se desquitó escribiendo la
vida de Negrete; José Felipe Coria hizo con la de Javier Solís el formidable melodrama
en blanco y negro que el cine mexicano nos debe; Miguel Angel Morales está
lidiando con Mario Moreno y aquí su servilleta parió chayotes con Pedro Infante
(y sobre todo su parentela, ay nanita) y va tendido con otro Pedro, mientras
Serna le hinca el diente a Santa Anna.
Claro, puro historiador
cimarrón, biógrafos hechos a tamborazos, coleccionando revistas y libros
viejos, entrevistando veteranos, leyendo a los historiadores grandes, casi
todos tamizados por el periodismo; otra forma de escribir sobre el pasado,
entrevistando a los muertos.