En 1990, hace ya 26 años, el mero día de lavandera, publiqué
este texto premonitorio de cómo se iban cambiando los nombres de nuestros
compatriotas.
Viene a cuento esto porque hoy leí el muro de la periodista Mireya Maldonado, y me recordé este texto que apareció en la sección cultural de El Universal que dirigía el entrañable Paco Taibo.
Viene a cuento esto porque hoy leí el muro de la periodista Mireya Maldonado, y me recordé este texto que apareció en la sección cultural de El Universal que dirigía el entrañable Paco Taibo.
Cronista de guardia
El
último Juan y la última Lupe
Por AGUSTIN SANCHEZ GONZALEZ
Esto de la modernidad cada vez resulta más incomprensible.
Las cosas cambian tan vertiginosamente, que uno ya no sabe ni qué hacer.
Ni ganas dan de leer el periódico. Por ejemplo, durante años
les hablé a mis alumnos del hombre de Tepexpan y su antigüedad, pero ahora
resulta que ni es tan viejo y que, además, es mujer.
Llega Gorbachov y dice no a la dictadura
del proletariado, algo que mis viejos maestros me habían enseñado con tanta fe.
Además, resulta que los soviéticos ya no hacen "colas" para el
mausoleo de Lenin, sino para ir al MacDonald's.
Pero esto no es lo peor. Ahora hasta nuestra identidad
perdemos, ingenuo que es uno. Antes la gente se llamaba Juan, Francisco, María,
Guadalupe o Pedro, pero la manifestación todo ha cambiado.
En los años 70, los hijos de aquellos que
solían gritar ¡Un, dos, tres, Vietnam!, solían ponerles nombres folclóricos
como Balam, ltzel o Xóchitl; pero también los de Camilo, Fidel, Tania y hasta
Ernesto-che, así, juntito el nombre. Pero la gente seguía poniéndoles nombres
comunes a sus hijos.
Los 90 y su modernidad todo lo han
cambiado. Hoy, aquellos gritan: "Un, dos tres, Taiwán!", les ponen a
sus hijos el nombre de Carlos, Manuel o Patricio, según la secretaría en la
cual son asesores. Pero el común del pueblo ya cambió, ahora sus hijos se
llaman: Vanessa, Viridiana, Christian, Assed, Edvaldo, Tatiana, Shantall o
Jair.
El nuevo milenio mexicano amanecerá dominado
por los Paul, Johan, Yuri, Oyuki o Mandfred. Digamos adiós a los nombres del santoral
católico, olvidémonos del "Calendario Galván" y de todos los santos.
No habrá, pues, más gobernantes con
nombres como Carlos, Miguel, José o Luis. ¡Imagínese qué horror ser gobernado
por un Jair, Christian, Omai, Antart, Richi o Asaed!
Así es la modernidad.
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