viernes, 12 de mayo de 2017

Paz, poema de Torres Bodet



Torres Bodet visto por Moreno Villa
Un poeta que poca gente habla es Jaime Torres Bodet, miembro del grupo de Los Contemporáneos. 
Tal vez por eso se le mira poco, cuando se piensa en Villaurrutia, Novo o Cuesta, no obstante, Torres Bodet es un enorme escritor que debiera ser más conocido.
Murió el 13 de mayo de 1974. Buen pretexto para recordar su obra.  Este es su poema 


Paz

          No nos diremos nada. Cerraremos las puertas.
          Deshojaremos rosas sobre el lecho vacío
          y besaré, en el hueco de tus manos abiertas,
         la dulzura del mundo, que se va, como un río...








El dibujo fue tomado de la página http://www.iifilologicas.unam.mx/mirada-libro/Mor_Vill-retr(7).html

domingo, 7 de mayo de 2017

Revolución en la gráfica. La caricatura en El Universal Ilustrado




Este es el texto que aparece hoy, 7 de mayo de 2017, en Confabulario, de El Universal, sobre el centenario de El Universal Ilustrado.

Revolución en la gráfica

POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ 
Autor de 100 años de caricatura en EL UNIVERSAL 
/@agusanch
Mientras algunos críticos mexicanos discutían acerca del valor de la caricatura como arte incluso llamándole “arte menor”El Universal Ilustrado daba a ésta un sitio preferente en sus páginas. De este modo mostraba que podía ser un semanario digno de estar en un kiosco de cualquier metrópoli, donde la vanguardia asentaba sus reales y veía al mundo de una manera diferente, dejando atrás el realismo y otras expresiones de antaño, asumiendo una estética de vanguardia, una nueva expresión donde lo bello ya no era lo esencial, por lo menos de la manera en que se venía conceptualizando hasta entonces.
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En El Universal Ilustrado aparecían los grandes autores universales como una muestra de esa modernidad en una etapa temprana de la posrevolución. En esos años, el guatemalteco Carlos Mérida, miembro del grupo de dibujantes de planta de EL UNIVERSAL, hablaba de una “época en que los artistas ya no se preocupan por la forma, pero a tal manera que descuidan los más elementales formas de color; el cubismo ha sido la reacción del impresionismo; la preocupación de la línea llevó a Picasso a reunir en una tela una serie de principios ideológicos agrupados más o menos geométricamente y tomando del objeto nada más que las líneas esenciales de donde resulta una obra más literaria que pictórica”.
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El primer jefe de redacción de la revista, Carlos González Peña, definió así a El Universal Ilustrado: “no es un periódico de sensacionalismo brutal ni de desenfrenado noticierismo (sic). Ha procurado colocarse en el justo medio: informar, pero también cultivar y también enseñar… en sus páginas anhela reunir en amistoso consorcio a las mejores plumas y a los mejores artistas de lo plástico”.
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González Peña, a quien se recuerda hoy en día por su clásica Historia de la literatura mexicana fue, sin duda, responsable de esta conceptualización y de esta búsqueda por conformar y, a su vez, continuar con el esquema de revistas ilustradas que se había gestado desde finales del siglo XIX, como El Mundo Ilustrado, Sucesos Ilustrados, Multicolor o por Zig Zag. Este último fue el antecedente inmediato de El Ilustrado, no sólo por compartir el formato, sino porque varios de sus colaboradores pasaron a este semanario de manera natural, incluido su director Pedro Malabehar y uno de sus ilustradores, Andrés Audiffred.

Personajes citadinos retratados por Andrés Audiffred.
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El Universal Ilustrado, como indica su nombre, se caracterizó por otorgar un papel preponderante a las imágenes: fotografía, caricatura e ilustración, en interiores, portadas y contraportadas fueron un elemento básico y un atractivo para el nuevo lector; pero además, hoy es una fuente básica para entender la visión del nacionalismo que estaba en boga en esa década, y cómo compaginó con la vanguardia manteniendo un equilibro entre ambas percepciones.
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Tal vez una de las características más importantes de esta revista, fue su afán por publicar caricatura artística, en el mejor sentido de la palabra. Desde los primeros números mostró lo mejor del humor que se producía en el mundo. De esta manera era posible encontrar páginas enteras dedicadas a regiones o países con los grandes humoristas. Así, se publicaron páginas dedicadas a la caricatura francesa, inglesa o norteamericana y el lector mexicano pudo acercarse a otros ámbitos del humor gráfico, y los caricaturistas de nuestro país, también. No fue gratuita la influencia de autores como Aubrey Beardsley, el humorista inglés, en cartonistas como Andrés Audiffred o las líneas de SEM, caricaturista francés, que realizó un dibujo con sentido de síntesis, donde la línea recta desapareció y logró conjuntar una imagen única, como los retratos que hizo a la diva Josephine Baker y que, sin duda, tendría una seria influencia en autores nacionales como Hugo Thilgmann.

