miércoles, 27 de junio de 2018

Nostalgia de la muerte es uno de los grandes libros de 



VARIACIONES DE COLORES
Para Hugo Tilghman



Rojo y gris, 
verde y rojo,
y amarillo el tapiz
y rojo tu sonrojo.


Este cielo gris,
la calzada de un rojo
húmedo, hojas muertas,
amarillo el tapiz
y verdes las ramas alertas...

Tu corazón es rojo,
mi pensamiento es gris, 
amarillo el crepúsculo,
amarillo el tapiz.

domingo, 24 de junio de 2018

La política mexicana se dirime entre la violencia y el humor



La política mexicana se dirime entre

la violencia y el humor

Los memes de candidatos a la presidencia mexicana

 inundan internet

y funcionan como

 desahogo ante el malestar

 social y la inseguridad. 

Por Carmen Peña - DPA.

23 Jun 2018 1
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EL TRIUNFO ES LA “FIGURITA DÍFICIL”. López Obrador, candidato por tercera vez, es objeto de bromas por su álbum del mundial.
El debate presidencial empieza, los candidatos hablan y en cuestión de minutos Internet se inunda de memes: Andrés Manuel López Obrador y su álbum del Mundial, Ricardo Anaya pidiendo que no le digan “Chicken Little” o Jaime Rodríguez con hacha de carnicero para “mochar” las manos de los ladrones.
No importa cual sea la situación. Si López Obrador dice que se llama “Andrés Manuelovich” por una supuesta injerencia rusa en su favor, 
en las redes sociales aparecen imágenes de él vestido como zar o abrazando a Vladimir Putin; si Anaya le responde a Donald Trump 
en inglés, los memes se burlan de su acento.
“Is insoltin an onacseptabol” es una de las leyendas irónicas que más aparece junto a las imágenes de Anaya. El candidato, en uno de sus 
spots, aseguraba que había defendido a México ante Estados Unidos diciendo en inglés “it’s insulting and unacceptable” (es insultante e inaceptable). El momento se volvió viral.
Pero los usos de memes no se limitan a buscar risas. Si un internauta quiere votar por el oficialista José Antonio Meade, usará memes para atacar a los candidatos contrarios y seguramente otros le responderán 
con burlas sobre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y la corrupción.
“La gente hace memes en contra de enemigos, en contra de un contrincante”, sintetiza Agustín Sánchez González, investigador de la caricatura mexicana. Según él, los memes son la forma en la que la sociedad expresa sus frustraciones y su malestar.
Y en un país como México, con severos problemas como el narcotráfico, 
la violencia, miles de asesinados y varios casos de corrupción, la burla 
y el humor negro vertidos en la red pueden ser el desahogo de los mexicanos y su enojo.
Ese malestar se hace más visible en tiempo de elecciones. Si Peña Nieto fue durante mucho tiempo el protagonista -o víctima- del “bullying” en redes sociales, ahora los internautas miran hacia los “nuevos próximos villanos”.
Es la tercera candidatura de López Obrador, el izquierdista que es temido por muchos y que lidera las encuestas. Sus respuestas, sus gestos y sus propuestas han sido aprovechadas en Internet. Todo, absolutamente todo, es material para meme.
“Cuídame como AMLO a su cartera”, dice una de las imágenes que se divulgó tras el segundo debate presidencial, en el que el veterano político dijo que iba a cuidar su cartera porque Anaya, el segundo entre los favoritos, se acercó a él para hacer una réplica.
“Escuché que alguien quería robar una cartera”, reza otra imagen, 
esta vez mostrando con un machete al independiente Rodríguez “El Bronco”, que propuso cortar la mano a los ladrones.
De hecho, hay quienes afirman que prestaron atención a los debates por los memes en Facebook y Twitter. “Vi varios y pensé: ‘me estoy perdiendo de algo importante’”, contó un usuario.
Es tanta su repercusión de esta forma de comunicación que López Obrador llegó a llamar a sus seguidores a defenderlo con memes. La contienda electoral se disputa en Internet a “memazos”.
Antes del inicio de las campañas ya se vaticinaba algo así. “Vamos a reírnos mucho”, dijo a “Milenio” el catedrático de la Universidad Regiomontana, Manuel Yartro, quien descartó, sin embargo, que esa batalla pueda influir en el voto.
Sánchez opina de forma similar y dice que al no pasar ningún filtro, los memes no tienen “ningún sentido de reflexión, ningún sentido inquisitivo”, lo que los diferencia de la caricatura política.
“El meme es efímero, es volátil”, explica. “La caricatura no es solo para reírse, sino también para reflexionar”.
Los memes pueden llegar a otro tipo de sectores. Rodríguez, por ejemplo, aunque va de último en los sondeos de intención de voto, podría sumar adeptos jóvenes gracias a las bromas cibernéticas.
Una imagen suya como Elmo, el personaje de Calle Sésamo, con la leyenda de “Elmo chamanos” puede generar más curiosidad en un adolescente que votará por primera vez que un largo mitin de Meade.
“Los memes me hicieron querer votar por ‘El Bronco’”, contó a la agencia DPA Tabata Marinez, una joven de 19 años de Nuevo León, estado norteño en el que Rodríguez fue elegido gobernador en 2015. “A partir de ahí empecé a leer sus propuestas y su plan de Gobierno y me convenció”.
Sin embargo, Sánchez advierte que los memes, en su mayoría, son usados como un ataque. “Por supuesto que hay algunas cosas maravillosas, pero de cien serán cuatro o cinco. No creo que haya 
muchos inteligentes, es más, la mayoría son burdos”, añade.
Imágenes en las que comparan a Meade con Leono de los “Thundercats” para hacer burla de su vitiligo, por ejemplo, le dan la razón. “Un meme es como una mentada de madre (insulto en relación a la madre), cualquiera puede hacer uno, cualquiera con mala leche”, manifiesta.

