viernes, 24 de agosto de 2018

México. Olimpiada de 1968/ Octavio Paz

Poema de Octavio Paz sobre aquel octubre de hace medio siglo, 1968












México: Olimpiada de 1968
Octavio Paz

La limpidez
              (quizá valga la pena
escribirlo sobre la limpieza
de esta hoja)
              no es límpida:
es una rabia
              (amarilla y negra
acumulación de bilis en español)
extendida sobre la página.
¿Por qué?
              La vergüenza es ira
vuelta contra uno mismo:
                                          si
una nación entera se avergüenza
es león que se agazapa
para saltar.
              (Los empleados
municipales lavan la sangre
en la Plaza de los Sacrificios).
Mira ahora,
              manchada
antes de haber dicho algo
que valga la pena,
              la limpidez.

miércoles, 15 de agosto de 2018

MEMORIAL DE TLATELOLCO


Este 2018 se cumple medio siglo de uno de los episodios más tristes de nuestra historia. Publicaré una serie de poemas al respecto. Empiezo con Memorial de Tlatelolco, de Rosario Castellanos















MEMORIAL DE TLATELOLCO

Rosario Castellanos

La oscuridad engendra la violencia
y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen.
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche
para que nadie viera la mano que empuñaba
el arma, sino sólo su efecto de relámpago.
¿Y esa luz, breve y lívida, quién?
¿Quiénes son los que agonizan, los que mueren?
¿Los que huyen sin zapatos?
¿Los que van a caer al pozo de una cárcel?
¿Los que se pudren en el hospital?
¿Los que quedan mudos, para siempre, de espanto?
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie Al día siguiente nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo
y en la televisión, en el radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ni un anuncio intercalado
ni un minuto de silencio en el banquete
(pues prosiguió el banquete).
No busques lo que no hay: huellas, cadáveres,
que todo se lo han dado como ofrenda a una diosa,
a la Devoradora de Excrementos.
No hurgues en los archivos pues nada consta en actas.
Ay, la violencia pide oscuridad
porque la oscuridad engendra el sueño
y podemos dormir soñando que soñamos.
Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria.
Duele, luego es verdad. Sangra con sangre
y si la llamo mía traiciono a todos.
Recuerdo, recordemos.
Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.

El crimen político es un crimen perfecto, dice el historiador Agustín Sánchez González

El crimen político es un crimen perfecto, dice el historiador Agustín Sánchez González, autor de “cuatro atentados presidenciales”

Agustín Sánchez González afirma sobre su experiencia como investigador del pasado mexicano: “cuando se estudian algunos pasajes de la historia de México, uno siente como si el Monje Loco, aquel personaje de la radio y la televisión, la hubiera escrito. `Nadie sabe, nadie supo’, solía decir”.
Historiador formado en la UNAM y el periodismo, Agustín Sánchez González es el autor de Fidel, una historia del poder, El general en La Bombilla y Cuatro atentados presidenciales. Precisamente en este último reúne las crónicas que recrean los casos de hombres prominentes de la política a quienes, siendo presidentes de la República, se les intentó asesinar. Se trata de los mandatarios Porfirio Díaz, Pascual Ortiz Rubio y Manuel Avila Camacho (Alvaro Obregón era presidente electo). En el libro también se habla de los cuatro agresores: Arnulfo Arroyo, Daniel Flores, Antonio de la Lama, y José León Toral.
¿Quién estaba detrás de cada uno de los hombres que intentaron asesinar a los presidentes?, ¿qué hay de común entre unos y otros?
Los cuatro agresores murieron sin hablar, sin decir los móviles que los orillaron a atentar contra sus víctimas: uno fue fusilado, Toral; dos fueron asesinados inmediatamente después del atentado, Arroyo y De la Lama, y el cuarto fue muerto tiempo después, Flores.
Con excepción del general Alvaro Obregón, los demás sobrevivieron a los atentados. Miles de páginas se han escrito con muchas versiones acerca de los sucesos retomados por Sánchez González; sin embargo, como él mismo apunta: “cada crimen político se ve envuelto en una nube negra que no permite saber, como pedían los viejos historiadores positivistas, lo que verdaderamente sucedió”.
Según el investigador, “el crimen político suele ser el crimen perfecto. Nadie sabe, nadie supo”. Para de inmediato sentenciar: “nada más difícil que buscar la verdad en una sociedad, en un sistema político que se sostiene a base de mentiras”.
Entrevistado para ahondar sobre sus hallazgos y los nexos que pudieran configurarse en relación con los atentados criminales más recientes: el del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, el de Luis Donaldo Colosio Murrieta y el de José Francisco Ruiz Massieu, Sánchez González explica: “la muerte, o la intención de matar a un presidente, generó crisis, grandes o pequeñas que, sin embargo, sólo logró cambiar el país para que siguiera siendo el mismo”.
–En su libro Cuatro atentados presidenciales habla del crimen político como del crimen perfecto, ¿se refiere exclusivamente a México?

