martes, 23 de junio de 2015

Sólo pienso en ti. Un canto de amor y a la discapacidad

En la página http://discapacine.com/2013/03/07/un-canto-a-la-discapacidad-solo-pienso-en-ti/, encontré la historia de esta canción: 
Mariluz y Antonio, la pareja que motivó esta canción
En 1978 Mariluz y Antonio, una pareja enamorada de discapacitados psíquicos, se encontraban ingresados en un centro de Cabra (Córdoba). Por tratarse de una pareja de discapacitados, la noticia corrió rápidamente entre el vecidanrio haciendo que se encontraran bastantes obstáculos, pero ninguno fue imposible de saltar. Se casaron y tuvieron 3 hijos.
Víctor Manuel escribió su canción partiendo de esta historia como un himno a la determinación, a la resolución de dos seres por defender su derecho a compartir una vida juntos.



Víctor Manuel
Ella fue a nacer 
en una fría sala de hospital 
cuando vió la luz 
su frente se quebró como el cristal 
porque entre sus dedos a su padre 
como un pez se le escurrió 
hace un mes cumplió los veintiséis 
solo pienso en ti 

Hey, sólo pienso en ti 
juntos de la mano, se les ve por el jardín 
no puede haber nadie en este mundo tan feliz 
sólo pienso en ti 

Él nació de pie 
le fueron a parir entre algodón 
su padre pensó 
que aquello era un castigo del señor 
le buscó un lugar para olvidarlo 
y siendo niño le internó 
pronto cumplirá los treinta y tres 
sólo pienso en ti 

Hey, sólo pienso en ti 
juntos de la mano, se les ve por el jardín 
no puede haber nadie en este mundo tan feliz 
sólo pienso en ti 

En el comedor 
les sientan separados a comer 
si se miran bien 
les corren mil hormigas por los pies 
ella le regala alguna flor 
y él le dibuja en un papel 
algo parecido a un corazón 
sólo pienso en ti 

Hey, sólo pienso en ti 
juntos de la mano, se les ve por el jardín 
no puede haber nadie en este mundo tan feliz 
sólo pienso en ti





domingo, 21 de junio de 2015

Un regalo del día del padre



Mateo y yo
Ser padre no es una tarea nada sencilla, pero si además tenemos un hijo con discapacidad, es más complicado ante las graves carencias sociales que ello conlleva pues muchas veces no basta tener la voluntad o los medios para apoyar a nuestros hijos.
Vivimos en un mundo donde a pesar de los muchos avances en cuanto a la aceptación, sigue siendo muy complicado el desarrollo de estos chicos, sobre todo, en la medida que van creciendo.
Como párvulos, resulta más o menos fácil su integración a escuelas de primer nivel o de primaria, pero al llegar a la adolescencia la situación se torna más complicada, ni que decir de los adultos cuyo mercado de trabajo es prácticamente nulo.

La incomprensión social sigue siendo el sino.
Muchas personas siguen sin entender que la discapacidad no implica inutilidad. Me gusta el lema de CONFE: “Lo normal es un trato normal”.
No obstante los avances que ha tenido la sociedad, y la mayor aceptación que se tiene la discapacidad, seguimos en deuda con ellos.

Existe una falta de una preparación adecuada en las escuelas, carencia de sensibilidad de muchas instituciones educativas, discriminación de mucha gente, inclusive de gente sensible y preparada, en fin, que a diario nos enfrentamos a muchos obstáculos que sin embargo, no impiden que sigamos construyendo puentes para apoyar a nuestros hijos. Hablo en plural, pues a lo largo de estos veinte años que tiene Mateo, mi hijo, he convivido con muchos padres que se involucran con sus hijos (las madres, por el contrario, están vinculados en el 99% de los casos) pero miro cada vez a más a papás comprometidos.


 Sí, ser padre, como empecé este texto, resulta complejo, pero la dicha de serlo se compensa con esas pequeñas historias que uno va construyendo y generando en las vida cotidiana; con los sueños que uno comparte y vive con ellos, con ese amor ante las dificultades a las que nos enfrentamos a diario.
Hablaba de  lo complejo de la socialización de los adultos con discapacidad,  de cómo al paso de los años se les cierran más las puertas y de que tenemos que defender esos espacios.




martes, 16 de junio de 2015

Los ojos de Mateo





En 2002, el CNCA convocó al Premio Historias de Lecturas. Participé con un texto llamado Los ojos de Mateo.
En una restringida edición aparecieron los trabajos ganadores (tuve mención). Ante ello, decidí pedirle a Milenio, donde publicaba por entonces, lo publicara. El editor lo cabeceó, absurdamente Rincones terapeutico de lectura que, como leerán, fue una cabeza medio mala o mala y media. 
Este es el texto.