Retrato del periodista y escritor Arqueles Vela en trazos de Hugo Tilghmann.
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Pero también, El Universal Ilustrado recogió las obras de autores de gran envergadura universal en la caricatura, como el catalán Bagaría, revalorado en estos tiempos por su gran trazo pues, escribe el caricaturista Kap, “renovó con su trazo el concepto ilustrativo de la caricatura, con un estilo propio que fue seguido por otros caricaturistas en España”; de igual manera, publicó al cubano Conrado Masaguer, quien se convirtió, en París y en Nueva York, en uno de los artífices de la vanguardia, al lado del salvadoreño Toño Salazar y del guatemalteco Carlos Mérida. De esta manera, el lector mexicano pudo mirar hacia afuera, dejar de mirarse a sí mismo, respirar el aire universal.
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De igual manera, publicó a los artistas mexicanos que emigraban, sobre todo a Nueva York, como Miguel Covarrubias, Matías Santoyo o Alfonso X. Peña quienes fueron estimulados para conocer mundo por José Juan Tablada, el primer intelectual que le dio su lugar a la caricatura en nuestro país.
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Con estos elementos, El Universal Ilustrado se convirtió en el escaparate de la caricatura como una expresión estética. En sus páginas aparecieron un sinfín de autores, muchos de ellos que sólo incidentalmente realizaron cartones, como Rufino Tamayo, Erasto Cortés, Alfredo Zalce, Saturnino Herrán o Gabriel Fernández Ledesma, entre otros.

Retrato del poeta José Gorotstiza, en caricatura del muralista Rufino Tamayo.
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De este modo, también consolidó a Andrés Audiffred, quien haría de la caricatura una expresión del nacionalismo en boga, retratando a personajes populares en una suerte de mexicanos pintados por sí mismos y emparentando la literatura finisecular con las imágenes del costumbrismo mexicano. Por otra parte fue, tal vez, el artista mexicano que en su obra mostró la necesidad de compaginar lo nacional con lo cosmopolita, gracias al par de viajes emprendidos a Estados Unidos mientras se daba la revolución armada. Fue capaz de crear un dibujo sintético, a la par que trazos art decó y art nouveau con los que lucirían decenas de portadas y contraportadas de este semanario. Audiffred, se mantuvo en EL UNIVERSAL hasta su muerte y se convirtió en un icono de este diario y de esta revista.

"Los babosos", cartón de Audiffred publicado el 23 de febrero de 1928.
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Vale la pena citar al historiador Fausto Ramírez, quien al hacer una lectura de la época, señala que “en la moderna caricatura, ya no se trata de apoderarse de defectos físicos y visibles de una persona para obtener, exagerándolos, una deformación que mueva a risa, sino de “expresar, en unas cuantas líneas, la psicología de un individuo con todas sus modalidades espirituales. Algún crítico llega a hablar incluso de un “impresionismo de la línea” para peculiarizar la tendencia dominante del humorismo moderno: la línea como “fin de la esencia de la gráfica”, el rasgo como recurso capaz de “compendiarlo todo” y donde radica “la mayor suma de expresión”.
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El Universal Ilustrado ofreció una propuesta de humor con trazos sintéticos, figuras geométricas (la obra de Tilghmann es un prodigio) que contrastaron y se enfrentaron al realismo y al expresionismo, pero también al muralismo que construía el arte nacional. (Diego Rivera fue un modelo constante en las obras de los caricaturistas).
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El Universal Ilustrado gestó una renovación del humor gráfico en el sentido estético, pues la crítica política al poder prácticamente quedó marginada, (entre otras cosas por la censura ejercida durante esa y las siguientes décadas). Esta revolución que ofreció El Ilustrado mostró, una vez más, que no toda la caricatura tiene tema político ni es “de combate”.
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No obstante, publicó caricaturas de algunos poderosos, como la que hizo Inclán del presidente Plutarco Elías Calles, una obra maestra del expresionismo, o el retrato de Emilio Portes Gil hecho por Audiffred.
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Pero los temas básicos estaban en el retrato de la vida cotidiana y en los cómicos del cine mudo que, de alguna forma, se emparentaban con ese humor carente de palabras: Chaplin, Harold Loyd o Cantinflas fueron un modelo recurrente.
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La generación de caricaturistas que participaron en El Universal Ilustrado fue de grandes artistas que mostraron que aunque no toda caricatura es arte, casi todo lo que publicó este semanario estuvo impregnado de un sentido estético de primer nivel y de una expresión que no fue ajena a uno de los grandes momentos que vivió el arte mexicano durante esa época y heredó para la posteridad.
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FOTO DESTACADA: “El General Plutarco Elías Calles”, por Carlos Inclán Herrera (4 de agosto de 1921); a la izquierda, “José Vasconcelos en Madrid”, por Bagaría (9 de julio de 1925).

sábado, 6 de mayo de 2017

Nocturno A, de Carlos Pellicer

Un poema del tabasqueño Carlos Pellicer
Pellicer por Rogelio Naranjo


NOCTURNO "A"

Noche. Mar de silencio. Van las meditaciones 
desenrollando lentas sus claras devociones. 
El faro del espíritu clarea esas ondas suaves 
que van ampliando el círculo de sus evoluciones 
para regir el curso sereno de las naves. 
La paz del alma que sabe cantar sus horas 
vela esa vida íntima de tramas seductoras 
en que el dolor se ama. ¿Por qué? ¿Resulta acaso 
que ese dolor es sombra de un cariño? Las horas 
te dirán en silencio: camina paso a paso. . . 
Mienten las horas. Mienten. Mata la indiferencia 
que no sabe del triunfo de una linda cadencia; 
si paso a paso vas por la vida, jurando 
que has vencido, te engañas: esa pobre creencia 
guardamos los que siempre vivimos adorando. . .

