El
jueves de Corpus de 1971 dejó una mancha roja en las efemérides nacionales. Por
esos días, Leopoldo Ayala escribió un poema que, por desgracia, concluyó en
panfleto.
Hoy
es jueves para el cuerpo,
como 71 de nosotros.
Ayala,
junto con otros artistas como José de Molina, Judith Reyes, los Nacos, los
Mascarones cantaron y contaron los aconteceres de esos días difíciles en que
los jóvenes eran perseguidos en serio.
El jueves 10 de junio, por la mañana nos sacaron
temprano de clases, estaba cursando el último año en la secundaria 4, ubicada
en Sn Cosme y Ciprés. El destino natural, sin recreo alguno, fue ir a las Mil
Tortas y pedir una de chinitos con chipotles y una imaginaria línea de queso
añejo. No hubo chance, un grupo de señores vestidos de civil nos corrieron del
parque que circundaba la secundaría.
Debimos marcharnos y cada quien tomo el camino rumbo
a sus casas. Mito o realidad, me lo he planteado muchas veces, en la librería
Ocadiz, de la calle de Santa María la Ribera, compré el manifiesto del Partido
Comunista.
Siempre he pensado que ese jueves me cambió la vida,
no porque hubiera participado en la manifestación o algo parecido, no, era un
muchachito solitario que intuitivamente, bueno, eso que acabo de mencionar fue
la manera en que viví ese día (el siguiente no fuimos a la escuela pues sabíamos
que algo grave había sucedo en esos rumbos.
Algunos
años después, leí por vez primera este libro (aun no conocía a Orlando) y me
sorprendió su estructura, su soltura, el manejo de una información periodística
cada vez mas entrampada, una lectura entre líneas, que es la única manera de
leer la información en el mundo, sobre todo en esa etapa de nuestra historia
donde el periodismo estaba excesivamente controlado.
Siempre
he sostenido que, a pesar de ser historiador, es en la literatura y el
periodismo donde se adquiere la mejor carnita, la parte más rica para expresar
los sinsabores de nuestra historia. Mejor aún, el periodismo mexicano ha sido
una fuente inagotable para la construcción de la historia y su propia
intencionalidad.´
La
literatura, primero, y el periodismo, después, han sido fundamentales para
entender muchos de los procesos históricos, conocer la historia, en muchas de
sus etapas ha dependido de la literatura y del periodismo.
Me
gusta una definición de literatura que da Eduardo Galeano: “abarca… el conjunto
de los mencionados escritos que integran una determinada cultura, al margen del
juicio de valor que por su calidad merezcan. Un artículo, una copla o un guión
son también literatura, mediocre o brillante, alienadora o liberadora, como
bueno o malo puede ser cualquier libro” .
Desde hace varios años vengo pensando
en una historia donde la literatura juegue un papel fundamental en el
conocimiento social. La historia debe
aprehender de la literatura y asumirla como una expresión histórica. La literatura
se ha adelantado siempre a la historia y ello ha permitido conocer materiales
como esta edición.
Recuperar las historias de violencia política, en momentos como este que se requiere de recuperarlas, es tal vez el valor más importante que tiene la serie de libros que publicó Orlando por estos años (ojalá que JUS redite también sus otros libros: La violencia en México, Genaro Vázquez y ya puestos en carta a Reyes Magos, toda la colección de antologías que publicó Diógenes en esos años)
Leer
Jueves de Corpus, medio siglo después
de que apareció, fue una asombrosa lectura que no ha perdido ni su frescura ni
su rigor y, más aún, ha ganado consistencia al mirar un país 45 años después,
un país que se resiste a cambiar, a entender, a comprender los pasos de la
democracia. UN país que cada día se parece más a las quinceañeras: “Eres muy
lindo, nunca cambies”. Jueves de Corpues es una historia de lo inmediato, escrita al
calor de la violencia política y social.
Es una fotografía de un momento histórico de México
que llena de indignación, coraje y solidaridad. El espejo que escudriñamos en
esta obra nos denota una imagen del abuso, la prepotencia que el poder y la
necesidad de estudiarlo sin mitos ni leyendas, sin gritos ni estridencia, con
una frialdad que sólo un gran escritor como es el maestro Orlando Ortiz pudo
lograr en esos momentos de desolación informativa, de cercos, de aislamiento
social.
Es curioso, hoy que vivimos la globalización,
expresada en la redes sociales en donde nos podemos enterar hasta el momento en
que eructa un papa, vivimos cada vez más solos, asumiendo el aplastamiento de
los poderosos y con una frustración por esta soledad.
La nueva lectura de Jueves de Corpus me generó dos
cosas: el ciclo de la violencia y el poder, acción que genera el desamparo, el
desgarramiento social y la calma, después de una tempestad no provocada por los
maltratados. Una calma social que, sin embargo, genera actitudes individuales
de desesperación que promueven la derrota. Es decir, les pego y se callan, pero
unos cuantos en el coraje, no se callan y son tan pocos y tan desolados que
terminan sacrificados. Pareciera pues el rasgo característico de la visión de
los vencidos, con el permiso del maestro León Portilla.
La otra lectura es acerca de la inscripción de la
izquierda en el ámbito del poder de la derecha que hoy se ha convertido en una
realidad. Decía Joaquín Sabina que la izquierda en el poder se vuelve derecha.
Pienso en aquel momento represivo cuando los entonces aperturos o heberturos,
personajes como Heberto Castillo, Carlos Fuentes o el mismo Rius, si Rius, el
caricaturista que retrató a Luis Echeverría como el gran salvador de la Patria,
pensaron que Echeverría era diferente (de haberlos conocido Herodes se los
chinga bonito) Incluso Rius publicó en primera plana de los agachados
“Echeverría nos lleva al socialismo?”
Ahora que escribo esto, creo que ahí comenzó la debacle de la izquierda misma, al no entender que la lucha era por la vía democrática, pero con métodos diferentes a los del PRI y no como los del PRI.
Nunca hubo mejores cornudos que este grupo que creyó en Echeverría y que creó, además, un partido político que prácticamente se construyó a la imagen y semejanza de un caudillo y que vino a desembocar en el PRD (o lo que queda de él), cuyo lema fue Democracia ya, Patriarca para todos y que para amarrar, hizo su partido a imagen y semejanza: Morena o PRIeta.
Ahora que escribo esto, creo que ahí comenzó la debacle de la izquierda misma, al no entender que la lucha era por la vía democrática, pero con métodos diferentes a los del PRI y no como los del PRI.
Nunca hubo mejores cornudos que este grupo que creyó en Echeverría y que creó, además, un partido político que prácticamente se construyó a la imagen y semejanza de un caudillo y que vino a desembocar en el PRD (o lo que queda de él), cuyo lema fue Democracia ya, Patriarca para todos y que para amarrar, hizo su partido a imagen y semejanza: Morena o PRIeta.
Quedan muchas reflexiones, mucho por decir y esa es
la riqueza de un libro, de este libro de este gran maestro de la literatura
mexicana que es Orlando Ortiz.
Un libro que nos permite dialogar y construir otro
libro, otro momento y seguir tratando de entender un país que no es difícil de
entender, es imposible.
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