Los ojos de Mateo

Algunas veces nos da por cantarle a sus ojos. Mientras escribo, los miro, en cinco o seis retratos alrededor de mí; sus ojos están llenos de luz.
            Ahora Mateo tiene siete años y toda aquella angustia que
tuve el día que me enteré que tenía síndrome de Down se ha terminado, transformándose en una gran esperanza de darle todas las posibilidades para que sea un hombre autosuficiente.
            Mateo estaba allí, con su sonrisa, con sus ojos bellos. Algo teníamos hacer y los libros nos dieron muchas respuestas; comenzamos a leer, a informarnos qué podríamos hacer. No cabe duda que la ignorancia social hacia todo lo diferente es terrible. Me imaginaba a mi hijo como un ser inútil, incapaz de nada.
            Durante la espera, casi siete meses, todos los días Mateo escuchaba, dentro de la panza de Nora, su mamá, la historia de Don Quijote de la Mancha, en una versión del castellano antiguo. 
Por aquel tiempo, mi trabajo me obligaba a salir de la ciudad con frecuencia así que solía grabarle, con mi voz, capítulos enteros para que Nora pusiera los audífonos en su panza y Mateo, sin escapatoria, escuchara.
            Apenas tenía seis meses cuando comenzamos a enseñarle a leer a través de un método de un doctor norteamericano llamado Gleen Doman, que descubrimos a través de un libro llamado Cómo enseñar a leer a su bebé.
            Nora recortó decenas de tiras de cartulina de cinco por quince centímetros donde escribió cientos de palabras, de un lado, y la ilustración del otro; cuatro veces al día le mostrábamos las tarjetas durante quince minutos.
            Era impactante la manera en que ponía atención, lo mismo cuando le platicaba de la historia de la ciudad, del cine, del teatro, de la literatura.
            Cuando tenía tres años ingresó a una escuela Montessori y lo primero que destacó su maestra fue el gran amor que tiene por los libros. Es un niño feliz que acude con gusto a la escuela. Una mañana, dormía profundamente, muy quedito me acerqué y le dije al oído que se levantara para irnos a su escuela; despertó en el momento, medio dormido, feliz para irse al colegio.
            Las lecturas diarias se han convertido en un placer cotidiano, tanto para él, como para Magaly, su hermana menor. Mateo las disfruta tanto, que muchas veces son su mejor diversión. Antes de dormir, no hay día en que no leamos, cuando menos, un libro.
            Hace unos meses, al mirar a otro niño con Síndrome de Down, de la edad de Mateo, con una gran capacidad física, brincando como chango, su mamá se asombró y comentó que nuestro hijo no tenía esa fuerza física. “Claro que no, señora, nos dijo la secretaria que escuchaba, Mateo es más intelectual”.
  
Practicando el manejo del zoom
          Según las estadísticas, no todos los niños con Síndrome de Down aprenden a leer, sin  embargo, siempre recuerdo una frase de la doctora que nos asesoró: "Mateo tiene un gen de más, pero también tiene la herencia genética de sus padres y ustedes dos son muy inteligentes".
            El trabajo con Mateo ha sido intenso, tiene terapia física y terapia de lenguaje, aunque aún hoy, a los siete años, no es capaz de articular muchas palabras, puede comunicarse con cualquier persona con gran claridad y, mejor aún, puede seguir la lectura de un libro con una enorme facilidad e, inclusive, sabe de memoria algunos de ellos.
            Ahora está encantado con un libro de Alejandro Aura que se llama Del otro lado, del que puede repetir palabra por palabra, mientras actúa la lectura.
            Mateo es feliz entre libros, le gusta escuchar las largas historias que le cuento; en un tiempo que di clases en la universidad, “aprobaba o desaprobaba” los temas que impartiría. Sonreía mientras yo le echaba largos rollos que escuchaba atento y aplaudía al finalizar.
            Otra experiencia maravillosa fue un día que acudimos al Jardín del Arte, en San Angel; se quedó mirando un cuadro, quiso tocarlo, pero le dije "No, Mateo, sólo se mira"; puso sus manos atrás y observó con placer la pintura; el pintor, asombrado por la actitud, le dijo que lo agarrara. Con gran delicadeza, apenas lo tocó con un dedo. El pintor, emocionado por el respeto que mostraba el niño, se lo regaló.
            Durante días se dormía con él, lo presumía. No era gratuito, desde muy pequeño le ha gustado observar los cuadros que hay en la casa. Lo paseaba por ellos, diciendo: "si te gusta, aplaude". Así, pasaba revista a las pinturas, una a una, deteniéndose regularmente en un cuadro de Portocarrero, el pintor cubano.
            Otro aspecto importante de su desarrollo, ha sido la música. Desde que estaba en el vientre, la escuchaba; su madre le cantaba nanas, canciones de cuna; una de ellas, llamada La señora luna, un poema musicalizado de Juana de Ibarbourou, era cantada diariamente por su mamá; cuando llegó a casa, luego de permanecer 25 días en incubadora, al oír la canción, notamos que la reconocía, a pesar de tener menos de un mes de haber nacido.
 