Adora el desaliento de esa melancolía; 
no huyas de la grata penumbra que concede. 
El ave del crepúsculo canta la melodía 
¡de lo que pudo el alma, de lo que el alma puede! 

Alegría, una gota, que esa gota bendita 
habrá caído al vaso que gozará la flor... 
¡Bríndasela a tu alma para toda la vida
en el regio festín que presida el dolor!

viernes, 5 de mayo de 2017

Adiós A Mamá Carlota


En El Pito Real, Periódico popular escrito para el pueblo, del 5 de marzo de 1867, apareció, en Toluca, por vez primera la versión de Adiós a Mamá Carlota, escrita por Vicente Riva Palacio, esta es una copia del mismo; abajo la letra de la canción y, finalmente, la versión de Eugenia León








Adiós Mamá Carlota

Alegre el marinero con voz pausada canta, y el ancla ya levanta con extraño rumor. La nave va en los mares, botando cual pelota; Adiós, Mamá Carlota. Adiós mi tierno amor. De la remota playa te mira con tristeza la estúpida nobleza del mocho y el traidor. En lo hondo de su pecho ya sienten su derrota; Adiós, Mamá Carlota, Adiós mi tierno amor. Acábanse en Palacio tertulias, juegos, bailes; agítanse los frailes en fuerza del dolor, La chusma de las cruces gritando se alborota; Adiós, Mamá Carlota, Adiós mi tierno amor. Murmuran sordamente, los tristes chambelanes, lloran los capellanes y las damas de honor. El triste Chucho Hermosa canta con lira rota; Adiós, Mamá Carlota, Adiós mi tierno amor. Y en tanto los Chinacos que ya cantan victoria, guardando tu memoria sin miedo ni rencor, dicen mientras el viento tu embarcación azota; Adiós, Mamá Carlota, Adiós mi tierno amor. -- Vicente Riva Palaci






miércoles, 3 de mayo de 2017

Mi abuelo Librado


Mi  abuelo nunca se quejó de nada.
Tenía un tendejón que su hijo le abrió en la puerta de su casa y ahí vendía refrescos y cervezas que los parroquianos llegaban a tomarse en una banquita de concreto al lado mientras pasaba el tren de carga por la Vía Cochinera.
Desde ese changarrito, miraba pasar la gente. Tenía un don para calificar, criticar y poner apodos (mi maledicencia se la heredé, sin duda)
Yo era su lazarillo. Dos o tres veces al año viajábamos a San Felipe Torres Mochas, su tierra natal; era una maravilla llegar al rancho de los parientes y comer tunas, manzanas, elotes asados con leña, chilacas, papas miniaturas que crecían al borde de las milpas; las carnitas, el pollo como nunca lo he vuelto a saborear; tomar una deliciosa agua del río, helada, única.
Visitábamos al Señor de la Piedad y al Señor de la Misericordia en un poblado cercano llamado La Palma, (donde nació mi madre).
Mi abuelo nunca se quejó de nada, ni de la pobreza ni de la riqueza. Su sonrisa era un sol. Él determinó mi vida al darme alientos para ser alguien que sobresaliera “Será presidente”, decía a todos y presumía mis calificaciones.
Mi abuelo Librado que fue enrolado voluntariamente a fuerzas en el ejercito villista, el que fue derrotado en León por el General Obregón, y del que se escabulló a la primera oportunidad, contaba muerto de risa.
Hoy los recuerdos se acentuaron, aunque todos los días tengo presente su sonrisa y mala leche, su cariño y sus cuidados, pues es el día de la Santa Cruz y, religiosamente, cada año, mandaba hacerle un ropaje morado a una cruz.
L          Lamento tanto no tener una foto a su lado.
Religiosamente le ayudaba a ponerle esas mangas a la cruz y después, un vaso con flores del campo, flores sencillas, como su vida, su sonrisa.
Mi nombre se lo debo a mi abuela, el amor de su vida que falleció apenas unas semanas antes de que yo naciera y tal vez por eso fui su nieto favorito.
Lo extraño mucho a pesar de que murió hace casi medio siglo, pero sigo pensando en él, a diario, y más en estos días que eran importantes para el gordo Librado.
(Bueno, también me acordé pues mi primer libro publicado, del que hablé hace unos días, fue dedicado a él)

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...