lunes, 23 de abril de 2018

Un Óscar al Auditorio Nacional

Este domingo, en el super, me encontré a Oscar Chávez. Recordé entonces el concurso de crónicas convocado por el Auditorio Nacional en el cual obtuve una mención honorífica con este trabajo que después publiqué en La Jornada Semanal.

Pueden escuchar a Óscar mientras lo leen




Agustín Sánchez González

Un Óscar al Auditorio

"Voy a buscarte, voy a encontrarte"... 
     Se dice fácil, pero hará ya más de un tercio de siglo que lo vi cantar por vez primera. 
     Por esos días dibujé a Mariana.
     "Fuera del mundo". 
      Estaba, estábamos, en una bodega, muy cerca de los rumbos del Teatro Blanquita. Eran los estudios del viejo Canal 13. Jorge Saldaña presentaba su programa "Nostalgia" y yo, como si nada, había entrado a la estación sin que nadie me detuviera o siquiera preguntara ¿a dónde va?
      Un hombre vestido con pantalón y camisa negra me asombró. "Me quisiera comer un panecillo con azúcar y canela muy caliente". Los ojitos se me hicieron agua de la pura emoción. Óscar Chávez.
       "Yo andaba buscando la muerte, cuando me encontré contigo." La sonoridad del Auditorio Nacional. "Por ti yo dejé de pensar en el mal."
       ¡Muchas veces quise cantar como él! ¡Cuántas, he mirado la misma historia en el mismo lugar! La ciudad ya no es la misma, pero sigue teniendo el mismo doloroso encanto.
        Por entonces no existía la estación del metro Auditorio y un autobús nos hacía llegar del metro Chapultepec hasta acá, aunque la mayoría de las veces echábamos a andar.             Cuántas historias desde entonces.
       Mariana tenía nombre de una canción de Óscar, con ella caminé una noche oscura por Paseo de la Reforma, después del concierto, con la dulce y tenue esperanza de convertirla en mi amor.
      Acaso la historia no es más que el recuento de los tiempos, el cantar de gesta, el retrato de un mundo que ya no fue. Es la vida de los medios: en estos años hemos pasado del disco de acetato de treinta y tres revoluciones por minuto, al MP3, pasando por el cassette y el CD.
      "Por ti bella Mariana, por ti lo puedo todo, el mundo entero si me mandas te lo pongo de otro modo."
      Óscar Chávez con su imponente voz, entonando cantos de un guerrero que rinde un homenaje al amor, a la patria, a nosotros, a cada cachito de espacio que nos han dejado.            Son aquellas notas que repican hace... pongamos treinta o cuarenta años.
      Desde la primera vez que lo vi, hasta hoy, el mundo ha dado más de diez mil vueltas. La piel se arrugó un poquito, el cabello se fue para siempre, pero Óscar sigue ahí, fuera del circuito comercial y dentro del corazón de miles que vamos una vez al año al Auditorio, cual si fuera manda o peregrinación, a escucharle las mismas canciones que son, a la vez, nuevas interpretaciones.
         Mariana.
         Leímos juntos Cien años de soledad y disfrutamos escuchar Macondo, con Óscar. Sentimos mariposas amarillas la segunda vez que la invité al Auditorio.
        También descubrimos a Octavio Paz, a través de la historia del hombre muerto.
        "No acabarán mis flores, no cesarán mis cantos." 
       Toda la ciudad sonaba de maravilla cuando escuché decir a Óscar que era un homenaje a esta urbe tan terroríficamente hermosa.
       Entonces, como siempre, el trío Los Morales posó y tocó a su lado, lo acompañaron con el gusto de los amigos que se encuentran a cada rato y celebran la comunión a través del canto, la música, el amor y todo lo demás.
      "No se puede ser de derecha y que te guste Óscar Chávez", decía enojada Mariana a una de sus amigas, hija de un prominente panista.
       Y es que Óscar, además, ha sido consecuente con un discurso político de izquierda. Treinta años después, cuando las críticas a Castro arrecían, la gente sigue pidiendo "de tu querida presencia, Comandante Che Guevara".
       "La casita", ha sido un símbolo permanente para protestar por la corrupción de nuestros políticos, además de las decenas de maravillosas parodias, cuando la parodia no llegaba a la televisión y resultaba harto peligroso hacer la crítica del poder, como cuando canta al angelito que murió por culpa del sistema social "que nos mata de a poquito".
       ¡Cuántas cosas! Cuántas imágenes recreadas mientras cierro los ojos, un sábado 27 de agosto, día de Santa Mónica, cuando Óscar estuvo de nueva cuenta en el Auditorio, en 2005.
        Cierro los ojos y miro el transcurrir de la vida a través de la voz de quien parece que se ha impregnado en nuestra piel ya para siempre. "Pensamiento, dile a fragancia que yo la quiero."
        Un día Mariana se despidió (qué decente soy para decir que me dejó).
        Me escribió una carta que decía que cuando escuchara a Óscar Chávez, ahí estaría ella y que, además, si caminara por Paseo de la Reforma, una de esas noches veraniegas y lluviosas de agosto o septiembre, ella me acompañaría, muy silenciosa, sin interferir si yo fuera con alguien. "De ahí tengo el corazón en dos mitades partido."
         Óscar Chávez ha recorrido el Auditorio de arriba a abajo, ha cantado cientos de canciones, ha unido a decenas de parejas y más de uno, estoy seguro, hemosinventado, con o sin su venia, alguna frase, alguna canción para decirle a la otra algo muy quedito, de nuestro amor.
         Mariana se marchó, no apareció más. 
         Tuve suerte, pues aunque sufrí un buen, no me morí de amor, como la niña de Guatemala.
        Con las lluvias llega Óscar al Auditorio.
        Antes de marchar al viejo bosque, escuché el nuevo-viejo disco, Tropicanías de hace veinte años: "Era que todo fue un sueño, pero logré mi empeño porque te pude besar."
Paréceme que lo mejor es decir, como al Che, hasta siempre, pues "aunque han pasado los años, nunca ha pasado aquel día" y Óscar, localizable los 365 días del año, me tiene marcado.
         La luz se apaga, el silencio llega y la voz de siempre suena y resuena en el Auditorio y entonces, como cada año, el fantasma de Mariana es invocado, mientras la gente es convocada a cantar, a corear, a gritar, a emocionarse y a que la piel se ponga chinita chinita pues otra vez estás, como siempre, querido Óscar Chávez...

