viernes, 10 de abril de 2020

Mis Premios. Museo del Chopo. Concurso de textos íntimos


En 1982, el Museo Universitario del Chopo y el programa Kiosco, de Radio Educación, organizaron un concurso de cuento, llamado Textos Íntimos, Esa no porque me hiere.
Por aquel entonces, acudía semana a semana a un taller de cuento que impartía Orlando Ortiz y habíamos trabajado un texto que me gustó para el concurso. Se trataba de que el cuento tuviera que ver con una canción. En aquel tiempo, bajo la influencia del poeta Raymundo Ramos, me había vuelto fan de Agustín Lara así que al cuento le añadí la canción Siempre te vas, del músico-poeta.
El resultado: el primer lugar y su publicación en la revista Nexos. El Premio me lo entregó Ángeles Mastreta, que entonces era directora del Chopo, Jorge Pantoja, subdirector, Eugenio Sánchez Aldana, que conducía el programa y, ese domingo estaba de invitado uno de mis ídolos: Chava Flores. El jurado lo conformaron José Joaquín Blanco y Luis Miguel Aguilar.
Fue, así, un premio redondo.
El cuento, más adelante, lo publiqué en mi libro Por si cambias de opinión, en 1985. Esta fue la versión de Nexos

AMELIA

Primer lugar, inspirado en la canción “Siempre te vas”. de Agustín Lara.
Amelia llegó al departamento de envoltura una mañana como todas. El borde del uniforme nuevo le cubría por completo las rodillas; su aspecto era ridículo a causa del turbante mal puesto; en la cara se notaba la angustia típica de todo trabajador nuevo. La observé y me pareció una mujer sin chiste. La acompañaba el supervisor, que me dijo: “enséñele a la señorita cómo colocar las etiquetas en la máquina envolvedora”.
La mujer era sumamente torpe, sus manitas -“siempre he estado en casa, nunca he trabajado”- delicadas, no acertaban en las operaciones. A pesar de sus torpezas yo estaba feliz, pues sus senos quedaban a merced de mis codos, que a cada rato sentían un colchoncito muy suave. Ese primer día fue fatal pues -“me llamo Amelia”- no entendía. “Mira, pon atención: coloca todas las etiquetas con las letras hacia abajo y cada vez que llegue la pinza avánzalas rápidamente. No, al revés, al derecho, así, empújalas, con cuidado, bien”. Gruesas gotas de sudor le escurrían cuando sonó el timbre para salir a almorzar le invité una torta, pues ella no traía nada. Recargada en un coche, en la calle, sufría al no poder agarrar el refresco, pues tenia los dedos acalambrados. “Ya se te quitará, en dos o tres días te acostumbras. Mientras ponte un `curita'”. “No tiene caso, me amolé mis dedos”.
Las etiquetas al revés, al derecho, empujarlas levemente y listo; las etiquetas al revés, al derecho, empujarlas levemente y ella sin poder hacerlo. Sus senos en mis codos y su sudor y su cara angustiada y el chacapum, chacapum, chacapum de las máquinas que seguramente retumbaron en su cerebro durante muchos días. Siempre pasa así. Por las noches uno se sobresalta y se levanta angustiado, con la pesadilla de miles de etiquetas atoradas en la máquina.
Al segundo día de trabajo Amelia llegó muy temprano y cuando me disponía a colocar las etiquetas y el pegamento ella lo había hecho ya. Me dio gusto, extendí el brazo para saludarla y aquella mano lisita que había sentido un día antes, era otra; de ahora en adelante sus manos siempre estarían rasposas, escoriadas.
La máquina se descompuso a media mañana y nos enviaron a escoger, en el desperdicio, las pastillas que estuvieran buenas para que no se mandaran al molino. Amelia estaba sentada frente a mi y cada que la miraba -dizque escogiendo pastilla- me agasajaba la pupila. “¿Estás casado?”. “No, aún no”. “¿Tienes novia?”. “Tampoco, pero ya me están dando ganas”. “Eres un mentiroso, como todos, siempre se niegan”. Seguimos hablando tontería y media, le platiqué que llevaba un año trabajando, “pronto me darán la planta, aún tengo contratos de veintiocho días pero nada más es cosa de invitar a chupar al del sindicato y él me la consigue”. Ella me contó la existencia de una hija llamada Magali, “pero no, ni novio, ni esposo, madre soltera, pues”. Por la tarde, al despedirnos y sentir sus manos recordé al maestro Lara: “dónde hallaré el calor de tus manos”.