–Creo que es una situación mundial. Siempre que se trastoca el poder suele suceder así: el caso más famoso en el mundo fue el del presidente John F. Kennedy, del que nunca se supo la verdad. Lo mismo ocurrió con Gandhi y Olof Palme. Pienso que es un problema mundial y casi siempre son justamente las personas del mismo poder quienes asesinan. No es común que el poder asesine a la gente que no es parte del mismo. Es obvio que las tapaderas están entre ellos mismos.
“El caso más reciente y acabado de este tipo de crímenes políticos lo tuvimos el año pasado con José Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio Murrieta. En ambos incidentes las sospechas y los rumores señalaban que los autores intelectuales habían sido personas del mismo aparato. No descarto esa tesis porque el asesinato de un personaje del poder lo efectúa una persona o un grupo del mismo poder.”
–¿Por un lado están las víctimas y por otro, los autores materiales e intelectuales del crimen?
–Me llama la atención que los asesinos tienen una serie de rasgos en común, que incluso en los casos de los magnicidios recientes se repiten como una constante. Son individuos jóvenes y dispuestos a cambiar su vida. Conviene recordar lo que decía Obregón: “cuando alguien esté dispuesto a matarme, tendría que ser alguien decidido a cambiar su vida por la mía”. El asesino es un potencial suicida, una persona dispuesta a morir e invariablemente son solitarios. Sin lazos familiares ni convicciones políticas. Se sabe que ellos dispararon, pero no se sabe quién les puso la pistola en las manos.

–¿Entonces el crimen político es una suerte de callejón sin salida?
–Es imposible dar una tesis única de un crimen. Cuando hablo del crimen perfecto, me refiero a que no hay elementos para resolverlo. Cuando asesinan a Obregón, había voces que acusaban a Calles, a Morones, a la Iglesia y a los hijos y parientes de las personas mandadas a asesinar por el héroe de Celaya. Sin embargo, nada estaba claro.
–¿Cuáles han sido los contextos políticos y sociales que han rodeado estos atentados?
–Generalmente hay una crisis y lucha por el poder. El atentado contra Porfirio Díaz ocurre cuando es la cuarta reelección. Prevalece una lucha entre diversos grupos que tratan de imponer sus intereses. Incluso se descubren los vínculos entre Arnulfo Arroyo y el jefe de la policía, quien se suicida después del frustrado atentado.
“Cuando Obregón cae abatido por los disparos de Toral, se desplegaba una cruenta lucha de los caudillos revolucionarios contra Calles. Un chiste de la época es muy ilustrativo del momento; una persona pregunta: “¿quién mató a Obregón?”, y otra responde: “¡Cálles… e la boca!”

–Menciona el chiste político. ¿Qué función cumple en estas situaciones?
–Un elemento que destaco en mis crónicas históricas es la búsqueda de dar el pulso de la sociedad por medio del chiste político. En El general en La Bombilla los capítulos llevan por títulos las frases de los sketchs de la carpa del Panzón Soto. Además, es interesante constatar cómo ante la desinformación, la sociedad opta por el chiste político. En cuanto a los crímenes del cardenal Posadas Ocampo, de Colosio Murrieta y Ruiz Massieu, la respuesta de la sociedad se manifiesta a través de chistes que expresan un humor negro terrible y cruel. Sin embargo, es toda una elaboración del inconsciente colectivo que responde así a la desinformación.