viernes, 22 de junio de 2018

La Sonora Santanera. El Día de San Juan

El 3 de mayo de 1986, publiqué este texto en el periódico La Jornada, tras la muerte del creador de la Sonora Santanera: Carlos Colorado








Carlos Colorado había nacido en Tabasco hace 51 años. Hoy lo supe por la prensa. Nunca lo imaginé, será porque yo era un niño cuando oía a la Sonora Santanera de Carlos Colorado al lado de la "Chamaca de oro". 

Las fiestas sindicales de la harinera en donde mi tío Juan era dirigente sindical de un pequeño sindicato, eran engalanadas por La boa, Caperucita, Mi razón, El mudo, Musita. Eran los sesenta lejanos en que ni a la primaria acudía, pero ya cantaba "los aretes que le faltan a la luna, los tengo guardados en el fondo del mar".
Las calles de la "Patrimonio Familiar", en el norte de la ciudad, donde era común oír las voces de Juan, Silvestre y Andrés. "Me chiveo", decía cuando me pedían que cantara una canción de la Santanera. La competidora de la de Matanzas, la Sonora Matancera, la grande, la de Celia, Bienvenido Granda, Celio González. Sin embargo la otra la sentía más mía, más de mi barrio. Hoy me gustan igual.

Decía de las fiestas, el 24 de junio, en que don Juan echaba la casa por la ventana. Se bajaba la consola al patio y todos los compañeros de mi tío, y mis tías, primos y hermanos bailaban hasta dos días enteros La cumbia del torero, El futbol, Atolito con el dedo.
Un día escuché contar a mi mamá que cuando se separó de mi padre, en una lonchería de la Prohogar, él le puso como despedida, en la sinfonola de tres canciones por veinte centavos, Mi adiós; "te digo adiós, te deseo que haya suerte y que logren quererte como te quise yo”.