Desde esa ocasión siempre estuvimos juntos, aunque ella trabajaba en otra máquina. Comíamos juntos; la acompañaba a su casa y como norma, a diario, al despedirnos le recitaba al músico-poeta “siempre te vas, no me digas adiós”. La consolaba de su cansancio, pues trabajaba en una envolvedora en donde tenia que estar agachándose y estirándose, “como si se estuvieran haciendo abdominales todo el día”. Cierta vez la invite a bailar a Los Angeles y me dejó plantado a pesar de que tocaba la “Santanera” Fui solo y me sentí muy mal.
Al disculparse del plantón. “la niña tenía calentura, no te enojes, otro día vamos”, yo no hablaba. “¿Quieres que me hinque a pedirte perdón?, habla…” No le contesté. Las máquinas fueron testigas de mi abandono. Las etiquetas se botaron, el pegamento se regó y Amelia, llorando, se acercó a darme un beso en la mejilla. Fue algo imprevisto, algo que me hizo pensar en que tenia razón y debía comprenderla. Esa vez no la acompañé a su casa, me acosté a dormir temprano pero Amelia no se separaba de mi pensamiento: Amelia y sus ojos y sus senos y sus piernas. Amelia “¿cómo podré sin tus ojos vivir?”.
Todas las tardes las pasábamos juntos. Entre empujones, en el camión o el metro, la abrazaba, le rodeaba la cintura y nos dábamos dos o tres besos. “¿Por qué no nos casamos?”. “Estás loco”. Luego caminó rápidamente y evadió la conversación.
El día de muertos me dieron la planta, estaba feliz cuando me contaron un chisme: “Te andan volando la paloma”. No creí, pero empecé a notar las preferencias del supervisor para Amelia, la había trasladado a una mesa donde trabajaba muy cómoda, vigilando que los empaques estuvieran en buen estado. Algunas veces tenía café o un pastel. “Son habladurías, el ingeniero sólo es muy buena gente”.
Las cosas seguían igual: por las tardes la dejaba en su casa; los fines de semana “cuido a Magali, no puedo salir contigo”, yo jugaba fútbol o me iba a tomar con los cuates. Llegó el doce de diciembre y en la fábrica hubo misa, tamalitos, champurrado y luego un cuadrangular de fut. Antes del partido discutí con Amelia porque el ingeniero le dijo algo al oído. “Son figuraciones tuyas, me tiene mucho respeto”. Ese día jugué como nunca, metí dos goles y con ellos ganamos el trofeo. Para celebrar el triunfo compramos unas botellas pero Amelia no me dejó tomar. “Vámonos, puedo llegar tarde a casa”. Dejamos a los cuates. en el camión nos besamos desesperadamente y la convencí para entrar a un hotel. Fue sensacional. Nos despedimos, no quiso que la besara pero no me importó. Fuí a celebrarlo y llegué borracho a casa.
La cruda, la máquina, las etiquetas al revés, el chacapum en mi cerebro. No me fijé que Amelia no se presentó a trabajar. Esa tarde fui a curármela y al siguiente día -que tampoco asistió al trabajo- la busqué. Muchas tardes lo hice. Parecía que a Amelia se la había tragado la tierra. Tampoco el ingeniero aparecía, andaba de vacaciones desde el día tres y regresaría hasta enero.
Tres años hubieron de pasar para volver a saber de ella. Andaba en el centro de la ciudad buscando las esferitas para el árbol cuando la encontré. Estaba más linda que antes. Nos abrazamos y besamos al vernos, como si nada hubiera pasado y acabamos en el mismo hotel de entonces. Me contó que vivía feliz al lado de Ricardo, el ingeniero- pero que me extrañaba mucho; “¿tú crees que las canciones de Lara se olvidan fácilmente?”. Cuando salió de la sábana y empezó a vestirse lentamente, me recordó aquellas pastillas desnudas que nosotros cubríamos mecánicamente al colocar los paquetes de etiquetas con las letras hacia abajo, al revés, al derecho para luego empujarlas suave, eternamente...





lunes, 6 de abril de 2020

La vacuidad del poder en una fotografía


Estar solo puede significar desolación, pero también un enorme vacío en la vida.

