sábado, 28 de junio de 2014

Un maravilloso Botín, en Madrid

Hace algunos años, en mis viajes al pasado a través de las estampas y libros de viejo, me encontré una estampa muy hermosa, un grabado que anunciaba el Restaurante Antigua Casa del Sobrino de Botín que, presume, ser la fonda más antigua del mundo: fundada en 1725.


Ese grabado, que adquirí en una desaparecida librería del Centro Histórico de la ciudad de México, en la Calle de República de Cuba, casi esquina con la Calle del 57. Debió costar uno o dos pesos y aun tenía el 50% de descuento. Hace unos meses me la encontré entre mis archivos y decidí regalarla al restaurante en la primera oportunidad que fuera de nuevo a Madrid.

Hace una semana estuve en la hermosa Plaza Mayor de Madrid con varios objetivos: comer un bocata y una caña en el Museo del Jamón, suspirar por la plaza en sí, y visitar el Restaurante para regalar el grabado que, como pueden ver, es de una gran calidad.


La respuesta y recepción del Director adjunto de restaurante, don Antonio Sánchez, no pudo ser mejor. Recibió con enorme gusto la estampa, me invitó una copita de vino y unas lajitas de queso y jamón serrano. Fue gratificante saber que esa empresa estaba interesada por su historia.




Y no es para menos, en el libro de record Guines figura como el restaurante más antiguo del mundo; Benito Pérez Galdos, describe el restaurante en su novela Fortunata y Jacinta:
"Como supiera un día la dama que su hijo frecuentaba los barrios de Puerta Cerrada, calle de Cuchilleros y Cava de San Miguel, encargó a Estupiñá que vigilase, y este lo hizo con muy buena voluntad llevándole cuentos, dichos en voz baja y melodramática: «Anoche   cenó en la pastelería del sobrino de Botín, en la calle de Cuchilleros... ¿sabe la señora? También estaba el Sr. de Villalonga y otro que no conozco, un tipo así... ¿cómo diré?, de estos de sombrero redondo y capa con esclavina ribeteada. Lo mismo puede pasar por un randa que por un señorito disfrazado»."




Visitar ese lugar es meterse en las más antiguas tripas madrileñas, subirse al túnel del tiempo y recordar que el mundo existe desde hace muchos muchos años y, lo mejor, tiene para uno un trozo delicioso de historia. 


Al llegar al viejo mesón y mirar los cochinillos que me gritaban "Cómeme por favor", recordé esa espléndida serie de televisión Un país para comerse.

La comida española es una de mis pasiones, llegar a este restaurante es una delicia.

No puede comer ahí, pero les prometo hacerles la reseña muy pronto, cuando vaya a degustar y sentir como han pasado los años y cómo, al mirar la vista atrás, se ve una senda que nos permite otear y confirmar que el goce, la gula, el placer, es eterno...

Fraude en Mercado Libre






Precioso Cuadro. Firmado Guadalupe Posada










$ 18,00000

viernes, 27 de junio de 2014

II. Mis libros. Por si cambias de opinión


El 15 de marzo de 1985 se terminó de imprimir Por si cambias de opinión, con una portada cuyo dibujo me regaló Alberto Castro Leñero y, generoso, me permitió tirar cien serigrafías firmadas y numeradas para que libro pudiera sobrevivir en la modesta Editorial Eufrate, fundada y dirigida por el gran poeta Raymundo Ramos. 

Revisada la fecha, me doy cuenta que el libro del CREA 1983 no fue el primero, sino el segundo y este fue el primerito.

En Por si cambias de opinión recogí tres cuentos que habían sido premiados: No es lo mismo que cuando estoy bien, que obtuvo una mención en el Premio CREA antes mencionado; Amelia, que ganó el primero lugar en el Concurso de textos íntimos, convocado por el Museo Universitario del Chopo y Radio Educación, en 1983 y que fue publicado originalmente en la revista Nexos; un año después, obtuve el segundo lugar en el mismo concurso con el texto La esperanza cuelga del perchero, publicado en la revista Punto de partida, mientras que el cuento que da título al libro apareció en el libro Premios CREA 1983.

El resto de los cuentos tenían una referencia obrera, producto de mi estancia (e infancia), por aquellos años, en el barrio obrero que crecí y en mi trabajo como obrero de una fábrica de tapas de botella primero, y de dulces y chocolates, después.

Es un libro que difícilmente hoy se encuentra, pues se vendieron todos los ejemplares; yo tengo dos, uno de ellos me lo encontré en una librería de viejo y estaba dedicado a una amiga (desde entonces no regalo libros a nadie)

Sobre el libro, el maestro Federico Patán escribió, en Sábado. Unomásuno, del 28 de diciembre de 1985: "hay en sus cuentos de Por si cambias de opinión, observaciones atinadas de la conducta humana que, con la maduración del oficio, lo llevarán a relatos de mucho mayor peso...".

Para la historia: Pablo Espinoza, actual coordinador de la sección cultural de La Jornada, me entrevistó para El Nacional, con fecha del 27 de abril de 1985, en donde entonces era reportero. La cabeza de la nota decía: "Mi libro, una búsqueda por rescatar la cultura obrera".

