viernes, 9 de diciembre de 2016

Los trenes de mi vida

Para el pariente Pedroza

Una de las gracias de mi vida es haber crecido a menos de cincuenta metros de una vía del tren. 

La Vía Cochinera, es la calle donde habité hasta la adolescencia. 

Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, como la de Machado, sino en un patio de la colonia Patrimonio nacional, cerquita del hospital de la raza.

Ahí jugué, soñé, reí.

 Era una delicia caminar por los rieles haciendo una suerte de malabares, tal vez fue cuando aprendí que la vida consistía en buscar el equilibrio y en andar con mucho cuidado para no caer.



Por ello me encantan los trenes. 

Es una pena que no existan más en nuestro país, sería una gran solución a la contaminación.

Los trenes, siempre los trenes. 

Recuerdo otro momento fundamental de mi vida: hace muchos años, en una litera transitando de París a Madrid, toda la noche sin poder dormir esperando el haz de luz para mirar las tierras españolas y encontrarlas en duermevela y latir el corazón y guardarme esa imagen para siempre.

Los trenes, como la vida, hay que agarrarlos cuando se debe, porque no tienen retorno.

Ahora en Lisboa volví a tomar el tren y eso me hizo muy feliz. 

Estas fotos son de ese momento.

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