En su clase de danza
           Su madre, profesora de música, estaba acostumbrada a cantar, yo no; con Mateo he aprendido a hacerlo con placer y gusto; nunca había cantado tantas canciones como lo he hecho en los últimos siete años.
            Le hemos colocado un teclado de piano a su altura y sabe prenderlo; lo toca, a menudo suele cantar y bailar, mientras se mira en el espejo; conoce muy bien cada uno de los instrumentos musicales, y no dudamos que logre aprender a tocar alguno de ellos.
            Las terapias, por sí mismas, poco podrían hacer si Mateo no viviera un ambiente lleno de amor, así como del estimulo de crear una fuerte dosis de autoestima. Mateo se sabe querido, y se quiere mucho. En este sentido, su integración social ha sido muy importante al no marginarlo ni negarle toda posibilidad de aprendizaje. Por ello, su ingreso al Colegio Montessori fue vital, al convivir con niños normales. Sus amiguitos son sus iguales y no ha existido, por suerte, ningún tipo de discriminación.
            Hace seis meses decidimos que ingresara a una escuela con sus iguales, ingresó a  Integración Down, y el resultado fue óptimo: Mateo fue el mejor de la clase.
            Es importante recalcar que los niños que tienen ese Síndrome no son anormales, son sólo típicos niños, que cuentan con una potencialidad que se puede, y se debe, estimular lo más posible, alentándolos para que logren ser autosuficientes, independientes y puedan realizarse en la vida. Ese es nuestro gran reto: lograr que vuele, que ande por la vida con un buen desarrollo intelectual.
            Hoy no sabemos qué pasará en el futuro, sí sabemos que estamos sentando las bases para que pueda lograr el mayor desarrollo posible, y las claves para ello, son el amor, el cariño, la tolerancia, la estimulación y, sobre todo, la diaria lectura.
La foto más reciente de Mateo
            Ahora, por ejemplo, cada vez con mayor frecuencia se acerca con un libro o alguna hoja con palabras y pregunta ¿qué dice aquí? No cabe duda que sabe que las letras dicen cosas. De igual forma, los trazos que realiza con el lápiz tienen un mayor parecido con las letras, con las palabras.
            Para escribir esta historia, volví a Cervantes, le he vuelto a leer Don Quijote, y cuando escucha, su mirada parece volar a otros tiempos, no sólo de la historia de aquel caballero andante, también de su propia historia.
            Los ojos de Mateo se iluminan con las letras, ojalá también iluminen a muchos padres que menosprecian a sus hijos por ser discapacitados y también a la ignorante sociedad que no ha aprendido a amar, o cuando menos a comprender a estos niños maravillosos cuya anormalidad ha sido determinada por el racismo y la aversión social a todo lo que no es igual a los otros.
            Ahora debo detenerme, Mateo espera ansioso la lectura, por enésima vez, del libro Del otro lado, y lo imagino ahora, repitiendo varias veces “Quién sabe por qué se les ocurrió eso, pero todos dijeron lo mismo...”



jueves, 11 de junio de 2015

DECLARACIÓN DE ODIO de Efraín Huerta


Efraín Huerta es uno de los grandes poetas universales de México. este poema es uno de los más espléndidos cantos a la  Ciudadde México



Estar simplemente como delgada carne ya sin piel,
como huesos y aire cabalgando en el alba,
como un pequeño y mustio tiempo
duradero entre penas y esperanzas perfectas.
Estar vilmente atado por absurdas cadenas
escuchar con el viento los penetrantes gritos
que brotan del océano:


agonizantes pájaros cayendo en la cubierta
de los barcos oscuros y eternamente bellos,
o sobre largas playas ensordecidas, ciegas
de tanta fina espuma como miles de orquídeas.
Porque, ¡qué alto mar, sucio y maravilloso!
Hay olas como árboles difuntos,
hay una rara calma y una fresca dulzura,
hay horas grises, blancas y amarillas.

