sábado, 14 de abril de 2018

El futuro: ese inexistente fantasma

En el viejo periódico El Financiero hubo una de las secciones culturales más abiertas al diálogo. Colaboré varias veces gracias a la invitación de mi amigo Víctor Roura, el editor de esa sección. El 3 de mayo de 1995, hace casi 23 años, publiqué este texto acerca del futuro. 




Anda por allí. Por más que se quiera correr, a diario lo alcanzamos y siempre, inevitablemente, nos sorprende.
Apenas hace unos diez años cuando preguntaba a mis alumnos ceceacheros acerca de lo que harían cuando llegara el siglo XXI, ellos especulaban y, alguna vez, una alumna, llena de terror, pidió cambiar de tema. Y es que el futuro siempre da miedo.
La incertidumbre es lo más cruel. Ya lo cantaban los hermanos Martínez Gil: "iay! cómo es cruel la incertidumbre.
El pasado no siempre es mejor. Nuestro cerebro lo guarda celosamente como en un archivo de computadora que, muchas veces, no deseamos abrir.
Claro, hay fragmentos del pasado que uno recuerda con agrado. El primer beso, como decían los poetas del pasado, es inolvidable.
Pero nada, lo único que cuenta es el presente. Los letreros de las viejas misceláneas de otros tiempos eran muy claros: "Hoy no fío, mañana sí".
Nadie puede imaginar el acontecer, el devenir; el pasado, en cambio, puede ser manipulable para nosotros.”
Ayer maravilla fui y ahora ni sombra soy". La canción de "La llorona" que hoy queda tan bien para ciertos psicópatas que no valen la pena mencionar, aunque andan por gringolandia pregonando sus grandes éxitos.
 "Nosotros somos quienes somos, basta de historia y de cuentos". Todo sucederá este día. La vida, tan difícil, tan complicada, acontece a veces a cuentagotas y cuando nos damos cuenta ya es pasado.
¿Quién nos diría que muchos de los viejos comunistas, luchadores incansables, se han replegado al poder? Piensa en aquellos que cantaban una canción de José de Molina: "a parir madres latinas, a parir más guerrilleros, ellos sembrarán jardines, donde había basureros". Increíblemente, de pronto, su canto se hizo realidad y, efectivamente, a sembrar jardines, aunque los basureros ahí quedaron.
Pensar el pasado, en cambio, nos muestra la rudeza de una vida que ha transcurrido; con él, por cierto, podemos jugar, imaginando cosas que nunca fueron.
La sorpresas se acumulan todos los días, y resulta que el pasado no es tan aleccionador y que tampoco lo podemos cambiar. Quien la riega, la regó y ya. Lo que pasó, ya sucedió y no hay cambio alguno.
Tampoco podemos desgastamos con el tiempo que vendrá. "El presente es de lucha, el futuro es nuestro", decían las viejas consignas, pero el futuro, ese al que se refería la frase, nunca ha sido nuestro.
El futuro es completamente inexistente y se encuentra lleno de incertidumbre; es un fantasma que nos espanta, se convierte en pesadilla, hace buuu por las noches y algunas veces, sólo logra hacemos llorar, mientras el presente, lo único real, lo olvidamos pues es tan sólo, parte de la vida cotidiana.

viernes, 13 de abril de 2018

Viernes: el amor bajo el reloj del metro. Semana inglesa

Termina la semana inglesa, estas cinco crónica publicadas en el libro Para leer de boleto en el metro.



Me gustaría tener una cámara de video para captar las dulces, y a veces no tanto, parejas de enamorados.
Hombres y mujeres para quienes el mundo no tiene otro sentido, cuando menos en ese momento, que él, o la, compañero (a) que llevan al lado, a la que entregan y de la que reciben, el amor solicitado.
Los enamorados que transitan por el metro son fáciles de identificar. Casi siempre, se citan bajo el reloj de cualquiera de los andenes. (A pesar de que los relojes suelen no estar a tiempo. Como tampoco lo está alguno de los dos).
En el momento crucial, la hora de la cita, se les puede observar con la chamarra bajo el brazo, si es hombre, y el rostro angustiado porque han pasado dos minutos y no llega la esperada.
En cuanto se marcha el metro, caminan con desesperación a lo largo del andén. Al asomar un nuevo convoy, vuelven presurosos a situarse bajo el reloj, mientras otean las puertas de los vagones, deseando encontrar el rostro añorado.
Cuando han pasado diez minutos, la angustia aumenta. A veces, al transcurrir más tiempo, es frecuente encontrar una discreta lágrima en los ojos.

 El reloj es testigo de grandes pleitos que no esperan otro sitio. Reclamos, enojos y demás; aunque también sucede lo contrario: el encuentro de manos, rostros iluminados, la felicidad.
Ya juntos, esperan el siguiente tren abrazados, o salen a la calle a mostrar al mundo que ellos, por lo pronto, son felices y saben que hoy es viernes y podrán estar juntos mucho tiempo más que el resto de la semana.


Cartón del mes. Porfirio no quiere no quiere pero bien que quiere

Como cada mes, este es mi cartón de abril de 2018, de la revista 

Relatos e historias en México

No quiero, no quiero, 

échenmelo en el sombrero

El Cartón del Mes
Por: Agustín Sánchez González
La seducción del poder es inmensa, siempre lo ha 
sido. En 1879, en su primer mandato formal,
el presidente Porfirio Díaz decía en público 
que no quería reelegirse. Sin embargo, en este 
dibujo se le representa ofreciendo su sombrero
de manera disimulada para que Protasio Tagle,
entonces ministro de Justicia e Instrucción
Pública, ponga el papelito donde le piden la
reelección. Al año siguiente, el que ganó la
candidatura presidencial fue el compadre
de Díaz: Manuel González.