Luego vino el cambio de la vida proletaria y la intromisión al campus clase mediero ilustrado. Hace dos años, sin embargo, en diciembre, durante una posada, me reencontré con la Sonora Santanera en el Hotel de México.
 Entonces me dio gusto volver a recordar los viejos tiempos del hambre; a la compañerita acompañante le tuve que hacer toda una reseña histórica de la importancia de la Santanera. Le señalé quién era Juan, quién Silvestre y quién Andrés. Estaba Carlos Colorado, con su trompeta, su seriedad tabasqueña.            Nadie bailaba. Señoras cuarentonas veían emocionadas a los ídolos de quienes seguramente estuvieron enamoradas a los quince años; muchas de ellas enamoraron a sus hombres, o viceversa, con las románticas, fresas y chabacanas letras: Habla con mi corazón, Yo trataré de mil maneras complacerte, Pero me muero si a mi lado tú no estás.
Por suerte para los "santaneros", la clase media Ilustrada que llegó tarde al son, como ha llegado tarde a toda la cultura popular, nunca los descubrió, ni los gozó.
Hoy ha muerto Carlos Colorado, me late que tronaron, que se acabaron 28 años de Juan, Silvestre y Andrés, que se acabaron Las fiestas de diciembre.
La boa —su primer gran éxito— difícilmente se volverá a escuchar, pues la trompeta del amigo Colorado se ha enterrado. No me pareció exagerado cuando un diario dijo que había luto en México por la muerte del director de la Sonora Santanera. Tampoco mi prima Rosa, que murió el mismo día que Carlos Colorado, volverá a escuchar El Botones  en aquellas fiestas en que su padre, mi tío Juan, -también muerto hace años, ponía a todo volumen Luces de Nueva York.

viernes, 15 de junio de 2018

Tirando a gol (un cuento)

En 1985 publiqué mi primer (y único) libro de cuentos: Por si cambias de opinión. Ahí apareció el cuento Tirando a gol, que en el mundial de 2006, apareció en la primera época de Confabulario, de El Universal. En estos días de fiebre futbolera, lo rescato de nuevo. 









