martes, 20 de diciembre de 2016

El último Juan y la última Lupe

En 1990, hace ya 26 años, el mero día de lavandera, publiqué este texto premonitorio de cómo se iban cambiando los nombres de nuestros compatriotas. 

Viene a cuento esto porque hoy leí el muro de la periodista Mireya Maldonado, y me recordé este texto que apareció en la sección cultural de El Universal que dirigía el entrañable Paco Taibo.


Cronista de guardia 
El último Juan y la última Lupe
Por AGUSTIN SANCHEZ GONZALEZ
Esto de la modernidad cada vez resulta más incomprensible. Las cosas cambian tan vertiginosamente, que uno ya no sabe ni qué hacer.
Ni ganas dan de leer el periódico. Por ejemplo, durante años les hablé a mis alumnos del hombre de Tepexpan y su antigüedad, pero ahora resulta que ni es tan viejo y que, además, es mujer.
Llega Gorbachov y dice no a la dictadura del proletariado, algo que mis viejos maestros me habían enseñado con tanta fe. Además, resulta que los soviéticos ya no hacen "colas" para el mausoleo de Lenin, sino para ir al MacDonald's.
Pero esto no es lo peor. Ahora hasta nuestra identidad perdemos, ingenuo que es uno. Antes la gente se llamaba Juan, Francisco, María, Guadalupe o Pedro, pero la manifestación todo ha cambiado.
En los años 70, los hijos de aquellos que solían gritar ¡Un, dos, tres, Vietnam!, solían ponerles nombres folclóricos como Balam, ltzel o Xóchitl; pero también los de Camilo, Fidel, Tania y hasta Ernesto-che, así, juntito el nombre. Pero la gente seguía poniéndoles nombres comunes a sus hijos.
Los 90 y su modernidad todo lo han cambiado. Hoy, aquellos gritan: "Un, dos tres, Taiwán!", les ponen a sus hijos el nombre de Carlos, Manuel o Patricio, según la secretaría en la cual son asesores. Pero el común del pueblo ya cambió, ahora sus hijos se llaman: Vanessa, Viridiana, Christian, Assed, Edvaldo, Tatiana, Shantall o Jair.
El nuevo milenio mexicano amanecerá dominado por los Paul, Johan, Yuri, Oyuki o Mandfred. Digamos adiós a los nombres del santoral católico, olvidémonos del "Calendario Galván" y de todos los santos.
No habrá, pues, más gobernantes con nombres como Carlos, Miguel, José o Luis. ¡Imagínese qué horror ser gobernado por un Jair, Christian, Omai, Antart, Richi o Asaed!
 Así es la modernidad.

jueves, 15 de diciembre de 2016

En Madrid, entre Pérez Galdós y Almudena Grandes

Hace unos años comencé a leer a Almudena Grandes. Todo empezó
en una librería del aeropuerto de Barajas donde encontré un título que me sedujo: El lector de julio Verne,  cuya lectura provocó no durmiera durante todo el trayecto de Madrid a México. 

Este libro forma parte de una serie de obras acerca de la postguerra española. 

Entre sueños evoqué, a instancias de la escritora, a Benito Pérez Galdós que desde hace muchos años forma parte de mi santoral de escritores del siglo antepasado, Fantasmas del XIX llamé a una columna que hacía hace unas tres décadas en el suplemento dominical de El Sol de México.

Misericordia, Fortunata y Jacinta, Tristana, Marianela, Los (varios) episodios nacionales, entre otros muchos más, Pérez Galdós es un referente para entender y emparentar a nuestros abuelos literarios como Ireneo Paz, Emilio Rabasa o José López Portillo.


En fin, todo esto viene a cuento porque andábame yo paseando por el Barrio de las Letras y me encontré una placa en la casa donde falleció don Benito y pedí a mi musa me tomara una foto en esa zona madrileña tan hermosa, un barrio donde me encantaría poder vivir.


Por cierto, les recomiendo Inés y la alegría, Las tres bodas de Manolita, además de El lector de Julio Verne, de Almudena, son un retrato excepcional de esa época española y son una  buena lectura para este fin de año,o para empezar con buenas lecturas el 2017.




lunes, 12 de diciembre de 2016

Era Zalce

Este mes de diciembre de 2016 se conmemora el número 100 de esa gran revista llamada Relatos e historias de México. Gran proeza, pues creo que ha ido mejorando número a número. 


En este número presento un cartón de Alfredo Zalce, que poca gente sabe que fue un excepcional caricaturistas que firmaba como ERA y cuya carrera comenzó en los años veinte, participando en el concurso de caricatura de El Universal.

(Por cierto, para los fans de Zapata, este número regala un cartel muy bonito para que le pueden rezar como dios manda)


sábado, 10 de diciembre de 2016

La tarde que lloré en Lisboa




Me encanta perderme por las calles de los lugares que visito, ya sean grandes ciudades o pequeñas poblaciones; me encamino hacia donde me late el corazón. 

Más de una vez he tenido que andar muchas horas para encontrar algo o para saber cómo regresar.