http://www.jornada.unam.mx/2006/09/03/sem-oscar.html

sábado, 21 de abril de 2018

Bolitas para robar incautos

Todos los robos son malsanos, pero estos, que juegan con la ingenuidad (y con el sueño de hacer rico sin trabajar) no tienen abuela. Esta historia sucedió en 1994, y ha vuelto a suceder cada equis tiempo pues, nunca faltan los que caen.




Hace unas semanas hablaba del ejército de pobres que aparece todos los días por la ciudad y el país entero; su uniforme es la miseria y su futuro, a pesar de los discursos triunfalistas y duros de pelar y creer, está por verse, como diría alguno de los cantantes invidentes que andan por el Metro.
No es que uno sea vidente, más bien, es tan evidente para quienes estamos atentos al cielo urbano; así, uno puede darse cuenta de cómo anda la cosa. Digo esto pues acaba de descubrirse un enorme fraude con unas bolitas de PH de las que hablaba en aquella crónica y que ahora se encuentra que la mejor definición de PH es, obvio, la pura histeria de lo que se transaron.
Vaya usted a saber cuántos cientos de incautos clasemedieros cayeron en el complejo fraude. Resulta que los sueños de tercera mano, de riquezas inmediatas, de dejar la pobreza, pagar las deudas con los agiotistas bancos y sus modernas tiendas de raya, se hicieron realidad a través de las tarjetas de crédito. Pero aprovechando sus ilusiones un grupo de vivales se dedicó a vender materia prima dizque para elaborar unas bolitas de PH.
 Todo era muy sencillo: unos laboratorios norteamericanos las compraban y debían producirse de manera artesanal, dejándolas al sereno durante varios días y ya. La riqueza en forma de bolita se dejaría venir. El costo del material era de setecientos cincuenta nuevos pesos y, a cambio, recibirían más del doble.
Para algunos parece que así fue... al principio, para que se confiara y para calentar el ambiente, pero después se encontraron con la triste realidad: "la empresa", con varias sucursales, desapareció tal como vino al mundo y no dejó rastro, o al menos así parece.
Las bolitas para salir de pobre se transformaron en bolitas para robar incautos, para endeudar más a nuestra pobre pícara soñadora clase media, capaz de perder los setecientos cincuenta, o más. Porque está claro que los pobres-pobres, los que viven la economía   de la oferta y la demanda (todo compran en oferta y les cobran con demandas), no tenían la capacidad de invertir en este ultra fabuloso negocio del primer mundo.
Así que ahora se quedaron como novias de pueblo, el sueño desapareció, se esfumó como pompa de jabón.
La pobreza seguirá, las deudas aumentaron y ya deben hasta el aguinaldo del 94, mientras los genios que inventaron las bolitas fueron a tirar éstas a Xochimilco, dicen, y andarán por Andorra del Norte, Madagascar o vaya usted a saber dónde, disfrutando de la lana que robaron, decentemente, eso sí, a los incautos que cayeron.

martes, 17 de abril de 2018

Sor Juana, siempre Sor Juana

Sin autor. Tomado de
http://www.revistaelhumo.com/2017/04/sor-juana-ines-de-la-cruz.html

El 17 de abril de 1695 murió Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana, a quien el mundo conoce como Sor Juana Inés de la Cruz, una de las primeras grandes escritores en la historia de la literatura universal.






Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba

[Poema - Texto completo.]
Sor Juana Inés de la Cruz


Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, 
como en tu rostro y tus acciones vía 
que con palabras no te persuadía, 
que el corazón me vieses deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba,  
venció lo que imposible parecía, 
pues entre el llanto que el dolor vertía, 
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste, 
no te atormenten más celos tiranos,  
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos: 
pues ya en líquido humor viste y tocaste 
mi corazón deshecho entre tus manos.

sábado, 14 de abril de 2018

El futuro: ese inexistente fantasma

En el viejo periódico El Financiero hubo una de las secciones culturales más abiertas al diálogo. Colaboré varias veces gracias a la invitación de mi amigo Víctor Roura, el editor de esa sección. El 3 de mayo de 1995, hace casi 23 años, publiqué este texto acerca del futuro. 




Anda por allí. Por más que se quiera correr, a diario lo alcanzamos y siempre, inevitablemente, nos sorprende.
Apenas hace unos diez años cuando preguntaba a mis alumnos ceceacheros acerca de lo que harían cuando llegara el siglo XXI, ellos especulaban y, alguna vez, una alumna, llena de terror, pidió cambiar de tema. Y es que el futuro siempre da miedo.
La incertidumbre es lo más cruel. Ya lo cantaban los hermanos Martínez Gil: "iay! cómo es cruel la incertidumbre.
El pasado no siempre es mejor. Nuestro cerebro lo guarda celosamente como en un archivo de computadora que, muchas veces, no deseamos abrir.
Claro, hay fragmentos del pasado que uno recuerda con agrado. El primer beso, como decían los poetas del pasado, es inolvidable.
Pero nada, lo único que cuenta es el presente. Los letreros de las viejas misceláneas de otros tiempos eran muy claros: "Hoy no fío, mañana sí".
Nadie puede imaginar el acontecer, el devenir; el pasado, en cambio, puede ser manipulable para nosotros.”
Ayer maravilla fui y ahora ni sombra soy". La canción de "La llorona" que hoy queda tan bien para ciertos psicópatas que no valen la pena mencionar, aunque andan por gringolandia pregonando sus grandes éxitos.
 "Nosotros somos quienes somos, basta de historia y de cuentos". Todo sucederá este día. La vida, tan difícil, tan complicada, acontece a veces a cuentagotas y cuando nos damos cuenta ya es pasado.
¿Quién nos diría que muchos de los viejos comunistas, luchadores incansables, se han replegado al poder? Piensa en aquellos que cantaban una canción de José de Molina: "a parir madres latinas, a parir más guerrilleros, ellos sembrarán jardines, donde había basureros". Increíblemente, de pronto, su canto se hizo realidad y, efectivamente, a sembrar jardines, aunque los basureros ahí quedaron.
Pensar el pasado, en cambio, nos muestra la rudeza de una vida que ha transcurrido; con él, por cierto, podemos jugar, imaginando cosas que nunca fueron.
La sorpresas se acumulan todos los días, y resulta que el pasado no es tan aleccionador y que tampoco lo podemos cambiar. Quien la riega, la regó y ya. Lo que pasó, ya sucedió y no hay cambio alguno.
Tampoco podemos desgastamos con el tiempo que vendrá. "El presente es de lucha, el futuro es nuestro", decían las viejas consignas, pero el futuro, ese al que se refería la frase, nunca ha sido nuestro.
El futuro es completamente inexistente y se encuentra lleno de incertidumbre; es un fantasma que nos espanta, se convierte en pesadilla, hace buuu por las noches y algunas veces, sólo logra hacemos llorar, mientras el presente, lo único real, lo olvidamos pues es tan sólo, parte de la vida cotidiana.

viernes, 13 de abril de 2018

Viernes: el amor bajo el reloj del metro. Semana inglesa

Termina la semana inglesa, estas cinco crónica publicadas en el libro Para leer de boleto en el metro.