https://www.proceso.com.mx/293560/el-crimen-politico-es-un-crimen-perfecto-dice-el-historiador-agustin-sanchez-gonzalez-autor-de-cuatro-atentados-presidenciales–¿Cuál es su conclusión a raíz de los últimos acontecimientos?
–El asesinato de Obregón, un sonorense, marcó el inicio de una etapa en México de un partido único y autoritario. Y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, también sonorense, marca el fin de un partido único y autoritario. Paradójicamente, hay un elemento histórico en común. No porque la historia se repita: la historia es una especie de espejo deformante donde se ve el rostro distorsionado de otros momentos. Igual que el asesinato de Colosio Murrieta conmovió el país, el de Obregón también lo cambió. El asesinato de Luis Donaldo Colosio marca justamente el declive del autoritarismo priísta.




domingo, 12 de agosto de 2018

Póngase Chango








Enfrentado al gobierno de Madero al inicio de su carrera periodística, Ernesto El Chango García Cabral fue ganando un nombre en las páginas de la prensa satírica mexicana y retrató no sólo a la clase política, sino a los círculos intelectuales y a la sociedad entera
/
POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
El rescate de la historia de personajes como Ernesto García Cabral, con una labor inteligente y amorosa de su familia, ha redimido mucha información y documentos. Aun así, esta labor generó una ausencia de datos, signos, señas y momentos de un artista gráfico que transitó desde el Porfiriato hasta el inicio de la crisis del “Desarrollo estabilizador”, en 1968, año de su muerte.
/
De Ernesto El Chango García Cabral existe una vasta bibliografía que, en general, repite lo mismo que se ha publicado muchos años atrás; sobre todo notas y escritos de sus viejos amigos. Por suerte, en los últimos años han aparecido nuevos ensayos y se han publicado libros con otras aportaciones.
/
A pesar de ello, quiero retomar algunos breves apuntes de una historia que bien podría empezar desde los orígenes de los homínidos hasta el ascenso del Chango García Cabral, cuya grandeza humana se pone en duda, no por nuestros ancestros, sino porque su obra es sobrehumana, rebasa el talento de personajes y artistas cotidianos.
/
Cabral, originario de Huatusco, Veracruz, fue un personaje de mil rostros, retratista de un México viejo, de un México nuevo, de un país que se transformaba pero que también permanecía; de una humanidad que sufría los embates de una Primera Guerra Mundial, y después de una Segunda que hizo cimbrar al mundo, y posteriormente la Guerra Fría.
/
El Chango García Cabral transitó de la prensa porfirista a la prensa contemporánea. Vivió muchos mundos con modas cambiantes en un vertiginoso cambio de los medios de comunicación. Participó de inventos entonces inverosímiles y sorprendentes como la radio, el cine o –donde tuvo una efímera intervención como actor– y fue protagonista y pionero en los primeros años de la televisión.
/
Todo este mundo vertiginoso, de Porfirio Díaz Mori a Gustavo Díaz Ordaz, pasó por sus ojos y en todo este universo siempre tuvo el don de la ubicuidad para retratar a lo único que seguía igual: los mexicanos.
Hay muchos cabos sueltos en esta historia, muchos mitos, leyendas, demasiados “dicen que dijo el que lo contó” y en ese sentido, hay que jalar esos pequeños hilos para que caiga el telón y abrace una nueva historia que, aunque en realidad no modifique lo que es este gran artista, si podrá vislumbrar con mayor claridad lo que fue y el retrato que nos legó.
Dr. Atl retratado por Ernesto García Cabral, quien en la revista Zig-Zagfirmaba como Equis. /Colección Agustín Sánchez González
/
1. Mario Vitoria
Un personaje clave en su vida fue Mario Vitoria, un humorista del que siempre se dice, solamente, que era español. Sin embargo nada se sabe de su vida. Lo que se conoce, se debe a lo que escribió el propio Chango, quien contó cómo lo llevó del brazo por Avenida Juárez pensando en su nueva revista Multicolor, donde “dibujé sin cesar las famosas ‘Bonilladas’, y el perrito de Madero”.
/
Vitoria fue el artífice de una de las revistas emblemáticas del humor gráfico, una publicación cuya caricatura tiene más de opositora que de combate. Armando Bartra señala con claridad: “habría que rastrear su condición sistemáticamente opositora, lo que es parecido, pero no es igual. La caricatura, lo dice Michel Melof, es subversiva por naturaleza; es desmesura y exceso; es virulencia inmisericorde y crueldad; es, como decimos por acá, chimiscolera, leperuna, argüendera y salidora; es, pues, básicamente iconoclasta, desacralizadora y destructiva; es, por esencia, una gráfica de oposición”.
/
Hay que decir que el dúo Cabral-Vitoria fue perseguido por el gobierno maderista (casi afirmaría que por Gustavo, el hermano incomodo, a quien habían desnudado por recibir 700 mil pesos del gobierno de León de la Barra).
/
1912 empezó con presiones de toda índole. Hubo una manifestación el día 1 de enero contra la prensa, fallida y llena de acarreados que, sin embargo, mostraba la preocupación por controlar a la prensa crítica con el maderismo.
/
Multicolor era una piedra en el zapato. A Vitoria intentaron aplicarle el artículo 33 para expulsarlo del país, pero se contuvieron ante la protesta del sindicato de prensa y a que El Chango se fue a París becado por el gobierno maderista.
/
Mario Vitoria dejó la dirección de la revista el 2 de enero de 1912, “para atender la parte administrativa” y desempeñar la función de gerente. En su lugar, quedó el gran humorista Pepe Elizondo, quien debió aclarar que Multicolor no cambiaría su programa.
/
El Chango, en cambio, partió silenciosamente. No hubo despedida, ni alguna nota en el número 41. Simplemente desapareció del directorio.
/
En un texto llamado “Miércoles de ceniza”, sin firma, se lee: “El Plan de San Luis y el Calendario tienen puntos de semejanza tan exactos, que no sé qué va a ser de nosotros. Si el primero ofreció la libertad de pensamiento, la libertad de palabra y el respeto a la prensa, el segundo dice, por ejemplo, ‘Vientos muy fuertes, el 23 algunos nublados, el 25 días fríos y otros de temperatura templada, habrá a fin de mes’ y resulta todo lo contrario. Ni existe la libertad de pensamiento ni hay vientos fuertes el 23, ni se respeta a la prensa, ni llueve el 25. Esto quiere decir que en política y en meteorología, estamos a la altura de una alpargata odorífera”.
/
Y sigue el lenguaje críptico, soterrado, a un gobierno que prometía la libertad de prensa. Con esas palabras, El Chango se iba del país.
/
A Vitoria, que merece un buen estudio, lo traigo a cuento por su cercanía a Cabral no sólo en Multicolor sino en Zig-Zag, donde El Chango firmaba simplemente como Equis. Ambos realizaban una serie de actuación donde Vitoria daba un tema y Cabral lo dibujaba.
/
Cuando murió Vitoria, Cabral publicó en la revista Fantoche una nota de despedida: “la materia de tu cuerpo, mi querido Mario, se diluyó en la nada para germinar en lo que quiera la sabia de la tierra o en todas esas cosas de que nos ocupan de la post-muerte”. (Cabe decir, por cierto, que Cabral pudo ser un gran escritor, pues su prosa es elegante y de una gran calidad).
“¡Ya te estaban dando más importancia que a mí”, dice el hombrecillo, caricatura del presidente Francisco I. Madero, por García Cabral, publicada en Multicolor el 12 de enero de 1912. /Colección Agustín Sánchez González
/
2. En Le Rire
Como he señalado, son más los “se dicen, se sabe”. Se cuenta que García Cabral se marchó a París becado y colaboró en diversas publicaciones. He revisado un par de veces la hemerografía parisina que dice que ahí estuvo El Chango y he tenido mala suerte.
/
Sólo he localizado tres caricaturas de Cabral en Le Rire pero, son de tres diferentes años: 1915, 1916 y 1917, una época muy tardía, cuando teóricamente ya no estaba en París.
/
El espacio ocupado por el dibujo de Cabral es pequeño, en los tres casos, el humor es ligero, los trazos sin demasiadas complicaciones, alejados de cualquier idealización: un par de señoras platican las últimas novedades, una de ellas carga la bolsa del mandado; o un par de señores discuten acerca del suicidio de un anarquista famoso o los militares que ven muy lejano al enemigo al mirar con el catalejo al revés.
/
Cabral fue un genio, a la altura de cualquiera de los otros dibujantes de la revista, capaz de dar su estilo a una forma de hacer caricatura en París y reflejar esa realidad, con un sinnúmero de pequeños detalles como, en el caso de una de estas caricaturas, en donde se miran los zapatos de una chica y la silueta de un policía.
/
Le Rire tuvo un gran impacto en México; ya es mencionado en algunos artículos de Multicolor y debió ser, sin duda, la aspiración de publicar ahí, por parte de García Cabral. Revista emblemática, por ahí pasaron grandes artistas universales como Toulouse-Lautrec y fue un modelo preciso para la revista Fantoche, dirigida por Cabral en 1929 y que fue, junto con El Universal, el gran semillero de los caricaturistas de las siguientes décadas.
/
Pero además, tuvo en Rogelio Naranjo, sin duda una de las estrellas del humorismo gráfico nacional, un enorme impacto gracias al regalo de una colección que le hizo el poeta Efraín Huerta.
                                     
Mario Vitoria crucificado por el artículo 33. A sus costados El Chango García Cabral y Santiago R. de la Vega, autor de esta caricatura en la que también aparece Gustavo Madero como Longinos. /Colección: Agustín Sánchez González
/
3. Su regreso a México vía El Universal
Todo el mundo señala que tras varios años fuera de México, El Chango regresó a nuestro país a incorporarse a Excélsior, lo cual es cierto; sin embargo, antes de empezar allá, tuvo un gran detalle con El Universal. El 19 de enero de 1918, en primera plana y a ocho columnas del periódico se leía el anunció del regreso de dos grandes personajes de nuestra cultura: Luis G. Urbina, el gran poeta, y Ernesto García Cabral, con sendos dibujos del huatusqueño.
/
Esa nota da el valor que desde entonces tenía este gran caricaturista. Hipólito Seijas, seudónimo del esplendido cronista Rafael Pérez Taylor, remató la nota diciendo: “Cabral ocupa su lugar en el palco, y con sencillez, sin ‘pose’ ninguna, el más notable caricaturista que hayan dado nuestros tiempos, hunde su barbilla entre las manos… El primer dibujo de García Cabral en México, ilustra hoy estas líneas; representa al poeta y dibujante llegando a la patria”.
/
Pero Cabral, además, colaboró en diversos momentos en El Universal Ilustrado, el semanario que llenó una época de oro dentro del periodismo nacional, de donde emergieron grandes artistas como “Los Contemporáneos”, el genial grupo de escritores, o artistas plásticos como David Alfaro Siqueiros, Carlos Mérida y un largo etcétera.
/
4. El medio siglo
Creador infatigable, su obra mereció que la UNESCO le entregará el reconocimiento como Memoria del Mundo en 2012, el mejor reconocimiento a quien nos legó, en imágenes, memoria de la humanidad.
/
Murió Cabral un 8 de agosto de 1968. Aclamado como pocos, su cuerpo nos abandonó en un momento difícil para nuestro país por la represión que iba subiendo de tono. Su visión política, entonces, respondía a un momento de control político autoritario.
/
Sus colegas lloraron por este genial artista.
/
Uno de ellos, Huici, hizo un retrato excepcional de despedida, que se perdió en el tiempo. No obstante, el 3 de octubre, Abel Quezada retomó aquella imagen y nos legó una de las obras maestras de la caricatura contemporánea.

jueves, 2 de agosto de 2018

El cartón del mes. Vadillo en 1968

Leonardo Vadillo (1929-1983) es uno de nuestros grandes caricaturistas que, por desgracia, permanece en el ostracismo. En el número de agosto de la revista Relatos e historias en México, aparece una caricatura publicada por la revista Por qué?, en 1968.
Sea este un primer homenaje a este gran caricaturista.


