Hace veinte años me tocó participar en la organización de las festividades del 15 de septiembre en el Zócalo.
Cuauhtémoc Cárdenas había ganado la Jefatura de Gobierno del DF y seguramente por la herencia priista de la regencia, al GDF le tocaba organizar esta fiesta. La institución responsable fue el Instituto de Cultura, en donde yo ocupaba el puesto de director de información cultural.
Fue emocionante, duro, angustiante y feliz.
Cuando terminó el evento respiré y soñé con un México maravilloso, sobre todo al mirar los miles de rostros de mexicanos que acudieron a vitorear al presidente en turno, en este caso a Ernesto Zedillo.
Nunca la izquierda había ganado nada y ese año ganó la joya de la corona, la capital de la república.
Cuando concluyó la fiesta y todo el mundo marchaba para sus casas, caminé sobre esa maravillosa plaza en donde aún retumbaban los gritos y se escuchaba el latir emocionado de los mexicanos que esa noche acudieron a gritar ¡Viva México!, fue entonces cuando seguí soñando en un país mejor.
Aún estuve en la organización de 1989 y en la de 1990, aunque ya en la Jefatura de gobierno, ya con las elecciones presidenciales perdidas y con el triunfo de Fox en el país y López Obrador en la Jefatura de Gobierno.
Ese mundo mejor con el que soñaba se empezaba a derrumbar. Luego vinieron las ligas, el descubrimiento de la corrupción perredista y el fin del sueño. Fue como una película en donde apenas se vieron los cortos.
Han pasado veinte años y sigo recordando aquel sueño pero ahora me queda cada vez más claro que los sueños, sueños son y que este país es como las quinceañeras a quienes les ponen una dedicatoria que dice: "eres muy linda, nunca cambies"
Historias de José Guadalupe Posada, notas de prensa, crónica literaria y periodística
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