Agustín Sánchez GonzálezAudiffred y la caricatura nacionalista
Calificado por unos y descalificado por otros, Andrés Audiffred es una referencia ineludible de la caricatura en México, bien sea que se le recuerde por su participación como uno de los estigmatizados Siete de la Embajada o por el amplísimo arco temporal que sus famosas Siluetas abarcaron en El Universal. El historiador e investigador Agustín Sánchez, autor entre otras obras del Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura en México, hace aquí la semblanza de quien fuera uno de nuestros más insignes costumbristas.
La consolidación del nacionalismo en México fue uno de los resultados del movimiento armado de 1910. Aunque desde el siglo XIX se sentaron las bases de esta corriente, es en la década de los veinte, durante la llamada institucionalización de la revolución, cuando logra consolidarse y expresarse en diversos ámbitos de la vida artística y cultural. Prácticamente, el nacionalismo nos dibujó, generando una serie de estereotipos donde los cómics y la caricatura jugaron un papel importante.
Uno de los personajes que contribuyó a ello fue Andrés Audiffred, que en su trabajo expresó, a lo largo de cinco décadas, la concepción nacionalista en boga, retratando nuestra vida cotidiana, con personajes que representan el estereotipo de lo mexicano, como el vaguito, los charros, políticos, empistolados, comerciantes, "changuitas" de barrio y catrines de banqueta.
En un país analfabeto, cuya información se nutría de imágenes, como las Hojas Volantes de Posada o la gráfica de Juan Bautista Urrutia en los cigarros del Buen Tono, sumado a la literatura romántica y la versificación popular, como sucedía con las calaveras, Audiffred y otros moneros se encargaron de conformar, culturalmente, las imágenes de lo mexicano.
Nacido en la Ciudad de México, en 1895, desde niño tuvo una gran capacidad para dibujar. En una entrevista publicada en 1938 cuenta que desde que estaba en cuarto año de la primaria, "me escapaba para correr a El Heraldo, donde en calidad de aprendiz gastaba lápices y más lápices buscando la expresión de la línea. Pero el aprendizaje duró poco, murió mi padre y lo que hasta entonces era un entretenimiento se convirtió en trabajo".
La orfandad le obliga a trabajar, primero en El Heraldo de Luis Reyes Spíndola, donde comparte actividades con Juan Arthenack y se convierte en ayudante de Álvaro Pruneda jr.; más tarde trabaja en El Imparcial, donde se convierte en el discípulo favorito de Carlos Alcalde, uno de los más famosos y prestigiados ilustradores y caricaturistas de la época.
Existen pocos datos en torno a su formación artística; según El Universal Gráfico, Audiffred "estudió artes plásticas en la Academia de Bellas Artes, donde fue compañero de David Alfaro Siqueiros". También participó en las Escuelas al Aire Libre, fundadas por Alfredo Ramos Martínez. No obstante, su formación fue más autodidacta.
Debido a la guerra que sacudía al país, Audiffred marchó en dos ocasiones a Estados Unidos, en 1911 y en 1917. En ambas ocasiones no logró permanecer mucho tiempo y regresó a México. Sin embargo, estos viajes le permitieron asimilar el periodismo norteamericano, que empezó a convertirse en una importante industria con una poderosa influencia en la vida política, social y hasta cultural, sobre todo con las tiras cómicas. Esto le permitió utilizar diversas técnicas sobre la caricatura, los cómics y el periodismo.
Como casi todos los moneros, Audiffred transita por innumerables medios: Nueva Era, El Intransigente y El Mundo, hasta antes de su segundo viaje a Estados Unidos. Tras éste, comienza a trabajar en El Heraldo Ilustrado, semanario gráfico y literario dirigido por el escritor yucateco Antonio Mediz Bolio, uno de los autores que destacan por sus textos nacionalistas.
En este hebdomadario empieza a ser conocido como "el Mister" y va adquiriendo un estilo propio, mostrando la influencia de la historieta norteamericana en su obra; crea la tira cómicaLipe el chino, convirtiéndose en el primer artista en "incorporar los elementos del lenguaje de los cómics modernos a nuestras historietas"; realiza también una "Página para los niños", misma que, más adelante, traslada a la revista Zig-Zag.
En este semanario, fundado en 1920, comienza publicar con el seudónimo "Pipin", realizando, en la página infantil, la historieta Aventuras de Pipiri, e ilustrando, con ese nombre, la página de "Sánchez filmador". Al poco tiempo usa su apellido y comienza una sección llamada "Muñecos", que años más tarde denominará "Siluetas" y que realizará prácticamente hasta el día de su muerte.
En Zig-Zag comparte espacio con Ernesto "el Chango" García Cabral, recién llegado de París, y quien firma como "Equis" cada una de sus colaboraciones. Cabe notar este dato pues Audiffred, al contrario de sus contemporáneos, se caracterizará precisamente por alejarse de la influencia del Chango.
En el Universal Ilustrado realiza una de las primeras tiras deportivas, Kid Pestañas. Además de haber sido uno de los fundadores de El Universal Gráfico,comienza a colaborar en El Universal en 1927 cuando gana el segundo lugar del concurso de ilustradores de ese diario.
El ganador de ese premio fue Hugo Tilghmann, autor del célebre Mamerto y sus conocencias. Al darse el fallo, el periódico resalta las virtudes del ganador: "es una historieta genuinamente nacional y genuinamente propia". Los títulos que concursan son elocuentes del nacionalismo en boga.
Audiffred concursa con una tira llamada Odilón y se consolida como uno de los autores de El Universal; durante cerca de cuarenta años publicó diariamente sus Siluetas. A la par, colabora en revistas como vea, Todo, y otras más; en 1944 forma parte del grupo que funda Don Timorato, una revista que fue semillero de moneros como Alberto Isaac.
La obra de Audiffred se encuentra muy lejos de la crítica política al entorno nacional; su trabajo se inscribe en la crítica social, en la observación de la vida cotidiana, en el retrato de los mexicanos. Sin duda, Audiffred es un digno heredero de los costumbristas del sigo xix, y es precisamente por ello que se convierte en un símbolo de la caricatura nacionalista.
Su crítica política sólo se remite al ámbito internacional, en una concepción anticomunista que le valió el estigma de ser acusado como parte de los llamados "Siete de la Embajada", caricaturistas a los que, según Rius, la embajada norteamericana les pagaba por cada cartón. Fueron llamados así debido su participación en el libro colectivo 7 dibujantes con una idea.
Sin embargo, Audiffred es uno de nuestros grandes caricaturistas. Carlos Monsiváis lo califica como "el más sentimental y el más cruel de los dibujantes populares de una larga etapa. Audiffred extrae de los estereotipos del lumpen un repertorio de símbolos nacionales, forja la estética del peladaje, expresa divertidamente el hambre sexual de la gleba, destruye con trazos la invisibilidad social de sus personajes y produce por acumulación el gran mural (tierno y satírico) del costumbrismo urbano".
Audiffred murió en 1958, tras un largo trabajo que se traducía en un cartón diario para El Universal. Sus siluetas, como caricatura costumbrista, seguían impactando a pesar de la posición acrítica, que respondía, al igual que varias generaciones de periodistas y caricaturistas, a una etapa de autocensura y sumisión ante el poder. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario