domingo, 12 de agosto de 2018

Póngase Chango








Enfrentado al gobierno de Madero al inicio de su carrera periodística, Ernesto El Chango García Cabral fue ganando un nombre en las páginas de la prensa satírica mexicana y retrató no sólo a la clase política, sino a los círculos intelectuales y a la sociedad entera
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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
El rescate de la historia de personajes como Ernesto García Cabral, con una labor inteligente y amorosa de su familia, ha redimido mucha información y documentos. Aun así, esta labor generó una ausencia de datos, signos, señas y momentos de un artista gráfico que transitó desde el Porfiriato hasta el inicio de la crisis del “Desarrollo estabilizador”, en 1968, año de su muerte.
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De Ernesto El Chango García Cabral existe una vasta bibliografía que, en general, repite lo mismo que se ha publicado muchos años atrás; sobre todo notas y escritos de sus viejos amigos. Por suerte, en los últimos años han aparecido nuevos ensayos y se han publicado libros con otras aportaciones.
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A pesar de ello, quiero retomar algunos breves apuntes de una historia que bien podría empezar desde los orígenes de los homínidos hasta el ascenso del Chango García Cabral, cuya grandeza humana se pone en duda, no por nuestros ancestros, sino porque su obra es sobrehumana, rebasa el talento de personajes y artistas cotidianos.
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Cabral, originario de Huatusco, Veracruz, fue un personaje de mil rostros, retratista de un México viejo, de un México nuevo, de un país que se transformaba pero que también permanecía; de una humanidad que sufría los embates de una Primera Guerra Mundial, y después de una Segunda que hizo cimbrar al mundo, y posteriormente la Guerra Fría.
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El Chango García Cabral transitó de la prensa porfirista a la prensa contemporánea. Vivió muchos mundos con modas cambiantes en un vertiginoso cambio de los medios de comunicación. Participó de inventos entonces inverosímiles y sorprendentes como la radio, el cine o –donde tuvo una efímera intervención como actor– y fue protagonista y pionero en los primeros años de la televisión.
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Todo este mundo vertiginoso, de Porfirio Díaz Mori a Gustavo Díaz Ordaz, pasó por sus ojos y en todo este universo siempre tuvo el don de la ubicuidad para retratar a lo único que seguía igual: los mexicanos.
Hay muchos cabos sueltos en esta historia, muchos mitos, leyendas, demasiados “dicen que dijo el que lo contó” y en ese sentido, hay que jalar esos pequeños hilos para que caiga el telón y abrace una nueva historia que, aunque en realidad no modifique lo que es este gran artista, si podrá vislumbrar con mayor claridad lo que fue y el retrato que nos legó.
Dr. Atl retratado por Ernesto García Cabral, quien en la revista Zig-Zagfirmaba como Equis. /Colección Agustín Sánchez González
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1. Mario Vitoria
Un personaje clave en su vida fue Mario Vitoria, un humorista del que siempre se dice, solamente, que era español. Sin embargo nada se sabe de su vida. Lo que se conoce, se debe a lo que escribió el propio Chango, quien contó cómo lo llevó del brazo por Avenida Juárez pensando en su nueva revista Multicolor, donde “dibujé sin cesar las famosas ‘Bonilladas’, y el perrito de Madero”.
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Vitoria fue el artífice de una de las revistas emblemáticas del humor gráfico, una publicación cuya caricatura tiene más de opositora que de combate. Armando Bartra señala con claridad: “habría que rastrear su condición sistemáticamente opositora, lo que es parecido, pero no es igual. La caricatura, lo dice Michel Melof, es subversiva por naturaleza; es desmesura y exceso; es virulencia inmisericorde y crueldad; es, como decimos por acá, chimiscolera, leperuna, argüendera y salidora; es, pues, básicamente iconoclasta, desacralizadora y destructiva; es, por esencia, una gráfica de oposición”.
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Hay que decir que el dúo Cabral-Vitoria fue perseguido por el gobierno maderista (casi afirmaría que por Gustavo, el hermano incomodo, a quien habían desnudado por recibir 700 mil pesos del gobierno de León de la Barra).
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1912 empezó con presiones de toda índole. Hubo una manifestación el día 1 de enero contra la prensa, fallida y llena de acarreados que, sin embargo, mostraba la preocupación por controlar a la prensa crítica con el maderismo.
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Multicolor era una piedra en el zapato. A Vitoria intentaron aplicarle el artículo 33 para expulsarlo del país, pero se contuvieron ante la protesta del sindicato de prensa y a que El Chango se fue a París becado por el gobierno maderista.
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Mario Vitoria dejó la dirección de la revista el 2 de enero de 1912, “para atender la parte administrativa” y desempeñar la función de gerente. En su lugar, quedó el gran humorista Pepe Elizondo, quien debió aclarar que Multicolor no cambiaría su programa.
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El Chango, en cambio, partió silenciosamente. No hubo despedida, ni alguna nota en el número 41. Simplemente desapareció del directorio.
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En un texto llamado “Miércoles de ceniza”, sin firma, se lee: “El Plan de San Luis y el Calendario tienen puntos de semejanza tan exactos, que no sé qué va a ser de nosotros. Si el primero ofreció la libertad de pensamiento, la libertad de palabra y el respeto a la prensa, el segundo dice, por ejemplo, ‘Vientos muy fuertes, el 23 algunos nublados, el 25 días fríos y otros de temperatura templada, habrá a fin de mes’ y resulta todo lo contrario. Ni existe la libertad de pensamiento ni hay vientos fuertes el 23, ni se respeta a la prensa, ni llueve el 25. Esto quiere decir que en política y en meteorología, estamos a la altura de una alpargata odorífera”.
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Y sigue el lenguaje críptico, soterrado, a un gobierno que prometía la libertad de prensa. Con esas palabras, El Chango se iba del país.
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A Vitoria, que merece un buen estudio, lo traigo a cuento por su cercanía a Cabral no sólo en Multicolor sino en Zig-Zag, donde El Chango firmaba simplemente como Equis. Ambos realizaban una serie de actuación donde Vitoria daba un tema y Cabral lo dibujaba.
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Cuando murió Vitoria, Cabral publicó en la revista Fantoche una nota de despedida: “la materia de tu cuerpo, mi querido Mario, se diluyó en la nada para germinar en lo que quiera la sabia de la tierra o en todas esas cosas de que nos ocupan de la post-muerte”. (Cabe decir, por cierto, que Cabral pudo ser un gran escritor, pues su prosa es elegante y de una gran calidad).
“¡Ya te estaban dando más importancia que a mí”, dice el hombrecillo, caricatura del presidente Francisco I. Madero, por García Cabral, publicada en Multicolor el 12 de enero de 1912. /Colección Agustín Sánchez González
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2. En Le Rire
Como he señalado, son más los “se dicen, se sabe”. Se cuenta que García Cabral se marchó a París becado y colaboró en diversas publicaciones. He revisado un par de veces la hemerografía parisina que dice que ahí estuvo El Chango y he tenido mala suerte.
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Sólo he localizado tres caricaturas de Cabral en Le Rire pero, son de tres diferentes años: 1915, 1916 y 1917, una época muy tardía, cuando teóricamente ya no estaba en París.
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El espacio ocupado por el dibujo de Cabral es pequeño, en los tres casos, el humor es ligero, los trazos sin demasiadas complicaciones, alejados de cualquier idealización: un par de señoras platican las últimas novedades, una de ellas carga la bolsa del mandado; o un par de señores discuten acerca del suicidio de un anarquista famoso o los militares que ven muy lejano al enemigo al mirar con el catalejo al revés.
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Cabral fue un genio, a la altura de cualquiera de los otros dibujantes de la revista, capaz de dar su estilo a una forma de hacer caricatura en París y reflejar esa realidad, con un sinnúmero de pequeños detalles como, en el caso de una de estas caricaturas, en donde se miran los zapatos de una chica y la silueta de un policía.
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Le Rire tuvo un gran impacto en México; ya es mencionado en algunos artículos de Multicolor y debió ser, sin duda, la aspiración de publicar ahí, por parte de García Cabral. Revista emblemática, por ahí pasaron grandes artistas universales como Toulouse-Lautrec y fue un modelo preciso para la revista Fantoche, dirigida por Cabral en 1929 y que fue, junto con El Universal, el gran semillero de los caricaturistas de las siguientes décadas.
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Pero además, tuvo en Rogelio Naranjo, sin duda una de las estrellas del humorismo gráfico nacional, un enorme impacto gracias al regalo de una colección que le hizo el poeta Efraín Huerta.
                                     