La fotografía se puede leer no sólo como expresión estética, también como un pedazo de historia.


Esta fotografía del informe de AMLO, en este Domingo de Ramos del 2020, es un ejemplo de la desolación del poder: el gran solitario de palacio, aislado, alejado de la realidad, sin aplausos ni vivas. Un hombre que, en el infinito, se ha quedado solo, a partir de su arrogancia y autoritarismo.



sábado, 4 de abril de 2020

"Sólo morir permanece". Luis Eduardo Aute (1943-2020)


Gracias, Aute 

Caricatura de Ed


Decir espera es un crimen,
Decir mañana es igual que matar,
Ayer de nada nos sirve,
Las cicatrices no ayudan a andar.
Sólo morir permanece
Como la más inmutable razón,
Vivir es un accidente,
Un ejercicio de gozo y dolor.
Que no, que no, que el pensamiento
No puede tomar asiento,
Que el pensamiento es estar
Siempre de paso, de paso, de paso...
Quien pone reglas al juego
Se engaña si dice que es jugador,
Lo que le mueve es el miedo
De que se sepa que nunca jugó.
La ciencia es una estrategia,
Es una forma de atar la verdad
Que es algo más que materia,
Pues el misterio se oculta detrás.
Hay demasiados profetas,
Profesionales de la libertad,
Que hacen del aire, bandera,
Pretexto inútil para respirar.
En una noche infinita
Que va meciendo a este gran ataúd
Donde olvidamos que el día
Sólo es un punto, un punto de luz.



miércoles, 1 de abril de 2020

Cartón del mes: La mariguana vista por Posada

José Guadalupe Posada es uno de los artistas más sorprendetes del mundo; es una pena que la gente lo "conozca" sólo por las calaveras y, más concretamente, por la Catrina.
En el ejemplar de abril de la Revista Relatos e Historias en México, en su entrega del mes de abril, presentó una tira de cuatro cuadros llamado "¡Zun, zun, de la mariguana!", aparecido en el periódico El Periquillo Sarniento.
Este número de la revista está dedicado a la mariguana, adquieranlo y apoyen a la mejor revista de divulgación histórica en México 

martes, 31 de marzo de 2020

Zitarrosa: Guitarra Negra. Para este 2020 que nunca olvidaremos

Hace unos días, leí en el muro de amigo Javier Cadena algunas frases de este poema inmenso de Zitarrosa, que hacía muchos años no venía a mi mente. Escuchen la hermosa voz, mientra lo leen. Es una experiencia catártica, sin duda.


Guitarra negra




Introducción
Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra... Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía... Cómo se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre, tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y oscuro, tus parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas... Cómo se puede amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan... Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos... Cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre, sin inundar tu corazón de sombras, de temblores y muerte, de ceniza, de soledad y rabia, de silencio, de lágrimas idiotas...

Allanamiento
Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa... Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco... Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma... Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables... Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro, los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre, ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro, sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre...

La casa
... Mi corazón está mejor sitiado que mi casa... mi casa, más cercada que mi barrio... mi barrio, cercado por mi Pueblo... En mi barrio vive el Presidente, cercado por un muro casi derrumbado...

Uruguay for export
Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando nunca habían dolido... haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de miedo... de un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...

Flor show (por vals)
En la punta del agua... una flor blanca, luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita, la catapulta el chorro de agua y sube como bola en el aire... Está naciendo siempre, mientras el agua canta en esa fuente de la boîte... Entre aplausitos, al compás de la orquesta, blanda flor blanca, acuosa, nostalgiosa en el aire... subida en los aplausos como espitada, hendida, empitonada... gime y llora en la noche, tira estrellas bailando bajo el humo, renace, llora por el chorro azul-blanco de la fuente como si fuera planta que la cría -y que no es-... y sin embargo, así seguirá abriéndose, muriendo, hinchándose y flotando, mientras duren la noche, su belleza infantil de ingeniería, su blando corazón bajo el foquillo fijo y lechoso... el gringo, el chorro de agua a precio, el aire de importación, esas hembras, el mozo, esos señores...