En la contraportada del libro se mira un dibujo sacado del fresco alemán que describe la formación del río Eufrate, de acuerdo con el Génesis, circa, 1250.


Mis libros. Premio CREA 1983

Escribió don Antonio Machado:


Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.


Reviso mis libros, acomodando libreros, y miro un largo camino. Parece que no ha pasado mucho tiempo pero no es así, en 1983 participé en el Premio CREA con un cuento titulado No es lo mismo que cuando estoy bien, y obtuve una mención honorífica. (Ana Clavel ganó los dos primeros lugares). El pequeño volumen Premio CREA 1983. Triunfadores de cuento y poesía, apareció en diciembre de 1985 y ese fue mi primer libro.

La contraportada decía:  
"En el presente volumen se publican textos de jóvenes participantes en el Concurso Premio CREA 1983, de poesía y cuento. El Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud (CREA) instituyó este premio para estimular las inquietudes literarias de la juventud mexicana. En esta ocasión, el jurado calificador estuvo integrado por los escritores Angeles Mastretta, Eraclio Zepeda y Roberto Bravo.

"En prosa y en verso, los autores seleccionados reflejan su vocación, sensibilidad, aptitudes y formación literaria. Conceptos claros, sencillez y pureza del lenguaje, novedoso estilo en ambos géneros, son los elementos distintivos de esta nueva generación de escritores mexicanos que, estimulados en el inicio de su carrera artística, podrán continuar este inteligente esfuerzo del que es testimonio la presente selección."

¡Ufh! Hace más de treinta años...


Quién fue José Guadalupe Posada

Tan grande como Goya, Posada fue un creador de una riqueza inagotable. Ninguno lo imitará; ninguno lo definirá. Su obra es la obra de arte por excelencia.
Diego Rivera (1886 - 1957) - Muralista Mexicano

José Guadalupe Posada Aguilar es un artista cuya obra, presumiblemente efímera, quedó para la posteridad por muchas razones, una de ellas es su presencia en la vida cotidiana.

Es una producción realizada con la sabiduría de un genio, cuya modestia extrema jamás alcanzó la vanagloria, de ahí su contradictorio actual entre el aplauso y el olvido.

Cronista excepcional que pintó la comedia humana, la tragicomedia mexicana de un siglo que terminaba y otro que nacía, Posada captó todas esas historias de la vida cotidiana: el silencio, la marginalidad, la tragedia, el dolor, la risa, la sorna, la miseria, el llanto, el placer, la vida, la muerte, el blanco, lo negro, el pecado, el amor, lo mexicano. Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada, como pocos artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un artista mexicano que se convierte en universal.

Posada nació el día en que murió don Lupe, para vivir eternamente, aunque sus huesos se hayan perdido para siempre, y es que su obra subyace en el inconsciente del ser del mexicano, y está ahí ya para siempre, y por los siglos de los siglos… Su arte, tan cotidiano, al ser descubierto por críticos y colegas, rebasó fronteras y hoy es considerado un maestro a la altura de artistas como Goya, Picasso o los grandes muralistas mexicanos.

Agustín Sánchez González

jueves, 26 de junio de 2014

Más de Junco, en la revista Mu






Más sobre la obra de Manuel Junco, en la Bibioteca María Zambrano







03 Pintura
El espejo y el martillo. Manuel Junco


“El arte no es un espejo; es un martillo" rezaba no hace mucho una pintada, o un graffiti como ahora se dice, en una pared.

Interesante afirmación esa de utilizar el arte como herramienta, aunque si se le quita su rotundidad, no resulta tan reveladora si reparamos en que el arte, desde antiguo, ha sido valorado y sistemáticamente encargado para diversas causas y por tanto ha portado muy diversas funcionalidades, desde las exclusivamente descriptivas hasta las propagandísticas religiosas y políticas.

Incluso algún teórico podría ver la ocasión de responder que cualquier pieza artística no hace falta que exteriorice su intención funcional porque, en realidad, siempre posee una evidente utilidad ya que se dedica a satisfacer necesidades estéticas. Rudolf Arnheim, sin ir más lejos, afirma que el arte tiene una fundamental función práctica: ser el símbolo visual de la experiencia de la vida. Según él, nos permite afrontar los retos de la experiencia humana. El arte, al resolver el problema de la interacción entre fuerzas céntricas y excéntricas con una expresión adecuada, realiza lo mismo que el hombre intenta resolver en el curso de la vida. Es más, Arnheim dice que, a menos que el arte cumpla esa misión no será verdadero arte.

Si se dice que el arte es un espejo se alude sin duda a su capacidad para reflejar la vida, entendida en todos los sentidos imaginables. En efecto, posee la capacidad de transmitir las formas del mundo, y no solo para captar sus apariencias sino también para visualizar conceptos, símbolos, historias, pensamientos y fantasías.