El cartón fue realizado por Gaitán, seudónimo 
de Santiago Hernández, uno de los
caricaturistas más importantes que ha dado
 México y con una calidad enorme en su trazo.


"El Cartón del Mes" del autor Agustín Sánchez 
González se publicó en Relatos e Historias número

jueves, 12 de abril de 2018

Dante se detuvo en Pantitlán. Semana inglesa.


En Pantitlán la historia es otra, todo es tan distinto. Es más, hasta arquitectónicamente la estación es fea: una mole de concreto oscurecida por el smog.
Hay policías y vigilantes por todos los pisos de este inframundo al que, de haber nacido Dante en esta época, seguramente trasladaría acá su escenografía.
Pantitlán recibe a toda la gente que llega del oriente a trabajar a la ciudad; también a los desempleados, que revisan las posibilidades de chamba que ofrece "El aviso oportuno".
Mateo se siente como personaje de novela de ciencia-ficción, marcado por una clave, como autómata, avanzando por donde los ojos de un verdadero Big Brother naco, los vigilan y les ordenan los pasos a seguir, los inciertos caminos de la vida; hay largas filas para caminar, para pasar de un pasillo a otro, para comprar boletos. Todo el mundo, sin excepción alguna, se la pasa así; claro, si se quieren evitar, hay que comprar boletos más caros con los revendedores que portan gruesos fajos de boletos.
La lentitud que se percibe, contrasta con el ritmo cotidiano de estos lugares.
Las rejas que colocan los vigilantes impiden el paso, y aunque las rejas no matan, si atarantan, desesperan a los que buscan transitar rumbo a los vagones por haber cometido el error de caer en el mismo lugar y con la misma gente, y es que las señales existentes son tan confusas, tan irregulares y tan escondidas, que en esos momentos, todos los transeúntes caminan por inercia.
Ahí están, enrejados, deteniéndose a cada rato, a cada momento. Nadie voltea hacia atrás, para no correr el peligro de convertirse en estatua de sal (recordemos que es una zona lacustre). Son notorios los rostros angustiados de las personas que transitan por ahí, que deben esperar a quienes van adelante, y los miran avanzar, mientras aguardan su turno.
La separación incluye los sexos: mujeres y hombres transitan cada cual por un lado distinto. En la sección masculina, sólo hay mujeres cuando van acompañadas de su pareja.
Por una ventana, en el puente superior, pueden verse los famosos chimecos asesinos, los peseros azules que van al estado de México, los verdes "ecológicos", del Distrito Federal y la contaminación galopante.
 Al pasar los torniquetes, todos se apresuran y al mirar los vagones corren más rápido, se alejan del infierno para llegar al paraíso, a la gloria.
Sin saber qué hacer, Mateo sube (o lo suben); intenta descender dos estaciones adelante, la aglomeración se lo impide; discute con alguien y cuando logra bajar, escucha que le dicen, "Ora, cabrón, al averno".

miércoles, 11 de abril de 2018

León Felipe

León Felipe Por Ras
Un 11 de abril del año 1884 nació Felipe Camino Galicia de la Rosa, León Felipe, quien se convirtió en un ser inmortal gracias a su poesía. Este año se cumplen cincuenta años de su fallecimiento.
El mejor homenaje es leerlo.

Su poema Vencidos fue musicalizado magistralmente por Joan Manuel Serrat.


Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar..


                                   

Miércoles de lluvias, cambio de nombre Litro en vez de metro



parecen en las calles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundo antiguo; la de América, espanto del mundo nuevo."
En Chilangolandia, las lluvias hacen ver lo in-creíble: automóviles nadando, grandes ríos en otros tantos charcos, derrumbes en casa de pobres, inundaciones y goteras en varias estaciones del metro, etcétera.
Pareciera que Tláloc ha andado celebrando algún cumpleaños, olvidando el control del agua, no cerrando las llaves; o que San Isidro Labrador, aquel que quitaba el agua y ponía el sol, anda ocupado en otros menesteres, mientras por estos rumbos se forman modernas acequias en la ciudad de la esperanza (inútil, como diría Daniel Santos).
Nos ahogamos. El famoso "cordonazo" de San Francisco, que se recordaba el día 4 de octubre, no sucedió. San Panchito lo olvidó y la lluvia sigue.
Andamos como sopa, los paraguas adornan las tardes lluviosas. Los vendedores ambulantes hacen su agosto con ellos. Los pobres usan sus hules azules de cinco pesos. La lluvia hace todo lento. El tráfico es brutal. Los coches, que no saben nadar, avanzan metro a metro, aunque, debiera decirse, litro a litro.
En esos días, el transporte es pesado, vaporoso, cansado, caótico. Cuando llueve, se detiene a cada rato, deja de fluir, parece que se ahogara. La gente corre a cubrirse del agua. Otros ya no se inmutan, se han mojado tanto, que ya resulta inútil resguardarse.
 Y el "¡qué bonito es ver llover y no mojarse!', es un dicho falso ya que no es nada gracioso esperar largos minutos a que el metro avance, mientras se observan los embotellamientos de Tlalpan, por ejemplo.
 La lluvia no tiene horario ni fecha en el calendario. El otro día había un sol esplendoroso por la mañana; la gente dejó el paraguas en casa, volvieron las ropas primaverales y, cuando menos lo esperábamos, vino el chubasco brutal.
 Y el humor no se hace esperar. Hay quien dice que el metro pronto cambiará de nombre y habrá de llamarse... Litro.

Para leer de boleto. Semana inglesa. Martes

Esta fue una historia genial de una niña que subió en el vagón, traté de aprenderme de memoria su choro y este fue el resultado.
La historia según el metro



Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...