Mis alas
... Hace un buen rato ya que doy trabajo y vengo acostumbrándome al desuso de mi alma, a la razón del enemigo, a mis sesenta cigarrillos diarios, a las malas costumbres de mis canciones, que de algún modo siempre fueron nuestras, vos lo sabés, Guitarra Negra... Hoy reanudo en un cómico enderezo la hora de ayer parada en su nostalgia… Me hacen sufrir las alas que me puse para volar, mas grito y se alzan, gimo y me acompañan, río y baten de a dos, como que están amándose y se odian sin embargo mis dos alas... se odian, se enderezan, se hacen amigas mías para llevarme por todas partes: allá está la canción, aquí la nada... más allá el Pueblo y más acá el Amor... Pero el Pueblo está también más acá... y antes estaba allá también, detrás del Pueblo el Pueblo... Hemos viajado por todos mis caprichos y el Pueblo osando el piso, amándose con alas como las mías... odiando su destino, odiándome y amándome sin alas, con millones de pies, con manos y cabezas y lenguas... y sus mil bocas dicen: "ahora, la suerte ya está echada..."

La mariposa
La mariposa viene hacia mí en la calle, en el aire húmedo, por el aire húmedo bailando, por el aire agobiante, ominoso, bailando en el aire caliente... y yo vi que no era a mí a quien buscaba sino a la muerte... y que no buscaba la muerte también vi, porque no era mariposa de la ciudad de hierro, ni nacida para eso... sino que era mariposa nada más, en la ciudad, presa y ya muerta de antemano, fatalmente... buscando en ese bailar loco y frágil un ala, un grano, una pizca de polen en el cemento... Porque la mariposa nace y no aprende nada hasta que muere en cualquier sitio, herida de muerte por su semana justa, por su tiempo preciso, por su sorbito de vida ya bebida... Eso no es tan triste... triste es ver su cadena de huevos en el hollín, depositados junto a un río de aceite, a la sombra de las altas paredes de cemento... Su cadena de huevos de seda...

Hago falta
Hago falta... yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy... Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera... Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que me aguarda lastimado... falta mi cara en la gráfica del Pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo... los ojos míos en la contemplación del mañana... mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.

Exhortación y propósitos
Cómo haré para tomarte en mis adentros, guitarra, guitarra negra... Dice Enrique, mi hermano, que hay cierto perro hundido que se lame mansamente y nos lame, lamiéndose, una herida quieta allá al fondo, sentado en su escalón... Y dice más mi hermano el otro Enrique, en Praga: dice que amarte con certeza, hacerte enteramente hembra, darte lo que de vida tengan mis urgencias, será amar más y más a Jaime; amarlo, más de veras... por su alma, su propio perro mordedor bajo el garrote, el cable, el puñetazo, la bolsa de arpillera, el plantón y el insulto... la olvidada mejilla que no ponen ni él ni nadie a golpear... sino con hambre y Rita y José Luis, por Gerardo y Raúl y Rosa y Sara y Mauricio... y por todos nuestros muertos... Y he sabido, guitarra, que este otro perro que criaste, ladrador, campesino, a veces manso o vigilante, que roe su propio hueso en la penumbra y gruñe... cual casi todo perro popular, vagará por tus anchas veredas, tus milongas sangrantes... hasta morir también... tal vez un día... de soledad y rabia... de ternura... o de algún violento amor; de amor... sin duda.

lunes, 30 de marzo de 2020

Resurrección. Música con chicos con síndrome de down

Hace unos años, mi hijo Mateo participó en esta obra musical, escrita para chicos con Síndrome de Down e interpretada con un instrumento persa, una de las culturas más antiguas. 
La obra se llama De repente. Resurreción. 
Buen título para estos tiempos difíciles, 
por eso le vuelvo a reproducir.
      














Hace algunas semanas mi hijo Mateo fue invitado a participar en un proyecto del músico iranie Mehdi Moshtagh.

Se trata de una composición para setar (un instrumento antiguo, de origen persa) que es "un tipo de laúd de mástil largo con tres órdenes de cuerdas", un instrumento muy antiguo cuyo  sonido genera una dulce sensación de belleza y paz.