Tirando a gol


"A todos los que quieren y aman el futbol
 ÁNGEL FERNáNDEZ


Aunque le parezca extraño, hace años que no veo futbol. No, ya ni siquiera me gusta; es más, me encabrona. Todo empezó ese día en que inauguraron el Estadio Azteca. Me acuerdo que mucha gente circulaba por la Calzada de Tlalpan, en aquel entonces no había Metro y los tranvías hacían un largo recorrido por toda la ciudad. El sueño de mucho tiempo atrás se convertía en realidad, todos mis cuates me envidiaron, claro que yo no Ies conté a que iba, pero todos compartían conmigo la emoción, ninguno de nosotros conocía cómo era un estadio y ni idea teníamos. Cuando vi la construcción desde el tranvía, me quede toditito apendejado.
Yo no iba a ver el futbol, aunque me moría de ganas, más bien iba a vender unas "mosquitas vaciladoras" de juguete que fabricaba mi primo —Chucho Mosca— y que luego vendía en los mercados y en los tianguis. Parecían de verdad. Las hacíamos con un pedazo de hule-espuma y sacábamos Buenos centavos. Volaban por medio de un alambrito y costaban up peso. Desde que salimos de la casa, el Chucho se puso a venderlas y con ello pagué el primer camión, de 30 centavos y luego los tranvías de a 35 fierros.
Pues sí, fue hace 20 años y como ve, ahora ya no puedo correr como en ese entonces cuando imitaba al Chalo Fragoso o me aventaba unos paradones como Ataulfo Sánchez. Me gustaba jugar de caza-goles pero también era un buen guardameta que defendía a capa y espada a los cremas del América. Jugábamos en los camellones del Rio Consulado, ahí por donde pasa ahora el Circuito Interior; esto estaba a la salida de mi escuela —la Club de Leones— por el monumento a La Raza; viera qué golazos metía.
En las mañanas, antes de irme a la escuela, iba con mi primo a trabajar en las mosquitas. Ganaba entre ocho y diez pesos a la semana, dependía que no echara la hueva y taloneara bonito. Mi primo nos pagaba a destajo; por pegar el cuadro de hule espuma, coser el cuerpo o amarrar el alambre con el que volaban, 10 centavos la pieza; pegar alitas, ojos, o poner las patas con hilo, cinco. Ganábamos más si nos poníamos a venderlas, pero a mí me daba pena.
El estadio era bien bonito. El día de la inauguración hasta me espanté cuando oí el inmenso grito que hizo retumbar el puente que atraviesa Tlalpan, y es que el América había anotado un gol. Ese pinche negrito del Arlindo lo metió y eso que los centrarlos eran un equipo europeo, creo que el Torino y eran de Italia. Cómo quise estar dentro del estadio, sin embargo, me conformé. Estaba muy contento de que el América les ganara y así fue. Mientras acababa el partido y empezaba a salir la gente nos compramos unas tortas, porque después iba a ser rete difícil que comiéramos algo. No estaban mal las tortitas, lástima que fuera pura finta lo del jamón. Me tomé una Pepsi para bajar el pan y el Chucho pidió una cerveza.
Me cai que en ese tiempo pensaba que algún día iba a estar adentro de la cancha vistiendo los colores americanistas. Oímos dos gritos más de gol y nos enteramos del triunfo del América. La gente empezó a salir, nunca había visto tantas personas juntas y afuera un chingo de puestos multicolores que vendían banderines, escudos, llaveros, fotos y muchas otras cosas de los equipos. Había también tortas, tacos sudados —cinco por un peso— y los puestos de birria o tacos de barbacoa. Todo era chingonsísimo y yo estaba tan contento.
 "Mosquitas vaciladoras/para bromas y vaciladas/son de a peso/para su niño o su niña/son de a peso". Y ahí nos tiene vendiendo mucho, como si las estuviéramos regalando. Toda la semana habíamos chambeado el resto, me acuerdo que, incluso, había faltado un día a la escuela para poder acabar. El Chucho estaba rete contento, no podía creerlo.
Como a las tres y cuarto de la tarde ya casi toda la gente había salido y ya nada más nos quedaban como 20 mosquitas. El Chucho Mosca fue a tomarse una Victoria para celebrar la venta y yo me comí unos taquitos de barbacoa y otra Pepsi para quitarme la sed tan cabrona que traía. Me dio 20 varos, de los de entonces. Yo me sentí inmensamente rico. Luego, pensé en comprarme unos zapatos de futbol que había visto en el mercado de Granaditas que costaban 15 pesos y fui a comprar un póster gigante de los azulcremas.
Luego de que el Chucho se tomara cinco o seis cervezas más, nos regresamos. El tráfico estaba rete cabrón y no había manera de subir a los camiones. Nos tuvimos que ir colgados de un tranvía, yo como que no quería pues se me iba a arrugar el póster, o a la mejor ya traía el aviso de Dios por un presentimiento. A la altura de Municipio Libre, al acomodar mi póster, me resbalé y esta pierna, la "pata bendita", fue alcanzada por la rueda del pinche tren.
Durante días enteros, en el hospital, sufrí intensamente pues sabía que ya no jugaría futbol con el América, ni estaría en la cancha del monumental Estadio Azteca.
¿Ahora entiende por qué chingaos no me gusta el futbol?

martes, 12 de junio de 2018

Gabriel Vargas y su magnifico retrato del mexicano

En diciembre de 2010 presenté mi libro Gabriel Vargas. Una historia chipocluda, en la feria Internacional del Libro, de Guadalajara. este fue una entrevista que me hicieron el La Jornada, de Jalisco, en ese momento. Por el momento está agotado, espero pronto sea reeditado.



sábado, 9 de junio de 2018

Leopoldo Ayala, un cantor del 68

Acabo de leer que murió Leopoldo Ayala, no era un poeta que hoy tuviera en mente, empero, recordé mis primeros años en el CCH, como alumno, en 1972, cuando era frecuente escuchar recitales de Ayala, leyendo poemas incendiarios, arengando a las masas que permanecían dormidas, según él y yo. Ayala vestía de negro y portaba ropa oscura siempre, por los menos las veces que lo vi.

También lo recuerdo en conciertos con otro cantante sonorense que agitaba en cada rola: José de Molina, un güero norteño, sonorense, impresionante, que cantaba canciones como A parir madres latinas.

La nota de Arturo Sánchez Jiménez, del 9 de junio en La Jornada, recata un fragmento de su poema Yo acuso:

“Llevo conmigo la batalla de 629 jóvenes que habían cesado de resucitar. Mis muñecas se doblan murientes en la trinchera de sus gestos. Llevo conmigo los cuerpos infantiles rotos contra las baldosas y que ha regresado el viento. La sangre de sus cuerpos rotos contra las baldosas, que el que sabe del sabor del crimen no ha podido hundir en la porosidad del asfalto. Tlatelolco pisotea la frente y degüella la cabeza que estremecen los gritos”.