Y es el cielo del mar, alto cielo con vida
que nos entra en la sangre, dando luz y sustento
a lo que hubiera muerto en las traidoras calles,
en las habitaciones turbias de esta negra ciudad.
Esta ciudad de ceniza y tezontle cada día menos puro,
ciudad de acero, sangre y apagado sudor.

Amplia y dolorosa ciudad donde caben los perros,
la miseria y los homosexuales,
las prostitutas y la famosa melancolía de los poetas,
los rezos y las oraciones de los cristianos.

Sarcástica ciudad donde la cobardía y el cinismo son alimento diario
de los jovencitos alcahuetes de talles ondulantes,
de las mujeres asnas, de los hombres vados.

Ciudad negra o colérica o mansa o cruel,
o fastidiosa nada más: sencillamente tibia.

Pero valiente y vigorosa porque en sus calles viven los días rojos y azules
de cuando el pueblo se organiza en columnas,
los días y las noches de los militantes comunistas,
los días y las noches de las huelgas victoriosas,
los crudos días en que los desocupados adiestran su rencor
agazapados en los jardines o en los quicios dolientes.

¡Los días en la ciudad! Los días pesadísimos
como una cabeza cercenada con los ojos abiertos.
Estos días como frutas podridas.
Días enturbiados por salvajes mentiras.
Días incendiarios en que padecen las curiosas estatuas
y los monumentos son más estériles que nunca.

Larga, larga ciudad con sus albas como vírgenes hipócritas,
con sus minutos como niños desnudos,
con sus bochornosos actos de vieja díscola y aparatosa,
con sus callejuelas donde mueren extenuados, al fin,
los roncos emboscados y los asesinos de la alegría.

Ciudad tan complicada, hervidero de envidias,
criadero de virtudes desechas al cabo de una hora,
páramo sofocante, nido blando en que somos
como palabra ardiente desoída,
superficie en que vamos como un tránsito oscuro,
desierto en que latimos y respiramos vicios,
ancho bosque regado por dolorosas y punzantes lágrimas,
lágrimas de desprecio, lágrimas insultantes.

Te declaramos nuestro odio, magnifica ciudad.
A ti, a tus tristes y vulgarísimos burgueses,
a tus chicas de aire, caramelos y films americanos,
a tus juventudes ice cream rellenas de basura,
a tus desenfrenados maricones que devastan
las escuelas, la plaza Garibaldi,
la viva y venenosa calle de San Juan de Letrán.

Te declaramos nuestro odio perfeccionado a fuerza de sentirte cada día más inmensa,
cada hora más blanda, cada línea más brusca.

Y si te odiamos, linda, primorosa ciudad sin esqueleto,
no lo hacemos por chiste refinado, nunca por neurastenia,
sino por tu candor de virgen desvestida,
por tu mes de diciembre y tus pupilas secas,
por tu pequeña burguesía, por tus poetas publicistas,
¡por tus poetas, grandísima ciudad!, por ellos y su enfadosa categoría de descastados,
por sus flojas virtudes de ocho sonetos diarios,
por sus lamentos al crepúsculo y a la soledad interminable,
por sus retorcimientos histéricos de prometeos sin sexo
o estatuas del sollozo, por su ritmo de asnos en busca de una flauta.

Pero no es todo, ciudad de lenta vida.

Hay por ahí escondidos, asustados, acaso masturbándose,
varias docenas de cobardes, niños de la teoría,
de la envidia y el caos, jóvenes del "sentido práctico de la vida",
ruines abandonados a sus propios orgasmos,
viles niños sin forma mascullando su tedio,
especulando en libros ajenos a lo nuestro.

¡A lo nuestro, ciudad, lo que nos pertenece,
lo que vierte alegría y hace florecer júbilos,
risas, risas de gozo de unas bocas hambrientas,
hambrientas de trabajo,
de trabajo y orgullo de ser al fin varones
en un mundo distinto!

Así hemos visto limpias decisiones que saltan
paralizando el ruido mediocre de las calles,
puliendo caracteres, dando voces de alerta,
de esperanza y progreso.