Mario Vitoria crucificado por el artículo 33. A sus costados El Chango García Cabral y Santiago R. de la Vega, autor de esta caricatura en la que también aparece Gustavo Madero como Longinos. /Colección: Agustín Sánchez González
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3. Su regreso a México vía El Universal
Todo el mundo señala que tras varios años fuera de México, El Chango regresó a nuestro país a incorporarse a Excélsior, lo cual es cierto; sin embargo, antes de empezar allá, tuvo un gran detalle con El Universal. El 19 de enero de 1918, en primera plana y a ocho columnas del periódico se leía el anunció del regreso de dos grandes personajes de nuestra cultura: Luis G. Urbina, el gran poeta, y Ernesto García Cabral, con sendos dibujos del huatusqueño.
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Esa nota da el valor que desde entonces tenía este gran caricaturista. Hipólito Seijas, seudónimo del esplendido cronista Rafael Pérez Taylor, remató la nota diciendo: “Cabral ocupa su lugar en el palco, y con sencillez, sin ‘pose’ ninguna, el más notable caricaturista que hayan dado nuestros tiempos, hunde su barbilla entre las manos… El primer dibujo de García Cabral en México, ilustra hoy estas líneas; representa al poeta y dibujante llegando a la patria”.
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Pero Cabral, además, colaboró en diversos momentos en El Universal Ilustrado, el semanario que llenó una época de oro dentro del periodismo nacional, de donde emergieron grandes artistas como “Los Contemporáneos”, el genial grupo de escritores, o artistas plásticos como David Alfaro Siqueiros, Carlos Mérida y un largo etcétera.
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4. El medio siglo
Creador infatigable, su obra mereció que la UNESCO le entregará el reconocimiento como Memoria del Mundo en 2012, el mejor reconocimiento a quien nos legó, en imágenes, memoria de la humanidad.
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Murió Cabral un 8 de agosto de 1968. Aclamado como pocos, su cuerpo nos abandonó en un momento difícil para nuestro país por la represión que iba subiendo de tono. Su visión política, entonces, respondía a un momento de control político autoritario.
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Sus colegas lloraron por este genial artista.
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Uno de ellos, Huici, hizo un retrato excepcional de despedida, que se perdió en el tiempo. No obstante, el 3 de octubre, Abel Quezada retomó aquella imagen y nos legó una de las obras maestras de la caricatura contemporánea.

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