De repente, resurreción es una obra compuesta especialmente para ser tocado por el setar, saxofon y percusiones y con un coro de chicos con síndrome de down que acompañan con piedra, como coro, la composición. Piedristas, ese fue el crédito en la grabación.



La obra fue compuesta y producida por el propio Mehdi Moshtagh.  El saxofón es magistralmente interpretado por Carlos Pichardo y la interpretación de percusiones de Francisco Bringas. 

Disfrutenlo, tiene que ver con una suerte de homenaje a nuestros chicos que viven y vuelven a vivir y son parte de nuestras vidas, de todos. 



Esto es la resurrección, es la vida.

domingo, 29 de marzo de 2020

Uderzo y la inmortalidad de Astérix

Mi artículo de hoy, 29 de marzo, en Confabulario, de El Universal.


Alberto Uderzo y la inmortalidad de Astérix


El 25 de marzo murió Alberto Uderzo, uno de los creadores de la famosa historieta francesa, quien supo hacer una crítica al mundo contemporáneo sin caer en el chovinismo

POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Hace apenas seis meses, ¡tan lejanos ya! en el vertiginoso momento que sobrevive al Covid-19, Astérix cumplió sesenta años de aparecer por vez primera, y los franceses le brindaron grandes homenajes, a la altura de una historieta que permanece en el gusto de millones de lectores y que se convirtió en un símbolo nacional de los franceses al gestar una aldea de galos, capaces de resistir y sobrevivir al poderío romano, al gran imperio que había arrasado y dominado a todo los pueblos de la antigüedad, dejando su raíz y el testimonio de su poder en cada milímetro de aquel mundo.

El homenaje fue inédito para una historieta: varias estaciones del metro parisino cambiaron sus nombres (la estación Roma, se llamó “están locos esos romanos”); el servicio postal emitió una estampilla dedicada a estos personajes y se publicó Generaciones Astérix, que conjuntó a grandes autores que se formaron leyendo a este icono del cómic y, para rematar, apareció un nuevo y añorado número, el 38, de esta serie: La hija de Vercingétorix.

Sorprende que con tan pocos volúmenes publicados, Astérix sea el cómic más traducido en el mundo, pues se ha podido leer en 111 idiomas, y haya vendido más de 365 millones de ejemplares, fenómeno único pues a pesar de que se decía que terminaría con la muerte de sus autores, permanecerá con el cuestionamiento de muchos de sus fans que creen, y están convencidos, que sin sus creadores, jamás será la misma.

Y apenas medio años después de ese aniversario, este 25 de marzo de este funesto 2020, nos ha dejado Uderzo, quien al lado de René Goscinny fue uno de los creadores de Astérix, una de las historietas emblemáticas e históricas en el mundo del cómic.

Alberto Alejandro Uderzo se fue silencioso en un momento en que el mundo entero vive una de sus grandes tragedias y necesita, como la aldea Gala, tener claro cómo sobrevivir a pesar del virus invasor.

El primer número de Astérix, salió el 29 de octubre de 1959, en Pilote, una revista editada por Dargaud y fundada por Gosicinny. En 1961, ante el gran éxito que tuvo, apareció el primer número de la colección que llevó el nombre de “Astérix. El Galo”, y en cuya portada se engalana con el héroe bigotón, con su clásico movimiento circular de brazos, que le caracteriza cuando golpea, en este caso, a un par de romanos que, sin inmutarse apenas, reciben el golpe; atrás, quitado de la pena, como siempre, cargando un menhir, Obelix, que hace unos años fue considerado como el personaje más sexi del cómic.

Así comenzó una de las publicaciones más exitosas del cómic, y cuyo impacto se debe mirar en varias vertientes: como una tímida, y a veces no tanto, lección de historia, pues nos lleva a conocer desde la propia Galia hasta terrenos a veces desconocidos para el mundo mexicano, como Lutecia, la actual París que sigue escondiendo, entre sus bulevares, pedazos de esa historia maravillosa; Helvecia, Córcega, Normandía, Hispania, Egipto, Atenas; pasar y repasar por sus páginas es recorrer un mundo lejano, pero que nos permite regocijarnos con datos y momentos de ayer, con ojos de hoy. Muchos hemos conocido anécdotas, detalles de poblaciones y hasta hemos buscado ir más allá de los datos que nos brindan los ejemplares. A la par, hemos compartido la risa ante lo ridículo de algunas tradiciones.