Vale la pena recordar, pues, a este hombre que sembró inquietudes, cuando menos, por la lucha de los trabajadores; un poeta que hace medio siglo llamaba a la lucha, en ese al fatídico de 1968.
Hombres que hoy, ante el triunfo de la derecha, harán mucha falta para gritar verdades al  fariseo que llegará al poder con aura de santón, aunque sea cada vez más Franco.

este es su poema Yo acuso

degüella la cabeza
que estremecen los gritos.
Y yo acuso.
Yo acuso a los oídos de gruta resonante
convertidos en puentes, hechos de un puño,
sordos a la vida que lanzan los agonizantes.
Yo acuso a las miras exactas, idiotas de nacimiento
creyendo tomar el partido de perdonar a la naturaleza,
vomitando vivamente su profecía de antropofagia.
Yo acuso a los muros que equivocaron el futuro
y fueron la agonía,
haciendo nupcias entre la luz pétrea del obús
y las espadas rodeadas de carne adolescente.
Yo acuso al cemento donde se cumplieron
las puertas de la muerte boca abajo,
y a las azoteas panteones de enterrados vivos.
y bramidos de ciervos.
Yo acuso a la fosa común y a los incineradores
y a la piedad sobre los ojos;
yo acuso al hoyo como un lobo sobre la esperanza
y siempre solo en busca de su imagen completa.
Ay, oigo
y alguna vez vendrá al campo
el olor del jaguar por su misma sangre,
el mismo Dios con su cara de ídolo
y su paño de lujuria y todas sus verdades,
por el dos de Octubre que quiso ser
dos de Noviembre mexicano.
Yo acuso al dos de Octubre.
Yo acuso al laurel del poeta
porque hace mucho que la poesía carece de flores
y se forma en el grito y en la coagulación de la sangre
que es la muerte de la sangre.
Yo acuso a las páginas de los diarios,
vaya un carcelero para despedir el recuerdo largo terrible
y arreglar la época de nuevo.
Yo acuso a las iglesias
porque te bendigo hermano y te maldigo
en expresión del oro, y no te quedan cabellos
porque sucede que la divinidad se encierra
y Pedro niega; ¡y vete!
y no te gloría el Agnus Dei de Pascua.
Yo acuso a los planes sobre el escritorio
y al ruido de la silla ejecutiva
Atornillada a la emboscada y a la desesperanza.
Yo acuso al edificio seco de piedra donde se renueva la palabra legal
Y el último pensamiento y el grito que dijo:
”el responsable soy yo”
y la garganta y la lengua y la pareja que lo engendra
y lo hizo posible.
Yo acuso a la lista de desaparecidos,
a los proyectiles, a los vehículos,
a los frigoríficos, a los heridos con su carga,
al campo que custodia la paz convertido
en campo de concentración 68;
y a todo lo que va de pleno al golpe.
Yo acuso a las cárceles y a las celdas duras
como latidos de mortero
para dar cabida a los perseguidos
y no agrandarlos y no esconderlos.
Yo acuso a mi país por no lanzar sus cuerpos
como cuchillos afilados
y acometer como mariposas heridas por las calles.
Yo acuso todo lo que vendrá si a mi suelo el odio cincela
perforaciones y las enciende,
y porque rueda castillos de cohetes de la infamia.
Yo acuso.
Yo acuso.
Yo acuso a mi siglo donde se baila.
Yo acuso a mi siglo donde se bebe.
Yo acuso a mi siglo donde se hace
el amor voraz en diez minutos.