miércoles, 1 de agosto de 2018

La quemazón del Circo Chiarini, de 1862

Otro capítulo de mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX

http://www.puntodincontro.com.mx/articoli2014/italianimessico23072014-sp.htm


Entre las ocho y las nueve de la noche, los habitantes de la ciudad se disponían a descansar del diario laborar, cuando las campanas de la iglesia de San Agustín empezaron a repicar, dando el toque de alarma, debido a un peligroso incendio que comenzó a propagarse en las bodegas adyacentes al circo del señor Chiarini que avanzaban vertiginosamente por esos rumbos.
            El sonido de las campanas de San Agustín, imitado por las iglesias circunvecinas, alertó a la población, produciendo espanto en la mayoría del vecindario que presenciaban desde los balcones y azoteas cómo se iba extendiendo el fuego; hubo un momento en que las llamas sobrepasaba, con mucho, las torres del campanario.
            Fue una terrible noche en donde, sin saberse cómo ni en qué momento, "se declaró fuego en aquellas materias, que encerradas en un circuito de madera muy seca y vieja, hizo las veces de una gran lámpara, que iluminó, sin hipérbole, más de medio perímetro de la ciudad".
            La incesante luz que emanaba de aquel lugar y las constantes tañidos de las campanas provocaban calofríos, rezos, arrepentimiento y perdón a Dios ante el peligro por la conflagración, misma que parecía no tener fin.
            Por fortuna, la voracidad del incendio no se llevó consigo a ninguna persona y, además, como el circo se hallaba lejos de los muros, el edificio de San Agustín permaneció a salvo.
            Las pérdidas sólo consistieron en el valor del petróleo, así como las pacas de algodón guardadas en la bodega y en el pequeño circo, que quedó en ruinas.
            Alguien recordó que la historia de ese lugar se había iniciado hacía algunos tiempo cuando, en los terrenos del antiguo convento, fue instalado este circo, propiedad de José Chiarini, un italiano que exhibía al público una compañía ecuestre, con ejercicios de destreza y fuerza, realzando lujos y magnificencia como jamás había presenciado la ciudad.
https://hoteltelegrafo.blogspot.com/2011/07/circo-chiarini_18.html
            Los padres agustinos le habían alquilado una parte del terreno, en los patios desocupados y el empresario instaló el Gran Salón de Chiarini, un enorme circo que contaba con cincuenta lunetas, dos graderías, setenta y cinco palcos, una escalera, tocadores, cantina y dulcería.
            Durante muchos meses, los vecinos de la capital, y los visitantes a ésta, acudían al circo, para admirar el novedoso espectáculo, hasta que cayó en desuso y el señor Chiarini lo fue abandonando ante las mínimas ganancias que obtenía.
     
       Por ello, el espacio arrendado se utilizó únicamente como bodega para almacenar petróleo y algodón; esto último fue lo que provocó el desastre que, por fortuna, sólo generó un gran susto pues a la media noche el fuego fue controlado y los vecinos marcharon a dormir tranquilos.
            Manuel Gutiérrez Nájera recordaba que este circo había sido "teatro de las hazañas épicas -léase hípicas- de Capitán, caballo célebre, que pasará, como el de Calígula a la historia. Todavía veo sus saltos y corvetas, sus brincos de gamuza y sus docilidades increíbles. Todo caballo, por huraño y selvático que sea, puede ser domesticado. Por desgracia, jamás podrá decirse lo mismo de los hombres.
            "Las leguas del incendio -lenguas femeniles por lo devoradoras- consumieron aquel circo. Los potros espantados abandonaban corriendo las caballerizas, y un resplandor rojo iluminaba las paredes. La sombra del empresario, proyectándose negra sobre el muro, representó en aquel circo la última pantomima".
           Años más tarde, en 1866, el señor Chiarini rentó otro espacio en lo que fue el Convento de San Francisco. Durante ese período, se dice, "la iglesia fue horriblemente profanada, al ser convertida en caballeriza del mismo centro de espectáculos". Cuatro años después, cuando quebró el circo, en ese mismo sitio se estableció El Teatro Variedades.



martes, 24 de julio de 2018

Una señorita que se arroja desde la torre de Catedral

Esta es otra historia, textual, que cierra mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX, publicado por Ediciones B.