Pero esta historieta no queda sólo en eso. Los galos nunca fueron un pueblo que sobresaliera especialmente en la antigüedad; los romanos conformaron un gran imperio que influyó a todo el mundo, de entonces y de ahora; sin embargo, Astérix reforzó el orgullo francés, la mentalidad de ser un pueblo triunfador, aunque la realidad lo desmienta (en la historieta, en todos los números, comienza con “Estamos en el años 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No! Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía y siempre al invasor”.

Astérix, sin duda, es parte de la conformación de la identidad gala y es tal su impacto, que la derecha y la izquierda se lo disputan como parte de su entorno ideológico, buscando apropiarse y asumirse como parte de esa aldea invencible.

Escrita y dibujada con una enorme calidad, se convirtió en una obra clásica y, como tal, sigue manteniendo su vigencia.

Las historias que narra relatan una sutil crítica al mundo contemporáneo, sin caer en el chovinismo, se burlan de las naciones por las que circulan nuestros personajes (el número dedicado a Bretaña es de morirse de risa ante el retrato que hacen de los ingleses; pero además, resulta de una sorprendente premonición cuando, en 2017, apareció un personaje llamado CoVid-19 en el ejemplar llamado Astérix en Italia.

Impresiona releer ese número y estremecerse al grito de “¡Coronavirus! ¡Coronavirus!”, que clama la multitud, pues se trata de una carrera de cuadras, en Roma, donde aparece un enmascarado tramposo compitiendo contra nuestros héroes, en una época lejana, ¡hace tres años!, en que nadie podía imaginar que esas palabras se convertirían en las más temidas para la humanidad.

Astérix, como una obra de arte clásica, sigue siendo una lectura vigente.

Brigitte Bardot, una las mujeres más hermosas del cine francés, aparece como la diosa Venus en una de las películas, y en otros números asoman los Beatles, Stan Laurel y Oliver Hardy, el dueto inolvidable del Gordo y el Flaco, durante la original etapa de la historieta; también aparecieron personajes de las últimas décadas como Julián Assange, Sean Connery o el magnate Silvio Berlusconi. Igualmente, el genial dueto de creadores apareció retratado en más de una ocasión.

Pero también brillan los personajes históricos. Julio César es, obviamente, uno de esos protagonistas. La otra es Cleopatra, una de las mujeres que irradiaron con luz propia en la historia de la humanidad.

La publicación, que ganó muchísimo dinero, no estuvo exenta de conflictos; uno de ellos sucedió entre Uderzo y su hija Sylvie que lo había demandado por ceder sus derechos a la editorial Hechette, en un pleito legal de seis años que terminó con la reconciliación y el retiro de las demandas legales.

Astérix muestra el desprecio al poder, es un homenaje a la resistencia, a la tozudez, al sueño de un hombre nuevo y feliz, gracias al humor, a la palabra, a la historia, al arte.

El humor revela el inconsciente del ser humano, muestra la mejor y, sobre todo, la peor parte de la sociedad: el poder. Las verdades que plasman los humoristas no siempre son fidedignas, pero suelen ser impactantes y reflexivas. Discurrir el velo del poder, por ejemplo, es una tarea que se pierde ante el insulto, pero que el humor resalta, como una flecha que toca el corazón. En una viñeta, el druida afirma: “El buen humor de los romanos es una mala señal para nosotros”.

Uderzo murió, pero su obra ya es eterna, la mejor muestra de que el humor puede contribuir y es parte de la propia reconstrucción del mundo.

Goscinny se fue del mundo en 1977. Uderzo nos dejó hace unos días, en un momento en que la desolación de la humanidad parece ser su sino; pero nos dejan una sonrisa y el sueño de que no todo está perdido mientras exista el humor y el arte y que, por tanto, debemos defender ante el autoritarismo de esos locos romanos, léase esos locos y obsesos del poder a quienes les molesta el humor.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...