Son rosas o geranios, claveles o palomas,
saludos de victoria y puños retadores.
Son las voces, los brazos y los pies decisivos,
y los rostros perfectos, y los ojos de fuego,
y la táctica en vilo de quienes hoy te odian
para amarte mañana cuando el alba sea alba
y no chorro de insultos, y no río de fatigas,
y no una puerta falsa para huir de rodillas.

miércoles, 10 de junio de 2015

Jueves de Corpus, de Orlando Ortiz. 10 de junio

Estos apuntes los leí en la 
presentación del libro de
Orlando Ortiz, hace unos días.


El jueves de Corpus de 1971 dejó una mancha roja en las efemérides nacionales. Por esos días, Leopoldo Ayala escribió un poema que, por desgracia, concluyó en panfleto.
          Hoy es jueves para el cuerpo,
          como 71 de nosotros.
Ayala, junto con otros artistas como José de Molina, Judith Reyes, los Nacos, los Mascarones cantaron y contaron los aconteceres de esos días difíciles en que los jóvenes eran perseguidos en serio.
El jueves 10 de junio, por la mañana nos sacaron temprano de clases, estaba cursando el último año en la secundaria 4, ubicada en Sn Cosme y Ciprés. El destino natural, sin recreo alguno, fue ir a las Mil Tortas y pedir una de chinitos con chipotles y una imaginaria línea de queso añejo. No hubo chance, un grupo de señores vestidos de civil nos corrieron del parque que circundaba la secundaría.
Debimos marcharnos y cada quien tomo el camino rumbo a sus casas. Mito o realidad, me lo he planteado muchas veces, en la librería Ocadiz, de la calle de Santa María la Ribera, compré el manifiesto del Partido Comunista.
Siempre he pensado que ese jueves me cambió la vida, no porque hubiera participado en la manifestación o algo parecido, no, era un muchachito solitario que intuitivamente, bueno, eso que acabo de mencionar fue la manera en que viví ese día (el siguiente no fuimos a la escuela pues sabíamos que algo grave había sucedo en esos rumbos.
Algunos años después, leí por vez primera este libro (aun no conocía a Orlando) y me sorprendió su estructura, su soltura, el manejo de una información periodística cada vez mas entrampada, una lectura entre líneas, que es la única manera de leer la información en el mundo, sobre todo en esa etapa de nuestra historia donde el periodismo estaba excesivamente controlado.
Siempre he sostenido que, a pesar de ser historiador, es en la literatura y el periodismo donde se adquiere la mejor carnita, la parte más rica para expresar los sinsabores de nuestra historia. Mejor aún, el periodismo mexicano ha sido una fuente inagotable para la construcción de la historia y su propia intencionalidad.´
La literatura, primero, y el periodismo, después, han sido fundamentales para entender muchos de los procesos históricos, conocer la historia, en muchas de sus etapas ha dependido de la literatura y del periodismo.
Me gusta una definición de literatura que da Eduardo Galeano: “abarca… el conjunto de los mencionados escritos que integran una determinada cultura, al margen del juicio de valor que por su calidad merezcan. Un artículo, una copla o un guión son también literatura, mediocre o brillante, alienadora o liberadora, como bueno o malo puede ser cualquier libro” .
Desde hace varios años vengo pensando en una historia donde la literatura juegue un papel fundamental en el conocimiento social.  La historia debe aprehender de la literatura y asumirla como una expresión histórica. La literatura se ha adelantado siempre a la historia y ello ha permitido conocer materiales como esta edición.