En ciudades como Madrid, con calles circulares, he descubierto innumerables sitios que no existen ni en las guías, por eso los paseos con autobuses o con "guías" de turismo me causan escozor. 

Mirar las ciudades, para mí, tiene que ser a pie, hasta cansarse, hasta que la mirada se pose en algo, en alguien, en alguna cosa, y luego como premio, encontrar una tabernita donde tomar una cerveza, un vinito, o toparse con una fonda, una pastelería (como en Lisboa donde los pastelitos de Belem son un orgasmo)

La delicia de la caminata, en Lisboa, tuvo un momento mágico.

Buscábamos la terminal del tranvía 28, el más famoso de la ciudad, el que transita por una pequeña calle, de subida, una experiencia única, cuando vimos una bella fachada de iglesia y entramos... columnas en ruinas, desgajadas, cuadros ahumados, un sitio impactante y sombrío: el dolor, la angustia, la tristeza, todo se juntó en mi alma e hizo que mi corazón quedara estrujado. 

De pronto mis ojos se nublaron, creo que de nuevo sucede, mientras escribo, por la sensación del momento.

La Iglesia de Santo Domingo de Lisboa es ese lugar que les cuento.  
A la salida aparecía la nota del periódico acerca de la quemazón habida en agosto de 1959 y que dejó al edificio en esas condiciones. 

Sin embargo, investigando más, me entero de que en ese sitio han ocurrido otras desgracias, por lo que le llaman, la iglesia de las tres tragedias. 

Un par de ellas las leí en http://travellingdijuca.com/2012/12/15/la-igreja-de-sao-domingos-y-la-masacre-de-lisboa-de-1506/

La primera habla de una masacre a judíos conversos en 1506. Resulta que tras su expulsión de España, llegaron miles de ellos a Portugal y ese momento coincidió con varias desgracias, lo que llevó a creer que era su culpa y hubo una matanza de judíos azuzados por los dominicos del lugar. (Después se instaló ahí la Santa Inquisición con el consecuente dolor y persecución a los que no pensaban como los católicos.


La segunda, ocurrió el "1 de noviembre de 1775 un terremoto y posteriormente un tsunami que afectó a la zona de Baixa, destrozó el convento de Santo Domingo del que formaba parte la iglesia dejando en pie solamente la capilla. Ese terremoto es de los más fuertes que habido en toda la historia y obligó a reconstruir toda esa zona lo que se aprovechó para crear avenidas y plazas más anchas que hay hoy en día. Y en el caso de la iglesia reconstruida según el estilo barroco de la época en vez del gótico que le corresponde por ser su primera construcción del siglo XIII".


La tercera se refiere a la quemazón del 13 de agosto de 1959 cuando se destruyó el interior gravemente.

Total, entrar a esa iglesia estruja el corazón.

Tal parece que, en efecto, ese lugar recibió el castigo divino por la mala fe ocurrida.


Aun lo recuerdo y me llena de pesadumbre; de cualquier manera, hay que ver el testimonio directo de una tragedia, de un lugar que queda ahí, como muestra de la maldad humana y de los estragos
naturales. 


viernes, 9 de diciembre de 2016

Los trenes de mi vida

Para el pariente Pedroza

Una de las gracias de mi vida es haber crecido a menos de cincuenta metros de una vía del tren. 

La Vía Cochinera, es la calle donde habité hasta la adolescencia. 

Mi infancia no son recuerdos de un patio de Sevilla, como la de Machado, sino en un patio de la colonia Patrimonio nacional, cerquita del hospital de la raza.

Ahí jugué, soñé, reí.

 Era una delicia caminar por los rieles haciendo una suerte de malabares, tal vez fue cuando aprendí que la vida consistía en buscar el equilibrio y en andar con mucho cuidado para no caer.



Por ello me encantan los trenes. 

Es una pena que no existan más en nuestro país, sería una gran solución a la contaminación.

Los trenes, siempre los trenes. 

Recuerdo otro momento fundamental de mi vida: hace muchos años, en una litera transitando de París a Madrid, toda la noche sin poder dormir esperando el haz de luz para mirar las tierras españolas y encontrarlas en duermevela y latir el corazón y guardarme esa imagen para siempre.

Los trenes, como la vida, hay que agarrarlos cuando se debe, porque no tienen retorno.

Ahora en Lisboa volví a tomar el tren y eso me hizo muy feliz. 

Estas fotos son de ese momento.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Botas para lugares poco agraciados

Al fin encontré unas botas, en Madrid, para cuando deba visitar algún partido político; tenían un buen precio, por cierto



Hay varios modelos




domingo, 4 de diciembre de 2016

Mi Rius en Confabulario del 4 de diciembre de 2016

Mientras paseaba por Lisboa, llegó el pedido desde México: un texto sobre Rius para Confabulario.

El buen vicio de escribir para el periódico me llamó a hacerlo con mucho gusto.

Entre subidas y bajadas por las calles de Lisboa, me di un tiempecito para escribir, casi de memoria, este texto que finalmente rematé en un hermoso hostal, frente a la Opera de Madrid.


Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...