Yo acuso a mi siglo donde se apila a los vivos
y se abren las esclusas que queman los párpados
y se grita a los muertos
y se mata y se derriba al hombre.
México, 1968


jueves, 7 de junio de 2018

Del chiste político

Esta nota es del 6 de marzo de 1995, cuando publicaba una columna semana de humor en en aún vespertino El Universal Gráfico





NUESTROS abuelos aztecas, de  seguro, se burlaron con saña de sus gobernantes. Lamentablemente, nada de ello ha quedado, pues las palabras van al aire, se pierden en el tiempo; es difícil saber cómo los apodaban y cómo, verdaderamente, eran tratados. Por la parte española, conocemos los textos de escritores como don Francisco de Quevedo y, en México, el Negrito Poeta, José Joaquín Fernández de Lizardi, o Guillermo Prieto, arrancaban las carcajadas y se burlaban del poder. Qué decir de los críticos de la dictadura porfirista, que escribían en El Hijo del Ahuizote, o los críticos del maderismo de la Revista Multicolor. Pero la risa llega al teatro de revista, a la carpa, durante aquel lejano tiempo en el que los cómicos hacían reír. Artistas como el Cuatezón Beristáin o Roberto el Panzón Soto hacían las delicias del pueblo al burlarse, como pocos, del poder. Pero estos cómicos contaban con escritores de la talla de Pepe Elizondo, Pablo Prida Santacilia, Carlos M. Ortega o el Güero Castro Padilla.
DIPUTADOS Y CAMIONES
Albures y políticas, política y albures. Ingeniosos nombres para llamar a los presidentes: "La Huerta de don Adolfo", "Las Calles de don Plutarco", "Bárbaro Ladrón", "El Rubio Pascual", "Los Cárdenas de Lázaro"... La burla era cotidiana y nuestros abuelos se reían "en serio". La vida diaria era retomada con un sentido crítico: la ciudad y la política, las bromas y las penas. En la época del general Cárdenas se preguntaba: ¿en qué se parecen los diputados a una línea camionera? Sencillo: salen de Guerrero, pasan por la Reforma, rodean la Constitución, arriban por la Moneda y siempre andan gritando: ¡Merced-Lázaro! Por esos años, los hombres del teatro de revista representaron El último impuesto, reproches, ya desde entonces, al exceso de poder del dedo mágico, de la democracia mexicana. Mario Vargas Liosa, el escritor peruano, dijo que México era una dictadura perfecta. Un destacado priísta se molestó: "Es un exagerado —dijo muy serio—, sí tenemos algunos errores...". Y cuando la crisis arrecia, los chistes no se hacen esperar. Quizá por ello, Pascual Ortiz Rubio ha sido uno de los presidentes de los que más se ha hecho mofa.


EL VECINO DE ENFRENTE
Ortiz Rubio llegó al poder como el primer candidato del entonces recién fundado Partido Nacional Revolucionario, abuelo del actual PRI. Era la época en la que Plutarco Elías Calles dominaba el panorama político nacional, era el "jefe máximo de la Revolución", por lo que este periodo ha sido denominado como el "Maximato" El día de su toma de posesión, Ortiz Rubio sufrió un atentado que lo atemorizó de tal manera que, se dice, ni siquiera salía a la calle. Repuesto del susto, se le vio tomando acciones verdaderamente intrascendentes. Las dos grandes obras de su gobierno fueron: la inauguración del paso a desnivel en San Juan de Letrán, que la gente bautizó como El túnel del Simplón, y la construcción de la "jaula de los monos", en el zoológico de Chapultepec. Se decía que no había primera piedra que Ortiz Rubio no colocara, ni té de honor que no bebiera. No es gratuita la anécdota que cuenta que durante su administración algún guasón colocó un letrero bajo el Castillo de Chapultepec, antigua residencia presidencial, que decía Aquí vive el Presidente, el que manda, vive enfrente. Calles vivía en Anzures. Así, el país se debatía ante la angustia de tener un presidente débil ante una sociedad añorante de un poder firme y seguro. Desde antes de la Conquista, los tlatoanis mexicas dominaban a la sociedad con acciones autoritarias. Con la llegada de los españoles no nos fue mejor: el absolutismo se adaptó perfectamente a la sociedad de poder personal y autoritario. 

Hoy, los vaivenes presidenciales han permitido que el humor, como el dólar, se encuentre a la alza. El chiste más claro es aquel que pregunta: — ¿En qué se parece el gabinete de Ernesto Zedillo a la Semana Santa? La respuesta es simple, según dicen: —En que no se sabe si cae en marzo o en abril...

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...