Me gustaría tener una cámara de video para captar las dulces, y a veces no tanto, parejas de enamorados.
Hombres y mujeres para quienes el mundo no tiene otro sentido, cuando menos en ese momento, que él, o la, compañero (a) que llevan al lado, a la que entregan y de la que reciben, el amor solicitado.
Los enamorados que transitan por el metro son fáciles de identificar. Casi siempre, se citan bajo el reloj de cualquiera de los andenes. (A pesar de que los relojes suelen no estar a tiempo. Como tampoco lo está alguno de los dos).
En el momento crucial, la hora de la cita, se les puede observar con la chamarra bajo el brazo, si es hombre, y el rostro angustiado porque han pasado dos minutos y no llega la esperada.
En cuanto se marcha el metro, caminan con desesperación a lo largo del andén. Al asomar un nuevo convoy, vuelven presurosos a situarse bajo el reloj, mientras otean las puertas de los vagones, deseando encontrar el rostro añorado.
Cuando han pasado diez minutos, la angustia aumenta. A veces, al transcurrir más tiempo, es frecuente encontrar una discreta lágrima en los ojos.

 El reloj es testigo de grandes pleitos que no esperan otro sitio. Reclamos, enojos y demás; aunque también sucede lo contrario: el encuentro de manos, rostros iluminados, la felicidad.
Ya juntos, esperan el siguiente tren abrazados, o salen a la calle a mostrar al mundo que ellos, por lo pronto, son felices y saben que hoy es viernes y podrán estar juntos mucho tiempo más que el resto de la semana.


Cartón del mes. Porfirio no quiere no quiere pero bien que quiere

Como cada mes, este es mi cartón de abril de 2018, de la revista 

Relatos e historias en México

No quiero, no quiero, 

échenmelo en el sombrero

El Cartón del Mes
Por: Agustín Sánchez González
La seducción del poder es inmensa, siempre lo ha 
sido. En 1879, en su primer mandato formal,
el presidente Porfirio Díaz decía en público 
que no quería reelegirse. Sin embargo, en este 
dibujo se le representa ofreciendo su sombrero
de manera disimulada para que Protasio Tagle,
entonces ministro de Justicia e Instrucción
Pública, ponga el papelito donde le piden la
reelección. Al año siguiente, el que ganó la
candidatura presidencial fue el compadre
de Díaz: Manuel González.

El cartón fue realizado por Gaitán, seudónimo 
de Santiago Hernández, uno de los
caricaturistas más importantes que ha dado
 México y con una calidad enorme en su trazo.


"El Cartón del Mes" del autor Agustín Sánchez 
González se publicó en Relatos e Historias número

jueves, 12 de abril de 2018

Dante se detuvo en Pantitlán. Semana inglesa.


En Pantitlán la historia es otra, todo es tan distinto. Es más, hasta arquitectónicamente la estación es fea: una mole de concreto oscurecida por el smog.
Hay policías y vigilantes por todos los pisos de este inframundo al que, de haber nacido Dante en esta época, seguramente trasladaría acá su escenografía.
Pantitlán recibe a toda la gente que llega del oriente a trabajar a la ciudad; también a los desempleados, que revisan las posibilidades de chamba que ofrece "El aviso oportuno".
Mateo se siente como personaje de novela de ciencia-ficción, marcado por una clave, como autómata, avanzando por donde los ojos de un verdadero Big Brother naco, los vigilan y les ordenan los pasos a seguir, los inciertos caminos de la vida; hay largas filas para caminar, para pasar de un pasillo a otro, para comprar boletos. Todo el mundo, sin excepción alguna, se la pasa así; claro, si se quieren evitar, hay que comprar boletos más caros con los revendedores que portan gruesos fajos de boletos.
La lentitud que se percibe, contrasta con el ritmo cotidiano de estos lugares.
Las rejas que colocan los vigilantes impiden el paso, y aunque las rejas no matan, si atarantan, desesperan a los que buscan transitar rumbo a los vagones por haber cometido el error de caer en el mismo lugar y con la misma gente, y es que las señales existentes son tan confusas, tan irregulares y tan escondidas, que en esos momentos, todos los transeúntes caminan por inercia.
Ahí están, enrejados, deteniéndose a cada rato, a cada momento. Nadie voltea hacia atrás, para no correr el peligro de convertirse en estatua de sal (recordemos que es una zona lacustre). Son notorios los rostros angustiados de las personas que transitan por ahí, que deben esperar a quienes van adelante, y los miran avanzar, mientras aguardan su turno.
La separación incluye los sexos: mujeres y hombres transitan cada cual por un lado distinto. En la sección masculina, sólo hay mujeres cuando van acompañadas de su pareja.
Por una ventana, en el puente superior, pueden verse los famosos chimecos asesinos, los peseros azules que van al estado de México, los verdes "ecológicos", del Distrito Federal y la contaminación galopante.
 Al pasar los torniquetes, todos se apresuran y al mirar los vagones corren más rápido, se alejan del infierno para llegar al paraíso, a la gloria.
Sin saber qué hacer, Mateo sube (o lo suben); intenta descender dos estaciones adelante, la aglomeración se lo impide; discute con alguien y cuando logra bajar, escucha que le dicen, "Ora, cabrón, al averno".

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...