¡Sensacional y terrible noticia!

El día 31 de mayo del presente año de 1899 y como a las once y treinta minutos de la mañana tuvo efecto el lamentable y terrible acontecimiento que vamos a narrar.
            Una bella señorita huérfana que contaba veinte años de edad conocida con el nombre de Sofía Ahumada, vestida con gran elegancia, subió a las torres de la catedral acompañada del relojero Bonifacio Martínez, su ayudante Vicente Estrada y otras dos personas de apellido Aguilar una y otra Martínez.
            Realmente no sabemos qué protestaría la desventurada mujer para lograr subir a aquella prominente altura; pero el caso fue que hallándose dicha Sofía en el segundo piso de la torre que mira al poniente, se arrojó hacía el suelo con extraordinario y veloz impulso. En el acto y al escuchar el enorme ruido que produjera al caer, agrúpose infinidad de personas de todas clases sociales al lugar donde quedó la mencionada suicida. Dieron parte a la policía y presentáronse inmediatamente el inspector Muñoz acompañado del personal correspondiente. Allí practicáronse las primeras diligencias y lleváronse en una camilla el cadáver a la inspección que corresponde.
            El aspecto que presentaba la joven desdichada era pavoroso y horrible; los ojos saltados completamente de sus órbitas o lugares; la mandíbula o quijada inferior quedó fuera de la cavidad de la boca y el cráneo enteramente deshecho y en fragmentos horripilantes. Gran parte de la masa encefálica o sean los sesos, quedó pendiente en la cornisa del primer piso de la torre, que fue donde chocó el cuerpo fuertemente al venir dando vueltas en el aire cual si fuera esquila o volantín.
            Multitud de gente deseosa de contemplar el lugar de tan terrible desgracia, se agrupa, se apiña anhelante en el atrio de catedral, comentando cada cual el hecho a su manera y dando sus opiniones respecto al acontecimiento que tanta y tanta sensación ha causado.
            - ¿Por qué se mataría? dice uno de tantos.
            - ¡Pues quién sabe! responde otro.
         - ¿A poco porque su novio le dio calabacitas? ¿O tendría acaso alguna deuda?
            - No, eso no, tan joven y ya con drogas.
            - ¡Ha de haber sido por su novio! ¡Qué guaje! ¡Pobrecita!
            - Yo no me suicidaba, poco más o menos añade una vieja. Vean ustedes, a mí ya van más de seis veces que mi señor me la pega, y ¿qué por eso me he matado? ¡Qué esperanzas! Yo por taruga... A ver como no me la pega mi marido todos los días.
            - No, no, dice otro de los curiosos: puede muy bien haber sido esa caída por puro accidente, la desgracia que ya se le había llegado la raya, porque sólo los guajolotes se mueren a la víspera de Corpus. Esa pobre niña tal vez subió inocentemente y sólo por el placer de disfrutar de la hermosa vista que se figuró presentaría la ciudad desde esa altura. Pero ya vio mucho más que eso. ¡Ya lo creo! ¡Ya lo creo!
       
     Y así por este estilo todos hablan y todos comentan la fatal muerte de la señorita Ahumada, sin saber realmente la verdad de la causa de semejante desgracia. De todas maneras, lo que sí es ciertísimo es que el tal añito de 1899 se ha ido presentando desde su principio del más feo que pueda haber. Ya ve, como que en él va a tener lugar el fin del mundo, el día del Juicio Universal. Estos no son más que los preparativos. Suicidios a granel en esta capital, temblores, mucho calor, excediendo el de otros años, quemazones, pestes, homicidios, atentados contra la moral nunca vistos como el de Ramón Palma, etc., etc.
            En fin, un sinnúmero de calamidades que escandalizan y hacen abrir la boca al más indiferente. Pero ahora el acontecimiento actual es el de la joven Sofía Ahumada, estrellada en el Atrio de la Catedral, cuyo acontecimiento es pasto de conversación en todas las casas y grupos de transeúntes por las calles de la ciudad en este día memorable.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...