Recuperar las historias de violencia política, en momentos como este que se requiere de recuperarlas, es tal vez el valor más importante que tiene la serie de libros que publicó Orlando por estos años (ojalá que JUS redite también sus otros libros: La violencia en México, Genaro Vázquez y ya puestos en carta a Reyes Magos, toda la colección de antologías que publicó Diógenes en esos años)
Leer Jueves de Corpus, medio siglo después de que apareció, fue una asombrosa lectura que no ha perdido ni su frescura ni su rigor y, más aún, ha ganado consistencia al mirar un país 45 años después, un país que se resiste a cambiar, a entender, a comprender los pasos de la democracia. UN país que cada día se parece más a las quinceañeras: “Eres muy lindo, nunca cambies”. Jueves de Corpues  es una historia de lo inmediato, escrita al calor de la violencia política y social.
Es una fotografía de un momento histórico de México que llena de indignación, coraje y solidaridad. El espejo que escudriñamos en esta obra nos denota una imagen del abuso, la prepotencia que el poder y la necesidad de estudiarlo sin mitos ni leyendas, sin gritos ni estridencia, con una frialdad que sólo un gran escritor como es el maestro Orlando Ortiz pudo lograr en esos momentos de desolación informativa, de cercos, de aislamiento social.
Es curioso, hoy que vivimos la globalización, expresada en la redes sociales en donde nos podemos enterar hasta el momento en que eructa un papa, vivimos cada vez más solos, asumiendo el aplastamiento de los poderosos y con una frustración por esta soledad.
La nueva lectura de Jueves de Corpus me generó dos cosas: el ciclo de la violencia y el poder, acción que genera el desamparo, el desgarramiento social y la calma, después de una tempestad no provocada por los maltratados. Una calma social que, sin embargo, genera actitudes individuales de desesperación que promueven la derrota. Es decir, les pego y se callan, pero unos cuantos en el coraje, no se callan y son tan pocos y tan desolados que terminan sacrificados. Pareciera pues el rasgo característico de la visión de los vencidos, con el permiso del maestro León Portilla.

La otra lectura es acerca de la inscripción de la izquierda en el ámbito del poder de la derecha que hoy se ha convertido en una realidad. Decía Joaquín Sabina que la izquierda en el poder se vuelve derecha. Pienso en aquel momento represivo cuando los entonces aperturos o heberturos, personajes como Heberto Castillo, Carlos Fuentes o el mismo Rius, si Rius, el caricaturista que retrató a Luis Echeverría como el gran salvador de la Patria, pensaron que Echeverría era diferente (de haberlos conocido Herodes se los chinga bonito) Incluso Rius publicó en primera plana de los agachados “Echeverría nos lleva al socialismo?”
Ahora que escribo esto, creo que ahí comenzó la debacle de la izquierda misma, al no entender que la lucha era por la vía democrática, pero con métodos diferentes a los del PRI y no como los del PRI.
Nunca hubo mejores cornudos que este grupo que creyó en Echeverría y que creó, además, un partido político que prácticamente se construyó a la imagen y semejanza de un caudillo y que vino a desembocar en el PRD (o lo que queda de él), cuyo lema fue Democracia ya, Patriarca para todos y que para amarrar, hizo su partido a imagen y semejanza: Morena o PRIeta.
Quedan muchas reflexiones, mucho por decir y esa es la riqueza de un libro, de este libro de este gran maestro de la literatura mexicana que es Orlando Ortiz.
Un libro que nos permite dialogar y construir otro libro, otro momento y seguir tratando de entender un país que no es difícil de entender, es imposible. 


sábado, 6 de junio de 2015

Alta traición

Hoy es día de elecciones.
 Sé muy bien que poco cambiará en la vida de los mexicanos y sin embargo cambiará en una suerte de diálectica. 
Caricatura de El Fisgón

Y hoy, como todos los días, por cierto, es un excelente día para recordar un gran poema de José Emilio Pacheco

















Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-(y tres o cuatro ríos)

México, 1966


jueves, 4 de junio de 2015

El caricaturista Castrux: el héroe olvidado de Coahuila, falleció hoy 1 de octubre




Jesús Castruita Marín nació en San Pedro de las Colonia, Coahuila, el 24 de agosto de 1929. 

   Castrux, como suele firmar sus espléndidos trabajos, es uno de nuestros grandes caricaturistas y, además un excelente pintor.

Llegó a la ciudad de México y se inscribió en la Esmeralda para estudiar pintura y escultura.

Su carrera como caricaturista comenzó al lado de dos grandes genios del humor gráfico, de quienes fue su ayudante: Abel Quezada y Bismarck Mier, oriundos de Nuevo León.


Estuvo en la revista Orbita y, durante 24 años, publicó en el semanario Impacto. Ha participado en Al Tiro y en Lapiztola, publicaciones de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas; también tuvo una destacada presencia en Rhumor.






















Ha recibido diversos reconocimientos como el Premio Constantino Escalante, otorgado por el Club de Periodistas y, en 1995, la SMC le otorgó el Premio Nacional de Caricatura.


                         

En 2007 fue invitado a posar sus manos en Plaza Galerías de la ciudad de México, convirtiéndose en el único monero mexicano en ese lugar.

Castrux es un héroe cultural olvidado en Coahuila.

Bien dice el dicho: nadie es profeta en su tierra.

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...