Este poder de representación durante mucho tiempo se ha centrado obstinadamente en la habilidad del artista como mágico imitador de las formas externas. El hombre capaz de “mostrar lo que vemos los demás” se convierte en un chamán con un maravilloso poder por cuanto nos revela nuestras visiones con sus imágenes y consigue plasmar lo que hemos percibido.

Considerar el arte como martillo perfectamente puede referirse a su capacidad de afectar a la mente con su poder transgresor y proporcionar una sacudida a nuestro sistema formal, tan cuidadosamente establecido para nuestra tranquilidad y seguridad. Y esto lo sabían y aireaban los Dadaístas con absoluta convicción. El arte nos emociona y estremece, nos conmueve y “abre”, nos toca el resquicio impensable que contiene algo nuevo y sorprendente que se refiere a nosotros y nuestros sentimientos, que es nosotros mismos.
Su efectividad como comunicador de ideas y de ideologías, de conceptos y mitos, es obvia. Otra cosa es que esa instrumentalización sea realmente propia de él y de su esencia (Kant niega que el arte sea práctico y considera que su única y exclusiva finalidad es el propio arte) o que sea adecuada moral y éticamente dentro de un colectivo (el arte propagandístico religioso o político). Para algo se creó hace siglos una separación radical entre Bellas Artes y Artes Útiles.

“El espejo y el Martillo” es una exposición en que el artista Manuel Junco (www.manueljunco.com) presenta una esplendida reflexión sobre este tema. Desde el doble balcón que le proporciona su trayectoria en el campo del Diseño Gráfico, en el que desarrolla habitualmente su vida académica y profesional y desde su experiencia de hace décadas como humorista gráfico (publicó en la mítica Triunfo en los años 70, en El País Imaginario en los 80 y en Interviú en los 90) funde y destila en sus obras ese dilema espejo-martillo.

Es conocido el gusto de este artista por exhibir su obra gráfica en lugares de paso y al margen de los espacios habituales del arte. Prefiere alcanzar así al espectador desprevenido que pasea o que va a realizar cualquier tarea cotidiana, para pararle durante unos momentos y distraerle de manera inteligente.

Un espacio como el de una biblioteca como la María Zambrano no es ajeno al mundo de las exposiciones gráficas entre otras cosas porque el mundo de los libros y el de las imágenes desde siempre han estado unidos. Tanto en el diseño gráfico como en la ilustración, las estampas grabadas y las tipografías comparten las mismas aguas, no solo en las superficies de los papeles editados de siempre sino hoy mismo en Internet. Quizás el que estas piezas que hoy se exhiben en Madrid estén motivadas por un humor especialmente icónico es la mayor novedad, porque aquí la imagen aparece sin apoyos, incluso permitiéndose el lujo de cuestionarse a sí misma, de jactarse de sus contradicciones. Pero lo importante quizás es que estos dibujos proponen una inteligencia sobre uno mismo y su relación con los otros. Con un tono amable y divertido aunque nunca superficial, salen a nuestro paso.

Exposición de Manuel Junco. Del 13 de junio al 30 de septiembre. Biblioteca María Zambrano. C7 Profesor Aranguren. Ciudad Universitaria. Madrid.

www.manueljunco.com

JUNCO

Hace cuatro años, en 2010, mientras se realizaba el Campeonato Mundial de futbol, en Sudáfrica, el 24 de junio inauguramos la exposición Nosotros los otros, de Manuel Álvarez Junco en la Biblioteca del Centro Nacional de las Artes, en la ciudad de México.

Entonces no imaginamos que, cuatro años después, en pleno mundial de Brasil, tuve el gusto y el honor de participar, no sólo en la inauguración de la muestra El espejo y el martillo, en la Biblioteca María  Zambrano, de la Universidad Complutense, también formé parte de una mesa redonda denominada Reflexiones desde el arte y el humor con el artista.

La obra de Junco es una caja de sorpresas, un encuentro con la realidad más allá de la mirada costumbrista y/o cotidiana.


Todo el arte, de acuerdo a la original definición de caricatura (del italiano caricare, cargar, exagerar) es una caricatura, todas las expresiones estéticas nos muestra una exgeración de la realidad, inclusive el propio realismo.







 Pero, el humor gráfico, la caricatura en trazos, como la que práctica Junco, es una forma de lectura, incendiaria que nos permite leer, soñar y encontrarnos con una realidad más absurda que la realidad misma.
Esta nueva muestra, El espejo y el martillo, es un encuentro onírico con la realidad. La complejidad de los trazos se muestran de una manera coloquial, lo que genera una complejidad en la mirada.











Además, mirar la obra de Junco en el ámbito de una biblioteca, uno de mis sitios favoritos en la vida, es un goce sobrecogedor sobre todo cuando este espacio, como lo es la moderna biblioteca María Zambrano, resulta una innovadora manera de estar y de ser.

Privilegios de la vida (y de la vista) no son muchos, este fue, para mi, uno de ellos. 

Por el fin de los caudillos

  No a los caudillos, si a la pluralidad Agustín Sánchez González Se les mira por las calles en pequeños grupos, portan un chaleco con l...